FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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domingo, 30 de abril de 2017

JIM KEENAN, SJ: "EN ESTE MOMENTO DE CONFUSIÓN, EL PAPA ESTÁ LEVANTANDO UNA IGLESIA COMO UN FARO EN LAS TINIEBLAS"

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"El giro de Francisco a lo social es el imperativo evangélico". Jim Keenan, sj, profesor del Boston College y creador de una red mundial de moralistas, que acaba de ser recibida por el Papa y por varios dicasteros romanos. El reputado moralista americano cree que "Francisco es un faro en medio de las tinieblas", defiende la 'Amoris laetitia' y la moral enriquecida por el bien hacer de los laicos en este ámbito.
Acaba de estar en Roma, con algunos otros miembros de Catholic Theological Ethics in the World Church, y han sido recibidos por diversos dicasterios y por el propio Papa. ¿Es un reconocimiento explícito a la red que fundó?
Los miembros del comité organizador de nuestra red fuimos a Roma para presentarnos a los cardenales y al personal de seis Congregaciones y para ofrecernos como punto de contacto. Fuimos recibidos calurosamente y nuestros anfitriones nos dedicaron un largo tiempo.
La sensación que tuvimos fue, sobre todo, de respaldo. Tras catorce años de desarrollo de la que es una red viviente de mil moralistas católicos de ochenta países, recibimos en las reuniones con cada uno de los cardenales y con el Papa una bienvenida, un apoyo y un respaldo fraternal.
¿Se puede saber qué les dijo el Papa Francisco?
Nos reunimos con él durante 45 minutos. Nos presentamos y le comenté que habíamos perdido uno de nuestro grupo, Lucas Chan, SJ, quién falleció repentinamente el mayo pasado de un fallo cardíaco.
Le di al Papa su estampita. Lo queríamos mucho y, al dársela al Papa, muchos de nosotros lloramos. El Papa vio lo cercanos que somos los siete y agradeció que le diéramos la tarjeta. "Un gesto muy bonito", dijo. Creo que en aquel momento percibió que lo que más nos importa en nuestra red es el cariño tangible mutuo.
Le dimos unos libros que acabamos de publicar. Uno que se llama Just Sustainability y otro sobre la migración, y le explicamos que estos libros recogen trabajos de 25 autores diferentes de todos los continentes. En total le entregamos cinco de nuestros libros que abarcan un abanico de temas éticos, y con eso el Papa pudo contemplar lo extensiva es la red que hemos establecido.
Hablamos sobre cómo nuestras reuniones en Trento, Padua, Manila, Bangalore, Berlín, Cracovia, Bogotá y Nairobi han sido encuentros de moralistas de contextos muy diversos, pero a la vez capaces de discutir sobre esta diversidad sin caer en la polarización. Construimos nuestra unidad sobre esa capacidad de discutir, no sobre un consenso uniforme.
Su Santidad también nos habló de la unidad verdadera, que no se halla en la uniformidad sino en la diversidad, que toma en cuenta el contexto sin perder de vista lo que tenemos en común. Unidad en la diversidad. Fue un tema recurrente en nuestra conversación.
Hablamos también sobre Amoris laetitia: acerca del hecho de que muchos de nosotros hemos escrito sobre la exhortación, y sobre cómo algunas Iglesias -las de Alemania, Austria, Italia, Francia, Argentina y Sudáfrica en particular- están muy adelantadas respecto a la de Estados Unidos a la hora de acogerla.
Discutimos específicamente sobre el libro alemán editado por Stephan Goertz, Wendepunkt für die Moraltheologie? Kontext, Rezeption und Hermeneutik von Amoris laetitia. Al Papa le interesó claramente la cuestión de Amoris laetitia como un "punto de inflexión".
¿La vertiente moral es uno de los 'caballos de batalla' del pontificado del Papa Bergoglio?
La enseñanza de la moral es una fortaleza central del papado de Francisco. Pero él la enseña de una forma muy innovadora. Trae a la discusión las cuestiones morales en sí. Por ejemplo, para abordar las cuestiones sobre el matrimonio y el divorcio, las trajo al Sínodo, ¡y dejó que los miembros las discutiera dos años! Y después, en Amoris laetitia, espera a que las Iglesias locales la trabajen y reciban, y espera a que los matrimonios la interioricen de modo que, tras reflexionarlo en conciencia, traigan sus vidas a la Iglesia. El Papa respeta la manera en la que funciona la iluminación moral: a través de las percepciones compartidas, la confianza mutua, la honestidad total y la atención a nuestras tradiciones y a las Escrituras.
La vertiente moral, por lo tanto, es clave para el Papa, pero la forma en la que la abarca es muy sugerente para muchos de nosotros que trabajamos en el campo de la ética. En nuestra red hay cientos de moralistas reflexionando y escribiendo sobre su manera de proceder.
Muchos laicos suelen preguntarse el porqué una jerarquía de célibes se sigue metiendo tanto en las alcobas. ¿Qué decirles?
Con respecto a la ética sexual y marital, creo que tenemos que reconocer dos novedades muy significativas haciéndose sentir hoy en la Iglesia.
Primero, Amoris laetitia no es una intrusión en las alcobas. Más bien, es una invitación a volver a la Iglesia: a repensar nuestro acceso al Sacramento. No se trata del control de la natalidad: se trata de entender mejor los deseos de los laicos que quieren formar parte de una Iglesia que les da la bienvenida. Así que el enfoque es otro, ¿verdad? La exhortación es una invitación a una relación más plena con la Iglesia.
Segundo, vemos cada vez más que el trabajo sobre la ética sexual y el matrimonio lo hacen laicos casados, no los sacerdotes. Puedo decir que en mi país los nombres más importantes en la ética teológica matrimonial no son los de curas, sino laicos como Lisa Cahill, Flossie Bourg, Julie Hanlon Rubio y David Matzko McCarthy.
Lo que escriben es más exhaustivo, más profundo y más significativo que lo que vimos escribir en el pasado a los moralistas clérigos. El nuevo enfoque se ha puesto no en el dormitorio, sino en el hogar y en los barrios.
¿Teme usted, como dicen los conservadores, que, si se toca algo de lo moral, todo el edificio puede venirse abajo?
Me sorprende la pregunta, ¡y me pregunto qué es lo que la gente cree que no está temblando o viniéndose abajo! ¿Realmente se cree que las cosas no se desintegran? Estamos viviendo un momento de gran inquietud: el auge del populismo, la falta de compasión, las masas de inmigrantes y refugiados y un cambio climático sin precedentes. ¿Se está consiguiendo mantener todo junto? Yo creo que no.
Las cuestiones morales tienen hoy día una urgencia imperiosa. Van directamente a un orden social que se ha visto puesto en entredicho, pero más que eso nos interpelan a cuenta de los marginados que hoy se encuentran amenazados más que nunca.
Este no es un momento en que debemos preocuparnos por una pérdida de credibilidad. Más bien debemos preocuparnos por ellos a los que se les abandona día tras día, por el nacionalismo despiadado, por la creciente brecha entre ricos y pobres y por la incapacidad del orden social de fijar bien sus prioridades.
¿Puede volver a conectar la Iglesia con los jóvenes actuales, manteniendo inalterable su doctrina sobre relaciones prematrimoniales, preservativos..., etc?
Pienso que tenemos que ocuparnos de estos millones de jóvenes que creen en la espiritualidad, pero que son reacios a comprometerse con una comunidad eclesial. Lo que buscan es un espíritu de bienvenida, y creo que una Iglesia acogedora es clave para todos nosotros, y algo en que nos guía Amoris laetitia. La Iglesia primitiva ciertamente fue acogedora con los gentiles y con los muchos inmigrantes que llegaban a las ciudades romanas. Necesitamos una Iglesia aún más acogedora.
En un momento de confusión, de oscuridad y de un desinterés total por el bien común, necesitamos una Iglesia que se levante como un faro en las tinieblas. Creo que el Papa Francisco la está levantando, pero las Iglesias locales también la tienen que levantar. Muchas lo hacen, pero otras muchas, no.
Necesitamos más líderes locales visionarios, proféticos y creativos que sepan escuchar, que sepan leer los signos de los tiempos, que sepan dar la bienvenida y defender a los vulnerables y a los que les falta estabilidad vital en estos tiempos revueltos.
No necesitamos líderes singulares, sino líderes que sepan trabajar en red, trabajar en equipo y invitar a otros a las grandes oportunidades que hay actualmente para responder a la crisis. No es el momento (¿acaso ha habido uno?) para la figura mítica solitaria: es un momento para un liderazgo solidario. Creo que este es el liderazgo al que llama el Papa Francisco. Es por eso que confía tanto en los Sínodos, y por que se rodea de su grupo de nueve.
Pienso, además, que a los jóvenes hay que incluirles en este liderazgo.
Parece que, con Francisco, la moral eclesial se centra más en la moral social (corrupción y demás) que en la moral sexual. ¿Comparte ese cambio de óptica?
¡El giro del Papa Francisco a lo social es el imperativo evangélico! Para poner un ejemplo: es importante ver a la Laudato Si' como una encíclica social. El liderazgo del Papa nos despierta de nuevo al compromiso del catolicismo con el bien común.
El bien común no es una idea: es la humanidad, la interconexión de las personas. Esto es lo que defiende Francisco una y otra vez: que todos estamos interconectados.
En nuestra red, estamos intentando conectarnos unos con otros de modo que podamos contemplar cómo lo que pasa en Kampala o Manila afecta a lo que hacemos en Nueva York, Madrid o Bangalore.
Creemos que hemos de ser personas cuyas vidas reflejan sus creencias: que como moralistas tenemos que ser personas que leen los signos de los tiempos con los ojos de la fe puestos en las Escrituras y la tradición, siempre conscientes de que llevamos estos recursos con nosotros mientras caminamos hacia adelante como discípulos de Cristo.
Otros titulares:
El Papa respeta la manera en la que funciona la iluminación moral: a través de las percepciones compartidas, la confianza mutua, la honestidad total y la atención a nuestras tradiciones y a las Escrituras
La vertiente moral es clave para el Papa, pero la forma en la que la abarca es muy sugerente para muchos de nosotros trabajando en la ética
Amoris laetitia trata de entender mejor los deseos de los laicos que quieren formar parte de una Iglesia que les da la bienvenida
Vemos cada vez más que el trabajo sobre la ética sexual y el matrimonio lo hacen laicos casados, no sacerdotes
Estamos viviendo un momento de gran inquietud: el auge del populismo, la falta de compasión, las masas de inmigrantes y refugiados y un cambio climático sin precedentes
Las cuestiones morales tienen hoy día una urgencia imperiosa
Este no es un momento en que debemos preocuparnos por una pérdida de credibilidad. Más bien debemos preocuparnos por ellos a los que se les abandona día tras día
Tenemos que ocuparnos de estos millones de jóvenes que creen en la espiritualidad pero que son reacios a comprometerse con una comunidad eclesial
Necesitamos hoy una Iglesia aún más acogedora
En un momento de confusión, de oscuridad y de un desinterés total en el bien común, necesitamos una Iglesia que se levante como un faro en las tinieblas
Necesitamos más líderes locales visionarios, proféticos y creativos que sepan escuchar
¡El giro del Papa Francisco a lo social es el imperativo evangélico!
El bien común no es una idea: es la humanidad, la interconexión de las personas.

