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jueves, 31 de marzo de 2022

Cristianos de Trento o del Vaticano II?

 Benjamín Forcano

Redes Cristianas

Benjamin Forcano2

Brindo la oportunidad de entrar en dos temas bastante nombrados, pero popularmente poco conocidos. Viene a confirmarlo, el hecho de las dos conferencias ON LINE, recién impartidas en Tenerife, a Movimientos de acción renovadora,a Comunidades cristianas de base y otros sectores sociales en general.
El enfoque histórico e interdisciplinar adoptado contribuye a que no pocos puedan cuestionar su modo tradicional de pensar y actuar.La lluvia de planteamientos contrapuestos esimula a documentarse y a avanzar en propuestas y compromisos más humanos, solidarios y liberadores

¿CRISTIANOS DE TRENTO O DEL VATICANO II ?
Hermanos, amigos: seguramente nos hemos visto en más de una ocasión. Me hubiera gustado estar ahí, entre vosotros, para compartir los dos temas que hoy y mañana vamos a desarrollar. Por diversas circunstancias:la pandemia, la distancia, la edad…, opté por esta solución que, espero resulte también satisfactoria. Un saludo cordial, muy fraterno para todos.

I-¿CRISTIANOS DE TRENTO O DEL VATICANO II?
He aquí el tema. Quizás a algunos les parezca lejano (han pasado ya 65 años), muy general (dos concilios nada menos), resabido y olvidado casi, sin interés apenas para el mundo de hoy. Entonces, ¿para qué volver a él? Pues volvemos a él, creo, por poderosas razones.

1ª)Porque el cambio, que trajo el Vaticano II fue, sin duda el cambio eclesial más importante del segundo milenio.

2ª) Tal cambio, en lugar de ser promovido, fue ignorado y frenado por la máxima autoridad de la Iglesia: los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Fue prácticamente un cierre, una vuelta a atrás, que duró 35 años, equivalente a un invierno eclesial y que nos volvía a la vida desfasada de Trento.
3ª) Con este cambio se esperaba superar el inmovilismo de la Iglesia, abrirse a la modernidad y establecer una nueva relación de diálogo y colaboración con el mundo que ofreciera solución a muchos de los problemas actuales.

Pero, las espectativas fueron ápagándose y se impuso una involución meticulosamente programada.
Era el momento de proseguir los cambios apuntados por el Vaticano II,´pero el mismo cardenal Ratzinger lo impidió calificando en 1985, “como decisivamente desfavorables los 20 años del posconcilio”.
Y no dudó en señalar graves errores de la teología de la liberación y aplicar severamente la censura a más de 100 teólogos, la mayor parte de ellos peritos y artífices de los documentos del mismo Concilio.

Unidos a él, los perdedores del Vaticano II, nostálgicos de la Edad Media y del concilio de Trento, contaron con la palanca de la curia y desactivaron el dinamismo renovador del Vaticano II.
La valiosísima aportación respuesta, dada por el concilio Vaticano II, se la sustrajo al pueblo, presionándolo a caminar con la tradicional fe del carbonero. El pueblo no creció, ni fue renovado como merecía para poder dar razón de su fe en el mundo moderno.

Se entiende entonces por qué el papa Pablo VIse e vió obligado a proclamar:
“No podemos prescindir del concilio. Por su naturaleza es un acontecimiento decisivo para la vida de la Iglesia, tiene que durar y es evidente que lo encontraremos largo tiempo en nuestro caminar. Y es bueno que así sea” (L´Osservatotre Romanpo, 16 de diciembre de 1965). poniendo a prueba la vitalidad de la Iglesia” ( 1966, 799s.)
Afortunadamente,no faltó la respuesta, fue intensa y firme la adhesión de muchos teólogos, comenzando por aquellos que prepararon y ela cohorte, boraron el concilio, fueronellosa l los que mayormente sufrieron acoso, silencio y censura. Su disenso al cardenal Ratzinger y cohorte, se hizo clamorosamente público en la famosa declaración de Colonia, que recogía la protesta y firma de más de 700.

1- El concilio tridentino, nuestro modelo eclesial heredado
La Iglesia, a la llegada del concilio, aparecía intocable, organizada a perfección, para proseguir sus objetivos, sin que nadie del mundo civil pudiera interferir en su estructura y funcionamiento, pese a que. bajo el nombre del Evangelio, se defendían muchas veces finalidades e intereses opuestos a él. Voy a señalar esquemáticamente algunas de las principales enseñanzas preconciliares, bajo el aspecto eclesiológico, social, moral, político, litúrgico.

