Religión Digital
jueves, 2 de enero de 2025
El Papa felicita el año nuevo y pide valentía a los gobernantes del mundo, para que “condonen total o parcialmente la deuda de los países más pobres” -- José Manuel Vidal
Año santo: ¿Reconciliación o farsa? -- José I. González Faus, teólogo
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SANTO TOMÁS BECKET (EL GRAN CANCILLER INGLÉS QUE MUERE POR DEFENDER A LA IGLESIA DEL PODER POLÍTICO)
En el segundo tercio del siglo XII un hombre justo y honesto había llegado a ocupar el puesto más importante en la corte inglesa, después del rey y habría de acabar siendo el mártir de la disciplina, el campeón de los derechos de la Iglesia, frente a la imposición por parte del Estado.
Tomás Becket nace en Londres el 21 de diciembre de 1118 de padres burgueses normandos. Su progenitor era el sheriff (especie de gobernador civil o jefe de la policía) de la ciudad. Estudiará primero en la abadía de los monjes de Merton, en Surrey y después cursará teología en París y Bolonia. A su regreso encontró su hogar deshecho y su hacienda destruida a causa de las revueltas políticas por lo que tiene que buscar trabajo en casa de un pariente londinense. A los 24 años entra al servicio del arzobispo de Canterbury, Teobaldo y emprende la carrera eclesiástica. Es nombrado diácono en 1154 y pronto consigue el puesto de arcediano o archidiácono (el diácono principal). Es el hombre de confianza del arzobispo.
El 20 de noviembre de 1154 el joven rey Enrique II es ungido en la Catedral de Wetminster y se convierte en el monarca más poderoso de toda la Cristiandad. Necesita un primer ministro de talla política poco común y se fija en Tomás Becket, quien a partir de ese momento comienza a ser, no solo canciller de Inglaterra, sino la primera figura del reino, después del soberano. Un cronista de la época nos lo pinta así: “Amable con todo el mundo, compasivo con los oprimidos y los pobres, resistente frente a los orgullosos, siempre con un humor juguetón y generoso, preocupado por no equivocarse ni equivocar a los demás, hijo prudente de este siglo. “La gente empezó a llamarle “el segundo rey”. Comienza para él una vida fastuosa de lujos, grandes banquetes, cacerías, ropajes elegantes, etc. El rey comprende que, aparte de un marchoso parrandero, ha encontrado en Becket un valioso estadista, que se entrega por completo, con una disciplina férrea, a los intereses de la corona, dejando a los obispos el cuidado de velar por los de la Iglesia. Pero el rey no era consciente de que, ante todo y por encima de todo, Tomás era un hombre entregado por entero al cumplimiento del deber, que por debajo de los ropajes de “gran señor” portaba un alma noble.
En 1162 había quedado vacante la sede episcopal de Canterbury, por fallecimiento del anciano Teobaldo. Enrique ve entonces la posibilidad de colocar Iglesia y Estado bajo una sola mano, la suya y decide nombrar a Tomás Becket para tal dignidad, pero una vez ordenado sacerdote y después arzobispo, lo primero que hace Tomás es renunciar al cargo de Canciller, cosa que ocasiona gran disgusto al rey, pero Tomás comprende que el poder civil y el religioso han de caminar separados.
Las esperanzas que el rey había depositado en Becket para efectuar el cambio iban a resultar fallidas, pues su amigo se puso de parte del papa y no del rey y esto Enrique, que pretendía un enfeudamiento de la Iglesia por parte del Estado, no se lo iba a perdonar. Llegado el momento Becket reacciona con firmeza y se niega a firmar el documento que establece ese sometimiento del poder religioso al poder civil. Enrique II, sabedor de que no va conseguir doblegar su voluntad, decide procesarle. El arzobispo, sabiendo el peligro que corría, decide escapar de incognito en una noche oscura. No sin dificultades pudo llegar a Sens, donde se entrevista con el papa Alejandro III, para partir posteriormente a la abadía cisterciense de Pontigny, en la que pasaría más de dos años como un monje cualquiera, hasta que el rey permitió su regreso a Inglaterra a finales de 1170, pero las intrigas continuaron y el rey en un momento de furor dijo: “Mis cortesanos son tan cobardes y mezquinos que toleran las ofensas que me hace en mi país un clérigo rebelde y miserable”. Varios nobles se sintieron aludidos y tomaron la determinación de acabar con la vida del Arzobispo.
La noche del 28 al 29 de diciembre de 1170, los sicarios se dirigen a la catedral, encuentran al arzobispo cantando vísperas con sus monjes y allí mismo sobre el altar mayor le asesinan. Dicen que en ese instante una pavorosa tormenta se cernió sobre Canterbury. Es enterrado en la misma Catedral y canonizado por Alejandro III, el 12 de julio de 1174. Mientras se estaba celebrando la canonización en Roma, el rey Enrique, arrodillado como peregrino penitente ante la tumba de Tomás Becket, despojado de las insignias reales, se flagelaba arrepentido, implorando el perdón de Dios y de la Iglesia, en presencia de obispos, abades y monjes.
¿Fue esto realmente así? O más bien ¿la reacción de Enrique fue la de un rey despechado que intentó borrar de la memoria del pueblo a este héroe, mandando quemar sus huesos, prohibir su culto e impedir que fuera tratado como un mártir? Sea como fuere el hecho es que ni después de muerto el rey pudo librarse de quien decía que era un “clérigo fastidioso”. Tomás Becket, pasaría a la historia como uno de los hombres más íntegros, sería visto como la encarnación del político honesto e inmortalizado por dos obras teatrales: una es “Asesinato en la catedral” de T. S. Eliot y la otra de Jean Anouilh titulada: “Becket: el honor de Dios” ambas de rango internacional.
Reflexión desde el contexto actual:
Tomás Becket murió mártir por defender los derechos y libertades de la Iglesia, frente al poder opresor de la corona, dejando bien a las claras que una cosa son los intereses políticos y otra bien distinta los intereses de Dios. Esta lección que nos ha dejado este mártir defensor de los derechos de la Iglesia no viene nada mal para muchos católicos actuales, que metidos a políticos confunden la lealtad al Estado con la lealtad a Dios y tienen mucho cuidado antes de entrar en el parlamento de dejar colgado en el perchero su condición de creyentes.
Francisca Abad Martín
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BELORADO, EL ASUNTO INACABADO
Una de las cosas por las que el 2024 pasará a la historia será por el asunto del cisma de las ya ex-clarisas de Belorado.
Todo comenzó el 13 de mayo cuando las monjas dieron a conocer su "Manifiesto Católico", en el que las religiosas expresaban su intención de abandonar la Iglesia Católica, porque según ellas había dejado de ser la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Entonces, para permanecer en lo que ellas llaman la verdadera Iglesia Católica (desde San Pedro hasta el Papa Pío XII), manifestaron su decisión de ponerse bajo la jurisdicción de la denominada Pía Unión Sancti Pauli Apostoli.
Ese mismo día, al conocer lo ocurrido, la archidiócesis de Burgos y la diócesis de Vitoria advirtieron a la comunidad de monjas de la gravedad del acto e informaron a la Santa Sede, que decidió nombrar a Mons. Mario Iceta, arzobispo de Burgos, como Comisario Pontificio.