sábado, 29 de abril de 2017

LA IGLESIA QUE QUEREMOS Y NECESITAMOS. RECUERDO DE ALBERTO INIESTA


col castillo
 Atrio
Recordamos aquí a Alberto Iniesta. Y la Iglesia que él quiso y que nosotros necesitamos. Pero este recuerdo será acertado, si tenemos presente que recordamos a Alberto y su gestión como obispo de Vallecas cuando estamos viviendo una “crisis” y una “estafa”. Y hacemos este recuerdo cuando nos damos cuenta de que la crisis va disminuyendo, pero la estafa no disminuye. Además, lo peor del caso es que no pocos de nuestros obispos dan la impresión de que o no se enteran de la estafa que estamos soportando; o (lo que sería más grave) se enteran, pero, más allá de algunas exhortaciones superficiales y genéricas, con las que algunos prelados despachan un asunto de tanta gravedad, las preocupaciones apostólicas de tales pastores – al menos por lo que dicen – parece que se centran en los temas en los que ponen mayor énfasis: el sexo, la identidad de género, la homofobia, el poder y los privilegios de la Iglesia, aunque estas cosas no se digan nunca así, tal como son y tal como suenan.
Alberto Iniesta
Alberto Iniesta ha sido, sin duda ni exageración, uno de los hombres más ejemplares que hemos tenido en España, en nuestra reciente historia del siglo XX. Su proyecto de la Asamblea de Vallecas, en marzo de 1975, cuando estaba agonizando la dictadura franquista en nuestro país, fue una intuición que se adelantó a los sueños de democracia, que, con dudas e indecisiones, los políticos y los clérigos de aquellos años gestionaron, en la transición que desembocó en la Constitución del 78.
Dicho en pocas palabras, la Asamblea de Vallecas fue, no sólo un “proyecto de Iglesia”. Además de eso, fue un “proyecto de sociedad”. Una sociedad en la que el pueblo toma la palabra. Y toma, sobre todo, la capacidad de decidir. Para resolver los problemas más graves que nos afectan a todos los ciudadanos. Sobre todo, los problemas que nos impiden ser ciudadanos libres, que viven en una sociedad igualitaria y justa.
Conocí a Alberto Iniesta en abril de 1971. En aquel abril, antes de la “Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes”, se celebró en Ginebra un Encuentro de los Consejos Presbiterales de Europa, en el que participaron más de doscientos sacerdotes. La representación española, presidida por el entonces obispo de Málaga, Angel Suquía, estaba compuesta por un grupo de sacerdotes, entre los que estábamos Alberto Iniesta y yo. Y precisamente a Iniesta y a mí se nos encargó hacer y presentar la ponencia sobre la Iglesia que estábamos necesitando. Un trabajo que tuvimos que hacer en pocos días. Fue entonces cuando quedé impresionado por la genialidad, la humanidad y la profunda espiritualidad de Alberto Iniesta. Un hombre que sólo quería el bien de la Iglealberto-iniesta (2)sia, para bien de la sociedad.
Así las cosas, lo que más me impresionó, en mis muchas horas de convivencia y conversación con Alberto Iniesta, en Madrid, en Ginebra, en octubre de 1971 (en Roma), en el Sínodo Mundial de Obispos, cuyo tema fue el “sacerdocio” y “la justicia en el mundo”, lo que más me impresionó – repito – fue la convicción más firme, que tenía Alberto Iniesta: la Iglesia necesita, de forma apremiante, una reforma a fondo. No se trata de una “reforma doctrinal”, sino de una “reforma de vida”, en la “gestión del gobierno” y en la “participación del pueblo” en la toma de decisiones.
Como era de esperar – y de temer –, ni el sistema religioso del Vaticano, ni el sistema político de Franco, podían permitir el planteamiento pastoral, participativo y democrático de Iniesta. En consecuencia, sucedió lo que era de temer. A última hora, en vísperas de la Asamblea de Vallecas, de Roma vino la prohibición de darle a la Iglesia aquel nuevo giro, que era el primer paso de una reforma y una renovación a fondo, no sólo de la Iglesia, sino igualmente de la sociedad [1]. Además, todo aquello se ejecutó de la forma más tajante y (yo añadiría que también) más cruel que se podía ejecutar. Alberto Iniesta fue llamado urgentemente a Roma. Y – por lo que después se pudo saber -, a Iniesta, no sólo se le prohibió, de forma terminante, la celebración de la Asamblea, sino que además el bueno de Alberto fue (y se sintió) ofendido y humillado por el Cardenal Prefecto de la Congregación de Obispos. Ofendido y humillado hasta el extremo de verse hundido e incapacitado, durante años, en un monasterio cisterciense, a donde se retiró para superar su profunda depresión. Hasta que ya, en edad de jubilación, regresó a su diócesis de origen, Albacete, para terminar sus días en paz, estudio y oración.
La Iglesia que necesitamos: volvamos al origen
¿Qué Iglesia quiso Alberto Iniesta? ¿Por qué la Iglesia, que quiso Alberto Iniesta, resultó ser intolerable, absolutamente inaceptable, para el sistema político de una dictadura y para el sistema religioso del Vaticano?
La respuesta fácil, convencional, que tienen estas preguntas, es conocida. Y es, por eso, la respuesta que siempre damos. La Iglesia, que se buscaba mediante la Asamblea de Vallecas, en marzo de 1975, no cabía, no pudo caber o encajar en el régimen dictatorial del franquismo, ni en el Código de Derecho Canónico de la Iglesia Católica. Por eso, aquello tuvo el final que tuvo. El fracaso de un proyecto que muchos añoramos.
¿Es posible en este momento volver a intentarlo? Hay que hacerlo. Pero va a necesitar tiempo y paciencia. Después de 30 años, bloqueando la renovación que inició el Vaticano II, la Iglesia está viviendo una situación de desconcierto. ¿Por qué este desconcierto? Cuando tenemos un papa, Francisco, que quiere limpiar el papado de la pompa y el hieratismo que nunca quiso Jesús, el boato y la mentira que condena el Evangelio, en esta situación, un sector señalado del episcopado, en lugar de alegrarse y unirse al papa Francisco, lo que están haciendo quienes se han vinculado a ese sector de cardenales, obispos y clérigos es poner dificultades al papa. Y así, aumentar el desconcierto en determinados sectores de la Iglesia.
¿Qué hacer, estando así las cosas? Vamos a ir derechamente al origen. Y a lo más original de la Iglesia. Todo comenzó, como sabemos, con el anuncio, que realizó Jesús, de la “Buena Noticia”, es decir, la llegada del Reinado de Dios [2]. Es verdad que quien fundó y gobernó las primeras “asambleas” cristianas (“ekklesiai”) fue Pablo. Pero también es verdad que, si Pablo pudo fundar y gobernar aquellas “iglesias”, lo hizo porque antes que él y su experiencia en el camino de Damasco, había existido Jesús de Nazaret, su mensaje, su forma de vida y su muerte en una cruz.
La “fe” y el “seguimiento”
Si el origen primitivo de la Iglesia se analiza detenidamente, lo que llama la atención, en este proceso incipiente de “fundación” de la Iglesia, es que los evangelios (especialmente los sinópticos) no ponen en, el centro de este origen primero de la Iglesia, la “fe” (“pistis”, “pisteuo”) de los discípulos de Jesús, sino el “seguimiento” (“akoloutheo”) que aquellos discípulos aceptaron para compartir su vida con la vida que llevó Jesús. Baste pensar que, en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se elogia 36 veces, del seguimiento de Jesús se habla 56 veces. O sea, el “seguimiento” aparece 20 veces más que la “fe”.
Pero lo importante no es la cantidad de veces que se menciona la fe o el seguimiento. Lo elocuente, en este asunto capital, es la significación relevante que los relatos evangélicos le dan al seguimiento de Jesús. Y lo que ese seguimiento representa en la vida. En efecto, según los sinópticos, cuando Jesús empezó a reunir el primer grupo de discípulos y las primeras multitudes de gente, que se iban con él y le escuchaban, en ningún relato se dice que Jesús les propusiera el tema de la fe, como pregunta, como exigencia, como condición para estar con él, para vivir el proyecto que él les presentaba. Y menos aún. En ninguna parte dicen los evangelios que la fe fuera la condición para estar con Jesús o para ser discípulo suyo.
Esto necesita alguna explicación. En los evangelios sinópticos, se habla de la fe en los relatos de curaciones, cuando Jesús resuelve las situaciones de sufrimiento de enfermos o personas excluidas. A estas personas, Jesús les dice siempre lo mismo: “tu fe te ha salvado”, es decir, “tu fe te ha curado”. Es le fe-confianza, la fe de quienes se fían de Jesús, viendo en él la solución del sufrimiento de este mundo. Y es importante caer en la cuenta de que esto es así, según los evangelios, incluso en los casos de personas que, sin duda, tenían otra religión y otras creencias, como ocurrió con el centurión romano (Mt 8, 5, 13 par), con la curación de la mujer cananea (Mc 7, 24-30 par) y en la sanación del leproso galileo (Lc 17, 11-19) [3].
