“No podemos ir a peor”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase?
Pensamos que más pobreza, más precariedad, más paro, más desahucios, más
hambre son imposibles. La realidad, pero, contradice dicha percepción.
En los últimos años, las cifras, y los rostros, de la miseria no ha
hecho sino aumentar en el Estado español. Hoy, la cifra de personas que
viven en situación de pobreza extrema
se sitúa ya en tres millones. La renta familiar ha caído a niveles del
año 2001. La explicación es tan sencilla como dura: los ingresos han
disminuido en un 4%, mientras que los precios han aumentado un 10%. Así
lo indican los datos del estudio ‘Desigualdad y Derechos Sociales.
Análisis y Perspectivas 2013′, elaborado por la Fundación Foessa.
Los más afectados son los pobres entre los pobres, los que
menos tienen. Ayer una persona sin recursos, que vivía en la calle,
moría de hambre en Sevilla. Primero es el desempleo, después las
dificultades para llegar a final de mes, a continuación el no poder
pagar la luz, el agua, la electricidad, el alquiler o la hipoteca y,
finalmente, la comida. La tendencia indica que vamos a peor. En el año
2025, se calcula que la cifra de pobres en el Estado español podría
aumentar en ocho millones, según el informe de Intermón Oxfam ‘La trampa
de la austeridad’. No sólo se trata de la crisis, sino de las medidas
que se aplican de salida a la misma. La austeridad, los recortes, la
disminución de ayudas y prestaciones, la privatización de los servicios
públicos, el aumento del IVA… recaen, principalmente, en los sectores
más vulnerables.
En consecuencia, las desigualdades sociales van en aumento. La
diferencia entre los más ricos y los más pobres en el Estado español se
sitúa ya en un 30%, en la cima de la desigualdad en Europa, por delante,
incluso, de países duramente golpeados por la crisis como Grecia, y
sólo superados por otros como Letonia, Bulgaria y Portugal. La
conclusión es clara: unos pocos aumentan sus ganancias a costa del
empobrecimiento de la mayoría. La salida a la crisis no es imparcial ni ideológicamente neutra, responde a los intereses de unas élites políticas y económicas que esperan ganar, y mucho, con esta situación. Nuestra miseria es, ni más ni menos, que su beneficio.
¿Podemos ir a peor? Tristemente, sí. Las políticas de salida a la crisis que actualmente se aplican en la periferia de la Unión Europea son calco y copia de las que durante décadas se han llevado a cabo en los países del Sur.
Si entonces se llamaban Programas de Ajuste Estructural, hoy reciben el
nombre de “rescate”. La lógica, pero, es la misma y el resultado de
sobra conocido. Avanzamos hacia una tercermundización de la sociedad. La
dinámica centro-periferia que se ha dado en los últimos años a escala
global, se repite ahora en el seno de la Unión.
Pero, ¿cuánta pobreza podemos soportar? ¿Cuánta miseria estamos
dispuestos a aceptar? ¿Hasta donde permitiremos que nos sigan
recortando? La sed de beneficios del capital no tiene límites. Y el
lucro no hace sino aumentar su avaricia. Sólo nosotros, la mayoría,
somos los únicos capaces de hacerle frente. Cuando nos demos cuenta de
ello, y actuemos en consecuencia, habremos ganado la partida.
*Artículo en Público, 03/10/2013.
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