A partir de entonces se fueron sucediendo una cadena de comunicados y contracomunicados que obligaron al arzobispo de Burgos a declarar la excomunión a diez de las monjas de la comunidad, el día 22 de junio.
La pena canónica no afectó a cinco religiosas mayores que, en su día, no firmaron el famoso "Manifiesto".
También se conoció, por medio del cruce de declaraciones y notas de prensa, que existía un entramado económico que afectaba negativamente a la situación producida.
Por ejemplo, a inicios de noviembre, la comisión gestora nombrada por el Papa Francisco denunció la venta a través de Wallapop de ornamentos litúrgicos procedentes del monasterio y advirtió que el déficit promedio mensual ascendía a más de 13.000 euros.
La citada comisión gestora no tuvo más remedio que proceder al desahucio el 16 de septiembre, ante la negativa de las excomulgadas a abandonar el monasterio.
La demanda fue admitida a trámite el 8 de noviembre.
Ahora será la justicia quien decida, pero eso será ya en el presente año 2025.
Los hechos deben hacernos reflexionar:
¿Cómo unas monjas clarisas de clausura terminan protagonizando un cisma en pleno siglo XXI?
Mons. Mario Iceta ha sido claro al respecto: "El caso merece una reflexión acerca de los aspectos en los que podemos y debemos mejorar. Tras los indicios pueden darse señales de prevención que requieran un cuidado especial"
El Código de Derecho Canónico, en el canon 751, habla de la herejía, la apostasía y el cisma.
"El cisma es la retirada de la sumisión a la autoridad del Romano Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia sujetos a él"
"La apostasía es el repudio total de la fe cristiana"
"La herejía es la negación obstinada o la duda, después del bautismo, de una verdad que debe ser creída por la fe divina y católica"
Me parece que, en este caso, el Papa Francisco ha hecho lo debido y por eso comisionó a Mons. Iceta para que llevara a cabo, junto con la comisión gestora, los pasos necesarios, primero advirtiendo a las monjas, después dándoles un tiempo para la reflexión y posible enmienda, cosa que no ocurrió, y finalmente para que abandonen el monasterio del cual ellas no son propietarias, dado que ya no pertenecen a la Iglesia presidida por el Sucesor de Pedro, el Papa Francisco.
Me parece que si estas hermanas hubieran hecho caso al Señor Jesús y a san Francisco y santa Clara de Asís, hoy no tendríamos que estar lamentándonos por la rocambolesca situación creada.
José Vicente Martínez, enero de 2025.
UNA LECTURA NO RELIGIOSA DEL JUBILEO DE LA ESPERANZA
El Papa Francisco proclamó hace meses desde Roma que en el año 2025 se celebraría en la Iglesia el Jubileo de la Esperanza. Pero esta celebración puede ser una ocasión para que la sociedad civil, la ciudadanía laica no religiosa se regenere interiormente aprovechando la dinámica que impulsa la Iglesia Católica. La palabra “Jubileo” no solo nos resuena a júbilo, a alegría. Sino que en el pueblo judío era momento de volver a empezar, de reconstruir lo destrozado.
En un mundo multicultural en el que muchos humanos sienten “ir a la deriva cultural y religiosa”, la imagen del “ancla” del logotipo del Jubileo es evocadora. Cuatro figuras estilizadas sugieren a la humanidad venida de los cuatro puntos cardinales. En el logotipo, esas figuras se abrazan la una a la otra para indicar la solidaridad y la fraternidad que deben unir a los pueblos: la primera figura se aferra a la cruz de Cristo, signo de esperanza y ancla de salvación. Debajo de las figuras hay olas, que se mueven para indicar el peregrinaje de la vida que no siempre transcurre en aguas tranquilas.
Por eso, la parte inferior de la cruz se convierte en un ancla, signo de estabilidad: indica la esperanza que se opone a las olas y la salvación que viene del Señor. Es el mensaje que se dirige a los creyentes, pero que puede reinterpretarse en un lenguaje secular.
Por último, alrededor del logotipo, la fecha del Jubileo y el lema, Peregrinantes in spem: «Peregrinos de la esperanza». Pero toda vida humana, todo acontecer político, social o cultural puede también leerse en clave de “peregrinaje”. “Peregrino del porvenir” se definía el jesuita científico interdisciplinar Pierre Teilhard de Chardin durante su dura estancia como geólogo en China entre 1922 y 1946.
Creyentes y no creyentes nos sentimos “peregrinos” en un mundo que cada vez nos parece más hostil, más violento, más degradado por la explotación desenfrenada. Un planeta que, para muchos, comienza a ser ajeno a nuestros deseos de paz, reconciliación y unidad en la diversidad.
El 9 de mayo 2024, en la solemnidad de la Ascensión, el Papa Francisco publicó la bula de convocatoria del Jubileo Ordinario del año 2025, Spes non confundit. Se trata del XXXI Jubileo de la Iglesia católica, después del primero de ellos, proclamado por el Papa Bonifacio VIII en el año1300.
El título del Jubileo 2025 procede de una cita de la carta de San Pablo a los Romanos: «La esperanza no defrauda», porque ofrece la certeza del amor de Dios (cf. Rm 5,5) (n. 1). Pero el Papa Francisco, tal como es su costumbre, no solo se dirige a los católicos sino a todos los humanos que buscan sentido a la vida en un mundo que se percibe sin rumbo.
La conclusión del documento es una apremiante invitación a hacer brotar semillas de esperanza en el corazón y, para los cristianos, a escuchar la palabra de Dios, que se dirige a nosotros en nuestro camino hacia el Jubileo. Habiendo buscado refugio en el Señor, «nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece”.
Esta esperanza que nosotros alimentamos es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor (Hb 6,18-20)» (n. 25).
Todos los creyentes y toda la sociedad civil tienen la tarea de testimoniar con la fecundidad del amor «el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas» para dar un futuro a su sociedad: «es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza» (ibid.). Más aún: la comunidad cristiana debe apoyar «la necesidad de una alianza social para la esperanza, […] que trabaje por un porvenir que se caracterice por la sonrisa de muchos niños y niñas» (ibid.).
Con ocasión del Jubileo de la esperanza (2025), Francisco hace dos llamamientos a quienes tienen en sus manos el destino de la humanidad y no solo para los creyentes:
1. El primero es a intentar eliminar el hambre en el mundo, ya que «el hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos a sentir remordimiento de conciencia» (n. 16), recordando que los bienes de la Tierra no son para unos pocos privilegiados, sino para todos. En particular, renueva una sentida súplica para que «con el dinero que se usa en armas […], constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres» (ibid.) [ Francisco, Fratelli tutti,Carta encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, 3 de octubre de 2020, n. 262].
2. El segundo llamamiento se dirige a las naciones ricas y se refiere a la deuda internacional: los países ricos «se comprometen a condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas» (ibid.). El Papa señala: «Antes que tratarse de magnanimidad es una cuestión de justicia, agravada hoy por una nueva forma de iniquidad de la que hemos tomado conciencia: “Porque hay una verdadera ‘deuda ecológica’, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada […] con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países» [ Laudato si’, cit., n. 51].