Eclesiológicamente se decía:
* La única religión verdadera es la religión católica. Ninguno de los que se encuentran fuera de la Iglesia católica, no sólo los paganos , sino también los judíos, los herejes y los cismáticos, podrán participar en la vida eterna. Irán al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles (Mt 25,4) a menos que antes del término de su vida sean incorporados a la Iglesia” (Concilio de Florencia, 1542 , DS 1351).

* La comunidad de Cristo no es una comunidad de iguales , en la que todos tuvieran los mismos derechos, sino que es una sociedad de desiguales” (Constitución sobre la Iglesia, Vaticano I, 1870). “Por su misma naturaleza, es una sociedad desigual con dos categorías: la jerarquía y la multitud de fieles; sólo en la Iglesia Jerarquía reside el poder. Y la multitud no tiene más derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores” (Pio X, Vehementer, 12.)
* Es injurioso decir que es necesaria una cierta restauración o regeneración de la Iglesia para hacerla volver a su primitiva incolumidad” (Gregorio XVI, Mirari Vos, 16).

* Defender y profesar que todo hombre es libre para abrazar aquella religión que, guiado por la razón, juzgara ser verdadera, es una doctrina condenada” (Pio IX, Syllabus, Enchiridion Symbolorum, 1960 (1540).

*
* Socialmente se decía:
* La diferencia de clases en la sociedad civil tiene su origen en la naturaleza humana y, por consiguiente, debe atribuirse la voluntad de Dios” (Pio IX, Syllabus, Enchiridin Symbolorum, 1960, (1540) .
* “No se puede ser verdadero católico y verdadero socialista” (Pio XI, Quadragessimo anno, 12).

Moralmente se decía: “El matrimonio es un contrato entre un hombre y una mujer que otorga el derecho a los actos propios para la generación” (Código de Derecho canónico, 1081). “El goce sexual tiene su razón de ser, toda entera, en la generación: tota enim quanta est propter generationem”. “El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por si mismo, eparado de las inalidades de procreación” y unión” (Catecismo romano, 2351) Afirmar que el “El acto conyugal , realizado solamente por placer, está libre de toda culpa, incluso venial, es doctrina condenada (Inocencio XI, 1679, DS 2109).

Políticamente se decía:
• “Las mayores infelicidades vendrían sobre la religión y sobre las naciones si se cumplieran los deseos de quienes pretenden la separación de la Iglesia y el Estado, y se rompiera la concordia entre el sacerdocio y el poder civil” (Colección de encíclicas y documentos pontificios, Madrid, 1955, pp. 1 ss).
Aquí la Iglesia es como un Estado, en cuya cumbre está el Papa, asistido por las congregaciones romanas y que justifica su hegemonía sobre los demás Estados.
Litúrgicamente, el culto, con su eje en la Misa, estaba perfectamente reglamentado:

”El sacerdote celebraba de espaldas al pueblo, es el hombre de lo sagrado, mediador entre Dios y los hombres, separado del pueblo (incluso exteriormente: sotana, tonsura o coronilla) que actúa en nombre de Cristo en los sacramentos,… Lo central es el relato de la consagración y la elevación (campanitas), la adoración parece más importante que la comunión; el pueblo está pasivo, asiste a la misa como a un espectáculo, no entiende el latín, reza el rosario o novenas, se comulga de rodillas y en la boca, con una sola especie, en ayunas desde la media noche, muchos no se atreven a comulgar si no se han confesado antes, otros asisten sin comulgar, la comunión se da a veces antes y después de la misa en una capilla lateral. Muchos asisten a Misa simplemente para cumplir el precepto dominical, ya que de lo contrario se peca mortalmente y para que la misa valga hay que llegar por lo menos al Evangelio, etc. etc.

Espiritualmente, se pensaba
Que el reino de Dios es cosa del “más allá”, “asunto de la otra vida”, no un proyecto histórico con exigencias de transformación para la sociedad presente, sino un símbolo de resignación histórica y de evasión de la historia. Se olvida las característica fundamental del Reino de Dios que anuncia Jesús: un Reino de los pobres y para su liberación. Es decir, mientras en las altas esferas se libran batallas por la dominación del mundo, la inmensa base eclesial no tiene más condición, y ésta querida por Dios, que someterse y no contar para nada.
Y, para darle valor último, Esta estructura eclesiástica sería de derecho divino y, por lo tanto, inmutable. Como también el poder que ella tiene y de ella deriva.

