Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Pero lo malo es que se tengan que hacer cábalas, y se hagan necesarios los acertijos y un mundo de suposiciones e intuiciones, con el peligro de equivocarnos, y hasta de desbarrar, para interpretar, con exégesis de especialistas, las decisiones, comunicados, normativas, elecciones y disposiciones de la Conferencia Episcopal Española. Pero mi denuncia es clara y directa: los únicos responsables de esa red intrigante de cábalas y sospechas son los señores obispos de la CEE. En otros artículos ya traté este tema: el de la nula transparencia de las reuniones, tanto del pleno, como de la permanente, de la Conferencia Episcopal, que no solo carece de transparencia, sino que el cruce de opiniones, diálogos, argumentos y enfrentamientos, entre ellos, resulta, para el común de los fieles, también para los clérigos, verdaderamente críptico. Porque enfrentamientos tiene que haber. Nadie creería ingenuamente en el estado de balsa de aceite de las reuniones episcopales que nos quieren obligar a aceptar. Y si no las hay, las confrontaciones, querría decir que los señores obispos carecen de dos cosas fundamentales para ser buenos pastores de la Iglesia: valentía, para enfrentarse a opiniones no compartidas, y más si se trata de artilugios contra terceros, y sinceridad, no solo para esas discusiones abiertas y a cuerpo limpio, sino también, para informar de ellas a los fieles cristianos.
¿O piensan nuestros prelados que las gentes se va a escandalizar por saber y participar de la verdad de las controversias que, necesariamente, tienen que surgir en una comunidad que no preconiza el “pensamiento único”, que ya comenzó su andadura exponiendo su experiencia de Jesús en cuatro escritos diferentes, contrapuestos, a veces, y complementarios siempre? Bien es verdad que hubo algún iluminado, ¡que parecen haberse multiplicado en los últimos tiempos, después del Vaticano II!, que pretendió resumir o sintetizar en une solo escrito los cuatro Evangelios, para que no hubiera contradicciones, ni surgieran conflictos. Espero que los señores obispos no se escandalicen de la diversidad de fuentes neo-testamentarias, y que se enriquezcan con la diversidad, riqueza u diferencias entre Mateo, Lucas Marcos y Juan. Así como también espero, pero su hermetismo anti-trasparente me hace dudar de este supuesto, que nuestros obispos hayan leído los Hechos de los Apóstoles, y las cartas de San Pablo.
duda casi ofensiva, solo casi, como se va a entender si el lector sigue leyendo, merece una explicación. Los apóstoles, y los primeros cristianos, en los que conocemos, no escondían sus diferencias, sus discusiones y polémicas. Voy a poner tres ejemplos diáfanos, claros e indiscutibles, de cómo los primeros cristianos, y los apóstoles y primeros obispos, no ocultaban sus diferencias, algo que no es que podían, sino debían imitar nuestros obispo de la CEE en sus reuniones:
1º) (Hech, 11, 1-4): “Los apóstoles y los hermanos que había por Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la Palabra de Dios; así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión se lo reprochaban, diciéndole: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.» Pedro entonces se puso a explicarles punto por punto diciendo …” La comunidad eclesial reprochaba, y ejercía el deber de la corrección fraterna, pública y abiertamente, sin secretismos. Lo que implica que los miembros de esa comunidad tenían no solo la madurez humana psicológica, sino también la cristiana y evangélica de la Fe. esperamos de nuestros obispos, ¡qué menos!, esta misma madurez.
2º) (Hech, 15, 6-7): “Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto. Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: ….” Se trata de la asamblea de Jerusalén, conocida también como “Concilio de Jerusalén”. Lo que interesa de este episodio son dos cosas: la 1ª, reconocen “una violenta discusión” en su asamblea, y la 2ª, que el escritor, suponemos que Lucas, no lo esconde, sino reconoce que hubo violencia en el discurrir de la polémica.
3º) (Gal, 2, 11-14)”Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»” Lo verdaderamente interesante es que lo que dice a Cefas lo afirma “en presencia de todos”, que discutían libremente, y que lo inmortalizan en el libro sagrado de los cristianos, como es en Nuevo Testamento. No sabemos por qué la gente de hoy, los fieles, y los curas, estamos menos preparados que en el siglo primero para inmunizarnos contra el escándalo de los jefes.
(Mañana escribiré la Segunda parte)
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