Sin embargo – y en contraste con lo que acabo de indicar -, lo que la teología no ha tenido debidamente en cuenta es que, cuando los evangelios afrontan el problema fundamental de quienes pueden o no pueden estar con Jesús, la clave de la respuesta a este problema es el “seguimiento” de Jesús, tanto para los “discípulos” (Mc 1, 16-20; Mt 4, 12, 17; Lc 4, 14-15), como para el “pueblo” (“óchlos”) (Mt 4, 25; 8, 1). Por eso, lo primero que hizo Jesús fue llamar a los discípulos al seguimiento (Mc 1, 16-20; Mt 4, 12-17; Lc 5, 11; cf. Jn 1, 37-43). Jesús no empezó por pedir a aquellos hombres una “profesión de fe” o la aceptación de un “credo”. No. Lo primero fue una palabra: “sígueme”.
Ahora bien, si esto efectivamente es así, queda patente lo que con tanta lucidez dijo Juan Bautista Metz: “Sólo siguiendo a Cristo saben los cristianos a quién se han confiado y quién los salva”. Lo que, a su vez, significa algo que es mucho más fuerte: “El saber cristológico no se constituye ni se transmite primariamente mediante conceptos, sino en los relatos de seguimiento” [4]. Esto significa algo que seguramente jamás hemos pensado: a Jesús y su Evangelio, no lo conocemos – ni nos relacionamos con él – mediante creencias o actos religiosos, sino siguiendo a Jesús. Es decir, a Jesús lo conocemos en la medida en que abandonamos todo lo que sea necesario abandonar, para poder compartir la forma de vivir, las convicciones y el proyecto de vida de Jesús. Baste recordar que, según los evangelios, Jesús sólo pronuncia una palabra: “Sígueme” (“akolouthei moi”) (Mc 2, 14 par). Esto es todo (Bonhoeffer). Es lo que le dijo Jesús a un “publicano”, un pecador, un hombre de vida escandalosa. Un hombre al que Jesús no le preguntó si “creía” o “no creía”. Ni “en qué creía”. Ni si “se arrepentía” de su mala vida. A Jesús, por lo visto, no le interesaba nada de eso que tanto les suele interesar a los confesores, a los predicadores.
Pero hay más. Cuando Jesús llama a alguien para que le siga, Jesús no propone “para qué” llama, ni presenta un determinado “proyecto”, un “ideal”, un “programa” de vida, unas “condiciones” [5]. Incluso algo más fuerte: según los relatos de las llamadas al “seguimiento” (Mt 8, 21-22; Lc 9, 59-60; Mc 10, 17-22; Mt 19, 16-22; Lc 18, 18-23), Jesús exige el “despojo total”. O sea, “abandonar toda seguridad” o condiciones de seguridad en la vida: ni familia, ni dinero, ni trabajo fijo, ni vivienda, ni despedirse de la propia familia, ni siquiera enterrar al propio padre (Mt 8, 22) [6].
¿Significa esto que ser cristiano (o pertenecer a la Iglesia) equivale a convertirse en un “carismático itinerante”? ¿Tiene que ser la Iglesia “un movimiento de auto-marginados”? [7]. Quienes intentamos seguir a Jesús, por eso mismo, ¿no tenemos más remedio que vivir según las pautas de una “conducta desviada”? [8]. ¿Esto es posible y recomendable?
Jesús solo, como “seguridad”
Aquí tocamos la cuestión capital. No sólo para entender el Evangelio. Además de eso, para entender la Iglesia. Me explico: Es evidente que lo que Jesús exige, cuando le dice al que pretende ser creyente: “Sígueme”, en realidad lo que le dice es que abandone su casa, su familia, su trabajo, su dinero, sus observancias religiosas (hasta la cima de tales observancias, el entierro del propio padre). Y todo esto, sin ofrecerle, al que es llamado, ni un programa, ni un proyecto, ni una misión, ni unas condiciones, nada. ¿Qué significa esto? ¿Es esto razonable o realizable? Si somos consecuentes con la llamada de Jesús a “seguirle”, sólo una cosa queda en pie, en la vida del que es llamado: “Jesús solo”. Y esto, ¿qué significa y qué representa?
Lo que está aquí en juego es el problema de la “seguridad” en la vida. Sin pensarlo, tantas veces; sin darnos cuenta de lo que más nos angustia y más deseamos, en el fondo, siempre tenemos planteado el problema de nuestra seguridad en la vida. La casa, la familia, el dinero, la profesión, el prestigio, la salud, el estatus social, la institución a la que pertenecemos, la política, el derecho, la economía, las relaciones que mantenemos con los demás, la religión…. Todo eso es un conjunto de cosas tan importantes, porque nos dan seguridad en la vida. O, si no tenemos esas cosas, nos sentimos en la inseguridad y en la soledad. Esto nos suena a patético, por el miedo que nos provoca.
Esto supuesto, la insistencia de Jesús en el llamamiento a “seguirle” nos viene a decir que CREEMOS EN JESÚS SI PONEMOS SÓLO EN JESÚS NUESTRA SEGURIDAD. En definitiva, si ponemos nuestra absoluta “seguridad (Sicherheit) y alivio” (Geborgenheit) [9] en la convicción de que estamos con Jesús, vivimos con él y como él. Porque sólo cuando nuestra vida se proyecta así, entonces es CUANDO SOMOS VERDADERAMENTE LIBRES. Y es que, en el fondo, el problema que nos plantea el Evangelio es el problema de la libertad. Por esto Jesús insiste en la libertad ante la familia, ante el poder, ante el dinero, ante la religión. Jesús insiste en la libertad en estas situaciones y ante estas realidades, no porque estas cosas – como es lógico – sean malas, sino porque estas cosas tienen tanta presencia y tanta fuerza en nuestra vida, que nos limitan o hasta nos privan de la libertad.
El fondo del problema
Estamos tocando el fondo del problema más grave y más apremiante, que tiene que afrontar la Iglesia. Es el problema que era patente cuando Alberto Iniesta convocó la Asamblea de Vallecas. Y bien sabemos la dura respuesta que Iniesta tuvo que soportar, tanto del poder político, como del poder religioso. ¿Por qué ambos poderes son tan brutalmente intolerantes en situaciones como la que presentó Alberto Iniesta?
Porque, para los poderes que dominan y sostienen el sistema que nos rige, es determinante mantener la desigualdad. Una desigualdad que potencian, mantienen o consienten los poderes económicos, los poderes políticos, los poderes jurídicos y los poderes religiosos. De ahí, entre otras cosas, los “silencios sociales” [10], que mantienen estos poderes en las cuestiones más determinantes de las desigualdades. Todos estos poderes están inter-determinados de tal forma que, para que sigan funcionando con la eficacia que a ellos les interesa, esa eficacia no se consigue sino a base de producir y potenciar las desigualdades. Sean cuales sean las teorías, que cada cual tenga o defienda, para mantener los intereses de los que mandan, no hay más remedio que mantener las desigualdades económicas, políticas, jurídicas y religiosas. Por ejemplo, en economía: casi la mitad de la riqueza mundial está en manos solo del 1 por ciento de la población. En política, la cosa resulta patente cuando es un hecho que el hombre políticamente más poderoso del mundo es Donald Trump. En derecho-justicia, no hay que dar muchas explicaciones después de lo que estamos viendo y viviendo en España con motivo del comportamiento de determinados tribunales y sus jueces, de acuerdo con lo que les permite el vigente derecho penal o procesal. En religión, lo más fuerte es la violencia, el terrorismo, y en la Iglesia católica, el vigente Código de Derecho Canónico, que arrastra la violencia totalitaria del medievo hasta los tiempos actuales, cuando ya nos gloriamos de vivir en la “tercera Ilustración”.
Pues bien, estando así las cosas, todo esto nos ha llevado hasta una situación, que seguramente no podíamos imaginar: cuando hemos alcanzado el progreso tecnológico y científico más elevado, ahora precisamente es cuando vivimos en el mundo más inseguro. Estamos destrozando el planeta Tierra, estamos matando o dejando que se mueran millones de seres humanos cada año, hemos multiplicado el sufrimiento en el mundo, nos sentimos amenazados por incontables peligros, son ya demasiados los jóvenes que se ven sin futuro, los países más ricos levantan muros de separación, etc, etc…..
La consecuencia, que inevitablemente se ha seguido de este estado de cosas, es que a todos nosotros – seguramente sin que nos demos cuenta de lo que nos pasa – nos han invadido dos experiencias paralizantes y destructivas: la inseguridad y el miedo. Casi nadie habla de esto a fondo. Casi nadie se atreve a pensar en serio lo que vive en su más secreta intimidad. Pero sospecho que la inseguridad y el miedo son el peso y la carga que todos llevamos a cuestas. Y son la causa inconfesable de “los silencios sociales y otras artimañas” con las que, no sólo los poderosos nos ocultan la realidad, sino igualmente con las que los débiles nos escapamos de complicaciones y así perpetuamos la situación de sufrimiento en que vivimos.
La Iglesia que queremos y necesitamos
Ahora se comprende mejor la Iglesia que queremos y la Iglesia que necesitamos. He explicado cómo nació el primer germen de la Iglesia. Y en los evangelios consta que los relatos del origen de la Iglesia son relatos de llamadas al seguimiento de Jesús. Esto quiere decir que el “seguimiento” de Jesús es constitutivo del ser mismo de la Iglesia. Como es igualmente constitutivo de la cristología. Por otra parte, sabemos que lo que destacan los relatos de “seguimiento” es la llamada al despojo de los soportes fundamentales que nos dan seguridad: dinero, familia, trabajo, instalación, estatus social, religión. Jesús pidió a aquellos hombres – los primeros apóstoles – el “despojo total”. No por motivos de “ascética”, como lo interpretaron los monjes a partir del siglo tercero. Menos aún, por el “desprecio del mundo” y de todo lo que nos produce felicidad y disfrute de la vida, como lo entendió la espiritualidad medieval. No para obtener la paz personal e interior, el “Dharma”, según la tradición budista laica [11].