EN RESUMEN:
• – Se da como válida la división bipolar de la Iglesia en laicos y clérigos, confiriéndole una diferencia esencial.
• – Se concibe la Iglesia como una sociedad de desiguales.
• – Queda fuera la realidad del mundo , como impropia para construir el reino de Dios y se desecha como inválido cualquier plan humano de perfeccionamiento ético-religioso.

• – Se considera a la Iglesia católica como “sociedad perfecta” , indefectible, no necesitada del mundo, depositaria de la verdad, del bien y única transmisora de esa salvación.
• – Se llega a firmar que La Iglesia está por encima de toda realidad humana, cultural, religiosa y política, y no debe someterse a ninguna instancia externa. Ella puede juzgar a todos, sin que pueda ser juzgada por nadie.

II – LA IRRUPCION INNOVADORA DEL CONCILIO VATICANO
1.El objetivo central del concilio Vaticano II
El día 8 de Diciembre de 1962 inauguraba el papa Juan XXIII el concilio Vaticano II. Desde el primer momento, quedó bien claro el objetivo del concilio:
“Se trata de que con la colaboración de todos se capacite cada vez más en la solución de los problemas del hombre contemporáneo” (HS,5t).

“De que lleve la renovación a todos nosotros , para manifestarnos cada vez más conformes al Evangelio” (Mensaje de los Padres del Concilio, 3).
“Llevamos en nuestros corazones las ansias de todos los pueblos y, en especial, de los más humildes, los más pobres, los más débiles, de todos aquellos que no han alcanzado todavía una condición de vida digna del hombre “ (nº 9).
“Insistiremos en dos problemas fundamentales: la justicia y la paz” (11-13).

Consecuencias:
1ª) La Iglesia no podía erigirse ya más como una realidad frente al mundo, como una “sociedad perfecta”, paralela, previniéndose y fortaleciendo sus muros contra los errores e influencia del mundo. Esa antítesis de siglos, debía superarse. Y pasaba a demostrar que creía en el hombre, en su dignidad y derechos, en su vocación para la igualdad, la justicia y la fraternidad, y que se sumaba a él humildemente, como colaboradora, respetando los valores de esa dignidad fundamental.

2ª) El concilio se proponía aplicar la renovación al interior de la Iglesia, pues ella no era el Evangelio ni era seguidora perfecta del mismo, en ella se habían establecido muchas costumbres, leyes y estructuras que no respondían a la enseñanza y práctica de Jesús.
La misión de la Iglesia era la de Jesús. Y para entender, rectificar y ser auténtica no tenía sino volver a Jesús. Era el momento de acabar con un modelo de Iglesia vinculado por muchíimos años a un espacio cultural relativamente unitario: el europeo occidental:

Con razón escribía el teólogo Hans Küng:
“Se requiere un cambio de rumbo de parte de la Iglesia, y de la teología: abandonar decididamente la imagen del mundo medieval y aceptar consecuentemente la imagen moderna del mundo, lo que para la misma teología traerá como consecuencia el paso a un nuevo paradigma” (Küng, H., Ser cristiano, p. 173).

II.LAS TRANSFORMACIONES BASICAS DEL VATICANO II
El concilio se vivió como el acontecimiento más importante de la Iglesia en el siglo XX. Mi generación es del concilio. Yo tuve la suerte de vivir los cuatro años del concilio en Roma. Caminábamos con toda la herencia recibida, pero seguíamos con ilusión la celebración del concilio.

1. Modelo eclesiológico del Concilio Vaticano II
El Vaticano II dio una vuelta radical a stos puntos esenciales.
1º) La fundación de la Iglesia se produce con el anuncio de Jesús de la llegada del Reino de Dios. (LG, 5), dando lugar mediante una nueva alianza “a un nuevo Pueblo de Dios”(LG, 9).

2º) Este Pueblo de Dios es uno: Un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4,5); común la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, común la gracia de hijos de Dios, común la vocación a la perfección, una la salvación, una la esperanza y una la indivisa caridad. Ante Cristo y la Iglesia no existe, pues, desigualdad alguna en razón de estirpe, o nacimiento, condición social o sexo. Porque no hay judío o griego: no hay siervo o libre, no hay varón ni mujer,. Pues todos sois uno en Cristo Jesús” (LG , 32).

