Redes Cristianas
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1)En los siglos VIII-VII aC, algunos profetas (Amós, Isaías, Miqueas y Jeremías), de parte de Yahvé, plantearon, de manera muy clara y contundente, un gran objetivo: el Derecho y la Justicia. Con el fin de asegurar una sociedad “humana”. Siglos después, Jesucristo y sus inmediatos seguidores expusieron unos principios complementarios de ayuda a personas necesitadas y de aceptación de todas las personas, principios llamados evangélicos.
2)Pasada la generación de los apóstoles, la siguiente alteró el espíritu evangélico (así como los anteriores principios proféticos) reduciendo la experiencia “cristiana” al hecho de bautizarse. El instrumento más eficaz para conseguirlo fue el mal libro “Hechos de los apóstoles”, que, en el pasaje (cap 2, ver 37-38), desvirtuó del todo la doctrina de Jesús. O sea, se pasó de “hacer el bien” a una ceremonia burocrática.
3)A este fracaso inicial se añadieron las complicaciones propias de las relaciones con la estructura política, empezando por los emperadores romanos (sobre todo Teodosio, que impuso la nueva doctrina como oficial). A los emperadores siguieron señores feudales, reyes y una interminable serie de aprovechados, entre los cuales los mismos burócratas de la Iglesia: obispos, cardenales, papas.
5)Los principales culpables del fracaso histórico de la Iglesia han sido, sin paliativos, casi todos los dirigentes, sobre todo de obispos hacia arriba. Han continuado enseñando creencias antiguas, sin darse cuenta de que habían periclitado, y han continuado poniendo los aspectos teóricos por encima de los prácticos (la justicia y hacer el bien).
6)Los resultados han sido: pérdida de la clase obrera, pérdida de la juventud y pérdida de muchas mujeres y de todo tipos de personas. En Europa, sin querer definir todo el mundo, a la vieja Iglesia le resta, creemos, una generación de vida, sin relevo.
7)Si se piensa y se está dispuesto a hacer las cosas bien, tenemos esta salida: romper la estructura endurecida (jubilar o bien dejar de escuchar a todos los obispos) y formar pequeñas comunidades de buenas personas con criterios independientes. Es muy importante que las nuevas comunidades cristianas tengan una firme relación con las ONGs, y que tengan buena relación con los sindicatos de trabajadores. Un buen consejo seria dejar de celebrar todas las fiestas del año entre semana, excepto Navidad y Pascua.
De igual forma demandó ―el esclarecimiento del cruel asesinato del presbítero Marcelo Pérez Pérez, ejecutado el 20 de octubre, al terminar la misa matutina en el Barrio de Cuxtitali, y que se haga justicia hasta llegar a los verdaderos autores intelectuales y materiales, evitando acusaciones ligeras para evadir la presión social‖.
Añadió que “aun sabiendo que peligraba su vida, nuestro hermano Marcelo vivió una profunda fe en Dios y un gran amor a los pueblos que le hizo llegar hasta las últimas consecuencias sellando con su sangre, su compromiso hasta dar la vida‖.
También exigió ―el cese a la criminalización y persecución de sacerdotes, misioneros, misioneras, hermanos laicos y laicas, defensores y defensoras de derechos humanos, comprometidos por la paz con justicia y dignidad, en el servicio pastoral fuera y dentro de nuestra de diócesis de San Cristóbal‖.
Hoy en la prensa aparece una noticia que manifiesta el desagrado de los varones norteamericanos por el feminismo extremo que les inclina a no votar por una mujer. Por otro lado, salen encuestas sobre el comportamiento que en las elecciones tendrán los grupos de los afroamericanos o de los latinos.
Pero en las próximas elecciones de los Estados Unidos los votos cristianos también tendrán importancia porque no olvidemos que es un país religioso. Por un lado, los evangélicos que eran francamente pro Trump - en las dos elecciones anteriores habían votado mayoritariamente por él -, muestran señales de que el comportamiento ético de su elegido está afectando a su voto. No solo la infidelidad a su mujer sino en una reciente conferencia aludió al tamaño del órgano sexual de un golfista, Arnold Palmer, y en muchas ocasiones su lenguaje roza el insulto y lo peor de todo, la blasfemia.
La duda es tan grande que, en la Convención Baptista del sur del país, un grupo que apoyó mayoritariamente al candidato republicano en las elecciones del 2016 y 2020, el 30% de los asistentes no quiso revelar sus intenciones en las urnas cuando solo el 4% lo habían ocultado anteriormente.
Viendo que se abría una oportunidad, los que apoyaban a Harris emplearon millones de dólares para convencer a evangélicos en los principales estados donde se jugaba la mayoría. Concretamente el grupo fundado por el reverendo Ball de Virginia que cuenta con 300.000 miembros, una minoría dentro de los evangélicos protestantes que tienen decenas de millones de fieles, pero los números están tan ajustados en algunos estados, como Georgia, que pueden dar el vuelco ya que Trump allí perdió por 12.000 votos.