Lo que Jesús vio como específico y determinante, para la Iglesia y para los cristianos, es la superación del miedo y la inseguridad. Porque solamente así, podremos integrar en nuestras vidas el “proyecto de vida” que llevó Jesús y nos exigió Jesús, si es que queremos de verdad hacer presente el Evangelio en nuestra sociedad. Y nunca tendríamos que olvidar los creyentes en Cristo que, por trazar el camino que supera el miedo y la inseguridad, “Jesús aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” [12]. Sin duda, a esto se refería Jesús cuando les dijo, no solo a sus discípulos, sino “a todos” (Lc 9, 23): “Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga” (Mc 8, 34; Mt 16, 24; Lc 9, 23). Hoy no es posible interpretar estas palabras de Jesús como un llamamiento “para vivir en los márgenes” [13] de la vida y de la sociedad. Seguir a Jesús es cargar con su cruz. Pero, ¿qué significa esto y qué es lo que exige?
En la sociedad de la “corrupción” y la “desigualdad”, que genera el “miedo” y la “inseguridad”, seguir a Jesús, creer en Jesús, vivir en la Iglesia, no es una exigencia de heroísmos y singularidades que nos empujarían a tener que andar, como una especie de fugitivos, por los márgenes de la vida, como excluidos sociales. No se trata de eso. La exigencia de Jesús es enteramente razonable. Es lo que tendría que ser lo común para todo ciudadano. Estamos hablando sencillamente de “ser ciudadanos honrados y honestos, que cumplen con sus obligaciones cívicas y, si es que en algo los cristianos se diferencian de los demás, tendría que ser por su sensibilidad ante el sufrimiento y la desigualdad que impone el desorden establecido”.
La Iglesia como factor de cambio
La Iglesia “que queremos y necesitamos” es la gran Comunidad de creyentes en Jesús, que produce este proyecto de vida, lo cultiva, lo fomenta, lo mantiene. Pero aquí lo que importa es entender bien lo que queremos decir cuando hablamos de “la gran Comunidad”.
Es evidente que, en los evangelios, la presencia y la importancia de los “Doce” (“discípulos” o “apóstoles”) se destaca en la vida y en el proyecto de Jesús. Pero, tan cierto como eso, es que, en la Antigüedad Tardía (en los primeros siglos de la Iglesia), el cristianismo fue un factor de cambio decisivo. Un cambio, no sólo religioso, sino también social. Además, esto se realizó no sólo por la doctrina que enseñaban los obispos, sino sobre todo por la forma de vida que llevaron los cristianos, en la crisis del Imperio ya ante de Constantino (s. IV) [14]. ¿En qué y por qué fue el cristianismo “factor de cambio”?
“Durante el siglo II e incluso el III, el cristianismo aún era en gran parte (aunque con algunas excepciones) un ejército de desheredados” [15]. Pero también es cierto que el cristianismo, además de sus promesas para la otra vida y sus prácticas religiosas, poseía un sentido comunitario más fuerte que todo cuanto ofrecían los otros grupos mistéricos de aquel tiempo, sobre todo “por la forma común de vida, como acertadamente advirtió Celso” [16]. Sabemos con seguridad que, en aquellos tiempos de miseria, escasez y hambre, la Iglesia ofrecía todo lo necesario para constituir una especie de seguridad social: cuidaba de huérfanos y viudas, atendía a los ancianos, a los incapacitados y a los que carecían de medios de vida [17]. Y, más que nada, ofrecía un sentimiento de grupo que el cristianismo de entonces estaba en condiciones de fomentar. La Iglesia consistía, sobre todo, en comunidades de acogida en las que la gente se sentía protegida por derechos que la sociedad no le ofrecía.
Hoy, cuando nos estamos dando cuenta de que se puede salir de la “crisis” económica, manteniendo a grandes sectores de la población en la “estafa” cruel de los que se ven hundidos en lo más bajo de la desigualdad, comprendemos mejor lo que explico admirablemente el profesor E. R. Dodds. Me refiero al horror del sentimiento de desamparo que puede experimentar cualquier ser humano en medio de sus semejantes. Debieron ser muchos los que experimentaron este desamparo, en la Antigüedad Tardía: los bárbaros urbanizados, los campesinos llegados a las ciudades en busca de trabajo, los soldados licenciados, los rentistas arruinados por la inflación y los esclavos manumitidos. Para todas estas gentes, el entrar a formar parte de la comunidad cristiana debía ser el único medio de conservar el respeto hacia sí mismos y de dar a su propia vida algún sentido. Y es que dentro de la comunidad cristiana se experimentaba el calor humano y se tenía la prueba de que alguien se interesaba por nosotros, en este mundo y en el otro [18].
Por esto, exactamente por esto, el cristianismo fue un agente decisivo de transformación de la cultura y de la sociedad. Los historiadores mejor documentados lo han dicho sin rodeos, al explicar lo que representó “la caída del Imperio Romano”: “el cristianismo fue en cierto sentido una fuerza igualadora y promotora de una progresiva democratización. Insistía en que todo el mundo, con independencia de cuál fuera su posición económica o social, tenía un alma y un valor parejo en el drama cósmico de la salvación, y algunos de los textos evangélicos sugerían incluso que las riquezas de este mundo podían constituir un obstáculo para la salvación” [19].
La Iglesia que humanizó el Imperio, hasta que ella misma se dejó corromper por la fuerza perversa de los poderes, las riquezas y los privilegios, esa Iglesia que queremos y necesitamos, fue la gran Comunidad que igualaba al pueblo, a la sociedad, a los ciudadanos. La Iglesia de los que no se daban por satisfechos con la fe cristiana, sino que, junto a la fe y por la fuerza de aquella fe, vivían el seguimiento que Jesús exigió a los apóstoles, a los discípulos y al pueblo en general, según los numerosos relatos evangélicos que nos han conservado esta “memoria peligrosa”, que nos resistimos a recordar. Y, sobre todo, la memoria que no soportamos actualizar, hacerla viva y presente en esta Iglesia nuestra de hoy.
Conclusión
Mi conclusión es clara. Hay dos maneras de entender la Iglesia y de vivir en ella. La Iglesia de la “sumisión” y la Iglesia de la “necesidad”. ¿Qué significan estas dos maneras de entender y vivir la Iglesia? Cuando lo importante y decisivo en la Iglesia es el “poder” de los que mandan, la Iglesia no tiene más remedio que ser la Iglesia de la “sumisión”. Cuando lo importante y decisivo en la Iglesia es el “sufrimiento” del mundo y en el mundo, la Iglesia no tiene más remedio que ser la Iglesia de la “necesidad”.
La Iglesia del “poder”, somete a sus fieles. Eso es lo principal para ella. Y utiliza los grandes temas de la Teología para someter: la fe, los sacramentos, la muerte, el infierno, la moral, la predicación. la liturgia, el derecho canónico, la catequesis, la espiritualidad, todo sirve y es eficaz para tener a la gente sumisa. Y el gobierno eclesiástico es un gran ejercicio de sumisión. Se somete el pensamiento y la capacidad de pensar, se somete la voluntad y la capacidad de decidir, se premia al sumiso, se castiga al desobediente. Y todo el gobierno de la Iglesia se organiza según este imponente tinglado de poder y sumisión.
La Iglesia de la “necesidad”, se afana, trabaja, lucha, por lo que más necesita la gente: palpar y vivir que todos, siendo “diferentes” en los hechos patentes que vemos y tocamos, sim embargo todos somos “iguales” en dignidad y derechos. Porque la Iglesia no se gestó, ni nació, del poder, sino que se gestó y nació del Evangelio. El Evangelio en el que leemos que lo más importante, para Jesús, no fue mantener e imponer su poder, sino remediar el sufrimiento, responder a lo que más necesita la gente, que es aliviar, remediar, suprimir sus muchos sufrimientos. Por esto, Jesús curó a los enfermos, perdonó a los pecadores, alivió el yugo que nos impone este mundo y sus leyes, no obligó nunca a nada, ni exigió obediencia a nadie.
Sobre esta base, nació la Iglesia. Y desde esta base, Jesús nos enseñó, no sólo ni principalmente la importancia de la fe, sino, junto a la fe y antes que la fe, el seguimiento de Jesús. Por eso, la “Iglesia de la sumisión” produce esclavos. Mientras que la “Iglesia de la necesidad” produce personas libres. Teniendo siempre en cuenta que solamente las personas verdaderamente libres pueden superar y vencer el miedo y la inseguridad. Las dos grandes ataduras que nos impiden ser agentes de cambio en esta sociedad nuestra, la sociedad de la crisis y la estafa. Lo que nos empuja constantemente a los “silencios sociales” cómplices, que perpetúan el sufrimiento que estamos soportando; y el que les espera a las generaciones que vendrán después de nosotros. A no ser que nos empeñemos, con el poder del Espíritu y la luz del Evangelio, en recuperar la capacidad de factor de cambio que caracteriza a la Iglesia de Jesús, el Mesías, el Señor.

