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miércoles, 20 de noviembre de 2024
Confesiones -- Manuel Hasbun Zaror
En una declaración histórica, los líderes del G20 se comprometen a gravar a los multimillonarios, combatir las desigualdades y tomar medidas climáticas -- Mara Karina Sousa-Silva
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Borrell, a los países europeos que se resisten a romper el diálogo con Israel: “La historia nos juzgará” -- María G. Zornoza
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El racismo en Estados Unidos, una enfermedad crónica -- Juan José Tamayo
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El Gobierno aprueba un nuevo reglamento de la Ley de Extranjería que prevé regularizar a unos 300.000 migrantes al año
eldiario
La reforma del reglamento, con la que el Gobierno prevé regularizar a cerca de 300.000 personas al año en tres años, será aprobada este martes en el Consejo de Ministros. La normativa simplifica los requisitos para conseguir permisos de trabajo y residencia por la vía ordinaria, pero también abre una vía transitoria para sacar de la clandestinidad a solicitantes de asilo a los que denegaron su petición Ver noticia
Israel contra la UNRWA -- Waldo Gerardo Fernández
Alandar
EL CLERICALISMO Y SUS SECTAS ECLESIÁSTICAS
Clericalismo, la secta eclesiástica.
El clericalismo y el paternalismo son históricos vicios interconectados que persisten en una parte de la Iglesia Católica, y que deberían ser superados por relaciones más maduras y menos infantilizadoras. Son una rémora de otra concepción de Iglesia, la que el Vaticano II comenzó a renovar, acompañando las exigencias éticas de los cambios en el mundo.
En esto no solo tuvo poco éxito, sino que sufrió un retroceso espectacular durante los pontificados posteriores hasta Francisco. De nada sirvieron las protestas institucionales de numerosas conferencias episcopales, miles de sacerdotes y obispos y teologías de altísimo nivel perseguidos por buscar superar las formas catecismeras preconciliares, que siguieron vigentes.
El llamado “invierno eclesial”, significó una contramarcha al Concilio que avaló la concepción de una iglesia como una gran secta clerical que reinterpretaba de modo fundamentalista el concilio de Trento y una vuelta a un pasado “verdadero”, en vez de un Pueblo de Dios que camina en la Historia, inclusivo y en diálogo con las religiones y el mundo.
Como ariete de esta concepción “retrotópica” (la utopía de volver a un pasado supuestamente perfecto), surgieron gran cantidad de movimientos y congregaciones que no dudaron, bajo un barniz paternalista, en emprender una cruzada proselitista con métodos de manipulación de conciencias, con una influencia desmesurada sobre las creencias y las decisiones de los fieles, anulando su capacidad crítica, al mejor estilo de sectas, conducidas por clérigos.
Ellas recurrieron y siguen haciéndolo las que sobreviven con mucho ruido, en limitar la libertad espiritual y moral de sus seguidores, reduciendo la fe a prácticas piadosas intimistas, círculos cerrados, preocupaciones eclesiológicas superficiales, control de las personas y fomentan la evasión del interés y compromiso en la construcción de una sociedad más justa. Reúnen todas las características de sectas, pero mimetizadas en una supuesta fidelidad a la “verdadera” Iglesia.
Pero no solo extendieron el número de sectas eclesiásticas, sino que su clericalismo sistémico emprendió la tarea de hacer de toda la Iglesia, una gran secta clerical, que actualmente choca frontalmente con el pontificado de Francisco, quien ha retomado con vigor el mandato del Concilio Vaticano II, una visión de Pueblo de Dios cuya misericordia quiere llegar como hospital de campaña a las periferias del mundo y no la “comunión” cerrada de unos pocos que se salvan y no "liberan" al mundo de nada.
El clericalismo y su cara amable, el paternalismo, son dos facetas de aquella Iglesia-secta, que es defendida como “institución” pero que poco le interesan las personas reales y los problemas del mundo. Porque para entender y querer a los humanos reales, hay que estar a su altura, “embarrarse” de verdad y de por vida, no para la foto, como Jesús, “que no hizo alarde de su categoría de Dios sino que se anonadó a sí mismo pasando por uno de tantos” (Fil 2,6). El clericalismo no se plantea lo que dice Gaudium et Spes 1: "los gozos y las esperanzas de los hombres son los de la Iglesia".
Para desbaratar estos fenómenos retrógrados y apuntar a una Iglesia en salida, hace falta una nueva teología fundamental, pero no la de los manuales de apologética preconciliares vigentes en el mundo retrotópico. Sino como una teología que “busca razones de su esperanza” (1 Pedro 3:15) en las periferias, en la “Galilea de los Gentiles”, siguiendo a Jesús.
Ir a la tierra de frontera, periferias de límites imprecisos, una zona de tránsito donde se encuentran personas de diferentes raza, cultura y religión, pobres y descartados por los sistemas de este mundo. Contra todo pronóstico religioso, Jesús estableció allí su tienda de campaña y no entre los “puros” de la religión que vela y no "revela" al Dios de la Misericordia.
La Galilea que caminaba Jesús, es el lugar simbólico para la apertura del Evangelio a todos los pueblos y las personas que piensan y viven distinto, que están heridas, desesperadas y descartadas. Es romper el círculo asfixiante de los “perfectos” y sus sagrados líderes “iluminados”.
