fe adulta
La liturgia de este domingo es desconcertante. Empieza celebrando la entrada “triunfal”, y termina con la muerte. Es difícil armonizar estos dos aspectos de la vida de Jesús. Podríamos decir que ni el triunfo fue triunfo, ni la muerte fue derrota. Los evangelistas plantean la subida a Jerusalén como resumen de su actividad. La muerte se considera como la meta de su vida.
Jesús fracasó estrepitosamente porque la salvación que él ofreció no coincidía con la que esperaban los judíos. Jesús pretendió llevarlos a la plenitud. Ellos solo querían defender sus intereses. Lo que Dios quiere de cada uno es también la exigencia más profunda de nuestro verdadero ser, pero nosotros solo queremos que Él se ponga al servicio de nuestro ego.
El fracaso humano de Jesús nos invita a reflexionar sobre el sentido de las limitaciones humanas. Si nuestro objetivo es evitar el dolor y buscar el máximo placer, nunca podremos aceptar el mensaje de Jesús. Él confió completamente en Dios, pero Dios no lo libró del dolor ni de la muerte. ¿Cómo podemos interpretar este aparente abandono de Jesús?
Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Viviendo como vivió, era lógico que lo eliminaran.
Dios no está solamente en la resurrección, está también en la muerte. Es una lección que no acabamos de aprender. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a castigo de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo sobre todo en el dolor y la limitación.
Los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otro medio de explicar la muerte de Jesús. Nadie pudo prever lo que pasó en Jesús, porque rompió todos los moldes y lo que vivió y predicó no podía adivinarlo nadie trescientos o quinientos años antes de que sucediera. Aludir a la inspiración divina demuestra no tener idea de lo que significa la Escritura.
La pasión de Lucas tiene una clara tendencia catequética. Aunque utiliza la narración de Marcos, le da un toque de humanización muy significativo. Suaviza mucho la relación de los que están alrededor de Jesús con su persona. No todo es negativo. El mismo Jesús se relaciona con algunos con comprensión y como ayudándoles a entender lo que está pasando.
Lo importante no es la muerte física de Jesús ni los sufrimientos que padeció. Miles de personas, antes y después de Jesús, han padecido sufrimientos mucho mayores y más prolongados de los que sufrió él. Lo importante de Jesús en ese trance fue su actitud inquebrantable de vivir hasta sus últimas consecuencias lo que predicó.
Ni siquiera sabemos quién le mató, mucho menos podemos saber por qué lo mataron. Su muerte fue la consecuencia del rechazo por parte de los jefes religiosos. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Eran gente religiosa que pretendían ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida de manera absoluta y exclusiva en la Ley.
Jesús debió tener razones muy poderosas para seguir diciendo lo que tenía que decir a pesar de que eso le acarrearía la muerte. Esa fidelidad a sí mismo es la clave de su muerte.
Seguramente la pasión fue el primer relato sobre Jesús que se redactó por escrito. A pesar de ello no podemos estar seguros de que lo que nos cuentan corresponda a sucesos reales. Los que más probabilidades tienen de ser inventados son los que cumplen a profecías del AT. Algunos han constatado más de 300. Veamos algunas fácilmente identificables:
Zacarías 9:9 “Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un asna”.
Salmo 41:10 “Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí”.
Zacarías 11:12 “Yo les dije: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo». Ellos pesaron mi salario: treinta siclos de plata.”
Zacarías 11:13 “Pero el Señor me dijo: Echa al Tesoro ese precio en que he sido valuado por ellos. Tomé los treinta siclos de plata y los eché en el Tesoro de la Casa del Señor”.
Isaías 53:7 “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca”.
Isaías 53:4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
Isaías 53:12 “Fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.
Salmo 22:16 “Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies”.
Salmo 22:6-8 “Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. 7. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: 8. Se encomendó al Señor; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía”.
Salmo 69:21 “Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre”.
Zacarías 12:10 “Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.
Salmo 22:18 “Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes”.
Salmo 34:20 “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado”.
Isaías 53:9 “Lo enterraron con los malhechores, lo sepultaron con los malvados aunque no cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca”.
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