viernes, 28 de abril de 2017

El provincial de los Salesianos en Venezuela pide al Gobierno de Maduro que cese la represión y deje a la población decidir su futuro





El Rector Mayor también expresa su apoyo a la Familia Salesiana y al pueblo venezolano y pide por la paz en el país.







El provincial de los Salesianos en Venezuela y presidente de la Conferencia Venezolana de Religiosos y Religiosas (CONVER), el P. Francisco Méndez Serrano, ha difundido un videomensaje en el que exige al Gobierno de Nicolás Maduro el fin de la represión perpetrada en el país, especialmente durante las protestas ciudadanas de las últimas semanas.

El P. Francisco Méndez se hace eco en su mensaje del hastío del pueblo venezolano ante la situación del país, derivada de las políticas gubernamentales: "La mayoría de los venezolanos no apostamos por este socialismo del siglo XXI, que ha traído hambre, pobreza, atraso... Y si ha traído algo bueno a alguien, sería a ustedes y a la cantidad de los delincuentes que nos gobiernan alrededor de ustedes, señor Presidente, Nicolás Maduro".

El provincial denuncia que el Gobierno venezolano "se ha hecho experto en crear una cultura de muerte disfrazada en el amor, pero ya nadie le cree". Y lamenta que este modelo corrupto ha generado un panorama desolador entre la juventud del país: "Qué difícil se les está haciendo a los jóvenes ser personas honestas con el modelo que este Gobierno les está presentando, porque la situación del país es desesperante".

"En este momento de Dios, Venezuela no necesita la revolución. Más bien, la detesta. Lo que sí necesita es trabajo, producción, honestidad, educación, salud, alimentación... Y, a decir verdad, ustedes son los que nos han quitado todo eso", expresa el salesiano. Al final de su mensaje, el P. Francisco Méndez pide al Gobierno que deje al pueblo venezolano "ser el máximo protagonista de su historia" y hace un llamamiento a la unidad "a pesar de las diferencias de pensamiento".

Apoyo del Rector Mayor
El Rector Mayor de los Salesianos, Ángel Fernández Artime, ha apoyado al provincial salesiano en Venezuela a través de un comunicado enviado desde Kenia, donde se encuentra de visita.

"Hoy deseo expresarles nuestro afecto, apoyo y ayuda en la medida en que sea posible hacérsela llegar. Deseo decirte, querido P. Francisco, queridos hermanos salesianos y querida Familia Salesiana en Venezuela, que no están solos, y que desde los más diversos lugares del mundo  salesiano estamos pendientes de ustedes, atentos a lo que van viviendo y muy pendientes de todo lo que les acontece. Hoy más que nunca les acompañamos".

El P. Ángel Fernández Artime recuerda también que sigue rezando por la paz en Venezuela y en todo el mundo, que "solo es posible si viene de la mano de la Justicia y del Respeto a los más inviolables derechos humanos de cada Persona".

Documental - En busca de la felicidad

ABRIENDO LOS OJOS

col salome




Quédate con nosotros, forastero, quédate
que ya está anocheciendo y la luz se apaga entorno
es mejor recogerse y protegerse, se hace tarde
es mejor esconderse, quédate con nosotros

Quédate con nosotros, caminante, quédate
así podrás dar alivio a tus cansados pies
repondrás tus fuerzas, entra, siéntate
síguenos contando, que tu voz, nos hace bien

Quédate con nosotros, por favor, quédate
que hay algo en Ti, que nos hace revivir
comparte nuestra mesa, contágianos tu fe
muéstranos la esperanza que te hace sonreír

Quédate con nosotros, Señor, quédate
porque eres el Camino que nos lleva hacia adelante
no dejes ya más que el temor nos acobarde
bendice nuestra vida, como este pan que nos repartes
no dejes ya más que el temor nos acobarde
bendice nuestra vida, como este pan que repartes

  
Salomé Arricibita

Para descargar la canción pinche el siguiente enlace: Abriendo los ojos.mp3 y dele al botón derecho del ratón y guardar como...