Tales descartados no son el corazón de la “ortodoxia”, el “rito” y la “institución”. Pero son los que plantean las preguntas esenciales para que esas dimensiones no sean realidades cerradas, autorreferenciales y controladas por clérigos sacralizados que solo velan por sus postureos, carrerismos e intereses.
“Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”. (Mt 28,10), dice Jesús después de la Resurrección. Volver a Galilea significa volver a ese lugar extremo en que la misericordia de Dios había tocado a los apóstoles y que es el punto de encuentro con pecadores, publicanos, y discriminados religiosos. En cambio, en Jerusalén, la ciudad sagrada del templo y sus rígidos e hipócritas fariseos es la que lo matará: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti!” (Mt 23,37)
El clericalismo es la concentración de poder del clero
El clericalismo es una ideología o práctica con un énfasis excesivo en el poder de una parte del clero, en detrimento de los laicos, las mujeres, los sacerdotes casados, etc. Es el grupete de sacerdotes que presumen ser “como dios manda” y se adjudican la autoridad legítima “entender” el cristianismo, más allá de cualquier magisterio real. Se arrogan la comprensión “verdadera” de la Iglesia y no dudan en criticar al Papa, a pesar de su aparente “oficialismo”.
Esto genera una jerarquía rígida y una división artificial entre tales clérigos y el resto de la comunidad. Una división que se busca acrecentar poniendo distancia entre personas sagradas por su celibato, rito iniciático del clericalismo, que lo separa “ontológicamente”, del pueblo fiel, algo absurdo que le gusta afirmar a enemigos de la visión del papa Francisco, como el Cardenal R. Sarah, que compuso un libro al respecto.
El clericalismo no es inocuo, es una estructura de pecado camuflada de ortodoxia y tradición, una psicología de poder que se apoltrona allí donde pueda ejercer influencia y control. Pero trae serias consecuencias no solo en el plano religioso:
La exclusión de los laicos a meros receptores de la enseñanza y dirección del clero, pero no como actores activos en la vida de la Iglesia. Los únicos laicos autorizados a “participar”, son aquellos que han sido domesticados por la mentalidad de sacristía y sumisión, que los incapacita para aportar criterios propios y se convierten en obedientes repetidores de las palabras del líder, sujeto de culto por atribuirse un carisma “único” e “irreemplazable”.
Es una visión unidireccional en la que "los no-clero" no tienen voz ni poder en las decisiones eclesiales, por más que se los mencione en las predicaciones, se los convoque a sínodos y se les achaque todo el tiempo que la iglesia anda mal “por su falta de compromiso”.
Este clero paternalista se indigna cuando la sociedad no reconoce su supuesta superioridad moral. Les cuesta convivir en una sociedad pluralista y democrática a la que todavía no llegan a entender en su imaginario social jerarcológico y de casta. Viven de la secreta nostalgia de cristiandades y autoritarismos nacionalcatólicos, donde sí tenían peso, por esa mutua connivencia con el poder civil que los llenaba de privilegios y perseguía a sus “adversarios”.
El Paternalismo manipulador
Su paternalismo religioso implica que el sacerdote asume una actitud protectora y autoritaria hacia sus feligreses, subestimándolos como seres infantiles que necesitan ser controlados para tomar las decisiones "correctas", en temas espirituales o prácticos.
Al minusvalorar al laico, solo le transmite un fideísmo y pietismo sin una enseñanza profunda de contenidos teológicos y de la Doctrina Social de la Iglesia. Considera que enseñar es perder el tiempo, que lo importante es la obediencia total al cura, lo “de toda la vida”.
El término "paternalismo" proviene de la figura del padre, que se considera la autoridad moral y protectora dentro de una familia, y esta idea se transpola a una jerarquía eclesial preocupada en resaltar su diferencia y superioridad. Con mucha facilidad el clericalismo suele identificar el misterio de Dios que anuncia, con sí mismo, olvidando aquello de ser “vasijas de barro” (2 Cor 4) y exigiendo para sí actitudes reverenciales que exceden el simple respeto. A pesar que Jesús mandó que no se dejaran llamar maestros o padres (Mt 23,8), un claro mandato de humildad y servicio.
El paternalismo es una forma de manipulación de conciencias. Una adhesión ciega a sus enseñanzas. Lo curioso es que, los clérigos, dado su proclamado aislamiento “sagrado” y superior de lo mundano, desconocen el mundo y la vida real, sobre la que quieren asesorar y dirigir.
Una actividad donde el paternalismo de estas visiones sectarias se hace sentir es la dirección espiritual. Esta práctica ha dado muchos frutos en la Iglesia, pero no es inocua o acertada en todos los casos. Muchas veces causa abuso emocional, manipulación y aprovechamiento de la vulnerabilidad del feligrés por la asimetría que supone. En otros ha generado dependencia, falta de crecimiento y madurez en la toma de decisiones de la vida.
El Papa Francisco prefiere hablar de “acompañamiento espiritual”, como una práctica inherente a miembros de una comunidad fraterna y que puede ser ejercida también por laicos, dada su condición bautismal. (Papa Francisco a los sacerdotes de Roma, 24/20/23). Relativiza así su "áurea" para una elite exclusivamente clerical.