La verdad es que más que el convencimiento por uno de los candidatos está la duda y la apatía, incluso el declive de la religiosidad en la juventud que ha hecho disminuir el número de fieles que asisten a templos de organizaciones religiosas. Entre los afroamericanos Harris recibe más votantes que entre los fieles de raza blanca. Un pastor, parafraseando la Biblia, “por sus frutos los conoceréis” advierte de los resultados, para él negativos, de la política que desarrolló Trump cuando era presidente.
Los católicos, por su lado, están más preocupados por el derecho al aborto y piensan que los recortes que han conseguido los jueces, elegidos por Trump, influirán en los votos finales. Por otro lado, temen que esta línea dura contra el aborto incline a algunas personas por el ticket demócrata y a que algunos abogados y jueces de esta línea dura apoyan la restricción de los contraceptivos y los tratamientos de fertilidad cuando la mayoría de los estadounidenses, apuestan por la libertad de decidir.
Por estos y otros motivos, Trump, se está inclinando cada día más por apartarse la extrema derecha religiosa pues se encuentra mujeres, a lo largo del país, que están a favor de Harris. La candidata demócrata ha visitado Texas, un estado que tiene las leyes más estrictas sobre el aborto, para advertir a los ciudadanos de que el triunfo de Trump ampliaría esas leyes a todo el país. Las empresas de apuestas advierten de que las leyes abortistas darán un empujón a la ola azul, es decir a los demócratas.
Tampoco ha ayudado al candidato republicano la declaración de su mujer Melania a favor de que las mujeres tengan libertad para suspender sus embarazos, aunque algunos periodistas piensan que el matrimonio está jugando a ambos lados de la baraja ¿Quién resultará ganador? Hasta que no se cierren las urnas y se haga el recuento de votos no lo sabremos pero está claro que muchas pequeñas cosas tendrán su importancia.
Isabel Gómez Acebo
Religión Digital
¿Qué es la doctrina del descubrimiento?
La doctrina del descubrimiento es una política iniciada por la Iglesia Católica en el siglo XV que autorizaba a los exploradores europeos cristianos a apropiarse de las tierras de los pueblos indígenas, esclavizarlos y convertirlos al cristianismo. La doctrina, respaldada por bulas (decretos) papales del siglo XV, legitimó la apropiación de tierras indígenas y fue la base de algunas leyes de propiedad actuales.
El Vaticano reconoce que dichos decretos papales fueron utilizados por las potencias coloniales para dar legitimidad a sus acciones, que incluían la esclavitud. La conquista y el robo de su tierra condujo al genocidio de millones de indígenas quienes fueron asesinados por invasores o murieron por enfermedades propagadas frente a las cuales no tenían inmunidad.
Las bulas alejandrinas, fueron documentos políticos papales, promulgadas por el Papa Alejandro VI (de origen español) en 1493, en la época del descubrimiento de América a instancias de los Reyes Católicos y que hacen una partición de los territorios descubiertos allende el océano.
La primera fue la bula de donación, que concedió los territorios descubiertos por los navegantes castellanos a los Reyes Católicos y sus herederos en los tronos de Castilla y León.
La segunda, llamada bula de partición, promulgada a instancias de los propios Reyes Católicos, estableció el dominio castellano sobre los territorios al oeste de una línea imaginaria geográfica entre los polos, dejando al Reino de Portugal las posesiones al este. Además de la partición, las bulas alejandrinas daban la orden de evangelizar a todos los indígenas de las tierras descubiertas.
Así, pues, las bulas alejandrinas de 1493 dejaban claro el deber de los exploradores cristianos de apoderarse de las tierras de los indígenas con el fin de cristianizarlos e incorporarlos a la civilización cristiana europea.
La doctrina del descubrimiento hizo su primera aparición con la bula papal Dum Diversas, emitida por el papa Nicolás V el 18 de junio de 1452 a Alfonso V de Portugal para validar su apropiación de regiones en África occidental. La bula declara lo siguiente:
“Le otorgamos permiso al citado rey Alfonso para invadir, buscar, capturar, vencer y someter a todos los indígenas; y también la de apropiarse de los reinos, ducados, principados, dominios, posesiones, y todos los bienes muebles e inmuebles que tengan y posean, y reducir a sus personas a esclavitud perpetua“
El papa pide perdón por los crímenes de la Iglesia católica contra los pueblos indígenas
El papa Francisco pidió perdón a los pueblos indígenas de América Latina en el histórico discurso pronunciado durante el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Santa Cruz, Bolivia, al cual acudieron muchos pueblos indígenas. Sus palabras fueron estas:
“Y quiero decirles, quiero ser muy claro: “Les digo esto con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios en nombre de Dios durante la llamada conquista de América. Pido humildemente perdón por todos esos crímenes“.
¿Qué es el Día de los Pueblos Indígenas?
Ese día, en EEUU, está destinado al reconocimiento de las comunidades indígenas que han vivido en el continente americano durante miles de años.
La Cámara de Representantes y del Senado han presentado un proyecto de ley para establecer el Día de los Pueblos Indígenas como fiesta federal, el segundo lunes de octubre, en sustitución del Día de Colón.