Desde este punto de vista, el Jubileo 2025 no es solo una apelación a la regeneración de la Iglesia, de las comunidades cristianas y los creyentes en Jesús de Nazaret. Es también una llamada a la sociedad civil para superar las pulsiones autodestructivas del poder económico (que es – desgraciadamente– el motor del mundo) y lanzarse como peregrino en la sociedad civil a la reconstrucción de los valores laicos de la solidaridad, la igualdad y la democracia.
Leandro Sequeiros. Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta)
COBO: "HOY SE NOS INVITA A LA ESPERANZA, A UN COMPROMISO PERSONAL PARA ENTRAR EN EL PROYECTO DE DIOS"
“Esta apertura del Año Jubilar es el preludio de una rica experiencia de gracia y misericordia”. Con estas palabras ha comenzado el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, la Misa de Apertura del Año Jubilar, celebrada este domingo en la Catedral de la Almudena. En la Eucaristía han asistido también los obispos auxiliares de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, Vicente Martín y José Antonio Álvarez, el obispo electo de Segovia y auxiliar de Madrid, Jesús Vidal, el nuncio apostólico en Venezuela, el obispo Alberto Ortega; vicarios episcopales, arciprestes y numerosos sacerdotes de la diócesis.
«Hoy es un día muy especial para nuestra Iglesia de Madrid y aquí tenemos una foto preciosa, con todos los que estamos hoy en la Eucaristía», ha subrayado el cardenal José Cobo al principio de la homilía. En el domingo en el cual se celebraba la fiesta de la Sagrada Familia, el arzobispo de Madrid ha recordado como, tras la apertura de la Puerta Santa en San Pedro el día 24 de diciembre, «hoy continua ese inicio en San Juan de Letrán y en cada catedral se celebra de un modo especial este inicio del Jubileo».
La esperanza «no es nostalgia ni una última forma de resignación cuando no queda otra cosa»
En estos últimos días del año es típico hacer balances, mirar los acontecimientos más importantes que han sucedido en el mundo y llegan también los buenos deseos para el nuevo año que está a punto de empezar: «Suena sencillo y es una tentación reducir la esperanza a buenos deseos genéricos. Ojalá que ocurran, que las cosas mejoren y que la gente más necesitada sufra menos. Pero, ¿no os parece que con solo decirlo es insuficiente?», ha preguntado el cardenal José Cobo en su homilía.
La mirada del arzobispo de Madrid ha invitado este domingo a ser «más audaz»: «La esperanza no es un vacuo sentimiento que anhela cosas, no es nostalgia ni una última forma de resignación cuando no queda otra cosa. La esperanza es la lucidez para ver todas las posibilidades que germinan en el corazón de nuestro mundo, la esperanza es la confianza en que el bien de Dios va creciendo y es también el compromiso personal para hacer lo posible para entrar en el proyecto de Dios».
Mirar con los ojos de María
«La esperanza es mirar con los ojos de María, esa que descubre como esa salvación se realiza a través de los ojos de un niño acompañándolo incluso en momentos oscuros a los pies de la cruz», ha añadido el arzobispo de Madrid.
Una esperanza que pasa también, y así lo ha remarcado el cardenal José Cobo, por «empeñarnos a buscar los signos que apuntan por dónde está echando sus raíces. Tendremos que ser expertos en analizarlos y detectarlos». Se nos llama, como dice el Papa Francisco, a «vivir anclados en la esperanza», anclados en medio de las tormentas de nuestro día a día, anclados sabiendo «nuestra ancla es el mismo Jesús que se nos regala».
Estas celebraciones navideñas y el cambio de año nos hacen pensar en el paso del tiempo. El Jubileo «nos habla de historias, de siglos de celebraciones. ¡Cuántas figuras han brillado y se han desvanecido, cuántas historias ya se han olvidado o han pasado de moda! Lo ocurrido con Jesús sigue siendo para nosotros luz, faro y promesa». «No reduzcamos la vida al presente, no convirtamos la esperanza en la exigencia de algo rácano e inmediato. Somos parte de una historia abierta a la eternidad. Ese es el Jubileo. En esa historia hemos sido incorporados», ha subrayado el cardenal José Cobo.
Y si la esperanza es confianza, también «es un compromiso en el proyecto de Dios». Compromiso con nuestras promesas, talentos, tiempo y vida: «El Papa nos ha invitado a sembrar esperanza en muchos ámbitos de nuestras vidas, permitidme que hoy pongamos esta invitación a hacer de la familia un lugar de acogida de la esperanza. En un mundo de muchas soledades, individualismo e egoísmo, la familia aparece como una luz muy especial […] en la familia sí nos abrimos a la esperanza, podemos aprender de ella, es el taller de la esperanza en la que caminamos en medio de las dificultades. Una sociedad que no cuida a sus familias se desintegra».
Santiago Tedeschi /Archimadrid
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"PEQUEÑOS MONSTRUITOS AFERRADOS A LA IGLESIA”: FRANCISCO, SOBRE LOS CATÓLICOS ENROLADOS EN LA 'BATALLA CULTURAL'
"Hablamos de la paz, pero seguimos fabricando armas para matar". El Papa Francisco vuelve a denunciar la contradicción entre los llamados a la paz y el continuo impulso armamentista global. El Pontífice comparte estas consideraciones durante una extensa entrevista con la periodista Bernarda Llorente, publicada el viernes 20 de diciembre por el Canal Orbe 21, de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
La conversación, grabada tras la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, se emite a cuatro días del inicio del Jubileo de 2025, previsto para el martes 24 de diciembre.
En el diálogo, el Santo Padre destaca que, a pesar de los esfuerzos de las organizaciones internacionales por promover la paz, los intereses económicos y políticos a menudo sabotean esos intentos. "La guerra no se puede resolver con la destrucción de una de las partes. Se resuelve con el diálogo", insiste.
Francisco señala lo que considera "una tendencia universal a la autodestrucción por la guerra”. En particular, al referirse a los conflictos en Ucrania y Tierra Santa, el Papa repudia las acciones “criminales”, que, según su juicio, se asemejan más a técnicas de guerrilla que a una guerra convencional.
En alusión a Gaza, añade: “Cuando te encontrás con que una mamá con sus dos chicos pasa por la calle, porque fue a buscar una cosa a su casa y vuelve a la parroquia donde está viviendo y la ametrallan porque sí, no es una guerra, con las reglas normales de una guerra. Es tremendo”.
Preocupación por Ucrania
Hablando de la guerra en Ucrania, Francisco evidencia que existe una “gran hipocresía”. Según él, a pesar de la urgencia de un tratado, cuando uno habla de paz, "empiezan a bailar el minué con cosas secundarias”. En este contexto, expresa su preocupación por la situación de los jóvenes que se alistan para combatir: “Ocurre que no tienen tantos hombres, en cambio Rusia tiene muchos".
