FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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miércoles, 31 de mayo de 2023

¿A QUÉ NOS REFERIMOS CUANDO HABLAMOS DE POLÍTICA? GRANDES ACCIONES CONSTRUIDAS DE PEQUEÑOS GESTOS (I)


col pino

 

Hoy debemos dar más valor a las experiencias político-sociales que se cuecen en nuestras calles y barrios, porque las calles y los barrios son un laboratorio social de lo que se cocina en nuestras ciudades. La lógica de lo pequeño debe abrirse paso día a día a través de la resistencia social y jurídica ciudadana, como cuando milita contra los desahucios injustos, o se levanta y protesta contra la banca desalmada, contra el precio de la luz o de las hipotecas, cuando toma conciencia y trabaja en la difícil lucha contra el cambio climático o contra la asimilación de las culturas mayoritarias, etc., etc.

El cambio político no tiene por qué pasar primeramente por las instituciones porque, entre otras cosas, nos podemos quedar esperando. Tampoco hay por qué reducir lo público a lo institucional: Greenpeace, SOS Racismo, Amnistía Internacional... Es importante intentar rescatar la política participativa, no adscribirse a sólo votar cada 4 años y esperar a ver qué es lo que hacen o no hacen (como si se les firmara con el consentimiento de todos (lo votes o no) un cheque en blanco a quienes llegan al poder para que hagan y piensen por nosotros). El 15 M, fue un movimiento político que removió todas estas cuestiones, los cimientos de la verdadera razón de las instituciones y su servicio, pero pronto se sumó a la maquinaria institucional partidista y, en cierto modo, perdió la inocencia, espero que no el alma ni la oportunidad de mostrar que otra política era posible. Pero fue bonito mientras duró… Reflejó el alma de la ciudadanía y acercó la posibilidad de mirarnos a la cara a la misma altura. Existen nuevas propuestas: Banca ética, sistemas de financiamiento comunitarios, cooperativismo, experiencias de consumo de proximidad… Muchas de las cosas que hoy día se han conseguido hay que reconocer que vienen de estos grupos de concienciados indignados con la política vertical y tradicional.

Democracia y libertad, como afirma “Inside Jobs”, son una forma ingeniosa de dictadura económica porque dependen los gobiernos de los banqueros y sus decisiones. Las políticas económicas las llevan los bancos (la economía) y no los políticos, como debería ser, al menos desde el ángulo izquierdo del ejercicio político, donde (teóricamente al menos) se gesta  una democracia participativa y se regulan leyes a favor de los ciudadanos, especialmente los más vulnerables. La sociedad es un grupo humano que vive junto para responder a las necesidades materiales de supervivencia (tecnología, formas económicas) pero también de convivencia (grupos sociales-organización política) y de sentido, concediendo significado a las cosas que hacemos (arte-religión-música…).

Existe hoy día un problema serio de desestructuración personal y desintegración del yo derivado del contexto sociopolítico que pesa sobre nosotros. Es posible así preguntarnos varias cuestiones, por ejemplo, ¿quién soy yo? ¿Soy sólo el padre de familia o también el trabajador que cumple? ¿Soy el luchador social? Aunque la pregunta más gorda es plantearse seriamente cómo ha pasado de ser perseguido el lucro, el ganar dinero a ser lo más perseguido por todos? ¿Quién nos vendió esto de manera tan eficaz también a los cristianos? El cristianismo mira (o debe mirar) por el bienestar de las personas.

El centro de los Evangelios no es el dogma sino la persona. Al paralítico, a la adúltera, al pescador... Jesús los pone en el centro. Y las instituciones y organismos deben estar al servicio de las personas. La conciencia (también la libertad) es esa especie de luz  interna que te dice “no me voy a tragar esas cosas que me dicen que son así por el simple hecho de que me las digan” pero, ¿adónde ha ido nuestra conciencia? ¿En qué filas milita?