Actualmente, ya hay varios estados que celebran “El Día de los Pueblos Indígenas”. El primero en celebrarlo fue Dakota del Sur en 1990.
El reconocimiento cada vez mayor de la injusticia de la doctrina del descubrimiento influye en la iniciativa de sustituir el Día de Colón en Estados Unidos por el Día de los Pueblos Indígenas y también influye en el movimiento Land Back, que puede traducirse como «Movimiento para la devolución de tierras» en Canadá y Estados Unidos que aboga por la devolución de las tierras de los indígenas en nombre de la justicia.
José Melero Pérez
Religión Digital
En algunos espacios donde nos conocemos más o vivimos más confianza, he compartido cómo sigo “experimentando” a Ana tras su fallecimiento, hace ya algo más de catorce meses. Al hilo de ello, hablando de la fe, una persona comentó que ella vivía la experiencia de Dios, sin importarle tanto las creencias. Y fue ahí donde surgió la cuestión que me parece importante clarificar: ¿es posible una experiencia, desnuda de creencias?
Tal como lo veo, solo tenemos acceso directo a la experiencia de lo que somos en profundidad. Eso que somos no podemos pensarlo ni nombrarlo, porque no es un objeto. Sin embargo, podemos percibirlo de una manera inmediata y autoevidente: es lo que queda cuando no ponemos pensamiento. De hecho, únicamente lo podemos conocer cuando lo somos. Antes de experimentarlo, es imposible conocerlo, ya que solo se conoce lo que se es. Y en ausencia de conocimiento, no habrá sino mapas mentales y creencias.
Pues bien, ese “Fondo”, que solo puede ser conocido cuando se experimenta, es único y compartido por todos los seres. Carece de forma y de nombre: de ahí que los místicos lo nombren en ocasiones como “Nada” -piénsese en las famosas “nadas” de Juan de la Cruz o de Miguel de Molinos-. Sin embargo, la mente puede proyectar un nombre sobre él y llamarlo Ser, Consciencia, Vida, Dios… Por lo que, al experimentarlo, la persona podrá decir: “he experimentado el ser, o la consciencia, o la vida, o Dios…”. En realidad, el nombre no es nada más que una proyección mental, de acuerdo al mundo representacional y afectivo de cada persona. Así se explica, por ejemplo, que una persona diga que vive una “experiencia” de Dios o una “experiencia”… de Ana. En ambos casos, la experiencia remite al mismo y único Fondo, a Eso que somos todos, por más que nuestra mente y nuestros afectos le otorguen nombres diferentes.
La trampa de deificar lo que es solo un nombre -un pensamiento que nombra a “Dios”-, supo verla con nitidez el Maestro Eckhart, uno de los más sublimes místicos de la tradición cristiana, distinguiendo “Deus” (Dios) de “Deitas” (Deidad). El primero es el dios pensado, a quien el creyente se dirige, ora, le habla… Tal dios es solo un constructo humano. Por el contrario, “Deitas” apunta al Fondo al que antes me refería, a aquello que somos en nuestra identidad profunda. No se trata ya de una divinidad separada, mucho menos antropomorfa, sino de lo realmente real, que trasciende tono nombre y todo concepto. No es extraño que, desde su propia experiencia de comprensión, el místico renano expresara: “Le pido a Dios que me libre de Dios”.
Así entendido, ese “Fondo” innombrable del que hablo, remite directamente al “Ser”, de Parménides, cuando, de manera tan simple como contundente, expresaba: “Todo lo que es, es” o “Solo hay Ser”. Remite igualmente a la “Consciencia” universal, como fuente, sustrato y contenido último de todo lo que es.
De Eso, innombrable, tenemos experiencia directa. Lo que ocurre es que, por razones cognitivas o afectivas, nuestra mente proyecta “Eso” en una persona particular o en un ser en el que se cree, y a partir de ahí afirmamos tener experiencia de esa persona (o de ese dios). Como decía, estamos experimentando lo único que es; los nombres vienen después.
Este fenómeno se constata con un simple dato: ¿por qué la Virgen María solo se aparece a personas católicas? La respuesta es sencilla: porque solo el “mapa” mental católico permite proyectar el Fondo último en esa imagen. Y lo mismo vale para replantear la fe en Jesús: ¿por qué los cristianos hablan de la “divinidad” de Jesús, entendida como una divinidad separada, cualitativamente distinta del resto de los humanos? Porque el “mapa” mental cristiano ha proyectado en Jesús aquel mismo y único Fondo.
¿A dónde conduce este planteamiento? A una constatación tan simple como revolucionaria: todos somos lo mismo desplegándose en formas diferentes. Dios (“Deus”), Jesús, María… o Ana: son formas concretas en la que se manifiesta lo único realmente real, aquello de lo que todo está hecho, aquello, por tanto, que constituye nuestra identidad. Ante este reconocimiento, cae cualquier comparación. Es innegable que en una persona concreta podemos apreciar cualidades notables, pero eso no niega que el fondo sea siempre el mismo. Se ve con claridad en la metáfora de las gotas de agua: una gota puede ser más grande o incluso más limpia que otra, pero todas ellas son la misma agua.