El Papa también reflexiona sobre el deterioro de las instituciones. Si bien no sabe precisar los mecanismos exactos que están fallando, reconoce que “existe una falla en la ética personal”. Sobre los encuentros internacionales que buscan la paz, considera que, en ocasiones, “son encuentros de intereses más que de un verdadero compromiso por la paz”.
En cuanto a Europa, subraya que, aunque la Unión Europea tiene la capacidad de fomentar el diálogo, las instituciones, que “se han debilitado un poco”, todavía conservan la fuerza para mediar.
La Iglesia de abajo se expresa y crea comunidad
Al abordar el proceso sinodal, Francisco recuerda que el Sínodo no tiene como objetivo emitir una nueva declaración de fe, sino reflejar lo que emerge de la reflexión colectiva de grupos y personas. El Papa explica que este modelo “ya no es la Iglesia que impone desde arriba hacia abajo”, sino que es la “Iglesia de abajo” la que se expresa y construye comunidad.
Asimismo, el Papa elogia la “madurez” de las mujeres laicas que participaron en el Sínodo, poniendo de relieve el coraje con el que compartieron sus ideas, algo “impensable hace 40 años”, comenta. También alaba la participación de los hombres, afirmando que el Sínodo ha provocado una Iglesia “que camina unida en armonía”.
Para Francisco, la clave de la Iglesia sinodal es la “armonía”, y recuerda la confusión inicial de Pentecostés, para enfatizar que una Iglesia sinodal es aquella que busca la armonía, “escuchando a todos”.
Todos dentro de la Iglesia, todos
El Papa reitera que en la Iglesia “hay espacio para todos” y refuerza su llamado a la acogida, subrayando que una vez dentro, la comunidad debe discernir y dialogar. Señala que “no es lo mismo no dejar entrar a alguien que expulsarlo una vez dentro, sobre todo si esa persona no tiene, como dice el Evangelio, el traje de bodas puesto”. “Todos adentro, todos”, recalca el Pontífice.
Frente a aquellos que defienden una postura de condena, el Papa clarifica que la Iglesia "sí condena la inmoralidad de las personas, pero las acoge para ayudarlas a caminar". En este sentido, recuerda que “todos somos pecadores”, y la misión de la Iglesia es ayudar a "resolver nuestras situaciones deficitarias".
No enredarnos en nuestras lógicas conflictivas
Reflexionando sobre la creciente ola de nacionalismo extremo y los fundamentalismos religiosos, Francisco advierte que cuando la religión se convierte en política de Estado, la convivencia pacífica se ve comprometida. Para ilustrar su punto, relata una lección de su abuela: cuando era niño, le preguntó sobre un grupo de mujeres del Ejército de Salvación, y su abuela le respondió: “No son monjas, son protestantes, pero son buenas”. Esta enseñanza de “ecumenismo y no condena” marcó profundamente al Papa, quien insta a evitar “enredarnos en nuestras conflictualidades y salir del laberinto por arriba”.
El clericalismo cuadrado
El Papa recuerda que “Dios acaricia” a sus fieles y alerta sobre los peligros del “clericalismo cuadrado” que, según él, se aleja del estilo divino de cercanía, compasión y ternura. En este contexto, Francisco exhorta a los confesores a ser más compasivos y menos inquisitivos en el sacramento de la reconciliación: “Escuchen sin preguntar demasiado y perdonen. No torturen a la gente, la confesión es algo para abrazar, para recibir”.
En cuanto a la propagación de discursos rígidos e intolerantes entre los jóvenes, el Santo Padre considera que, si un chico no es creativo en la amistad, en la vida social, “es un tonto pobrecito”, sentencia. En cambio, brega por “ayudarlos en la vida a que sean creativos, y que hagan algo”, proponerles desafíos y contribuir a su crecimiento.
“El cristianismo no es una ideología”
En relación con la batalla cultural que promueven algunos sectores que cuestionan incluso la Doctrina Social de la Iglesia, Francisco es contundente: el cristianismo es una vivencia que va creciendo por el camino que Dios le da a cada uno. “Los jóvenes que van a trabajar solidariamente comparten una vivencia que los va comprometiendo en la vida”, valoriza.
“Cuando ves jóvenes que pertenecen a estas organizaciones más ideológicas que cristianas -de derecha, de izquierda, lo que sea- son pequeños monstruitos aferrados a la Iglesia”
Con claridad, el Papa observa: “Cuando ves jóvenes que pertenecen a estas organizaciones más ideológicas que cristianas -de derecha, de izquierda, lo que sea- son pequeños monstruitos aferrados a la Iglesia”. Por tal razón, el Santo Padre invita a preguntarse cómo ese muchacho trata a su novio, a su novia, a su esposo, a su esposa. “Con ideas”, plantea, haciendo notar “una deformación en el amor mismo de la persona”.
“La educación es un alimento”
Al ser interpelado por los modelos económicos de ajuste que apuntan contra la educación y la cultura, el Papa deplora estas políticas y establece que “no se puede hacer ajuste en el desarrollo educativo de un país, es criminal”. Por tanto, manifiesta su satisfacción al ver las movilizaciones de personas que se dan cuenta, se oponen y reclaman: “Porque la educación es un alimento. Es lo mismo que quitarle la comida a la gente. Es la comida del alma, de la mente, del espíritu”.
El Pontífice asegura que en la Argentina, la historia de la educación “es muy linda” y el pueblo siempre tuvo la percepción, el sentimiento, de que la educación “es una de las cosas que no se tocan”. “La escuela es como un segundo hogar”, sostiene el Pontífice, quien recuerda que su primera maestra lo acompañaba mucho y acudía al arzobispado de Buenos Aires hasta que ella falleció a los 98 años.
Francisco agrega que la universidad es fundamental, pues la ciudadanía necesita formar cabeza con “una cultura universitaria grande” y resalta que una nación debe proveer los recursos para que su universidad “cree los nuevos cerebros del futuro”. El Papa defiende, a su vez, la promoción del gusto por la literatura en la formación humana y en la formación sacerdotal, y exhorta “a ir a lo nuestro y también a lo universal”.
La IA, el Jubileo de 2025 y sus autobiografías
Sobre la inteligencia artificial (IA), Francisco considera que es un reto que debemos enfrentar con criterios humanos y sin deshumanizarnos. En relación al Jubileo 2025, explica que es una oportunidad para la renovación y el perdón, y observa que no debe reducirse a un simple turismo religioso, sino ser una experiencia de conversión y reconciliación personal. Argumenta que el perdón comienza con el deseo sincero de ser perdonados y con el acto de pedir perdón a Dios.
Respecto de sus autobiografías, menciona que una de ellas, que iba a publicarse después de su muerte, se adelantó porque temían que perdiera actualidad. Al ser preguntado sobre cómo le gustaría ser recordado, contesta con humildad, confesando que se considera un "pobre desgraciado" al que Dios le ha tenido mucha misericordia.
Francisco dedica unas palabras de aliento a su tierra natal, incentivándola a seguir luchando por sus derechos, defendiéndose de las ideologías y sin dejarse engañar
Sobre la futura Iglesia, argumenta que está bien diseñada y guiada por el Espíritu Santo, y vislumbra una mayor inclusión del laicado, especialmente en las parroquias, que deben ser comunidades de interacción con el párroco.