Otras manifestaciones del paternalismo problemático:
Un clásico del paternalismo es el uso emocional de la culpabilidad, el miedo y la vergüenza para mantener el control sobre sus prosélitos. Esto puede llevar a sus miembros, adiestrados en el “temor reverencial”, a seguir ciegamente las indicaciones del dirigente religioso por temor a la condena o al rechazo de su grupo cerrado de “elegidos”.
Esta sumisión excesiva e ingenua hacia esos dirigentes, ha llevado en algunos casos a descuidar cándidamente la protección de los niños, favoreciendo una cercanía inapropiada entre estos y los clérigos. Muchos casos de pederastia son un trágico reflejo de esta negligencia. Los curas no solo llevan en sí las consecuencias del pecado original que tenemos todos, sino que han sido condicionados por un peligroso cercenamiento de su persona, en una estructura deshumanizante como es el celibato obligatorio y una vida solitaria que en la práctica no da cuentas a nadie y tiene la facilidad del secreto y el ocultamiento.
El clero, por más que cuente con excelentes personas, no ha vivido ni ha sido formado para interactuar con el laicado, los niños y menos aún con la mujer, a la que se excluye explícitamente de casarse con los sacerdotes, por el “peligro” que esto acarrearía al cerrado sistema clerical.
La reforma de la formación del clero del Vaticano II no se produjo. “Se volvió al seminario tridentino: seminaristas formados entre cuatro paredes, representantes de lo sacro y adiestrados para recordar litúrgicamente el sacrificio de un inocente, separados del resto de los cristianos y supuestamente superiores en dignidad y santidad. La Iglesia no será jamás sinodal mientras sea gobernada por el “hombre sagrado” (J. Costadoat, Unisinos)
Costadoat habla la necesidad de “desacerdotalizar, desacralizar o desclerizalizar el ministerio, ya que el “hombre sagrado” que inspira temor sacro, que establece distancias con el mundo y las personas, que se viste distinto, que lleva en su propia psiquis una escisión entre la perfección que debe representar y la imperfección que esconde”. (RD, 7/11/24)
De los abusos de conciencia a los abusos sexuales hay poco trecho. Vencido los límites psicológicos de la confianza, el camino está allanado a cualquier cosa. Mucho abuso “típico”, está vinculado con confesión auricular que obliga a la revelación de la intimidad, un manoseo de la interioridad “en nombre de Dios”.
Pero el Dios de Jesucristo es más respetuoso con la intimidad humana que las disposiciones abusivas con las que el clericalismo, para resaltar su poder, impone innecesarios requisitos a los sacramentos y normas intimidantes en el derecho canónico, que conllevan una proliferación de pecados "mortales" por todos lados y una ceguera a las estructuras de pecado, que son el caldo de cultivo de los verdaderos.
Ni que digamos de los procesos canónicos como el de las nulidades matrimoniales, llenos de preguntas íntimas y humillantes, y no solo en la época de “Escándalo en la Asamblea”, el libro de 1971 en el que Morris West relataba casos verídicos de estos vejatorios “trámites canónicos”. Afortunadamente Francisco ha simplificado bastante tales procedimientos, más acorde al espíritu conciliar.
Manipulación de conciencias: El control sobre el pensamiento y la voluntad
La manipulación de conciencias busca imponer creencias, pensamientos, decisiones o sentimientos en una persona, restándole libertad y autonomía. Es el abuso de la autoridad clerical para controlar o moldear las vidas de los fieles de manera coercitiva.
Constituye verdadero “lavados de cerebro”. Stalin, que había estudiado en el Seminario Teológico de Tiflis, encontró en la inquisición y la confesión un modelo a seguir en sus métodos de “reeducación” para los disidentes del sistema. Lavar el cerebro a alguien significa darle forma, moldear, los flujos de información que lo definen en los planos interno y externo, eliminando la libertad de control en función de sus propias conveniencias e intereses.
La manipulación y la coerción religiosa, aunque aplicadas en contextos muy distintos, comparten el uso de la ideología dominante para someter conciencias. El poder se perpetúa a través de la despersonalización del individuo, forzando a las a seguir una doctrina “oficial”, y castigando a quienes se desvían.
Una visión dogmática e inflexible de la fe que descalifica cualquier interpretación alternativa manipula feligreses inseguros y vulnerables. La imposición de doctrinas absolutas sin espacio para la reflexión o el debate crea un colectivo que se retroalimenta y donde los creyentes se sienten obligados a aceptar esa autoridad religiosa sin cuestionar, que les da una falsa seguridad, como hace cualquier otra secta.
Seguramente vienen a la mente de los lectores todas aquellos movimientos, congregaciones y ex prelaturas personales que, bajo el estandarte de la máxima ortodoxia, aún ponen en práctica estos métodos inquisitoriales. Aquellos que logran escapar dan testimonio de la destrucción de la personalidad que han vivido. Esos grupos de ultracatólicos son conservadores de su religión y la injusticia social del mundo, y cada día tienen más denuncias por abusos de todo tipo.