A partir de aquí, se abre el paso, de manera coherente y ajustada, a lo que ha venido en llamarse “paradigma posreligional o transteísta”. Cuando leo ciertos textos que se mueven en esa órbita, admiro su esfuerzo por actualizar creencias obsoletas, aunque sus reflexiones me producen una sensación de cansancio y de pereza, como si giraran en vano queriendo encontrar una salida a un callejón que no la tiene.
En concreto, desde mi punto de vista, me parece que esas reflexiones adolecen de dos problemas. Por un lado, parecen empeñarse en defender o sostener la creencia, como tratando de “modernizarla”. Ante ello, la pregunta es: ¿para qué tanto esfuerzo en “reinterpretar” la creencia cuando son las propias creencias las que han de ser superadas y trascendidas? Por otro, las percibo como discursos típicamente “mentales”, por lo que, ya de entrada, están condenados a la esterilidad. Lo que nace de la mente no podrá ir más allá del mundo de los objetos. Por lo que, aun queriendo replantear o “modernizar” aquellos contenidos, por más piruetas que quieran hacerse, no se conseguirá sino cambiar los nombres para quedar enredados en el mismo laberinto del que se pretendía salir. No niego que, en un momento determinado, esas relecturas ayuden a personas que se hallan en una situación determinada. Lo que afirmo es que son incapaces de alcanzar alguna salida real.
Siempre desde mi punto de vista, todos esos callejones sin salida únicamente pueden superarse desde la comprensión no-dual. Porque es esta comprensión la que lee ajustadamente la realidad como unidad-en-la-diferencia, por lo que podemos reconocer lo Uno -aquello que somos todos- en lo Múltiple -las diferencias en las que se despliega y expresa-.
Sin embargo, de manera sorprendente, tengo la sensación de que muchos de los autores que propugnan el paso a un “paradigma posreligional o transteísta” parecen “protegerse” de la no-dualidad, cuando no manifiestan prevenciones o incluso descalificaciones globales. El resultado es que se sigue manteniendo un discurso “mental”, que puede sonar más “moderno”, pero que no da el salto cualitativo que sería necesario para llegar a la meta que parecen proponerse.
Solo la comprensión no-dual permite trascender el paradigma religional, el mundo de las creencias y el propio teísmo. Porque nos sitúa, más allá de la mente, en el lugar donde cesan conceptos y palabras, por más que, en un segundo momento, los necesitemos, como “mapas”, para comunicarnos y comunicar lo que hemos vivido.
Enrique Martínez Lozano
Zizur Mayor (Navarra), 27 de octubre de 2024.
Con el inicio del mes de noviembre, llegan juntas dos festividades. Aparecen de manera tan estrecha que podríamos decir que da la impresión como si lo hicieran cogidas de la mano. La fiesta de Todos los Santos, el día 1, y la de los Fieles Difuntos, el día 2. Curiosamente, el pistoletazo de salida, y con tintes de ser la que debiera marcar el rumbo y dar la razón de ser, lo da la primera. Sin embargo, ha sido la segunda la que, con el paso de los años y, desde hace un tiempo a hoy, de manera vertiginosa, ha acabado imponiéndose de tal manera que la de Todos los Santos ha quedado convertida, pura y simplemente, en la puerta obligatoria para pasar a la de Todos los Difuntos.
Aunque, si nos atenemos a la realidad, mal que nos pese, el 1 de noviembre ha quedado convertido en el día en que se va a visitar los cementerios, mientras la noche del 31 al 1, pero con referencias al 2, la gente aprovecha para salir a la calle, utilizando la muerte, desde todo lo que la imaginación es capaz de montar en torno a ella, en su visión de miedo y de terror, sobre todo, para divertirse. Incluso en los países con nula o escasa tradición, Halloween aparece, en la actualidad, en los calendarios como fecha señalada, por lo que a las celebraciones populares se refiere.
Es más, para las generaciones más jóvenes, ya no es lo que se debiera celebrar el 1 de noviembre lo que hay que tener en cuenta, sino lo del día 2. Claro que, por cuestiones civiles, aunque por motivos religiosos y de calendario, el que el día 1 sea festivo, viene como anillo al dedo para que la celebración de Halloween tenga lugar aquella madrugada; convirtiéndose en el momento central. No pretendo, a través de estas líneas, añorar tiempos pasados, porque considero que no se supo llenarlos del verdadero sentido, ni mucho menos, ni, tampoco, criticar los presentes. No es, en absoluto, mi intención.
Quiero aprovechar, eso sí, para hablar y poner de manifiesto una sensación que me invade, ojalá no sea verdad, y que no es otra que constatar cómo el hecho de la cultura de la muerte, representada en lo que se celebra el día 2 de noviembre, ha acabado por imponerse a la cultura de la vida, representada o, al menos, considero que debiera estarlo, en el día 1. Resulta muy difícil, imposible diría yo, encender hoy la pantalla de la televisión y no ver a través de ella, en un momento u otro, escenas de violencia y de muerte. Amén del celuloide, que también en esto se prodiga, la realidad se supera y con creces.