Finalmente, Francisco dedica unas palabras de aliento a su tierra natal, incentivándola a seguir luchando por sus derechos, defendiéndose de las ideologías y sin dejarse engañar.
Vatican News
Religión Digital 20/12/2024
PALESTINA: 28 DE DICIEMBRE
"Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen" (Mt 2, 18).
Estamos ante un hecho de hace veinte siglos, según el evangelista Mateo, que se hace eco, a su vez, de lo que, siglos atrás, dijera el profeta Jeremías.
Estoy convencido de que, si hay algo que nos estremece a la gente, en general, es el sufrimiento, el dolor y la muerte, infringidos a los más pequeños, debido a su total y absoluta indefensión. Aunque, por extensión, podríamos ampliarlo, también, a todas las personas inocentes, independientemente de la edad.
Las mismas muertes, con semejantes víctimas e idénticos victimarios, eso sí, en distintas circunstancias y con nombres diferentes, continúan existiendo en una sociedad que, en teoría, protege los derechos de todas las personas, haciéndolo, de manera especial, con los de los niños, los pequeños y con los de quienes son considerados más débiles, vulnerables e inocentes.
Podríamos hacer, ahora, una larga lista sobre cuáles son estos pequeños e inocentes que la configuran. Baste recordar, en primer lugar, las víctimas vicarias a manos de uno de los progenitores, normalmente el masculino. También la explotación sexual que padecen muchos niños y niñas, en diversas partes del mundo. Y, por supuesto, el tráfico que genera la venta de los órganos, extraídos a tantísimos de ellos, después de haberles causado la muerte. Y, no digamos ya, la desnutrición, con todas las secuelas que ello llega a provocar, producida por el hambre y la miseria que millones de niños y niñas padecen, sobre todo, en las zonas más deprimidas del planeta. Sin olvidar, la incultura y el analfabetismo crónico que los convierte en víctimas y en presas fáciles de todo tipo de abusos en el presente y en el futuro. Y, qué decir de los niños-soldado que nacen y crecen en medio de una violencia estructural, condenándolos, desde su más tierna infancia, a convertirse en protagonistas activos de semejante barbarie.
También, cómo no, los que son considerados como los instrumentos más adecuados para ejercer trabajos en minas y en excavaciones profundas.
Y, por último, mencionar a los niños y niñas que malviven en la calle, expuestos, en todo momento, a los abusos más inverosímiles por parte de personas sin entrañas.
Dicho esto, mi intención, en este momento, no es hablar o debatir sobre todo lo anterior, sino refrescar y traer a colación, aprovechando la efemérides bíblica, la masacre que se está llevando a cabo en los lugares, donde, precisamente, se produjo entonces, hace veinte siglos, la matanza de los "Santos Inocentes": Palestina.
Pero, dado que, sobre ello se ha dicho mucho y continúa hablándose aún más, amén de las crudas imágenes que nos brindan los medios audiovisuales, lo que pretendo, sencillamente, es poner encima de la mesa algunas cifras, de las que diferentes medios de comunicación se han hecho eco. Claro que, dado que se trata de niños y, por ende, de algo no productivo, también las cifras varían, lamentablemente y por desgracia, dependiendo de su proclividad hacia la potencia imperante.
Si nos atenemos a lo expresado por el Comité sobre los Derechos del Niño, en el plazo comprendido entre el 7 de octubre de 2023 y el 10 de setiembre de 2024 murieron en Gaza 16756 niños, víctimas de la guerra. Ahí está la cifra que, según una gran parte de la sociedad, supone un genocidio infantil sin parangón. Claro que, para los victimarios, no son más que hijos de terroristas extremadamente peligrosos, víctimas colaterales del castigo infringido a un pueblo terrorista o, si lo apuramos un poco, futuros terroristas en potencia.
Después de esto, a un servidor no le sale de dentro, con harto dolor de su corazón, otra pregunta, con aire de profunda lamentación, que no sea: "Señores, hay quién dé más?"
AÑO NUEVO, NUEVA ESPERANZA
Bajo los tibios rayos del sol invictus nos acercamos al comienzo de un nuevo año. Suele ser ocasión propicia para cerrar el año viejo con un balance y abrir el nuevo con renovadas expectativas. Es demasiado larga la lista de despropósitos a los que asistimos con impotencia y a veces con una sensación de culpable indiferencia: guerras, asesinatos, violaciones, torturas y una larga lista de agresiones a la dignidad de las personas plasmada en la declaración de Derechos Humanos Universalizables.
Si hay dos palabras que se repiten en los análisis de sociólogos, filósofos y politólogos son: desencanto e incertidumbre. A la luz de la historia está claro que no cualquier tiempo pasado fue mejor y también que cualquier situación actual (política, social, económica, cultural…) es manifiestamente mejorable. Las ilusionantes expectativas creadas por los intelectuales de la Ilustración (Kant incluso hablaba de una paz perpetua) se han quedado muy por debajo de lo esperado. La frustración y el desengaño se van apoderando de nosotros al comprobar lo poco que ha dado de sí el “homo” que desde hace unos 300.000 años dicen que viene ejerciendo de “sapiens”.
Contemplamos con estupor que ingentes cantidades de dinero, que deberían dedicarse a acabar con el hambre y mejorar la educación, la sanidad y la investigación científica, son desviadas a la industria armamentista y a esos cincuenta conflictos que están abiertos en el mundo y que no tienen pinta de ser resueltos por la vía diplomática, quizá porque en el fondo producen rentables y escandalosos beneficios. Constatamos que una economía al servicio de un neocapitalismo deshumanizado genera movimientos migratorios de gente en busca de un mejor modo de vida y ante los que las naciones “desarrolladas” se ven desbordadas y con grandes problemas para acoger e integrar a sus agentes, personas que, por otro lado, les van a ser imprescindibles en su desarrollo. Dejamos constancia también de fenómenos preocupantes como los populismos que cuestionan las democracias, incapaces de comprender que la debilidad democrática no se combate con regímenes autoritarios, sino con más democracia. Y así podríamos seguir desarrollando otros tantos temas que a todos nos tienen muy preocupados, como son las agresiones (46 mujeres asesinadas en España por sus parejas o exparejas es el triste balance que nos deja el año), la homofobia, el machismo, el nacionalismo excluyente, etc.
¿De dónde nos podrá venir la esperanza que nos sostenga sin desaliento para afrontar esta compleja y delicada situación? ¿De dónde esa confiada espera en que tras los nubarrones podrá brillar de nuevo el sol? Primero, de la comprensión de que el proceso de humanización es lento y no avanza linealmente, sino con leves avances y preocupantes retrocesos. Segundo, del ejercicio de una racionalidad crítica que actualice el mejor pensamiento elaborado desde Sócrates hasta Habermas y abra un horizonte esperanzador. Tercero, de la posibilidad de mejorar la acción política de modo que podamos exigir que se plantee no como una lucha encarnizada entre partidos para alcanzar el poder, sino como un servicio a las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía. Cuarto, del convencimiento de que es posible establecer complicidades entre Ética y política, Ética y empresa, y entre Ética y relaciones humanas. Y quinto, de la constatación de que hay personas que, con su estilo de vida, su dedicación, su entrega en distintos ámbitos y niveles, están ya haciendo posible un mundo distinto y mejor.