Superar el clericalismo y el paternalismo de una visión sectaria de la Iglesia
Para superar estas dinámicas, es esencial fomentar un modelo de Iglesia que volviendo al Evangelio de Jesús de Nazareth, promueva la igualdad, la participación activa de los laicos y la libertad espiritual de los creyentes. Algunas formas de lograrlo incluyen:
Promover una Iglesia de comunión: una relación más horizontal entre los clérigos y los laicos, donde los sacerdotes sean verdaderos servidores de la comunidad, en lugar de ejercer un control autoritario.
El respeto a las personas, que reformule la evangelización como "contagio" y no como proselitismo y mucho menos como coerción, algo de lo cual la Iglesia ha pedido perdón histórico numerosas veces en las últimas décadas. Ser testigos de la alegría de la Misericordia de Cristo que acompaña, perdona y humaniza.
Fomentar la autonomía y el discernimiento personal que hace crecer. El objetivo siempre debe ser el crecimiento de las personas, no la sumisión a un sistema cerrado.
Promoción de la corresponsabilidad: una mayor participación real de los laicos en la toma de decisiones y en la vida de la Iglesia mediante una seria formación teológica , una espiritualidad comprometida con la justicia social, el empoderamiento de las mujeres.
La sociología de las instituciones ha encontrado que muchas de ellas son herméticas a intentos de transformación que vengan desde fuera o de los mismos laicos, periféricos al poder clerical. Sólo desde dentro, de parte de quienes conocen el modus vivendi y operandi de ellas pueden surgir alternativas superadoras.
Difícilmente lo hagan quienes se siguen beneficiando de ellas consciente o inconscientemente ya que están condicionados por un sesgo cognitivo de difícil superación.
El perfil de una auténtica reforma de la Iglesia requiere al sacerdote casado, profeta que ha vivido en el meollo de la élite clericalista que rechazó y al abandonarlo ha sido estigmatizado y perseguido por ese sistema. Alguien con esa experiencia poliédrica dentro y fuera de la institución, cuenta con los recursos para un cambio real en las estructuras de clericalismo y paternalismo que la asolan.
Conclusión
El clericalismo y el paternalismo, manipulan consciencias para la perduración modelos de institución cerrada, una corporación enviciada en ocultar abusos. Crean estructuras de poder disfuncional que anestesia individuos y comunidades. Es esencial transformar estas dinámicas hacia una Iglesia más inclusiva, participativa y respetuosa de la autonomía personal, donde tanto los clérigos célibes y casados, como los laicos puedan vivir una fe madura, libre y creativa.
El desafío de la Iglesia hoy es la misma que hace dos mil años en el primer concilio de los Apóstoles: ser una secta clerical o ser Pueblo de Dios abierto e inclusivo.
Amo la Iglesia y al catolicismo. Pero sólo un pensamiento crítico de situaciones abusivas actuales provocadas por una visión clericalista y sectaria, puede llevarnos a vivirlos y proponerlos en plenitud. De su reconocimiento, arrepentimiento y reparación nacerá una iglesia renovada.
Solo una pertenencia adulta, sin clericalismos ni paternalismos, inclusiva, puede reproducir al Señor entre los hombres, sino lo religioso seguirá siendo una fantasía, de esas que el filósofo llamaba “opio”. Cuando uno ve iglesias vacías, indiferencia, prejuicios y fobia masiva a la institución, duele esencialmente, la ausencia de la fascinante novedad el Evangelio anunciado a los pobres (Lc 7,22).
Guillermo Jesús Kowalski
Religión Digital
¿DÓNDE ESTABA DIOS?
¿Estaba también flirteando con una periodista rubia, se lio con su último "smartphone" y no atinó a avisarnos…? ¿Cómo no frenó lo imparable? ¿Cómo el Dios del amor pudo permitir esos torrentes que arrasaron con todo…? “¿Dónde estaba Dios cuando el barro desbordado…?”, se preguntan en algunos de los foros cristianos en los que estoy suscrito.
El camino espiritual comienza cuando dejamos de eludir responsabilidades y asumimos, tanto personal como colectivamente, nuestro destino, las consecuencias de nuestras acciones. ¿Y si Dios cuando el barro hasta arriba estaba invitándonos a repensar la civilización que hemos creado? ¿Y si nos estaba sugiriendo que por ahí no, que debíamos esbozar un mundo más en comunión con la Tierra nuestra Madre, más fraterno con cuanto palpita…?
La violenta riada desemboque en el lago calmo de la reflexión profunda, ineludible. Nos sobra quizás tanta rebeldía como estruendo de motosierras que arrasan con los hermanos erguidos, como cemento encajonando los ríos, como asfalto inundándolo todo... Hacemos y deshacemos a nuestro antojo, violando a menudo las Leyes superiores y después queremos a Dios en primera línea comandando los ejércitos de salvación. No se trataba de que el Eterno calzara katiuskas y agarrara la más grande de las escobas. Quizás era más cuestión de detenernos a meditar en medio del océano de destrucción y barro. Quizás era la oportunidad que necesitábamos parar reorientar nuestra brújula compartida.
