Bilbao, a 24 de mayo de 2010.
Carta al Colegio de Consultores.
A invitación del Colegio de Consultores de la Diócesis, emitimos como miembros del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral nuestro siguiente parecer sobre las condiciones personales y procedimentales deseables en el nombramiento del nuevo Obispo Diocesano de la Diócesis de Bilbao:
Como punto de partida, queremos expresar nuestra preocupación por la fundada sospecha de que los nombramientos episcopales de los últimos tiempos en la Comunidad Autónoma Vasca podrían ser utilizados para modificar la línea pastoral y eclesial de nuestras iglesias locales. La gravedad de esta sospecha estriba en que dicho cambio de rumbo pretendería llevarse a cabo sin consultar, dialogar y consensuar la nueva orientación con nuestras comunidades cristianas.
No obstante, dada la iniciativa del Colegio de Consultores presidido por el Administrador Apostólico de la Diócesis, creemos conveniente aportar nuestra reflexión sobre el perfil más idóneo que debe presentar el candidato a nuevo obispo de Bilbao.
Creemos oportuno:
- Que el candidato se sepa situar en la compleja sociedad actual, renunciando a la tentación de regresar a planteamientos más propios de una iglesia de cristiandad. Que acepte que la realidad indica que somos una minoría social -aunque significativa y con potencial transformador- y que, por lo tanto, debemos aceptar las reglas del diálogo propias de una sociedad plural. Esto es completamente imprescindible si el candidato se toma la evangelización en serio como tarea prioritaria de la Iglesia. Evangelizar no es adoctrinar ni forzar la realidad desde presupuestos teológicos, sino un complejo proceso en el que el cristiano descubre signos de la presencia de Dios en la propia realidad (huyendo de visiones negativas y catastrofistas) y se implica con su vida y testimonio en la transformación de la misma.
- Que el candidato demuestre un suficiente dominio del euskera. Una parte significativa de los cristianos de esta diócesis manifiestan su deseo de ser evangelizados en su propia lengua. Este es un dato que no debe ser desechado a la hora de discernir la idoneidad del candidato.
- Que el candidato muestre una probada capacidad de trabajo en equipo. De no ser así, el liderazgo (que también ha de presentar el candidato) deja de ser virtud para pasar a ser un peligro para la comunidad. El nuevo obispo ha de promover la corresponsabilidad y la participación activa de la comunidad cristiana, potenciando órganos como el Consejo de Pastoral Diocesano, el Consejo de Presbiterio, los Consejos de Pastoral de las Unidades Pastorales y las Parroquias, etc.
- Que el candidato acredite una capacidad real de diálogo; esto es, que no se reserve la opinión y que sepa escuchar, asumiendo que todos somos hijos de Dios y que la responsabilidad episcopal es justamente eso: una responsabilidad, no una prerrogativa ni una especial dignidad.
- Que el candidato tenga suficiente madurez personal y libertad interior como para mantener un diálogo adulto con las instituciones de la curia vaticana. Un obispo ha de posicionarse netamente al lado de las preocupaciones y necesidades del pueblo de Dios que le ha sido encomendado, por encima de fidelidades mal entendidas a los organismos romanos. El pueblo ha de sentir que efectivamente es pastoreado en nombre de Jesucristo Cabeza, no en nombre del Papa (ni, mucho menos, en nombre de los dicasterios de la curia romana).
- Que el candidato dé muestras de su voluntad de promover los carismas particulares y la identidad personal y grupal de las distintas personas y colectivos de la Diócesis. Su labor como obispo no ha de ser la de homogeneizar, sino la de promover todo lo bueno y discernir su conveniencia u oportunidad pastoral.
- En definitiva, que el candidato muestre suficientemente con su vida que es un seguidor de Jesús: por su espiritualidad viva y encarnada, por su humildad que le abre al diálogo sincero con todos, y por su amor por Dios y su pueblo, que le da suficiente audacia evangélica.
Según muchos indicios, estos criterios de elección no han sido suficientemente tenidos en cuenta por los organismos centrales de la Iglesia en las últimas elecciones episcopales efectuadas para la Comunidad Autónoma Vasca.
En cuanto a los aspectos procedimentales, queremos expresar que valoramos positivamente esta consulta, promovida por el Colegio de Consultores presidido por el Administrador Apostólico de la Diócesis. Es de agradecer que el Pueblo de Dios sea respetado en su derecho a pensar, hablar y opinar con libertad evangélica acerca de cómo ha de ser la persona idónea para ejercer el ministerio pastoral del episcopado.
Pero, reconociendo todo lo positivo que encierra este ejercicio de consulta, debemos remarcar al menos dos cosas:
- En primer lugar, que sería de desear algún tipo de respuesta, tanto por parte del Colegio de Consultores, como por parte de la Nunciatura, en la que las comunidades consultadas vean que su opinión ha sido efectivamente tenida en cuenta (de modo que nadie pueda pensar que esta consulta no es más que un ejercicio meramente formal pero que está todo ya decidido).
- En segundo lugar, que las Diócesis tienen derecho a participar aún más plenamente en el discernimiento eclesial para la elección del nuevo obispo diocesano. La fórmula puede ser la presentación de una terna de candidatos (en diálogo con el Administrador Apostólico y con la Nunciatura), quedando para Roma el discernimiento y el decantamiento final. Esta es una práctica multisecular de toda la Iglesia, que aún sigue siendo respetada en bastantes diócesis. La razón que suele aducirse para justificar que dicha práctica se respete en unas diócesis y no en otras es de tipo concordatario. Nos parece triste que en esta cuestión primen las razones jurídicas sobre las teológicas. El procedimiento para el nombramiento de obispos no es una mera cuestión de derecho canónico o derecho eclesiástico. Es una cuestión que afecta a la naturaleza y a la misión de las comunidades cristianas. Se trata de una cuestión teologal. Las razones en que nos basamos para llamar la atención sobre este grave déficit son, en consecuencia, estrictamente teológicas. Opinamos que la Iglesia no puede dejar la última palabra sobre un problema que afecta a su propia naturaleza, al derecho canónico o al derecho eclesiástico. Pedimos respetuosamente que se estudie esta cuestión y se modifiquen aquellos aspectos del derecho canónico que hayan de ser modificados para respetar lo que es la Iglesia como misterio de comunión en la misión y, así, la Diócesis de Bizkaia pueda participar más activamente en el discernimiento para la elección de su obispo diocesano.
Reiteramos, una vez más, nuestro agradecimiento por la consulta realizada, y mostramos nuestra disposición a seguir colaborando lealmente mediante la aportación de nuestro criterio teológico sobre aquellas cuestiones que la autoridad diocesana estime oportunas.
Firman esta carta todos los miembros del Instituto: Miguel Ramón Viguri, Izaskun Sáez de la Fuente, Txemi Santamaría, Estrella Moreno, Jaime Asenjo, Sebas Gartzia Trujillo, Roberto Casas y Javier Oñate.
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