En este contexto, el papa Francisco abre el Año Jubilar 2025 con el tema de la esperanza, convencido de que el mundo está necesitado de esta virtud, que es teologal para los creyentes y rasgo antropológico universal para el resto. Él la presenta como ocasión propicia de conversión personal y eclesial, pero ello no es óbice para que a la vez pueda contemplarse también como rasgo de fraternidad universal, como clamor que elevan todos los desesperados y desesperanzados del mundo, como legítima aspiración de todo ser humano de construir un mundo menos agresivo y más habitable. Bellas palabras las que dice este pontífice al respecto, pero que solo se harán realidad si dan frutos tangibles y actúan en sinérgica colaboración con las diversas fuerzas sociales, con todas las personas, sean o no creyentes, de buena voluntad. Y es que la sola razón científica se nos presenta muy limitada e insuficiente para que la esperanza sea realmente operante; nos es necesario además contar con un corazón compasivo y misericordioso.
Pedro Miguel Ansó Esarte
Exprofesor de Humanidades y autor de Por un cristianismo creíble. Reflexiones de un cristiano de a pie.
FRANCISCO: "EN LA FAMILIA ES MÁS IMPORTANTE ESCUCHAR QUE ENTENDER"
"¿Saben por qué la Sagrada Familia de Nazaret es un modelo? Porque es una familia que dialoga, que habla. ¡El diálogo es el elemento más importante para una familia! Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz". Francisco celebró la jornada de la Sagrada Familia con un llamamiento al diálogo frente a los que pasan las comidas en familia con "la cabeza en el teléfono móvil".
"En la familia es más importante escuchar que entender", clamó el Papa durante la reflexión previa al rezo del Angelus en una plaza de San Pedro absolutamente abarrotada, y con algún problema de sonido en el micrófono. El mismo día en que se abría la puerta santa de San Juan de Letrán, y las puertas de todas las diócesis del mundo, Bergoglio recordó el episodio de la pérdida de Jesús en el templo, y el temor de sus padres al buscarlo.
"Es la experiencia de una familia que alterna momentos tranquilos con otros dramáticos. Parece la historia de una crisis familiar de nuestros días, de un adolescente difícil y dos padres que no logran comprenderle", explicó Francisco, quien pidió detenernos a "observar a esta familia". "¿Saben por qué la Sagrada Familia de Nazaret es un modelo? Porque es una familia que dialoga, que habla. ¡El diálogo es el elemento más importante para una familia! Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz", recalcó.
Recordando la conversación entre María y el joven Jesús, el papa indicó que "es hermoso cuando una madre no empieza con un reproche, sino con una pregunta". Y es que "María no acusa ni juzga, sino que intenta comprender cómo acoger a este Hijo tan diferente a través de la escucha", lo que demuestra que "en la familia es más importante escuchar que entender. Escuchar es dar importancia al otro, reconocer su derecho a existir y a pensar por sí mismo. Piensen esto, padres: los hijos necesitan esto".
"Un momento privilegiado para el diálogo y la escucha en la familia es el momento de la comida", recordó el Papa, quien invitó a "estar juntos a la mesa y hablar. Esto puede resolver muchos problemas y, sobre todo, une a las generaciones: los hijos hablando con sus padres, los nietos hablando con sus abuelos... Nunca permanecer encerrado en sí mismo o, peor aún, con la cabeza en el teléfono móvil. Hablar, escucharse, ¡este es el diálogo que hace bien y que hace crecer!"
"La familia de Jesús, María y José es santa. Sin embargo, hemos visto que ni siquiera los padres de Jesús lo comprendieron siempre", culminó Francisco, quien preguntó a los fieles si ""¿nos hemos escuchado? ¿Afrontamos los problemas escuchándonos unos a otros o nos encerramos en el mutismo, el resentimiento, el orgullo? ¿Nos tomamos un poco de tiempo para dialogar?" "Lo que podemos aprender hoy de la Sagrada Familia es la escucha mutua", finalizó, pidiéndole a la Virgen "el don de la escucha para nuestras familias".
Tras el rezo del Angelus, el Papa se dirigió especialmente a las familias, "un tesoro precioso, que debemos sostener y tutelar". Al tiempo, lamentó el "dramático accidente" en Corea del Sur, y pidió rezar por las familias "que sufren a causa de la guerra, en la martirizada Ucrania, en Palestina, en Israel, en Myanmar, en Sudán... Recemos por todas estas familias en guerra".
Jesús Bastante
Religión digital
Epifanía del Señor LA REVELACIÓN EN UN MUNDO CONVULSO 6.1.2025
fe adulta
La fiesta de la epifanía nos recuerda que la manifestación de Dios es una realidad accesible para todos. De hecho, el relato mateano (Mt 2,1-12) se refiere a magos que vienen de lejos siguiendo las señales inscritas en el cosmos. El relato sorprende porque justamente se trata de un texto mateano que es el más insistente en considerar a la tradición judía como base del nuevo acontecimiento salvador.
La revelación de la salvación es entonces universal y se manifiesta siguiendo los signos que son inteligibles para quienes los reciben. Los magos leen el cielo y sus cambios. La revelación entonces se ofrece en un lenguaje asequible y comprensible para ellos. Y, si para los magos la mediación está en el firmamento, para los principales sacerdotes escribas estará en las Escrituras. Cada uno sabrá interpretar los signos según sus propias mediaciones. Y más aún, no será necesario para recibir la revelación, ser mago experto en cosmología o un experto en religión o en interpretación de los sueños -como en el caso de pastores-, pero sí hará falta estar atentos, buscar e indagar en donde cada uno está y ponerse en camino.
Según el relato, los tres magos se dirigen en primer lugar a Jerusalén. Lo que les podía parecer evidente es que si tenía que nacer un rey había de tener conexión con el imperio, en este caso, con Herodes. Pero el rey mesías no está en los palacios ni en el templo. Está en Belén de Judea y en casa de una familia exiliada y más tarde perseguida.
El contacto con el poder de Herodes no quedará inocuo. Los magos han advertido al rey sobre la presencia del posible rey judío y Herodes tomará las riendas del asunto, incluido el asesinato de los varones pequeños de los judíos (acción que puede tener como causa política el debilitamiento de un pueblo creciente como en los relatos paralelos de Ex 2). La pobreza económica de la familia de Nazaret se unirá a la tragedia del pueblo y a su propio destino de migración, exilio.
La presencia mesiánica es descrita así como un catalizador de intenciones y como un disparador de los acontecimientos políticos. Todos la perciben a su manera porque no puede quedar oculta. Nadie quedará impasible. En el seno de un mundo convulso se revela siempre la presencia del mesías, para algunos como amenaza, para otros como germen de esperanza.
2º Domingo después de Navidad Jn 1, 1-18 5.1.25. II domingo de Navidad Resumen
fe adulta
Misterio de la Encarnación de Dios en el hombre. Como misterio no podemos conocerlo por la razón, sólo por la vivencia. El Prólogo de Juan leído desde los nuevos paradigmas no-dualista, no-teísta, panenteísta y feminista. Evolución de la imagen humana de Dios: Del Dios allá arriba al Dios encarnado en toda realidad como Realidad Fundante y Primera.