Las pandemias, las danas, las crisis climáticas… nos van acercando interrogantes cada vez más mayúsculos e inquietantes. Quizás haya llegado el momento de atenderlos, de considerar que podría ser de otra forma, con supremo y sagrado respeto por todos los Reinos, por la entera Madre Naturaleza, por el bendito templo físico que a cada uno nos ha otorgado.
BEHEMOT Y LEVIATÁN
Por si alguien le falla la memoria o los tiene en la punta de la lengua pero no le salen, recuerdo que son dos figuras acuáticas tremebundas que aparecen en la Biblia (traducidas como hipopótamo o cocodrilo) y que a los israelitas les provocaban un terror pavoroso. En el libro de Job Dios aparece dominando soberanamente a esos dos monstruos míticos, como si los hubiera creado para tenerlos como animales de compañía. Job se ha estado despachando a gusto a lo largo de 39 capítulos presentando a Dios sus quejas y reclamaciones pero en determinado momento, Él toma la palabra y ordena a Job que mire a Behemot y a Leviatán y es como si le dijera “- ¿Ves esos dos engendros que tanto te asustan? ¿Puedes tú pescarlos con anzuelo o meterles un junco por la nariz…?”. Y a Job no le queda más remedio que cerrar la boca y rendirse ante un poder creador que le sobrepasa.
De las muchas aplicaciones que podemos sacar del tema, solo estas tres: la primera, hacer una lista de las amenazas de los Behemotes varios que han poblado nuestro imaginario: “A ver si me van a cambiar ahora que estoy tan encajada aquí”; “Mira que si destinan a esta casa a X que es inaguantable…”; “Miedo me da que se lleven a esta superiora tan maja y llegue Z que es tan avinagrada…”: “Como me destinen a ese sitio tan húmedo, agarraré un reúma…”
La segunda, reconocer avergonzados la inutilidad de tantas aprensiones y temores con los que hemos perdido tontamente el tiempo, cuando la realidad se parece tan poco a lo que imaginamos sobre ella.
La tercera, la más gustosa, hacer memoria de cuántas veces la mano poderosa del Señor nos ha hecho vencer a Leviatanes de múltiples cabezas y nos ha dado ánimo para ir más allá de los temores que nos paralizaban: Sor Agripina ha aceptado con valor una responsabilidad que le agobiaba. Fray Amancio ha enfrentado ese problema comunitario que parecía sin remedio. La Hna. Rogelia está tan contenta en esa casa a la que llegó renegando con cara de víctima pascual.
“Con mi Dios asalto la muralla” dice un salmo. Y nosotros: “Si Él está conmigo, Behemot y Leviatán no son más que un par de mascotas juguetonas…”
Dolores Aleixandre
(Vida Religiosa, Julio 2024)
GUSTAVO GUTIÉRREZ FUE EL PADRE DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
El 22 de octubre de este año murió en Lima, con 96 años cumplidos, el iniciador de la TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN, Gustavo Gutiérrez (1928-2024).
Era un amigo entrañable, con el que colaboramos a partir de los años setenta para hacer una teología adecuada a la situación de América Latina, hecha de injusticias sociales y de pobreza humillante.
Como para todo teólogo, el centro de su indagación es Dios. En primer lugar Dios como experiencia de vida, en especial a partir el sufrimiento humano, y solo después como reflexión reverente.
El tema perturbador que le acompañó a lo largo de toda su vida era el sufrimiento. Él mismo sufrió de poliomelitis y estuvo durante años en una silla de ruedas. Después, operado, caminaba con dificultad. Era pequeño, cojo, fornido, cara de indio quechua y dotado de una inteligencia extraordinaria, creativa, llena de humor y de bellas “trouvailles” como esta: “los políticos sólo tienen en mente una intención, la segunda”. En suma, era fundamentalmente un hombre bueno, sencillo, humilde y espirituoso.
Su gran pregunta, de fondo biográfico, era: ¿cómo comprender a Dios ante el sufrimiento del inocente; cómo comprender a Jesús resucitado en un mundo donde las personas debido a la opresión mueren antes de tiempo; cómo encontrar a Dios liberador en un mundo donde falta fraternidad y solidaridad?
El mensaje cristiano no solo concierne a la vida eterna y al Reino de Dios, sino que ofrece estímulos para mejorar la vida presente, especialmente la de los pobres y oprimidos, en la convicción de que la vida eterna y el Reino de Dios ya comienzan aquí en la Tierra. Es más, el propio Jesús histórico fue un pobre y no tenía dónde reposar su cabeza. De aquí que Gustavo Gutiérrez entiende la teología como “una reflexión crítica de la práxis histórica a la luz de la Palabra de la revelación”.
El libro fundador en 1971 fue TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN, PERSPECTIVAS. Curiosamente, ese mismo año, sin conocernos, yo escribía JESUCRISTO EL LIBERADOR, Juan Luis Segundo en Uruguay y Segundo Galilea en Chile trabajaban también en una perspectiva de liberación. No nos conocíamos pero oíamos una llamada, creo, venida del Espíritu (Hegel diria del Weltgeist) y nosotros éramos solo meros micrófonos que realzaban el sonido de esa llamada.