Violencia de cerca, en el portal de al lado, por ejemplo, o en la calle de más allá. Si grave es esto, lo es mucho más el hecho que, con la excusa o la obligación de la información, aunque, a veces no lo tengo claro, la violencia y la muerte, por guerras o salvajadas de índole parecida, entran sin el más mínimo pudor en nuestras casas. Y no, precisamente, en cualquier momento, sino cuando la familia suele estar reunida, al menos en otros tiempos lo estaba, alrededor de la mesa, momento este privilegiado, donde los haya, que mejor resume o, al menos debiera hacerlo, la paz y concordia familiares.
Nuestros niños y la mayoría de los jóvenes ya han nacido viendo semejante escaparate como algo lógico y natural. Vamos, tanto, que, en muchos casos, ver lo contrario, es decir, escenas de amor y de vida, significa excepción y algo producido por personas "inadaptadas al sistema" y, por lo mismo, bastante raras.
Pero es que, si nos atenemos a lo que se celebra en la fiesta del día 1, Todos los Santos, el mensaje sobre estas personas que ha ofrecido y sigue ofreciendo la Iglesia no es ni ha sido, hasta el momento, nada atractivo, que digamos. Vaya, más bien lo contrario muchas veces. Santos y santas, los anteriores, que ya se encuentran en el cielo; otra que tal, si tenemos en cuenta cómo ha venido describiendo, hasta ahora, la Iglesia este "lugar".
Algo concebido como premio o consuelo, depende, después de haber pasado por la tierra, presentada por la religión como valle de lágrimas. Otro gallo cantaría, quiero pensar, si se hubiera insistido en trabajar y comprometerse, durante la vida, por el amor y la felicidad propia, compartiéndola, a su vez, con los demás; especialmente con las personas más desfavorecidas.
Amor y felicidad, eso sí, en plenitud a partir de la muerte, una vez rotas las limitaciones que lo impiden a nivel terrenal. A veces pienso que, después de siglos y siglos insistiendo en el infierno, en el purgatorio y en el limbo, y de qué manera, por parte de la religión, han saltado por los aires los efectos de tal insistencia en la gente, como si de un muelle se tratara, con una fuerza proporcionalmente superior a aquella con la que se había reprimido.
Ante semejante escenario, el pueblo, el vulgo o la gente, en general, ha decido hacer suyo y revivir las sentencias que, otrora, propusiera Juan del Encina "Comamos y bebamos, que mañana moriremos". Así la situación, solo se me ocurre decir, con tristeza, una cosa: "De aquellos polvos, estos lodos". Y, como dice un amigo mío, que de estas cosas no entiende ni tampoco le preocupan, "Allá ellos".
Después de un mes participando en el Sínodo sobre la sinodalidad, se me ha quedado grabada la imagen de la escultura de bronce de Cristo resucitado que preside el Aula Pablo VI, donde han tenido lugar nuestros encuentros.
La Iglesia existe para anunciar al mundo el acontecimiento decisivo de la historia, que es la resurrección de Cristo. Un anuncio y testimonio que debemos realizar todos los bautizados, desde la comunión, para transmitir esperanza en nuestro mundo que sufre a causa de tantos dramas (víctimas de las guerras, las migraciones, el cambio climático o las injusticias sociales).
En la segunda sesión del Sínodo hemos tomado conciencia de que la Iglesia debe evitar caer en la autoreferencialidad y lanzarse a la misión, a la evangelización, en un contexto que ha cambiado totalmente en los últimos tiempos. No podemos olvidar que la pregunta fundamental que ha orientado nuestros trabajos ha sido: ¿Cómo ser una Iglesia sinodal misionera?
Para conseguir este objetivo, es imprescindible que se produzca en la Iglesia, en cada uno de sus miembros, una conversión personal y pastoral. Es decir, se trata de que pongamos en el centro no los proyectos, sino las personas y descubramos la importancia de cuidar las relaciones en la Iglesia y con las demás personas, especialmente con los más vulnerables.
La Iglesia será sinodal si es una casa de puertas abiertas, un hogar y una familia, en la que todos nos sintamos acogidos y valorados desde nuestra común dignidad bautismal. Para esto es fundamental que evitemos posturas nostálgicas como el clericalismo o el autoritarismo y vivamos nuestras vocaciones, carismas y ministerios desde la actitud del servicio.
La sinodalidad nos está pidiendo que demos mayor participación a los laicos, y de un modo particular a las mujeres, en todas las cuestiones de la vida y misión de la Iglesia, incluyéndolos en los procesos de discernimiento eclesial, toma de decisiones y evaluación, para crecer en una mayor transparencia en todos los ámbitos.
El Sínodo ha sido para mí una experiencia inolvidable de universalidad y catolicidad de la Iglesia, descubriendo que, estando reunidas personas de todas las vocaciones (ministerio ordenado, vida consagrada y laicos) y de los cinco continentes, podemos llegar a consensos y opiniones compartidas. Por eso, hemos subrayado en estos días que una Iglesia sinodal es aquella que vive la comunión, la unidad como armonía en las diferencias.