La Biblia no esta amenazada por la Arqueología

La exégesis bíblica, especialmente en el último siglo, ha sido positivamente desafiada por nuevos descubrimientos arqueológicos. Eso no es nada nuevo. La exégesis bíblica es en sí misma una ciencia que ha demostrado capacidad para asumir críticamente los nuevos descubrimientos y desafíos arqueológicos. Es una aberración valorar la arqueología como una ciencia y reducir la interpretación bíblica a una profesión de fe, y así reducir cualquier posible contradicción entre biblia y arqueología como una contradicción entre ciencia y fe. Estas consideraciones solo muestran ignorancia tanto de la arqueología como de la ciencia bíblica. Arqueología y Exégesis bíblica han sido normalmente dos procesos científicos complementarios. No podemos manipular la arqueología como una amenaza a las ciencias bíblicas (ver José M. Vigil en revista “Alternativas”, enero – junio 2016, Nicaragua).

Empecemos con dos casos paradigmáticos (hay muchos mas) para confirmar lo que digo. Se trata de los descubrimientos en Qumran (1948 cerca del Mar muerto) y los descubrimientos en Naghammadi (1945 en el alto Egipto). En ambos lugares se descubrió inmensas bibliotecas de papiros y manuscritos antiguos que estremecieron nuestros conocimientos arqueológicos y bíblicos, pero la ciencia bíblica tuvo la capacidad de descifrar e interpretar estos documentos.

Yo estudié un año (1969-1970) en la “Escuela Bíblica de Jerusalén”, donde tuve como maestro al dominico Alan de Vaux, uno de los más notables arqueólogos, especialmente en el estudio del material descubierto en Qumran. Igualmente, con la Escuela Bíblica, tuvimos durante un mes un seminario arqueológico en la actual Turquía, sobre las culturas milenarias y otras contemporáneas al surgimiento del cristianismo. Algo parecido la Escuela Bíblica de Jerusalén nos enseñó a trabajar en Siria y Egipto.
Nuevos espacios abiertos por el Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II abrió una puerta en la Iglesia que estaba cerrada por mas de 400 años. La apertura se dio especialmente con la Constitución “Dei Verbum” del 18 de noviembre de 1965. Este documento dio a la ciencia exegética bíblica, especialmente católica, una capacidad hermenéutico que estaba cerrada desde el Concilio de Trento (1545-1563). Este espacio ya abierto se actualizó con un nuevo documento: “Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, de la Pontificia Comisión Bíblica del año 2005. Aquí se profundizó en la importancia del método histórico-crítico, los métodos del análisis retórico, narrativo, semiótico y canónico y el recurso de las tradiciones judías de interpretación y de la historia de los efectos del texto. La mayor novedad fue abrir la hermenéutica al uso de las ciencias humanas, de inspiración liberacionista y feminista. Se menciona explícitamente la importancia de la Teología de la Liberación en el movimiento bíblico.
Movimiento Bíblico Popular

El Movimiento Bíblico Popular nos ha orientado como y desde donde leer e interpretar la Biblia en las Comunidades Eclesiales de Base. El método es partir del libro de la vida y desde ahí leer e interpretar el libro de la Biblia.
Cito un texto muy orientador de Carlos Mesters: “¿Por qué la realidad de la vida es tan importante para que la gente pueda entender la Biblia? Es porque la Biblia no es el primer libro que Dios escribió para nosotros, ni el más importante. El primer libro es la naturaleza, creada por la Palabra de Dios; son los hechos, los acontecimientos, la historia, todo lo que existe y sucede en la vida del pueblo; es la realidad que nos envuelve; es la vida que vivimos. Dios quiere comunicarse con nosotros a través del libro de la vida. Por medio de ella Dios nos transmite su mensaje de amor y de justicia. Pero nosotros, hombres y mujeres, con nuestros pecados organizamos el mundo de tal manera y creamos una sociedad tan torcida que ya no es posible darnos cuenta del llamado de Dios encerrado dentro de la vida que vivimos. Por eso Dios escribió un segundo libro: la Biblia.


Este segundo libro no vino a sustituir al primero. La Biblia no vino a quitarle su lugar a la vida. ¡Todo lo contrario! La Biblia fue escrita para ayudarnos a entender mejor el sentido de la vida y a percibir más claramente la presencia de la Palabra de Dios dentro de nuestra realidad.” La Biblia no solo nos revela la Palabra de Dios, sino que nos revela Dios se revela.
San Agustín (354-430 d.C.) expresa lo mismo: “La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudarnos a descifrar el mundo, para devolvernos la “mirada de la fe y de la contemplación”, y para “transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios”.

El absolutismo de los “paradigmas”
José María Vigil (en la revista “Alternativas” ya aludida) nos cita textos del autor Finkelstein de su libro La Biblia desenterrada. Igualmente se citan textos de Thomas Sheehan, del prólogo de un libro de J. Van Hagen titulado Rescuing Religion. Ambas citas escogidas por Vigil (y otras de estos autores y de otros creadores de “paradigmas”), muestran un conocimimiento arqueológico respetable, pero con un gran desconocimiento hermenéutico de las ciencias bíblicas. La Biblia crea géneros literarios propios, como el uso de mitos, tradiciones y leyendas autónomas. Los primeros 11 capítulos del Génesis, como un ejemplo, son mitos fundantes: ninguna “arqueología” descubrirá realidades históricas en los mitos de la creación, en los mitos de Adán y Eva, Caín y Abel, el arca de Noé o la torre de Babel. Igualmente ninguna arqueología podrá buscar fundamentos arqueológicos a los relatos bíblicos del Exodo, Moisés y la liberación de los esclavos. Son relatos literarios históricos, que no podamos negar o afirmar con bases únicamente arqueológicas. Se construyen “paradigmas arqueológicos” que amenazan a las ciencias exegéticas modernas. Los descubrimientos arqueológicos son muy importantes, y debemos conocerlos y tenerlos como referencia, pero crear “paradigmas arqueológicos” como indispensables para interpretar la Biblia, es un fundamentalismo cientista, que manifiesta mucha ignorancia de la exégesis científica moderna de la Biblia.

En algunas propuestas, con base supuestamente arqueológicas, se interpreta el Nuevo Testamento (designado como “Segundo Testamento”) en una versión marcadamente fundamentalista. Esto no tiene ningún valor científico, si no tomamos como referencia el texto original griego y los diferentes géneros literarios. Solo una exégesis científica es la apropiada para hacer una crítica al fundamentalismo, sin necesidad de “esquemas arqueológicos”.
Conclusión
Es muy posible que los nuevos descubrimientos arqueológicos sean reales, pero pierden relevancia si se sistematizan en paradigmas cerrados y fundamentalistas, y aparecen teóricos y científicos, que no son ni arqueólogos ni biblistas, que utilizan la ciencia con fines personalistas para construir teorías amenazantes, que ignoran el trabajo científico de siglos de investigadores en el campo de la ciencia bíblica y arqueológica.

He escrito este artículo para revalorizar el trabajo de la nueva exégesis científica y liberadora de la Biblia, que nace sobre todo en el Tercer Mundo. Igualmente valorizar el movimiento de lectura popular de la Biblia que hacen nuestras Comunidades Eclesiales de Base. Los que han divulgado los nuevos descubrimientos arqueológicos como un “paradigma”, que amenaza y cuestiona el trabajo bíblico liberador han hecho mucho daño y creado mucha confusión. Ya no se trata de un problema “ciencia-fe”, sino de una situación de “opresión-liberación”. Fin

La bomba de Trump


Víctor Flores Olea

No, por desgracia no se trata de la bomba del gracejo yucateco, sino de la más poderosa bomba no nuclear construida jamás, también llamada por los militares estadunidenses la madre de todas las bombas, que fue arrojada por Donald Trump, matando, según últimas cifras, a 94 miembros de un grupo del Estado Islámico que operaba en un sistema de túneles y cuevas en el este de Afganistán, en la provincia de Nangarhar. ··· Ver noticia ···

¿Golpe de Estado en Venezuela? Más bien se trata de evitarlo


Marcos Roitman Rosenmann

venezuelaMientras se urde el plan para dar la puntilla al orden constitucional en Venezuela, se hacen públicas las conversaciones mantenidas entre el almirante Kurt Tidd, a la sazón comandante en jefe del U.S. Southern Command, con sede en Miami, y el actual secretario general de la OEA, en enero de 2016, Luis Almagro. ··· Ver noticia ···

Tres millones de personas mueren de hambre en el norte de Kenia

Misiones Salesianas

Religión Digital
hambre2Misiones Salesianas levanta la alarma sobre la devastadora sequía
“Nuestra clínica trabaja día y noche para ayudar a los que más lo necesitan”, advierte un misionero
“Los animales, las personas… se mueren de hambre”, alertan los misioneros salesianos que trabajan en el norte de Kenia, donde cerca de tres millones de personas necesitan ayuda urgente. La sequía es la causa de que la situación para miles de personas sea crítica. ··· Ver noticia ···

Domingo 3 Pascua – A (Lucas 24,13-35): Acoger la fuerza del Evangelio

José Antonio Pagola

Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. Cuando lo han visto morir en la cruz, en su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en él. Sin embargo continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?
Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado con pasión les parece ahora un caminante extraño.
Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué les está sucediendo. Más tarde dirán: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarle marchar: «Quédate con nosotros». Durante la cena se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el gran mensaje de este relato: cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.
Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco se les ha ido convirtiendo en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.
Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.
¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?
Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio. Hoy es posible. Esto es lo que se pretende con la propuesta de los Grupos de Jesús.