Desde dónde escribo. Así como el Prólogo del Evangelio de Juan acusa la influencia del filósofo Filón de Alejandría (Jesús: Logos, Palabra, Sabiduría de Dios), para elaborar este comentario yo me inspiro en “Dios más allá del teísmo. Apuntes para una transición teológica” de José Arregi; en dos obras de Fr. Marcos: “¿Qué nos queda de Dios?” y “Dios no es un ídolo, pero tu dios sí”; “En Él vivimos, nos movemos y existimos. Reflexiones panenteístas sobre la presencia de Dios en el mundo tal como lo describe la Ciencia” de Ph. Clayton y A. Peacocke (eds); “La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”, de E.A. Johnson.
El Prólogo del Evangelio de Juan, que podía haber sido el epílogo, es un himno litúrgico elaborado por la comunidad de Juan a lo largo del tiempo a partir de sus vivencias místicas y la teología desarrollada por esta comunidad. Es una síntesis de las actuaciones de la Palabra o Sabiduría de Dios, en suma, de la historia de la salvación. Según este texto la Palabra de Dios (Dios) se hizo historia (hombre) para que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. En este texto, como en todo el Nuevo Testamento, hay paralelismo con el Antiguo. Aquí encontramos el paralelismo entre los relatos de Creación del Génesis y el Prólogo de Juan. En el principio,… Según los relatos de la creación, Dios lo hizo todo por la Palabra y el Espíritu. Todo existe y es por la Palabra y el Espíritu de Dios. El Prólogo también empieza: “En el principio existía la Palabra…Todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo. Lo que se hizo en ella era la Vida, y la Vida era la luz de los hombres….Vino a los suyos, pero no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre…Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. Estamos ante el Misterio y don de la Encarnación: La presencia de la Palabra en un hombre, Jesucristo. El prólogo de Juan es un himno cristológico de la tradición israelita que expresaba la fe de esta comunidad en Cristo como Palabra de Dios, su origen eterno, preexistente y su procedencia divina. Personalizado en la Sabiduría (Sabiduría o Proyecto divino), es la luz que ilumina y guía toda la nueva creación.
Veamos, ahora, la lectura actual del Prólogo del Evangelio de Juan a partir de los nuevos paradigmas. La encarnación es la culminación de la creación. Si Dios se encarnó en Jesús de Nazaret, Dios se encarna en nosotros. En Dios lo que hace es. Dios es encarnación. Dios se está encarnando siempre y en todo lo existente como fundamento de su ser y existir, como Realidad Profunda y Primera. La Presencia de lo divino y lo humano existencialmente unidos. Sin dualismo: transcendentalmente inmanente. Dios como fundamento de mi ser y existir constituye mi ser verdadero, profundo. Habita mi interioridad. Mi tarea es descubrirlo, experimentarlo y vivirlo. A esta realidad nunca podremos llegar ni por vía de los sentidos ni por vía del pensamiento o razonamiento Sólo es accesible por su vivencia. El camino que recorrió Jesús en el descubrimiento de su unidad con Dios es el mismo que tenemos que recorrer nosotros.
Somos humanos y divinos integradamente. Cuanto más humanos, más divinos. Cuanto más divinos, más humanos. Esto no lo descubrimos por mucho que acumulemos conocimientos teológicos, es por experiencia, es por vivencia como lo alcanzaremos. Jesús nos invita a vivir la realidad de Dios en nosotros, no fuera ni allá arriba, como Él. Lo divino ya está dentro de nosotros. Más íntimo a nosotros que lo más íntimo nuestro (S´. Agustín). No busques a Dios fuera de nosotros, de los seres humanos. No le busques donde no está. Entra en tu interioridad, toma conciencia de su Presencia, vívela y manifiéstala. Esta es nuestra responsabilidad de creyentes: acoger y testimoniar nuestra fe en ese Dios transcendente en nuestra inmanencia. Jesucristo es nuestro referente. Jesús tomó conciencia de la identificación y unidad con Dios: “el Padre y yo somos uno”. Vayamos atreviéndonos a decir nosotros lo mismo: yo soy uno con Dios, que es mi fundamento y razón de ser y existir.
Para concluir: Frente al “Dios está aquí” escrito en la puerta de algunas iglesias y catedrales, todavía hoy, en un cartel con letras muy grande, para que se lea bien, yo me quedo con esta estrofa del Padrenuestro de Gloria Fuertes:
Padre nuestro que estás en la tierra,
en la cigarra, en el beso,
en la espiga, en el pecho
de todos los que son buenos.
Padre que habitas en cualquier sitio,
Dios que penetras en cualquier hueco,
Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sí que te vemos
los que luego hemos de ver;
donde sea, o ahí en el cielo.
Sólo desarrollando lo divino que hay en mí lograré mi plenitud humana. Lo que hay de Dios en mí es lo fundamental.
Epifanía del Señor HEMOS VISTO SU ESTRELLA
fe adulta
Una estrella acompaña el nacimiento de Jesús indicando que Dios está conectado con esa persona que nace. Nosotros estamos también llamados a conectarnos con Dios.
Las narraciones de los evangelios de la infancia de san Lucas nos son entrañables. Pero, para sacarles su jugo cristiano, es necesario ahondar. De lo contrario podemos quedarnos en la mera superficie.
En este relato de aquellos chamarileros paganos que fueron en busca de un niño judío nacido en Belén tiene un papel muy importante la estrella: HEMOS VISTO SU ESTRELLA. La aparición de signos celestiales extraordinarios acompañando el nacimiento de una persona importante era cosa conocida en el tiempo. Una estrella acompaña el nacimiento de Jesús. Tal es así que ese signo ha sido el más empleado para indicar la Navidad.
¿Qué significa la estrella? Que ese a quien acompaña, Jesús, está conectado a Dios y que quien ve el signo en el cielo, nosotros, estamos también llamados a conectarnos con Dios. Siempre se ha preguntado la persona creyente: ¿está Dios con nosotros o no está? ¿Nos lleva Dios en su mano o no nos lleva y estamos solos y abandonados? El signo de la estrella dice en su lenguaje simbólico: tu vida y Dios pueden estar conectados.
¿Cómo conectarnos con Dios hoy?
· Cuanto más humano, más conectado: la inhumanidad nos desconecta; el comportamiento humano nos conecta. Si te descubres inhumano, estás desconectado; si, por el contrario, has sido humano durante el día, estás conectado.
· Cuanto más bondadoso, más conectado: si eres bueno y crees en la bondad, más conectado; si piensas que el mal es más fuerte que el bien y no te plantas ante él, más desconectado.
· Cuanto más compasivo, más conectado: si encuentran en ti eco las heridas humanas, si te acercas y das algo de apoyo y consuelo, si te echas al hombro al caído, más conectado; si das un rodeo y pasas de largo, más desconectado.