A la vez somos productores y productos, críticos y actores. Con nuestras acciones también modificamos las estructuras sociales, somos actores  transformadores. Siempre recibimos, criticamos y actuamos en sociedad. Estas son realidades inseparables. “pensar globalmente, actuar localmente” (Think Global, Act Local). Realizar pequeñas acciones en las comunidades locales teniendo en cuenta el planeta en su conjunto (globalizado). Las grandes acciones están construidas de pequeños gestos… Pensemos, por ejemplo, si el dinero es el motor inmóvil o el motor móvil. Si nos planteamos por qué Jesús enfrenta a Dios y al dinero nos daremos cuenta de que lo enfrenta como objeto de nuestro deseo, por hacer de él un ídolo. El problema es adorarlo. D. Schweickart, en Más allá del capitalismo, expresa que existe una diferencia entre Democracia y Poliarquía, que es lo que funciona en España.  La voluntad popular no acaba imponiéndose. El/los grupo/s minoritario/s impone/n su/s interés/es (partidistas y sin escrúpulos) y los gobiernos “no tienen más remedio” que aceptar. Como ejemplo, la maquiavélica frase que se escucha continuamente a ciertos políticos: “hay que recortar los salarios de los trabajadores…” y tan campante se asume como si ello fuera  algo natural, lógico, irremediable.

Para Amartya Sen, “desarrollo” es progreso como libertad. Nos podemos preguntar: ¿cómo está desarrollado mi país? ¿Y mi mundo? ¿Y yo? Hay que cambiar las estructuras personales, locales y globales que no liberan. La experiencia dice que mientras más laicos somos, más humanos, más espirituales, y cristianos, si me apuran, somos. Es así muy importante el diálogo intercultural, interreligioso, la no dualidad ciencia-religión- humanismo. Ello, evidentemente, no implica tener unas convicciones o creencias descafeinadas sino mantener una tolerancia y un diálogo como premisa para vivir en una sociedad democrática y de derecho.

Como critica duramente en toda su obra el ideólogo social B. Sousa Santos (especialmente en Crítica de la razón indolente, Democracia y participación y en El milenio huérfano, entre otros) el pensamiento occidental moderno es un pensamiento a la deriva, un pensamiento abismal. La sociedad dominante occidental ha priorizado en el hombre frente  a la mujer, en el blanco frente al negro, el occidental frente al oriental…. Por lo que podemos hablar sin ningún tipo de duda de “globalización hegemónica”.

Precisamente de estos grupos excluidos, dispersos y plurales, de estas piezas expulsadas por la globalización hegemónica que se impone, salen los pequeños pero prometedores movimientos sociales de la actualidad. Si consiguiésemos conectar estas pequeñas piezas del puzle, estos retazos sueltos que configuran y representan el mosaico de la voz de los sin voz, entonces, y sólo entonces, podríamos unificar y dar valor de justicia a esta imparable pero ingrata globalización. Hoy día anuncian un nuevo  estado político-social el triunfo de las nuevas asociaciones. Al fin y al cabo podemos vivir esperanzados, a pesar del “sálvese quien pueda” que impera hoy en las calles y en las casas. Hay vida más allá de la crisis, pero la gente de a pie se pregunta si hay vida más allá de la subida imparable (algunos dicen que irremediable pero yo no me lo creo) de precios...

Muchos se plantean si la fe cristiana puede aportar algo a la transformación y regeneración de la política. Las vicisitudes del sistema político, sumadas a la crisis económica mundial dan como resultado una crisis profunda de deslegitimación democrática, y acentúa las contradicciones culturales del capitalismo. José Mª Mardones comentó en alguna ocasión que la caída del muro de Berlín consistió en la subida al poder del pensamiento único, eliminando el ámbito de lo político (la  igualdad, la solidaridad). El neoliberalismo va acompañado del tecnocratismo (individuos que, por su idoneidad técnica y su conocimiento instrumental, gobiernan como alternativa a lo político). Esto mina el sistema de legitimidad de la política.

El modelo estatal está también cuestionado. La globalización hace emerger un nuevo modelo de Estado que hace saltar las costuras del modelo anterior. Hoy día todavía existe una crisis de la representación política. Cuando el 15 M salió a las calles y decía "no nos representan" estaba diciendo mucho de la crisis política e institucional. Era un grito de la ciudadanía. El ciudadano elige a sus representantes según un programa (que pocos leen).