La puesta en práctica de un estilo sinodal es una voz profética de la Iglesia en medio de una sociedad polarizada y donde aumentan las desigualdades y los conflictos. Esto nos lleva a reflexionar sobre las carencias que existen en la Iglesia en este sentido y se convierte en una llamada a evitar la división, los bandos, la polarización en el interior de la propia Iglesia, y crecer en la dimensión de la acogida, de la escucha y del diálogo sincero.
Son muchos los retos que nos plantea el Sínodo sobre la sinodalidad, porque estamos hablando de una actualización del Concilio Vaticano II y una renovación de gran calado que afecta al estilo y modo de ser Iglesia.
A nivel personal, al finalizar el proceso sinodal y el Sínodo, soy consciente de los miedos y rechazos que existen respecto a la sinodalidad en una parte del pueblo de Dios, pero me encuentro con mucha ilusión y esperanza, porque estoy convencido que esto es “lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,7) y este camino ya no tiene vuelta atrás.
Hemos echado las redes, pero aún nos toca seguir trabajando, también en medio de la oscuridad de la noche, confiados de que será el Señor resucitado quien haga realidad una pesca abundante.
Luis Manuel Romero Sánchez, Secretario del Equipo Sinodal de la CEE, Padre Sinodal
Religión Digital
A lo largo de sus cinco capítulos (además de la introducción y conclusión), 52 páginas y 155 puntos, el documento final aprobado por el Sínodo de la Sinodalidad, y que ahora está en las manos del Papa Francisco convoca, desde el episodio evangélico de la 'pesca milagrosa', a construir una Iglesia verdaderamente participativa, aunque sin entrar de lleno en los grandes debates, como por otro lado ya se anunció desde el principio.
Y es que el texto, una "profecía sinodal", muy bello en las formas y ambicioso en la voluntad de querer ser una Iglesia de 'todos, todos, todos', se queda corto en lo concreto, y a buen seguro será interpretado por muchos como un conjunto de buenas intenciones, que no termina de aterrizar. Con todo, se atisban dos puntos que, a buen seguro, seguirán en las discusiones de los grupos de trabajo, y formarán parte de las decisiones que Francisco anunció que habrán de tomarse en el futuro: el papel de la mujer y el ecumenismo.
En el primero de los casos, el que más suspicacias y temores ha provocado a lo largo de este último mes (hasta el punto de provocar una reunión, in extremis, con el prefecto de Doctrina de la Fe), el documento admite en su punto 60 (uno de los que más resistencias tuvo, 97 'noes' y 258 'síes') que "sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Es necesario un mayor discernimiento a este respecto", y recuerda que aunque "hombres y mujeres gozan de igual dignidad en el Pueblo de Dios", las mujeres "siguen encontrando obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diversos ámbitos de la vida de la Iglesia, en detrimento del servicio a la misión común".
Magdalena, María... son muchas las mujeres que, también según las Escrituras tuvieron una "contribución esencial" en tiempos de Jesús, y también hoy: "Las mujeres constituyen la mayoría de los fieles y a menudo son los primeros testigos de la fe" en las familias, las comunidades, la escuela, la dignidad humana y la justicia social.
"Las mujeres contribuyen a la investigación teológica y están presentes en puestos de responsabilidad en instituciones relacionadas con la Iglesia, la Curia diocesana y la Curia Romana. Hay mujeres en puestos de autoridad o como líderes comunitarias. Esta Asamblea hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han explorado. No hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias: lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse", subraya el punto 60 del documento final.
En el segundo aspecto, junto al compromiso de reevaluar el primado de Pedro y el sueño de la celebración conjunta de la Pascua con los ortodoxos, el punto 133 ofrece la propuesta de constituir "un Consejo de Patriarcas, Arzobispos Mayores y Metropolitanos de las Iglesias orientales católicas presidido por el Papa, que sería "una expresión de la sinodalidad y un instrumento para promover la comunión y compartir el patrimonio litúrgico, teológico, canónico y espiritual". Una suerte de 'consejo de Gobierno ecuménico' que podría verse apuntalado en "un Sínodo especial para promover la consolidación y el renacimiento de las Iglesias orientales católicas". Algunos, incluso, ponen nombre a su posible coordinador: el cardenal salesiano Ángel Fernández Artime, a quien el Papa adelantó que lo requeriría para una misión especial.
¿Será posible una 'pesca milagrosa' en la Iglesia capitaneada por Francisco? El tiempo, y la continuidad de este proceso sinodal, que debe haber venido para quedarse, lo dirán.
Jesús Bastante
Religión Digital
Nadie mejor que un autóctono indígena (el dominico Gustavo Gutiérrez pertenecía a la etnia quechua) para entender y hacer denuncia profética sobre la realidad de América latina.
