El modelo aún dominante en las discusiones ecológicas se centra en el ámbito estatal y en el mundo; en economía la explotación de la naturaleza, el crecimiento / desarrollo ilimitado a nivel mundial y la competencia; en política prevalece la centralización, la jerarquización, el control y el gobierno de la mayoría; en la cultura lo cuantitativo sobre lo cualitativo, la uniformización de las costumbres, el consumismo y el individualismo y el pensamiento tecnocrático.
Este paradigma subyace en gran parte a la crisis actual de la tierra, pues la considera como un todo uniforme sin valorar la singularidad de sus muchos ecosistemas y la diversidad de las culturas. Por eso, genera desequilibrios en el sistema de la vida y en la dinámica natural de la Tierra viva. Era la crítica que Chico Mendes hacía al abordar el desarrollo de la Amazonía: querer aplicar uniformemente las mismas tecnologías y métodos de otras regiones de la Tierra. Tal procedimiento daría lugar a la devastación de la Amazonia, como de hecho está ocurriendo. De ahí su propuesta del extractivismo como adecuado a ese ecosistema: Extrae lo que se necesita para el comercio, pero preservando la riqueza de esa selva, fundamental para los climas y el equilibrio general del planeta.
Hoy se está imponiendo otra vertiente más amiga de la naturaleza y con posibilidades para sacarnos de la crisis actual: el biorregionalismo. La biorregión se circunscribe a un área normalmente definida por los ríos y el macizo de montañas. Tiene un cierto tipo de vegetación, de geografía del terreno, de fauna y flora y muestra su propia cultura local con sus hábitos, tradiciones, valores, religión y la historia hecha en el lugar.
En cuanto a términos de escala se centra en la región y en la comunidad; en economía, en la conservación, la adaptación, la autosuficiencia y la cooperación; en política, en la descentralización, la subsidiariedad, la participación y la búsqueda de consenso; en cultura favorece la simbiosis, la diversidad y el crecimiento cualitativo e incluyente.
El biorregionalismo no es nuevo, ya que está inspirado en los antiguos modos de vida, antes de la aparición de los imperios con su burocracia, jerarquía y ejércitos, base de los estados modernos.
La tarea básica de biorregionalismo es hacer que las gentes entiendan y aprecien el lugar donde viven. Es importante que conozcan el tipo de suelos, los bosques, los animales, las fuentes de agua, la dirección de los vientos, los climas y microclimas, los ciclos de las estaciones, lo que la naturaleza nos puede ofrecer en términos de paisaje, alimentos y bienes y servicios para nosotros y para toda la comunidad de vida. Es necesario que la gente se impliquen en la cultura local, en las estructuras sociales, urbanas y rurales, aprenda de las figuras ejemplares de la historia local. Y, finalmente, se sienta hijo e hija de la Tierra.
En la biorregión la sostenibilidad se hace real y no retórica al servicio del marketing; puede convertirse en un proceso dinámico que aprovecha racionalmente las capacidades que ofrece el ecosistema local, creando más igualdad, disminuyendo la pobreza hasta niveles razonables, facilitando la participación de las comunidades en la creación de los proyectos y en las prioridades.
Aun siendo la comunidad local la unidad básica, esto no invalida las unidades sistémicas más grandes (inter-regionales, nacionales e internacionales) que afectan a todo el mundo (por ejemplo, el calentamiento global). La idea de lo glocal, es decir, pensar y actuar local y globalmente nos ayuda a articular las dos dimensiones. Siempre es necesario informarse sobre las experiencias de otras regiones y cómo va el estado general del planeta Tierra.
El biorregionalismo posibilita que las mercancías circulen localmente, evitando las largas distancias; favorece el surgimiento de cooperativas comunitarias; persiste la economía de mercado, pero compuesta principalmente, aunque no exclusivamente, de empresas familiares, iniciativas cuyos propietarios son los propios trabajadores y una cooperación abierta entre barrios y municipios, como ocurre entre varios municipios del valle del río Itajaí en Santa Catarina y en otros lugares.
El biorregionalismo permite dejar atrás el objetivo de “vivir mejor” (ética de la acumulación ilimitada) para dar espacio al “buen vivir y convivir” (ética de la suficiencia) de los andinos, que implica siempre el bienestar de toda la comunidad y entrar en armonía con la Madre Tierra, con los suelos, con las aguas y con los demás elementos que garantizan nuestra vida en común con los otros seres vivos del ecosistema.
Este es un camino que se está abriendo en muchos lugares del mundo. Establece una semilla de esperanza en medio de la falta de alternativas de hoy en día.
*Leonardo Boff escribió con Mark Hathaway, El Tao de la liberación: explorando la ecología de la transformación, 2012.
Traducción de MJ Gavito Milano
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