La Arena
El Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, acusó a la cúpula de la Iglesia Argentina y a sectores del Vaticano de ocultar al Papa Juan Pablo II lo que estaba sucediendo en el país “con los desaparecidos y el robo de criaturas”.
Pérez Esquivel también recordó las entrevistas con el por entonces Nuncio Apostólico en la Argentina Pio Laghi con quien, según afirmó, mantuvo “una discusión muy dura” en torno a las denuncias por las desapariciones y violaciones a los Derechos Humanos que se estaban sucediendo.
El Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, acusó a la cúpula de la Iglesia Argentina y a sectores del Vaticano de ocultar al Papa Juan Pablo II lo que estaba sucediendo en el país “con los desaparecidos y el robo de criaturas”.
Pérez Esquivel también recordó las entrevistas con el por entonces Nuncio Apostólico en la Argentina Pio Laghi con quien, según afirmó, mantuvo “una discusión muy dura” en torno a las denuncias por las desapariciones y violaciones a los Derechos Humanos que se estaban sucediendo.
“Yo no puedo hacer lo que los obispos argentinos no quieren hacer”, fue la respuesta del representante del Vaticano, quien le informó al dirigente del Servicio de Paz y Justicia que la noche anterior a ese encuentro habían estado en la Nunciatura los tres comandantes de las Fuerzas Armadas.
El referente de los derechos humanos declaró como testigo en el juicio que se sigue por la implementación de un plan sistemático para la apropiación de hijos de desaparecidos, que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 6 (TOF 6).
Las entrevistas relatadas por Pérez Esquivel se sucedieron entre 1975 y los primeros meses de 1976, antes del golpe de Estado, pero ante una pregunta del abogado querellante de las Abuelas de Plaza de Mayo, Luciano Hasan, recordó haber sostenido una última entrevista con Laghi “en los días posteriores” al 24 de marzo de 1976, en la cual el prelado le confió haberle dicho a los miembros de la Junta militar que estaba “recibiendo muchas denuncias por violaciones a los derechos humanos”.
“Sabemos que había obispos argentinos que apoyaban a la dictadura, como Bonamin, Plaza, Graselli, quienes estaban de acuerdo con lo que se estaba haciendo”, advirtió.
También recordó que se efectuaron denuncias ante la Comisión de Justicia y Paz del Episcopado argentino, las embajadas de distintos países de Europa, Canadá y los Estados Unidos y que varios de ellos efectuaron reclamos a la dictadura argentina.
Tras recibir el galardón que otorga la Academia sueca en 1980, Pérez Esquivel aprovechó para solicitar una audiencia con el Papa Juan Pablo II “con quien mantuve una discusión muy dura, porque no sabía qué información le llegaba”.
Durante la entrevista con el máximo dignatario de la Iglesia católica, el dirigente le entregó un dossier con el relato de lo que estaba sucediendo en la Argentina, y le señaló que ese documento se lo habían hecho llegar “por tres canales”.
El Papa le dijo: “esto nunca llegó a mis manos”. Al respecto recordó que en ese momento el dossier incluía la desaparición de “54 niños”, un número “que fue aumentando en la medida que se iba conociendo de nuevos secuestros y desapariciones”.
Pero el Papa también le retrucó que además debía ocuparse “de los países comunistas”, a lo que Pérez Esquivel le respondió “que esta desaparición de niños lo hizo una dictadura que dice defender los valores occidentales y cristianos”.
Admitió que un mes y medio después de aquel encuentro, Juan Pablo II “por primera vez habló en el balcón de San Pedro en el Vaticano acerca de los desaparecidos en la Argentina”.
También explicó haber intentado infructuosamente efectuar sus denuncias ante la Comisión de Justicia y Paz del Vaticano, pero según reconstruyó- su máximo responsable “me siguió para decirme: tengo orden de no recibirte”.
“Esto tiene que ver con el Episcopado argentino y la nunciatura”, especuló Pérez Esquivel, quien recordó haber mantenido seis entrevistas más con el papa.
Por último, reivindicó la actuación de los obispos Enrique Angelelli, Miguel Hesayne, Jaime de Nevares y Alberto Devoto de Corrientes, el primero y el último de ellos asesinados durante la dictadura.
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