En 1968 participó activamente en la Asamblea de Medellín, que tan decisiva fue para la Iglesia Latinoamericana y para él, pues desde ahí escribió su obra más conocida e influyente: Teología de la liberación. Perspectivas (1971). Tras un bagaje extraordinario de implicación tan mal entendida y perseguida, obtuvo mucho después (2003) un galardón cuya explicación le hizo justicia: el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por “su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje”.
En esta justificación luminosa del premio se condensa una reparación a lo ha sido y es la tragedia de un sector significativo de la Iglesia católica, demasiado proclive a juzgar con precipitación, parcialidad y poca misericordia a caminos de liberación que lleve el sello del Evangelio; están a otra cosa. Y así fue como este hombre fue denigrado eclesiásticamente dejando en el aire que su propuesta para vivir el Evangelio más auténticamente hubiera justificado ciertas violencias en aquella América sometida por todo tipo de injusticias y opresiones, algunas de ellas con la Iglesia institucional en medio, pero mirando para otro lado.
Gutiérrez exploró cómo anunciar el mensaje cristiano en un mundo marcado por la injusticia estructural, defendiendo la “opción preferencial por los pobres”, frase esta que él acuñó hasta convertirse en el eje central de su propuesta e integrarse en el Magisterio de la Iglesia como un camino fundamental para vivir nuestra fe.
Aun así, hoy es el día en que muchos cristianos y cristianas de buena fe mantenían una imagen distorsionada de este dominico. Aunque Gutiérrez nunca fue condenado, en 2001 ingresó a la orden de los dominicos para evitar como presbítero la persecución del ala más conservadora política y eclesial del Perú.
De hecho, uno de los primeros gestos de Francisco tras ser elegido Papa fue invitarle a Roma para oficializar la reconciliación de la Iglesia oficial con la teología y el dominico que la impulsó desde la raíz del Evangelio.
El P. Gutiérrez se explicaba así en su libro más célebre: “No se trata de elaborar una ideología justificadora de posturas ya tomadas, ni de una febril búsqueda de seguridad ante los radicales cuestionamientos que se plantean a la fe, ni de forjar una teología de la que se deduzca una acción política. Se trata de dejarnos juzgar por la palabra del Señor, de pensar nuestra fe, de hacer más pleno nuestro amor y de dar razón de nuestra esperanza desde un compromiso más radical, total y eficaz. Esto es lo que busca la llamada teología de la liberación”.
Su muerte es un recuerdo esperanzado a quienes le han precedido marcando el paso de una Iglesia que pone el foco menos en lo institucional para centrarse más en lo vivencial, en el Mensaje. Gustavo Gutiérrez se suma a la lista de los católicos comprometidos con los vulnerables y descartados de la historia, como Ignacio Ellacuria, Óscar Romero, Hélder Cámara o Pedro Casaldáliga, todos ellos fermentos de una nueva humanidad.
Comencé el evangelio de Mateo (Mt 5, 1-12): “En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y abriendo su boca, les enseñaba diciendo: ’Bienaventurados…’. ¡Ah sí, las bienaventuranzas!, este evangelio tan conocido, tantas veces escuchado: los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz…
Algo por dentro me frenó en seco. Volví a leer: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. Leí y releí estas últimas siete palabras. Respiré a fondo y seguí leyendo el texto… los perseguidos, los insultados y los calumniados.
Vivimos tiempos oscuros, tiempos violentos, como en otras épocas. Siempre lo mismo desde el principio de la humanidad. El ser humano ha sido y sigue siendo violento.
Lo que pasa es que ahora tenemos a nuestro alcance mucha más capacidad de violencia y, en cierto modo, se ha atravesado una línea roja peligrosa: la preocupante normalización de la violencia en todos los ámbitos.
Así lo dejo porque lo que realmente quiero es hablar de Paz.
Adentrémonos en la bienaventuranza que nos reta a ser incansables trabajadores por la paz y veamos qué se requiere para ser vehículos de paz en cada paso que demos en nuestro caminar por la vida.
Hemos de dejarnos hacer por el Espíritu como pobres, débiles y necesitados que somos aunque no nos lo acabamos de creer.
¿Qué quiere decir ser mansos? ¡Esta palabra ya ni se usa! y sin embargo necesitamos del sosiego, de la tranquilidad interior, de una actitud pausada; necesitamos silencio, soledad, oración que nos ayude a conservar la calma, la paciencia, la escucha…
El trabajo por la paz es duro, es peligroso, antes o después tocará llorar por las decepciones, por el sentimiento de no poder hacer más, por el rechazo, por la incomprensión de los otros. Sí, habrá abundancia de lágrimas.
El hambre y la sed de justicia forman parte de las características de quienes trabajen por la paz esa paz que no es individual, es una paz comunitaria, universal.
Quienes quieran trabajan por la paz habrán de tener entrañas de misericordia, se conocerán a sí mismo y por tanto serán misericordiosos con los demás: todos del mismo barro.
Serán limpios de corazón, sin telarañas que les perturben la visión del otro.
Se darán cuenta desde el minuto cero que habrá persecución por causa de la justicia, ya que su trabajo por la paz no gusta a los poderes del mundo.