El eje estructurador de este tipo de teología es la opción no excluyente por los pobres, contra la pobreza y a favor de la justicia social y de la liberación, apoyándose siempre en la tradición de los profetas y en la práctica del Jesús histórico. Bien afirmaba Gustavo: “Los pobres son los predilectos de Dios, no porque sean cristianos, religiosos o buenos, sino porque Dios, identificándose con ellos, es bueno y misericordioso”. Dios vivo opta por aquellos que menos vida tienen. Este es el fundamento teológico de la opción por los pobres, por su vida oprimida y por su liberación.
Hombre profundamente espiritual, vivió con los pobres en el barrio periférico Rimac de Lima. De esa inserción nacieron casi todas sus obras, especialmente BEBER EN SU PROPIO POZO; EL DIOS DE LA VIDA; LA FUERZA HISTÓRICA DE LOS POBRES; DÓNDE DORMIRÁN LOS POBRES; EN BUSCA DE LOS POBRES DE JESUCRISTO: EL PENSAMIENTO DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS y otros.
Como otros teólogos de la liberación sufrió incomprensiones y persecuciones, especialmente del Cardenal de Lima, Cipriani, del Opus Dei, con la acusación de que sería una teología marxista. Esa idea era reforzada por el mayor opositor, diría que hasta perseguidor de la Teología de la Liberación, el Cardenal López Trujillo de Medellín (Colombia). Esa acusación no se sostiene, pero siempre se le ha hecho a todos los que, como Dom Helder Câmara, entienden la situación de los pobres como víctimas de una sociedad de injusticias y de explotación que demanda una transformación histórico-social.
En América Latina se extendió el concepto de pobre a los indígenas, los negros, las mujeres, pobres económicos, culturales y de otra opción sexual. Así surgieron las distintas vertientes de la Teología de la liberación. Para cada grupo específico, su método adecuado y su correspondiente liberación. El método es siempre: ver la realidad sufriente; juzgar con medios científicos y a la luz de la fe; actuar para transformar esa antirealidad, teniendo como protagonistas principales a los propios oprimidos.
De ahí la liberación a partir de la fe. Marx nunca fue padre ni padrino de la Teología de la Liberación como la acusan, sin fundamento, algunos todavía hoy. Su inspiración se encuentra en las fuentes de la fe cristiana, en las Escrituras y en la tradición de figuras como San Francisco de Asís, San Vicente de Paúl y otros que dieron centralidad a los pobres.
Por su seriedad recibió innumerables premios y títulos de doctor honoris causa. No daba importancia a estos reconocimientos, pues se situaba siempre en el lugar de origen, la pobreza y los pobres con los cuales compartía la vida.
El Papa Francisco lo recibió en Roma, en un gesto de reconocimiento de su reflexión como una riqueza para toda la Iglesia. En sus exequias, el Papa envió este breve mensaje:
“Hoy pienso en Gustavo Gutiérrez, un grande, un hombre de Iglesia que supo estar callado cuando tenía que estar callado, supo sufrir cuando le tocó sufrir, supo llevar adelante tanto fruto apostólico y tanta teología rica. Que en paz descanse”.
Leonardo Boff, teólogo
Religión Digital
FRANCISCO, EN EL ÁNGELUS: "LA GUERRA INDUCE A TOLERAR CRÍMENES INACEPTABLES"
"¿Estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta", exhortó este mediodía el Papa, en sus palabras previas al rezo del ángelus desde el balcón del Palacio Apostólico.
En línea con su homilía de la misa con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, celebrada instantes antes en la basílica de San Pedro, y donde nos prevenía frente a la tentación de dejarse llevar en estos tiempos por la angustia, Francisco insistió este mediodía en que "incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda: Dios nos prepara un futuro de vida y alegría".
En este sentido, abundó el Pontífice, "las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar".
Frente a ello, Francisco recordó que "Jesús nos habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte"
"A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida", concluyó sus palabras previas al rezo de la oración del ángelus.
A la hora de los saludos, el Papa se refirió a varios mártires de la persecución religiosa del siglo XX recientemente beatificados y pidió un aplauso para ellos, además de recordar los actos celebrados con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres de este domingo, y, al igual que hizo en la eucaristía que presidió, instó a hacernos "una pregunta: ¿me privo de algo para darle a los pobres? ¿Cuándo doy limosna toco la mano del pobre y lo miro a los ojos?... No olvidemos que los pobres no pueden esperar".
Igualmente, el Papa dijo que se unía a la Iglesia en Italia que mañana vuelve a proponer la Jornada de oración por las víctimas y sobrevientes de los abusos, recordando que "cada abuso es una traición a la confianza".
Finalmente, Francisco, reiteró su petición de rezar "por la paz en la martirizada Ucrania, en Palestina, Líbano,, Myanmar, en Sudán... La guerra nos hace inhumanos e induce a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernante escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz".
Las palabras del Papa en la oración del ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).
Detengámonos pues en esto: lo que pasa y lo que permanece.
En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar.
Al mismo tiempo, Jesús nos habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida.
Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda: Dios nos prepara un futuro de vida y alegría.
Así pues, preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta.
Oremos a la Santísima Virgen: que María, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, interceda por nosotros.
