José Mª Castillo
Lo que ha ocurrido en España en las últimas semanas, exactamente desde el 22 de mayo al 11 de junio, da mucho que pensar. Por supuesto, mis puntos de vista son discutibles, muy discutibles. Pero, aun así y todo, sería necesario estar ciegos para no ver lo que está a la vista de todos. El hecho es que, aun siendo tan claro el resultado electoral a favor del PP, el descrédito de los políticos, sean del color que sean, resulta tan generalizado como abrumador. Y sin embargo, ¿por qué se les valora tan mal, tan rematadamente mal, a todos, lo mismo a los que han ganado que a los que han perdido?
Posiblemente –justo es reconocerlo– les estamos pidiendo a los gobernantes lo que no pueden dar de sí. Porque nadie me va a discutir que estamos viviendo una situación excepcional: la crisis económica más profunda, más global y más prolongada que ha sufrido la humanidad desde el final de la segunda guerra mundial. Una crisis tan excepcional que, para su inmediata solución, hubiéramos necesitado gobernantes igualmente excepcionales. Y de sobra sabemos que las personas excepcionales, son excepcionales precisamente por eso, porque son una excepción que rompe los moldes y hace su aparición muy de tarde en tarde y de forma aislada. Por eso, a mi manera de ver, el desprestigio de los políticos no se debe a que la gente les pida que sean personas excepcionales, que resuelven todos los problemas y superan todas las dificultades. No. Lo que los ciudadanos les exigimos a nuestros gobernantes, no es que sean personas “excepcionales”, sino que sean personas “honradas”. Y al decir esto –creo yo– estamos poniendo el dedo en la llaga.
Porque ahí es donde está el problema. La gente está cansada y harta de política y políticos porque ya nos resulta insoportable el “cainismo político”, que es la postura del que busca, a toda costa, no el bien de todos, sino hundir al contrario. La gente está cansada y harta de política y políticos porque es un escándalo que las listas electorales estén repletas de nombres de individuos corruptos, imputados ante las autoridades judiciales por delitos de los que se les tendría que caer la cara de vergüenza, pero resulta que, en lugar de dimitir con dignidad, pretenden seguir ocupando cargos y puestos de gobierno para los que presuntamente han demostrado que son indignos e incompetentes. Con un agravante: al proceder así, le están diciendo a la ciudadanía: “sea Usted un corrupto, que no le va a pasar nada, seguirá Usted en su cargo y continuará triunfando en la vida”. ¿Eso es lo que les estamos enseñando a nuestros jóvenes?LEER MÁS
No hay comentarios:
Publicar un comentario