Cuando lleguen los insultos, las persecuciones y las calumnias nada impedirá andar con la cabeza bien alta porque quienes se pongan en marcha por la paz saben a Quien siguen.
También Lucas (Lc 12, 35-38) habla de bienaventurados: “Bienaventurados aquellos criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos”.
Jesús sigue estando a nuestro lado y nos pone cerca a algunos que ya son bienaventurados. Se implicaron y trabajaron por la paz dejándonos su testimonio a través de sus vidas y sus palabras.
Traigo aquí a algunos que se tomaron muy en serio el trabajo por la paz:
El Papa Juan XXIII en su Carta Encíclica Paz en la Tierra (Pacem in terris) deja bien claro desde el principio los cuatro pilares donde se fundamenta la Paz para todos los pueblos: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
Gandhi, el profeta de la no-violencia, nos dejó un rotundo mensaje: “No hay camino hacia la paz, la paz es el camino”.
La sencillez de Teresa de Calcuta nos lo pone fácil: “La paz comienza con una sonrisa”. ¿Fácil? Parece que sí, pero hoy se vive cada vez de forma más individualista, abiertos más a las relaciones por pantallas que a las personales. A veces no hay tiempo ni humor para una sencilla sonrisa.
También en el siglo pasado, Etty Hilesum*, una judía que acabó sus días en Aushwitz, dejó esto escrito sobre la paz: “Nuestra única obligación moral es la de cultivar en nosotros vastos espacios de paz e ir ampliándolos progresivamente, hasta que esa paz irradie a los demás. Y, cuanta más paz exista entre las personas, más habrá en este mundo en ebullición”. (*)Une vie bouleversée. Journal (1941-43) ed. Du Seuil, 1985, p.227).
Bienaventurados los que empezaron aquí el camino del reino, gozan ya de su recompensa en el cielo, donde han sido recibidos como hijos de Dios y, alegres y regocijados, ven a Dios.
Mari Paz López Santos
FEADULTA - 1 noviembre 2024
Día de Todos los Santos
fe adulta
Marcos 12, 28-38
Corren malos tiempos para los mandamientos. Las grandes religiones llevan siglos intentando que los creyentes no robemos, no matemos, no mintamos, respetemos a nuestros padres, amemos con un corazón limpio… Y basta con abrir el periódico o ver la televisión para darnos cuenta de que tenemos muchos comportamientos terribles; que podemos llegar a comportarnos peor que los animales.
Jesús se encontró con un laberinto de mandamientos. Era imposible “caminar” entre más de 600 preceptos sin incumplir muchos de ellos. Era imposible no sentirse bajo el yugo de la ley, que prohibía cosechar en sábado, cuando los pobres pasaban ese día por delante de un campo en el que podían coger las espigas que habían caído al suelo y saciar el hambre. ¿O, cómo se sentirían las madres, tras el parto de una niña, teniendo que cumplir la estricta pureza ritual durante 80 días?
Los 10 mandamientos se habían ido diversificando en otros, más pequeños y concretos, hasta formar una trama. Unas personas se jactaban de ser cumplidoras, pero otras sabían que estaban condenadas de antemano, porque su situación social les impedía cumplirlos.
Jesús sabía que la ley era intocable. Y “la tocó” para devolverle el sentido. Sin duda, sabía que se jugaba la vida al hacerlo, pero nos quería libres ante los mandamientos, porque son caminos que dan vida, personal y social.
Ahora, la palabra “mandamiento” evoca normas y obligaciones impuestas. Se viven como imposiciones que vienen de fuera y para muchos jóvenes es un fastidio que coarta la libertad. Solución: saltárselos para gozar libremente. Y surgen los enfrentamientos entre pandillas, los robos con violencia, los abusos sexuales, las agresiones en el seno de la propia familia, etc.
Pero cada mandamiento, expresa un valor muy profundo: el valor de la vida humana, del respeto a la propiedad ajena, el valor de la verdad en lo que decimos y hacemos, o la transparencia en las relaciones humanas y sexuales, para que no haya ningún tipo de engaño, violencia o abuso.
Es curioso que a través de la publicidad recibamos un montón de mandatos para comprar determinados productos, hacernos arreglos estéticos, viajar, tener el último modelo de automóvil… Recibimos una larga lista de mandatos que, supuestamente, nos harán más felices y seremos envidiados por los demás. Deben dar resultado, a la vista del enriquecimiento de muchas marcas.
Y, sin embargo, los mandamientos fundamentales, los que dan sentido a la vida y permiten que una sociedad viva en paz y se respeten los derechos humanos, se arrinconan. Es importante recordar, este domingo y siempre, las palabras de san Agustín: “Ama y haz lo que quieras… Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa, sino amor, serán tus frutos”. Él entendió muy bien el evangelio de hoy: Amar a Dios y al prójimo nos da calidad de vida, evita guerras, procura el bienestar ajeno, nos ayuda a considerar al prójimo como una persona digna de ser amada; el amor “derrite” el miedo y nos desarma. ¿Cómo sería el mundo si viviéramos los dos mandamientos fundamentales?