José Lorenzo
Religión Digital
LA POBREZA NO ES UNA CULPA. EL POBRE NO ES EL CULPABLE
«A los pobres ni siquiera se les perdona su pobreza», señalaba una vez el Papa Francisco. Y precisamente para proclamar que la indigencia no es una culpa ni un destino ineludible, la Jornada de los Pobres se celebra este Domingo 17 de noviembre, como un día de justicia y de solidaridad. Están en juego los derechos de las personas y las comunidades y la supervivencia de miles de millones de personas. Mientras tanto, sin embargo, se ha llegado a teorizar y poner en práctica una ‘arquitectura hostil’, para deshacerse de su presencia incluso en las calles.
Pero los pobres no son números a los que apelar para presumir de obras y proyectos. Los pobres son personas a las que hay que tender la mano. Son jóvenes y ancianos solitarios a los que hay que invitar a casa para compartir una comida. Hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amiga. Y la misión de la Iglesia es dar testimonio de compartir con los más frágiles. El Magisterio de la Iglesia siempre ha considerado la pobreza como una grave privación de bienes materiales, sociales y culturales que atenta contra la dignidad de la persona. Los pobres son los que sufren condiciones inhumanas en lo que respecta a la alimentación, la vivienda, el acceso a la atención médica, la educación, el trabajo y las libertades fundamentales.
La Iglesia, estimulada por el Papa Francisco, aborda el sufrimiento y las dificultades de la sociedad, mirando a las periferias del mundo. La expresión «opción prioritaria» (u «opción preferencial») por los pobres fue integrada en la doctrina social de la Iglesia por San Juan Pablo II. El Nuevo Testamento no condena a los ricos, sino la idolatría de la riqueza y que el sistema actual se mantiene gracias a la cultura del despilfarro, por lo que crecen la desigualdad y la pobreza. La globalización ha ayudado a muchas personas a salir de la pobreza, pero ha condenado a muchas otras al hambre. Es cierto que en términos absolutos ha crecido la riqueza mundial, pero también han aumentado las desigualdades y han surgido nuevas pobrezas.
Este sistema se mantiene gracias a esa cultura del descarte: hay una política, una sociología y también una actitud de descarte. Cuando en el centro del sistema ya no está el hombre sino el dinero, cuando el dinero se convierte en ídolo, hombres y mujeres quedan reducidos a meros instrumentos de un sistema social y económico caracterizado, de hecho dominado por profundos desequilibrios. Y así se descarta lo que no sirve a esta lógica: es esa actitud la que descarta a los niños y a los ancianos, y la que afecta también a los jóvenes ni-ni, los que ni estudian ni trabajan.
¿Cuál será el próximo descarte? Una jornada así es también una invitación a detenerse a tiempo, a no resignarse, a no considerar este estado de cosas como irreversible. Hay que intentar construir una sociedad y una economía en las que el hombre y su bien, y no el dinero, estén en el centro. Hace falta ética en la economía y hace falta también ética en la política.
Sin una solución a los problemas de los pobres, no resolveremos los problemas del mundo. Urgen programas, mecanismos y procesos orientados a una mejor distribución de los recursos, a la creación de empleo y a la promoción integral de los excluidos. En los orígenes del cristianismo, San Juan Crisóstomo afirmaba: «No compartir los propios bienes con los pobres es robarles y privarles de la vida. Los bienes que poseemos no son nuestros, sino de ellos». Esta preocupación por los pobres está en el Evangelio y en la tradición de la Iglesia.
La pobreza no es miseria. La miseria es indignidad, la pobreza es una forma de vida. El imperativo es no abandonar nunca a nadie. Hay que despertar la impaciencia de la caridad. Los pobres necesitan que les levantemos las manos, que nuestros corazones vuelvan a sentir el calor del afecto, que nuestra presencia supere la soledad. El pobre necesita del amor samaritano. A veces basta poco para devolver la esperanza: contemplar, detenerse, compadecerse, escuchar, consolar, ayudar.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Religión Digital
CELEBRANDO JUNTAS LA ACCIÓN DE DIOS EN NUESTRAS VIDAS
Adviento 2024
Como todas sabemos Lucas es conocido por su especial sensibilidad hacia las personas marginadas y oprimidas incluyendo mujeres, pobres y extranjeros. En el nuevo año litúrgico, que comienza con el Adviento, el Evangelio de Lucas se centra en la preparación para la venida de Cristo, poniendo en relieve temas de justicia, paz y la acción transformadora de Dios en el mundo.
Desde una clave feminista, el relato de Lucas en el Adviento exalta figuras femeninas fundamentales, como María y su prima Isabel, ambas pilares de fe y resistencia. María, una joven humilde, recibe el anuncio del ángel Gabriel de que será la madre del Mesías. Su “sí” ante una misión tan desafiante y radical es un acto de valentía y una afirmación de su agencia y autonomía. María, en el Magníficat (Lucas 1:46-55), canta una proclamación de justicia donde Dios derriba a los poderosos y exalta a los humildes, dando voz a los excluidos y marginados, y así presenta una visión del Reino de Dios en la que el poder y la opresión son reemplazados por la igualdad y la justicia.