Pero ¿cuáles son los problemas de esta política representativa? Los representantes han disminuido en calidad. No hay buena preselección desde dentro de los partidos. Existe una degradación en la selección de los posibles candidatos de los partidos. La partidocracia, el poder de los partidos y las luchas  internas, el poder de los intereses que sirven finalmente a las ambiciones no democráticas, la corrupción, y ahora, para colmo, la compra de votos son una verdadera vergüenza, una lacra que no hace sino carcomer las instituciones y desencantar a la ciudadanía haciendo bastante difícil aceptar eso que decía Aristóteles de que todos somos animales políticos. A todo esto hay que sumar las dificultades para controlar el poder: los bancos y los medios están militando; hay partidismos, políticas bancarias, intereses económicos, grupos de presión…

Hemos pasado del ciudadano exigente al consumista insatisfecho, y esto imposibilita a pensar en clave de res pública reviviendo la crítica de Marcuse. ¿La familia, la escuela e instancias educativas están siendo instancias regenerativas? No hay formación crítica militante desde hace mucho tiempo en los partidos ni en la Iglesia; el compromiso social de la iglesia, ese encarnarse como Jesús en el mundo, fermentar la masa, militar socialmente como cristiano parece no estar de moda últimamente. Esta crisis general política, en España es una crisis en el modelo de Estado, en el de organización territorial, en el sistema de partidos:   un bipartidismo imperfecto que de hace tiempo venía haciendo aguas, populismos baratos que quieren arreglarlo todo de un plumazo sin contar con el diálogo ni con el pueblo, la falta de emergencia de nuevos agentes políticos... Todo el espacio público está invadido por los partidos políticos. Y los partidos no han educado en la vida político-social. Han agotado los espacios públicos. Las instituciones de control son básicas para el cumplimiento de una democracia real porque ayudan a que no haya impunidad, si este órgano de control es independiente a la política, claro. ¿Es posible dar pautas para una buena política? De Sousa Santos habla sobre la necesidad de construir un nuevo sentido común emancipatorio que   revitalice la vida civil y repolitice la democracia para poder salir adelante. Para ello tenemos algunas claves que no podemos eludir porque es tarea de muchos; por lo cual pide y exige consenso y acuerdos entre las distintas sensibilidades y entre los diferentes relatos: feminismo, pensamiento religioso evangelizador, una izquierda dialogante... Hoy no tenemos un gran relato emancipador, por lo que la alternativa hay que construirla entre todos, poniéndonos de acuerdo entre muchas sensibilidades y campos.

Hay que actuar en lo pre-político y en lo pre-social. Si los ámbitos están  colapsados, recuperemos esos ámbitos de participación. Nadie es omnipotente ni ninguna institución o sistema omnipresente. Hay que partir de una gran humildad y honestidad, de un debolismo estructural para poder moralizar la vida social, para unir política y ética. El trabajo pre-político, como dice Mardones, es más política que la propia actuación. El ejercicio  político de decisión, de algún modo empobrece por su sentido de lo pragmático y la rapidez de respuesta exigida. La educación tiene en esto un valor primordial, aquello que te forma y te reenvía para que descubras tu papel en el mundo, que te libera y te retorna al mundo cuestionando cuál va a ser tu misión y sentido. Cosas susceptibles de mejora hay muchas: listas abiertas, leyes electorales, ley de transparencia y control, exigencia de responsabilidades, disminución del poder de los asesores... Los partidos políticos desde hace tiempo no son democráticos en su funcionamiento. Hay que alzar instancias  democráticas que aúnen voluntades generales.

El papel de los movimientos sociales sigue siendo muy importante para forzar medidas políticas justas; quizá en los poderes locales sea más sencillo e idóneo, articulándose en el juego político el derecho como agrupación de electores y no sólo como elementos de protesta. La política va de abajo arriba. Somos ciudadanos, no súbditos.

 

Jesús Lozano Pino

Religión Digital

֍NOTA: este artículo se basa en un capítulo que escribí con Hercritia en 2013 en el libro colectivo Crítica y crisis de Occidente (Ed. Dykinson), cuyo título es “Hay señales, futuros ya presentes, posibles diversos, a pie de calle (¿Qué tienen que decirnos el debolismo kenótico-caritativo de G. Vattimo y la Teología de la liberación acerca de la crisis sistémica?)”.

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