Con el Domingo de Ramos comenzamos el tiempo de la Semana Santa. La lectura del Evangelio de este Domingo se centra en la Pasión de Jesús. Tendremos ocasión, a lo largo de toda la semana, de profundizar en las diferentes situaciones de este dramático final de su vida.
Ahora bien, también es interesante centrarnos en lo que tradicionalmente se celebra el Domingo de Ramos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Tomo como base la narración de este hecho que realiza Lucas y que leeremos en la procesión de los Ramos de este Domingo.
La situación de esta escena de la vida de Jesús es profundamente importante para comprender su coherencia, su dramático final y la inconsistencia de quienes le vitorean y, posteriormente, desean su crucifixión.
Dice el texto que Jesús entra en Jerusalén para celebrar la fiesta de Pascua montado en un pollino. Parece que Lucas quiere mostrar que se cumplen las Escrituras profetizadas por Zacarías. El profeta invita a Jerusalén a cantar de alegría y júbilo porque viene su rey, justo y victorioso, trayendo la salvación, pero humilde montado sobre un asno.
Volvamos a la escena. Jesús es recibido por todo el pueblo y sus seguidores. Ellos aclaman a su gran héroe que ha logrado imponerse con su mensaje a un judaísmo que ya no da respuesta a las expectativas de liberación de su Pueblo.
Enseguida entran en la escena los fariseos. Ellos no soportan tanta alabanza a quien ya consideran un traidor. Su cobardía los lleva a no enfrentarse a Jesús y utilizan a sus seguidores para cortar radicalmente este momento inaguantable para ellos. En vez de decirle a Jesús que es un impostor para su pueblo, dan un rodeo, desplazan el problema y le piden que mande callar a sus discípulos y les reprenda. La respuesta de Jesús ya nos está hablando de que la liberación y el nacimiento de una nueva visión de Dios y del ser humano está naciendo: “si éstos callan, gritarán las piedras”. Ya no hay vuelta atrás, Jesús es consciente de que su vida en esta historia como humano se termina, pero serán sus seguidor@s quienes, tomando la palabra impregnada por su Espíritu, continuarán intentando que la nueva humanidad, la nueva creación, sea posible.
Un pueblo que grita con fervor alabando a Jesús no tarda ni una semana en decidir que ya no es el Mesías y que es un traidor. El pueblo es manipulado nuevamente por los fariseos, por el judaísmo institucional que sabe tocar sus puntos débiles, sus necesidades, su falta de firmeza, para hacerles cambiar de opinión y mirar a “su Rey” como un impostor. Desgraciadamente, a veces, así funciona la mente humana. Esta situación no es nueva en nuestro mundo, ocurre a nivel social, político, también religioso y eclesial. Cuántas veces se traicionan a personas referentes porque, egoístamente, no dan lo que se necesita, porque se envidia la luz que emanan y el ego queda cegado, no por esa luz sino por la envidia, la rivalidad o, simplemente la moda.
Todos llevamos dentro a un Jesús que entra triunfante tras el éxito de situaciones que nos han empoderado y llevamos dentro a ese pueblo débil e ignorante que se deja manipular y convencer para alejarse de lo que realmente plenifica y eterniza nuestra vida.
Tras la respuesta a los fariseos, dice el texto de Lucas, que “Al ver la ciudad, Jesús lloró por ella”. Ya asoma el Jesús sentible, humano, que avanza hacia su final lamentando la ceguera de la condición humana cuando no soporta la verdad y la luz.
En cualquier caso, unámonos a toda la Creación para vitorear a Jesús, que ha empoderado nuestra realidad humana, a través de la Divinidad, y que nos capacita para mirar de una manera nueva la muerte, la noche, el sufrimiento y el vacío. ¡Hosanna a la VIDA y a la LUZ!
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