3º) Se ha de reconocer cada vez más la fundamental igualdad entre todos los hombres” (GS, 29).
4º) La autonomía de lo terreno, es absolutamente legítima, pues no sólo la reclaman los hombre se nuestro tiempo, sino que responde además a la voluntad del Creador: “El concilio mira con el mayor respeto cuanto de verdadero, bueno y justo se encuentra en las variadísimas asociaciones que la humanidad ha fundado y no cesa de fundar. La Iglesia quiere ayudar y promover todas las instituciones de este género” (GS, 42).

5º) Este Sínodo Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa, derecho fundado en la dignidad misma de la persona humana , tal como se conoce por la palabra de Dios revelada y por la misma razón natural” (DH, 2).

6º) “El Evangelio proclama y enuncia la libertad de los hijos de Dios , rechaza toda esclavitud, respeta como santa la dignidad de la conciencia y la libertad de sus decisiones, amonesta continuamente a revalorizar todos los talentos humanos en el servicio de Dios y de los hombres. Y, así, la Iglesia proclama los derechos humanos y reconoce y estima en mucho el dinamismo de nuestro tiempo , con el que se promueve estos derechos por todas partes” (GS, 41).

2.Volver a Cristo, norma fundante de la Iglesia
El concilio tuvo gran interés en recalcar que la Iglesia no tiene más centralidad que la persona de Jesús. Y si ella pretende seguir a Jesús, no tiene si no seguir contando al mundo lo que ocurrió con Jesús, proclamar su enseñanza y su vida, que vivió como un aldeano pobre y tuvo como programa el anuncio del Reino de Dios: dignidad, igualdad y emancipación de los más pobres.

Fueron los grandes de este mundo ( imperio y sinagoga) los que lo persiguieron y eliminaron. Su condena a morir en la cruz, arrojado fuera de la ciudad como a un estercolero, es la muestra suprema de su incompatibilidad con los señores de este mundo. Destrozado por el poder, es el siervo sufriente, imagen de otros innumerables siervos, derrotados por los que gobiernan y se hacen llamar señores, pero acreditado y resucitado por Dios mismo.

3. Volver a una Iglesia anunciadora del Reino y servidora.
La Iglesia, si algún encargo tiene, es el de manifestar lo hecho por Jesús. Nunca la Iglesia es meta de sí misma. La salvación viene de Jesús, no de la Iglesia. Nunca ella tuvo otro Señor.
Cristo mismo no se anunció a sí mismo ni se predicó a sí mismo sino al Reino.

La Iglesia, discípula y seguidora suya, debe hacer lo mismo. Su vocación es servir, no dominar: “Sirvienta de la humanidad”, la llamaba el Papa Pablo VI. Este servicio lo hace viviendo en el mundo, sintiéndose parte del mundo y en solidaridad con él, pues “el mundo es el único tema por el que Dios se interesa”.

4. Volver a una Iglesia democrática y democratizadora que haga real la igualdad
“En el Pueblo de Dios es común la dignidad de los miembros. “Existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo” (LG, 32).
La democratización de la Iglesia no es posible sin lograr una auténtica convivencia de hermanos e iguales.

5. Todos los bautizados son consagrados como sacerdio santo
Para emprender este camino hay que partir de la vida de Jesús, el cual, siendo laico, “produjo un cambio de sacerdocio” (Hb 7,12), “fue sacerdote por la fuerza de una vida indestructible” (Hb 7,16). La vida entera de Jesús fue una vida sacerdotal , en el sentido de que se hizo hombre, fue un pobre, luchó por la justicia, fustigó los vicios del poder, se identificó con los más oprimidos, los defendió, acogió y trató sin discriminación a las mujeres, entró en conflicto con los que tenían otra imagen de Dios y de la religión y tuvo que aceptar por fidelidad ser perseguido y morir crucificado fuera de la ciudad. Este original sacerdocio de Jesús es el que hay que proseguir en la historia.

Consecuentemente, es esto lo que enseña el Vaticano II: “Todos los bautizados son consagrados como sacerdocio santo” (LG, 10).
En la Iglesia, por tanto, hay diversidad de funciones, pero ninguna de ellas se traduce en rango, superioridad o dominio. Todos son hermanos y hermanas y, en consecuencia, iguales. Una tarea ésta inmensa de cara a las mujeres, doblemente discriminadas en la Iglesia como laicas y mujeres.