Días pasados asistíamos a la inauguración de la catedral de Notre Dame de París. Una hermosura que nos causa, a la vez, una perplejidad: ha costado 700 millones de euros, una enorme suma. ¿Qué nos pasa a los humanos que nos unimos rápidamente para restaurar una obra de arte y nos cuesta tanto unirnos para restaurar la vida de los humildes? ¿Se conecta uno con Dios cuando se entra en ese maravilloso templo o cuando tiende la mano a uno que anda mal?
Ha pasado la Navidad. Quizá hemos estado distraídos con su jolgorio. Tenemos un año por delante para conectarnos con Dios. Tendremos muchas ocasiones para ello. No las desaprovechemos y recordemos lo dicho días atrás: Dios acontece cuando un mortal ayuda a otro. Esa es la mejor estrella para conectarse con Dios.
2º Domingo después de Navidad Y ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS
fe adulta
A partir de ahora, quien quiera encontrar a Dios no tendrá salir en su búsqueda hacia un cielo exterior, sin que habrá que ahondar en la vida porque en su fondo Dios ha puesto su morada.
Volvemos a leer el texto “navideño” que leímos el día de Navidad, el prólogo del evangelio de Juan. Al leerlo a los ocho días, en su octava, se quiere decir que la solemnidad de la Navidad, por ser nuclear en la fe, merece una celebración prolongada.
Subrayamos una frase que conocemos muy bien por el ángelus, pero que merece una reflexión: LA PALABRA ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS. En ese breve enunciado se dice algo singular: Dios ha abandonado su cielo y ha venido a poner su tienda en nuestra historia con intención de no quitarla nunca más. Es una tienda montada para siempre, no con la brevedad de una acampada. A partir de ahora, quien quiera encontrar a Dios no tendrá salir en su búsqueda hacia un cielo exterior, sin que habrá que ahondar en la vida porque en su fondo Dios ha puesto su morada.
Toda esta espiritualidad no la hemos tomado realmente en serio. Nosotros seguimos pensando, en nuestro imaginario religioso, que Dios está en su cielo y nosotros aquí en la tierra. No mezclemos las cosas. Hacer a Dios compañero de nuestra historia, participante de lo nuestro es algo que todavía no nos entra en la cabeza y en el corazón.
Si intuimos aquí una dimensión nueva de la fe, podemos pensar:
· Dios es vecino de nuestro barrio: se mueve por nuestras calles, apoya nuestras problemáticas vecinales. Solemos decir “cada uno en su casa y Dios en la de todos” para remarcar un cierto individualismo. Pero la segunda parte es interesante: “Dios en la de todos” ¿Es así o está lejos de la casa de todos? ¿Por qué nos cuadra más un Dios lejos? ¿Nos molesta un Dios cercano?
· Dios es caminante de nuestras sendas: sean acertadas o equivocadas. Decimos, a veces, cuando nos inunda el desamparo: “Estamos dejados de la mano de Dios”. Nunca nos deja él de su mano y, menos todavía, cuando lo necesitamos más.
· Dios es de nuestra misma condición: decimos popularmente que “Dos que duermen en un colchón se hacen de la misma condición”. Dios “duerme” en nuestro colchón, se hace de nuestra misma condición. Eso es lo que queremos decir cuando hablamos de la encarnación del Señor.
Alegrémonos de que Dios haya tomado nuestra historia para construir en ella su morada. Él es distinto de nosotros, pero no está más lejos que nosotros. No temamos humanizar a Dios porque, cuanto más hondamente humano, más divino para nosotros.
Puede que todo esto nos diga poco. Pero, si lo entendiéramos bien, habríamos de salir animados de las celebraciones de Navidad. Para acercarse esto se necesita un poco se silencio. No estaría mal que, en el jolgorio de la Navidad, encontráramos un momento de silencio para meditar en estos planteamientos. Tal vez entonces la Navidad cobraría otro color.
EPIFANÍA (C) Mt 2,1-12 DIOS SE ESTÁ MANIFESTANDO SIEMPRE EN TODO LO QUE ES
fe adulta
Es una de las fiestas más antiguas, anterior a la Navidad. “Epifanía” significa en griego manifestaciones. Parece ser que, en su primer significado hacía referencia a la primera luz que aparecía en Oriente y anunciaba el nuevo día. Hasta hace bien poco se conmemoraban este día tres ‘manifestaciones’: la adoración de los magos, la boda de Caná y el bautismo de Jesús. Hoy celebramos en occidente la adoración de los magos, más conectada con la Navidad y como símbolo de la llamada de todos los pueblos a la salvación ofrecida por Dios en Jesús. En oriente se sigue celebrando hoy la Navidad.
El relato que hoy leemos del evangelio de Mateo no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico. Dios se está manifestando siempre. El que lo descubre tiene que convertirlo en imágenes para poder comunicarlo a los que no lo han descubierto. Si nos quedamos en la letra, no descubriremos la realidad. Dios se manifiesta siempre pero lo descubren solo algunos en situaciones muy singulares.
El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo material, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar como es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender mientras sigamos creyendo en un Dios todopoderoso, apto para hacer o deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno… para terminar pidiendo algo.”
Debemos superar la idea de Dios creador como hacedor de algo que deja ahí fuera. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. Lo que llamamos creación es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura. Imaginad que la creación es la figura que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen. Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de unir. Al crear, Dios solo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada de ellas.
La creación no falla nunca. Siempre está manifestando a su creador. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”. Cuando llega a la creación del hombre, dice: “era todo muy bueno”. La idea de un Dios que tiene que estar haciendo chapuzas con la creación es mezquina. La idea de una salvación, como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero seguirá siendo manifestación de Dios y como tal, único y perfecto.
Podemos seguir diciendo que Dios actúa puntualmente en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la acción de Dios, y para él es como si en ese momento Dios hiciera algo. Como Dios está en toda criatura y en todos los acontecimientos, está ahí en todo momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero solo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía.
La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese un Dios escondido, es falsa”.
Dios es el Dios que se revela siempre y el que siempre está escondido. La experiencia de los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó claro: "A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eres ido." Y el místico sufí persa Rumi dice: "Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida”.
El relato de los Magos no hace referencia a personas sino a personajes. Ni eran reyes ni eran magos ni eran tres. Eran sabios que escudriñaban el cielo para entender la tierra. Porque estaban buscando, encontraron. Fijaos que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada los que estaban más cerca del niño. Para descubrir la Presencia, lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde encaminarse, pero arriesgaron.
Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la de la promesa”. Lo definitivo no es pertenecer a un pueblo sino estar en búsqueda.
Preguntan por un Rey de los judíos, clara contraposición al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir, identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” donde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante tal acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada.
En aquellas culturas, el signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de toda persona estaba precedido por la aparición de su estrella. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que estaba mirando al cielo. Solo los que esperan algo están en condiciones de aceptar esa novedad. Los magos insatisfechos siguen escudriñando el cielo y por eso pueden detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre.
Los dones que le ofrecen son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de haber interpretado su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser: el oro era el símbolo de la realeza. El incienso se utilizaba en todos los cultos que solo se tributan a Dios; la mirra se utilizaba para desparasitar el cuerpo y para embalsamarlo, como hombre.