Domingo 30 de abril de 2017, 3º de Pascua


3Pascua-B
José Benito Cottolengo (1842), Pio V (1572)
En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, encontramos a Pedro pronunciando su primera predicación pospascual, dirigida tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalén. El sermón es de tipo «kerigmático» (referentea la predicación del núcleo fuerte del kerigma, del anuncio esencial), con la presentación de tres aspectos de la vida de Jesús, que componen el credo de fe más antiguo del cristianismo: un Jesús histórico, acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales; su muerte a mano de las autoridades judías, y finalmente, su resurrección obrada por Dios para salvación de toda la humanidad. ··· Ver noticia ···

jueves, 27 de abril de 2017

NO HAY UN SOLO CRISTIANO EN TODO MARRUECOS QUE NO SUFRA

religion-digital

Los cristianos marroquíes han salido de la clandestinidad en la que viven y a cara descubierta han planteado oficialmente sus demandas: reclaman derecho a un nombre cristiano, a rezar en una iglesia y a ser enterrados fuera de un cementerio musulmán.
Ahora hasta se atreven a recibir en grupo a los periodistas en un café de Mohamedía (entre Casablanca y Rabat), frente a una iglesia a la que no pueden entrar porque las iglesias de Marruecos, construidas durante la colonización francesa y española, están vetadas a los marroquíes, y la policía las vigila discretamente para que así sea.
Las leyes marroquíes consideran a todo ciudadano por defecto como musulmán, salvo un estatus especial concedido a la exigua comunidad judía, lo que significa que los matrimonios los oficia un juez musulmán, las escuelas imparten obligatoriamente la Educación Islámica y la infracción del ayuno en Ramadán está castigada, entre otros muchos detalles.
La identidad musulmana va tan unida a la marroquí que los cristianos cuentan que les es muy difícil ser aceptados como tales entre sus familiares y vecinos: "Antes aceptan a un criminal que a un cristiano", dice Zoheir.
Mustafa explica, por ejemplo, cómo en su trabajo en una oficina del Estado le "hicieron el vacío desde que supieron que era cristiano, y evitan acercarse" a él; o Hanán reconoce que ella tuvo que mudarse a Casablanca ante la incomprensión encontrada en su entorno en su Tarudant natal.
Y pese a todo, aseguran que son "miles" los cristianos -casi todos evangélicos-, que existen en comunidades en todas las grandes ciudades y aun en muchos pueblos, y que se las arreglan para reunirse clandestinamente y practicar juntos su religión, "trayendo del extranjero biblias de contrabando, como si fueran hachís o cocaína", bromea Zoheir.
Como tienen prohibido entrar en las iglesias, se reúnen en casas particulares, en salas de fiesta o en acampadas fuera de las ciudades, pero "siempre con miedo a que aparezca un funcionario o la policía y nos detenga", dice Hanán.
Sin embargo, la misma Hanán reconoce que las detenciones ya no son habituales, pero solo desde hace tres años: en 2013, un joven de un pueblo del norte marroquí que se había convertido al cristianismo escuchando unos programas de radio fue condenado a dos años y medio de cárcel, pero el escándalo internacional fue mayúsculo y en el juicio en apelación quedó absuelto.
Hay un artículo en el Código Penal que pende sobre los cristianos: condena a tres años de cárcel a quien "trate de quebrantar la fe de un musulmán", y aunque se refiere claramente a las acciones de proselitismo, se ha usado de forma abusiva para castigar a todo marroquí que practique otra fe distinta al islam.
Los cristianos que estos días han salido a la luz ponen mucho cuidado en desmarcarse de toda actividad de evangelización o proselitismo, pero son evasivos a la hora de explicar cómo su fe crece en adeptos, aparte de reconocer que "ocasionalmente" suministran materiales (libros, aparatos de radio) a aquellos correligionarios que viven en lugares aislados.
Además, ponen énfasis en que ellos forman "una iglesia marroquí", que su lengua es el árabe dialectal -se empeñan en no usar el francés ni en las entrevistas- y que no tienen relación orgánica con movimientos cristianos extranjeros, algo muy sensible en la cultura marroquí.
"Lo habitual es que seamos tratados de agentes, espías o traidores, y nos cuesta mucho convencer a nuestros paisanos de que somos tan marroquíes y tan patriotas como ellos", dice Zoheir.
Hartos de tanta incomprensión y animados por algunas señales que aseguran haber observado en discursos del rey Mohamed VI y hasta del ministro de Asuntos Islámicos, han formado una Coordinadora Nacional de Cristianos Marroquíes y han presentado sus demandas ante el Consejo Nacional de Derechos Humanos, un organismo oficial y consultivo que se comprometió simplemente a estudiarlas.
Entre esas demandas, además de nombre, templo y tumba, figuran el derecho a un matrimonio civil y a una educación laica, porque, como dice Hanán: "Mi hija (de 11 años) me pregunta por qué se ve obligada a estudiar el Corán si ella es cristiana".
Zoheir, Mustafa y Hanán no se muestran especialmente optimistas, y ven los frutos de su combate en un plazo de diez o de veinte años. Por el momento, les basta con ser reconocidos en su derecho a existir.
Aunque hayan sacado la cabeza de las catacumbas, "no hay un solo cristiano en todo Marruecos que no sufra", lamenta Zoheir a la sombra de la iglesia prohibida.

ALELUYA DE LA TIERRA BROTES DE OLIVO

Obispos brasileños: “La clase obrera no puede perder los derechos que han sido conquistados con tanto esfuerzo”


L. M. Modino/Agencias


Varios obispos brasileños llaman a sus fieles a secundar la huelga general del país
El Episcopado del país se reúne desde hoy para estudiar las polémicas reformas del Gobierno Temer
El obispo de Barra do Piraí-Volta Redonda, Francesco Biasin, ha pedido a los fieles de su diócesis que se sumen a la huelga general proclamada por los sindicatos para este viernes 28 de abril. Llamado del que ha hecho eco el arzobispo de Olinda y Recife, Fernando Antonio Saburido, O.S.B., quien ha subrayado que las reformas del Gobierno Temer ponen en entredicho los derechos de los trabajadores.

Carta abierta a Wyoming de un sacerdote


Joaquín Sánchez, ‘el cura de la PAH’


Hola, amigo Wyoming
Soy Joaquín y soy sacerdote de la Iglesia Católica. Me dirijo a ti de esta manera porque siento un profundo respeto por los ideales que defiendes y proclamas abiertamente. De hecho, veo con frecuencia El Intermedio y he comprado uno de tus libros. Me siento identificado en gran parte por lo que expresas y aquello por lo que luchas. Lo haces, junto a Dani Mateo y el resto del equipo, desde el humor y te lo agradezco porque es una bocanada de aire fresco. ··· Ver noticia ···

Los obispos desobedecen al Supremo y no readmiten a una docente de religión casada por lo civil


Juan G. Bedoya


obispos“Tengo ocho sentencias que me dan la razón, pero estos señores se niegan a cumplirlas”, alega Resurección Galera Navarro
“En esta España no se puede vivir. Solo faltaba que los obispos y el Ministerio de Educación se declaren insumisos frente al Constitucional y el Tribunal Supremo. Tengo ocho sentencias que me dan la razón, pero estos señores se niegan a cumplirlas. Creen que están en el Vaticano. Soy ciudadana española; me amparan las leyes y los derechos fundamentales de la Constitución. Incumplir sentencias es un delito, mi abogada ha pedido que la Fiscalía les investigue”. Así habla Resurrección Galera, despedida en 2001 de su puesto de trabajo como profesora de Religión y Moral católica en el colegio público Ferrer Guardia, de los Llanos de la Cañada (Almería). Motivo: haberse casado por lo civil con un ex funcionario del Parlamento alemán.··· Ver noticia 

miércoles, 26 de abril de 2017

De Imperios y Masacres: a 80 años de Gernika

Atrio

OLGA
La historia humana está escrita en clave de Imperios y Masacres, de narcisismos patológicos, y de crueldad
Cuando las piedras de la Arqueología comienzan a contar su historia, generalmente es para narrar que “por orden del Rey xxxx el ejército del reino de yyyyy atacó a las poblaciones de zzzz masacrándola o tomándola prisionera y esclavizándola”.
¿Razones? Los rebeldes se negaron a pagar impuestos, creían en otro dios, vivían en un valle más fértil, tenían riquezas o vivían en una zona estratégica para el comercio de aquel Imperio, o tenían minas del metal de moda en aquel tiempo.