La Iglesia entera, pueblo de Dios, prosigue el sacerdocio de Cristo, sin perder la laicidad, en el ámbito de lo profano e inmundo, de los echados fuera. Este sacerdocio es lo primero y sustancial; el otro, el presbiteral, es un ministerio admirable, pero como ordenado al común es posterior, secundario y de servicio.

6. Volver a una Iglesia profundamente humana con una nueva relación con el mundo
Son muchos los textos en que el concilio habla “de tender un puente hacia el mundo”, “de querer entablar un diálogo con él”, “de sentirse solidario con su historia”, “de considerar sus senderos como propios”, etc. La Iglesia expresaba su conciencia de necesitar ser evangelizada, de reconocer el dinamismo de la época actual y cuanto de bueno, verdadero y justo existe en la variedad de las instituciones humanas, de escucharlo, aprender de él y de proclamar los derechos humanos. (Cfr. GS, 1, 40,42,43)

Me complace recordar las palabras del papa Pablo VI: “Vosotros, humanistas modernos, reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros –y más que nadie- somos promotores del hombre” (Pablo VI, 7-XII-1965, nº 8).

7.- Volver a una Iglesia de los pobres
El concilio recogió esta profunda orientación doctrinal: “Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres, así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG,8).

Sería el episcopado latinoamericano quien de una manera especial en sus encuentros de Medellín y de Puebla, impulsaría esta pauta fundamental conciliar: “La solidaridad con los pobres significa hacer nuestros sus problemas y sus luchas, hablar de ellos. Esto ha de concretarse en la denuncia de las injusticia y la opresión, en la lucha cristiana contra la intolerable situación que soporta con frecuencia el pobre de esa situación para hacerles comprender sus obligaciones (Idem, 14, III, 10).

2. SEGUIR A JESUS, EL PROFETA, CRITERIO ULTIMO DE LA RENOVAIÓN CONCILIAR
1- La fe cristiana la hemos revestido muchas veces de significados incomprensibles. Pero lo básico es claro. Uno es creyente cristiano porque opta libremente por entendeITERIO tuvo un estilo, una manera de ser y actuar, que debe ser la propia de quien quiera seguirlo.

Jesús de Nazaret no hay más que uno y fue como fue y no como nosotros, cada uno, se lo quiera imaginar. Esa personalidad de Jesús está hoy descrita con base en la historia y conocemos muy bien cuál fue su praxis individual, social, política y religiosa y cómo fue incompatible con otros programas y poderes de su sociedad. Y los poderes –el político y religioso, la sinagoga y el imperio- lo vieron mal, descolocado, sobrante, enemigo. Y lo exterminaron.

2. Seguir a Jesús, pobre y libre, para liberar a los pobres
Lo dijo Jesús mismo en el discurso inicial de su vida pública: “El Señor me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres, me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos, para poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4, 15-19).
La existencia de los pobres denuncia por sí misma en la sociedad una relación dialéctica: los ricos se han hecho tales desposeyendo a los pobres de lo que era suyo. Hay pobres porque hay ricos, hay una mayoría de pobres porque hay una minoría de ricos.

Quizás lo más llamativo de esto es que, en la perspectiva de Jesús, los pobres son un lugar teológico, es decir, resultan la más escandalosa presencia del Dios cristiano en la sociedad. En Jesús de Nazaret , Dios se manifiesta haciéndose uno de nosotros, optando a favor de los desheredados, contra la explotación de los poderosos, Dios toma partido contra los empobrecedores. Y esto resulta escandaloso para los judíos y los griegos, los piadosos e intelectuales. En Jesús es inocultable el escándalo de un Dios impotente y crucificado.

Con toda propiedad, pues, a la Iglesia se la puede llamar Iglesia de los pobres. Sin esta propiedad dejaría de ser la Iglesia de Cristo. Lo cual quiere decir que si en el Reino de Dios los pobres gozan de una prioridad indiscutible, siendo que la Iglesia está subordinada al Reino, también en la Iglesia los pobres deben gozar de esa prioridad. Dejar a un lado la causa de los pobres, sería dejar la causa de la fe.

