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miércoles, 6 de junio de 2012

Un movimiento de párrocos rebeldes se extiende por Austria y otros países

 Joaquín Rábago
Un movimiento de párrocos rebeldes iniciado en Austria se extiende ya por la vecina Alemania y otros países europeos y comienza a preocupar al Vaticano. Su principal impulsor es Helmut Schüller, de 60 años, un personaje muy conocido y popular en Austria desde la época en que quien firma estas líneas trabajaba allí como corresponsal para la Europa del Este. Presidía entonces Cáritas y era a la vez vicario general de la archidiócesis de Viena, a cuyo frente estaba y sigue estando el cardenal Christoph Schönborn.
Su trabajo en Cáritas fue tan exitoso que la Facultad Económica de Viena le distinguió en 1993 con el premio al mejor gestor del año. Y su preocupación constante por los pobres e inmigrantes suscitó el odio de un terrorista neonazi, que le envió un paquete bomba, afortunadamente interceptado antes de que pudiera causar una desgracia.
Pero un día de febrero de 1999, por razones no del todo aclaradas, el cardenal depositó personalmente una carta a la puerta de las habitaciones que ocupaba Schüller en el palacio episcopal en la que le comunicaba que le relevaba con efecto inmediato de la vicaría.
Schüller se retiró entonces a una pequeña parroquia de Probstdorf, en la región de la Baja Austria, próxima a Viena, donde encontró tiempo para meditar sobre lo sucedido.
Junto con otros párrocos preocupados por la deriva autoritaria del Vaticano y su aceptación por la jerarquía católica, Schüller lanzó en 2006 una iniciativa que ha ido creciendo desde entonces como bola de nieve y que cuenta ya con 405 entre párrocos y diáconos.
La iniciativa comenzó a preocupar seriamente a la jerarquía cuando en junio del año pasado publicó un «Llamamiento a la Desobediencia». En él, los impulsores de ese movimiento, que cuenta con el apoyo del conocido teólogo suizo Hans Küng, se comprometían, entre otras cosas, a hacer caso omiso de ciertas prohibiciones dictadas por Roma como la de administrar la comunión a los divorciados si han contraído nuevas nupcias o a los miembros de otras confesiones, así como a luchar por la ordenación de mujeres y de hombres casados.
La preocupación del Vaticano se hizo patente cuando el papa Benedicto XVI se preguntó en sus recientes sermones, sin citar expresamente a los rebeldes, si la desobediencia era la vía correcta. Más directo fue el nuncio apostólico en Austria, quien señaló en tono de amonestación que no se llega a la verdad «por decisión de una mayoría democrática».
La popularidad de las causas que defienden Schüller y sus colegas es, sin embargo, evidente ya que, según un sondeo de la Radiotelevisión pública austriaca, dos tercios de los párrocos austriacos son favorables a su «Llamamiento a la Desobediencia».
El propio Schüller concedió recientemente una entrevista al semanario austriaco Profil en la que afirmaba tener cada vez más contactos con círculos eclesiásticos de otros países: desde Francia, Alemania, Eslovaquia o Irlanda hasta los Estados Unidos. Schüller negaba querer provocar un cisma, es decir, convertirse en un nuevo Lutero, pero acusaba a los obispos de considerar a la Iglesia como su finca particular. «Los obispos se sienten como señores feudales», criticaba el párroco.
Frente a quienes creen que la Iglesia no ha cambiado con el tiempo, Schüller explicaba que, tal y como la conocemos hoy, data en realidad del año 1871, cuando se celebró el Primer Concilio Vaticano. «Se convirtió en lo que es hoy, con un Papa autocrático y obispos que no cuentan para nada».
Al igual que ocurre en otros países de mayoría católica, la Iglesia tiene en Austria más de un motivo de preocupación. Solo el año pasado, 58.603 austriacos se dieron de baja oficialmente y suspendieron sus cotizaciones. Y si todavía en 1951, cerca de un 91 por ciento de los ciudadanos de esa República se declaraban católicos, el año pasado solo llegaban a un 65 por ciento. Y muchos menos, solo 700.000, decían asistir regularmente a misa.

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