Hoy se cumple 80 años del bombardeo de la Villa de Gernika, pueblo de 5000 habitantes, de pequeños agricultores, marinos, y símbolo de los fueros de los pueblos que en días de hoy llamamos vascos.
No fue la única villa en ser bombardeada, Ochandiano, Durango, también fueron destruidas, y durante el comienzo de 1937, los aviones alemanes entraban por la Ria de Bilbao disparando a ambos lados.
¿Su pecado?  No haberse adherido al levantamiento militar contra la República legalmente constituida en el Estado Español.
¿Contexto?  Una Europa capitalista e imperialista, que se ve confrontada por el Estado Ruso y su revolución proletaria, y por la emergencia dentro del capitalismo de ideologías nacionalistas de tipo racista y militarista, los fascistas.
Uno pensaría ¿Qué papel tienen los vascos, pueblo de no más de 800.000 personas en este baile de poderes y menos una villa de 5.000 personas?
Seguramente ninguno.  En su osadía de no seguir a las fuerzas militares fascistas, y reivindicar su existencia como pueblo diferenciado, con lenguaje propio y una sensación cultural propia, por su pobreza en armamentos y recursos militares, fueron los primeros elegidos como blanco de los militares alzados para probar la efectividad de su armamento.
Además siendo católicos a rabiar, no apoyaron al levantamiento católico apoyado por el Vaticano.  Ni el Vaticano los apoyó a ellos, y ni siquiera los quiso recibir para dar explicaciones ni contar su versión de los hechos.
Eran numéricamente demasiado poco importantes para que alguien se jugara por ellos.
Así Euskadi fue atacada por los fascistas tanto italianos como alemanes, los nazis, que colaboraban con los alzados, para darle a Europa un capitalismo basado en la raza, la religión, el orden y la represión.
Nada personal, solamente había que darles un escarmiento para que vieran todos los que se oponían al alzamiento, con que “chicha” se estaban emborrachando.
En los días de hoy, 80 años después, vemos que el amedrentamiento con amenazas armadas, los desfiles militares, la exterminación de pueblos inocentes, sigue rampante en el mundo.
Nada ha cambiado desde los tiempos de Nabucodonosor, de Ciro, de Alejandro, de Julio Cesar de Tarik, Carlomagno, de las Cruzadas, de los turcos con los armenios y griegos, de Stalin con los kulaks, los alemanes con los judíos, los israelitas con los palestinos, los norteamericanos en Japón, Corea, Vietnam, Afganistán, Libia, Irak, Siria…y así sucesivamente.
Solamente ha subido el grado de retórica, la velocidad de las comunicaciones y la potencia de las armas, que en este momento podrían hacer estallar nuestra casa común.
Gernika, Dresden, Yugoslavia, Afganistán, Siria y muchísimos otros muestran que la locura humana no tiene límite.
La historia humana está escrita en clave de Imperios y masacres,  de ruinas de civilizaciones que han desaparecido, de esqueletos, y de armas enterradas junto con sus dueños.
Tanto así, que hemos legitimado las guerras, las miramos por televisión, y hasta nos aburrimos de ver tanto muerto y tanta bomba, y cambiamos el televisor a una telenovela o un partido de fútbol.
Mientras no nos llegue a nosotros, podemos dormir bien.

Los repugnantes resultados del sistema de castas




 Como la mayoría de sociedades, Sudáfrica está construida sobre una compleja matriz de poder, privilegios y acceso a la movilidad social. Y también como en muchos otros países, el poder y los privilegios en nuestro país son moldeados por aquellos que, tradicionalmente, lo han ostentado. Es decir, varones blancos. Son ellos quienes han moldeado los patrones y oportunidades de acceso, tan tóxicas y arraigadas a la progresión social, educativa y económica y la estratificación en este país. La (...)

Paco Rodríguez de Coro presentará su último libro en el Senado

- Por: Manu Serrano


El historiador y escritor salesiano llevará el próximo 9 de mayo a la Cámara Alta su obra 'Martínez Izquierdo. Diputado, Senador y primer Obispo de Madrid Alcalá (1830-1886)'.







El libro ha sido presentado ya en Guadalajara, ciudad adoptiva del autor, y en el Seminario de Madrid, puesto que el biografiado fue el primer obispo de la diócesis matritense. Y ahora llega al Senado, por la condición de diputado de Martínez Izquierdo. El acto de presentación del libro tendrá lugar a las 13:00 horas del martes 9 de mayo.

Sobre el libro

'Martínez Izquierdo. Diputado, Senador y primer Obispo de Madrid Alcalá (1830-1886)' es el último trabajo del historiador y escritor salesiano Francisco Martínez de Coro, editado por Edibesa y con prólogo del Cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid. El libro es fruto de 30 años de investigación del autor, que, lejos de conformarse con plasmar la biografía del prelado, se ha sumergido en la historia de la época, poniendo el foco en la situación de la política española y de la Iglesia en el último tercio del siglo XIX.

Narciso Martínez Izquierdo nació en 1830 en Rueda de la Sierra, localidad próxima a Molina de Aragón. Hijo de padres labradores, se doctoró en Teología por la Universidad de Madrid y se ordenó sacerdote a los 27 años. Tras desempeñar diferentes cargos eclesiales en las catedrales de Sigüenza y Granada, fue propuesto por el presidente Emilio de Castelar como obispo de Salamanca, y recibió la ordenación episcopal en 1874.

Paralelamente a su trayectoria clerical, Martínez Izquierdo desarrolló su carrera política, que lo llevó a ser diputado y posteriormente senador. Aunque presentó su renuncia a este cargo en 1882, su valía le permitió ser propuesto como primer obispo de la recién creada diócesis de Madrid-Alcalá, en la que inició su pontificado en agosto de 1885. Desde el principio emprendió una serie de reformas para poner orden entre el clero, una actitud que le valió más de un enemigo.

Ocho meses después de tomar posesión de la diócesis de Madrid-Alcalá, en la mañana del 18 de abril de 1886, Domingo de Ramos, Martínez Izquierdo cayó abatido por varios disparos mientras subía por la escalinata de la catedral de San Isidro para celebrar misa. El autor del crimen era Cayetano Galeote, uno de los sacerdotes perjudicados por las reformas que había puesto en marcha su obispo.

Martínez Izquierdo "fue uno de los faros de la España de la Restauración Alfonsina, que daría al país, en el cauce de la Constitución de 1876, cerca de cincuenta años de estabilidad". Se caracterizó por ser "un luchador por la causa del catolicismo, y, muy especialmente, por la renovación social y religiosa (conseguida) que el Papa León XIII acarreaba".

Perfil del autor
Francisco Rodríguez de Coro (Madrid, 1941) es doctor en Historia Contemporánea, licenciado en Filosofía, Teología e Historia de la Iglesia (Gregoriana, Roma). Con treinta años de docencia en enseñanzas medias y universitarias (Ciudad Real, Guadalajara, Madrid, Vitoria, San Sebastián y Bilbao), ha escrito cuarenta libros de su especialidad.

Su labor como historiador y ensayista ha recibido diversos premios, como el prestigioso 'Miguel de Unamuno', el 'Ciudad de Irún', él 'Ángel Apraiz' de San Sebastián, etc. Historiador salesiano, por su obra de investigación histórica puede insertarse ya como un clásico estudioso de los siglos XIX y XX de nuestro país. Caben destacar sus obras sobre la Iglesia en el País Vasco.

Además, ha ofrecido biografías de reconocido prestigio histórico, como 'Don Bosco, maestro de espíritu' (Madrid, 1990), 'Teresa Rodón Asencio. La fuerza de la verdad' (Madrid, 1995), 'Fabián y Fuero. Un ilustrado molinés en Puebla de los Ángeles' (Madrid, 1998) y 'Ricardo Pittini. El arzobispo que se enfrentó a Trujillo' (Madrid, 2010).