Pero para ser Iglesia de los pobres, la Iglesia debía volver a ubicarse en el lugar de los pobres. Por esa razón, el teólogo mártir Ignacio Ellacuría escribía: “No es lo mismo proponer el mensaje cristiano desde el lugar social que constituyen las clases dominantes , sean políticas o económicas, que desde la clases dominadas” (Ellacuría, I., Teólogo mártir por la liberación del pueblo, Nueva Utopía, Madrid, 1990, pg. ).

De aquí que El profeta y poeta obispo Casaldáliga, enviara a uno de los Congresos de Teología en Madrid estas palabras:
“Evangelio y pobres son sinónimos. A la pregunta de qué queda de los pobres, qué queda de la opción por los pobres, que queda de la teología de la liberación, yo respondo siempre que quedan los pobres, que queda el Dios de los pobres. Mientras haya Evangelio y personas dispuestas a pensarlo y, sobre todo, a practicarlo, habrá opción por los pobres. Este es el gran escándalo , la herejía suprema de nuestros tiempos.

Con mucha frecuencia los obispos creemos que tenemos la razón, normalmente creemos que la tenemos siempre, lo que pasa es que no siempre tenemos la verdad, sobre todo la verdad teológica, de modo que pido a los teólogos que no nos dejen en una dogmática ignorancia. Y aprovecho la ocasión para quitarme la mitra delante de ellos y ellas, incluso para reparar la predisposición, una especie de predisposición innata, casi instintiva de ciertos obispos, de la jerarquía en general, bastante en general, con respecto a los teólogos.
Les pido a los teólogos y teólogas que sigan ayudándonos.” Pedro Casaldáliga, “Los pobres, interpelación a la Iglesia”, en XVI CONGRESO DE TEOLOGIA, 1996, Centro Evangelio y Liberación pp. 123-124,126

Quiero acabar con estas palabras del mismo Casaldáliga:
“En la vísperas del tercer milenio, se está recordando, – lo he leído en varias revistas- la sentencia de Kart Rhaner: en el siglo XXI un cristiano o será místico o no será cristiano. Yo voy a corregir a Karl Rhaner. Que conste que lo considero el mayor teólogo de este siglo.

Yo creo con la más estremecida convicción evangélica., que hoy, ya en el siglo XXI, un cristiano o cristiana o es pobre y/o aliado, aliada visceralmente, aliado o aliada de los pobres, enrolado en la causa de los oprimidos o no es cristiano, no es cristiana. Somos buenos samaritanos, o negamos el Evangelio. Ninguna de las notas famosas de la Iglesia se mantiene en pie, si la Iglesia olvida esta nota fundamental, la más evangélica de todas: la opción por los pobres. Así nos interpela Dios, el Dios del Evangelio de los pobres” (Idem, Pgs. 128-129).

COMPROMISO PENDIENTE IRRENUNCIABLE
Valorando lo sucedido a distancia de los 60 años, resulta evidente que el concilio Vaticano II alumbró el marco conceptual que los cristianos necesitaban para dar respuesta a los interrogantes, problemas y desafíos de la sociedad moderna globalizada.

Pero el concilio no tuvo la recepción que tan solemne celebración auguraba. Y hubimos de lamentar la reinstalación curial del viejo paradigma del concilio de Trento, afianzando un retraso deliberado y decepcionante en la Cristiandad. Era una negación del Reino de Dios, proclamado por Jesús de Nazaret, que entrelazaba en todos sus aspectos la igualdad, la justicia, la libertad, la fraternidad universal, a partir de la defensa primordial de los más pobres.

La vuelta a Trento era una traición a la enseñanza acordada en la Asamblea General del Vaticano II por la gran mayoría.
Esta deuda abierta hizo que, dentro de la misma Iglesia, surgiera un movimiento radical de adhesión y fidelidad al espíritu y enseñanzas del Vaticano

II. Deuda que se saldó con magníficos resultados en la colaboración de las diversas ciencias con el saber bíblico-teológico, aunque no alcannzara a formar a la mayoría del pueblo de Dios.

Ojalá los cristianos tengamos la lucidez y el coraje de sanar nuestra apostasía moderna y lograr que nuestra manera de pensar y actuar brille a la altura de lo expuesto y decretado por la autoridad, suprema y exclusiva del Vaticano II y lograr que nuestra praxis libre y coherente, haga seducible el Evangelio = la BUENA NOTICIA- del liberador de Nazaret.

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