Isabel, por su parte, muestra sororidad y validación a María en su embarazo, celebrando juntas la acción de Dios en sus vidas y la promesa de una transformación profunda para el mundo. Este encuentro entre ambas mujeres simboliza la sororidad como estrategia de la hermandad entre mujeres, una clave esencial del feminismo. En lugar de ser simplemente figuras pasivas, ambas mujeres participan activamente en la historia de la salvación, desafiando las normas de su época y revelando que la llegada del Reino de Dios implica una reconfiguración de las estructuras de poder, donde la voz y el rol de las mujeres son vitales.
Lucas, a través de estas figuras, nos invita en Adviento a preparar el corazón y a construir comunidades basadas en la justicia, en las que todas las personas, especialmente las mujeres y los oprimidos, son vistas y valoradas como protagonistas de la historia.
Luz Estela (Lucha) Castro
Religión digital
EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA
fe adulta
Esta frase, atribuida a Jesús de Nazaret, me lleva a pensar en otra de igual contundencia y realidad: el que no avanza, retrocede. Y me pregunto una vez más ¿qué pasa con la Iglesia Católica que se niega a avanzar como se lo exige su imprescindible necesidad de diálogo con la sociedad en que se mueve? La Iglesia padece esclerosis, definitivamente. Hay muchos síntomas de que esto es así. ¿Qué podemos hacer quienes creemos que vivir según la propuesta de Jesús, exige hacerlo desde una comunidad que no sólo apoye sino que confronte?
Veamos algunos ejes de esta parálisis eclesial:
Recién realizado el Vaticano II, aún en medio de confrontaciones y fuerzas contrarias, la mayoría de las parroquias vivieron un renacimiento en muchos ámbitos que animó los sueños de mujeres y hombres eclesiales. Las mujeres participaron como acólitas, lectoras, ministros de la comunión de los enfermos, tomaron parte en la predicación de la palabra… Mujeres y hombres laicos administraron los bienes parroquiales e hicieron parte de sus juntas de orientación y de gobierno. Se esperaron transformaciones más radicales de un lado, mientras se negaban de otro.
Pasadas unas décadas este entusiasmo se mermó y lo más grave: Nuevas generaciones de seminaristas que no vivieron los aires del Concilio, se formaron en paradigmas más tradicionales y apegados a fórmulas antiguas. Hoy, muchas de esas parroquias, han retomado prácticas conservadoras y los nuevos creyentes se manejan como si nunca hubiera habido búsquedas diferentes, definitivamente volvemos hacia atrás: comunión de rodillas, mujeres lo más lejos posible del altar en funciones significativas, nada que ver en los destinos reales de las parroquias…
Por otro lado se convoca el Sínodo de la sinodalidad… del que muchos esperaban un cambio rezagado por siglos. Pero el cambio no llega y el Sínodo no alcanza siquiera a maquillar la ceguera de siglos. La realidad realmente es muy dura.
Un hombre como Francisco, el Papa, capaz de vislumbrar muchas de las necesidades del mundo y de escribir encíclicas sobre las urgencias que nos exige la naturaleza o los reclamos de fraternidad, de corazón y amor que nuestras sociedades necesitan… parece no escuchar muchos clamores al interior de su propia comunidad eclesial y no se toma en serio la urgencia de transformación como condición imprescindible para no perder vigencia en un diálogo que el mundo de hoy no tolera sino desde igualdades reales y profundas. Este Papa, al que admiro por muchas de sus palabras y actitudes… no lo alcanzo a entender cuando se trata del tema femenino… ¿qué le pasa? ¿qué le pasa a la iglesia?
Ya antes de iniciarse la reunión sobre la sinodalidad, Francisco mismo veta cualquier acercamiento a lograr en la iglesia dignidad para la mujer: el tema del diaconado femenino no está maduro para debatirse… ¿Qué significa estar maduro y quién lo determina? No basta que lo pidan iglesias nacionales enteras (la de Alemania por ejemplo), no importa que lo pidan los órganos que coordinan las comunidades religiosas femeninas, no importa que lo pidan teólogos y teólogas o comisiones… No está maduro todavía… ¿Y sí madurará en medio del silencio y la omisión?
Más allá del asombro y la protesta me pregunto de fondo: ¿Qué defiende la iglesia con esta negación a moverse? ¿Qué es lo que cree que teme perder? Porque no pienso realmente que a estas alturas del desarrollo de los estudios bíblicos y de la conciencia crística se pueda defender que no se hace tal cosa porque Jesús no la hizo. Desde lo más hondo de mí tengo que pensar que lo único que pasa y que temen, es que los hombres pierdan el monopolio del poder.
Todas las organizaciones en Occidente y la mayoría de las iglesias cristianas ya han abierto sus puertas a las mujeres. ¡Hasta el ejército! Pero la iglesia católica, no… ni siquiera permite discutirlo. Yo creo que este asunto reviste gravedad. Me resulta difícil además resolverlo -en el caso de Francisco, no de la mayoría de los varones eclesiales- con la respuesta del poder. No creo por todo lo que muestra en el conjunto de su pontificado que Francisco tema perder poder… ¿De qué está preso entonces en el tema del diaconado y la ordenación femenina?
Todavía en la Iglesia Católica los hombres tienen temores al “oscuro universo de la mujer”, es la única conclusión que se me ocurre. Todavía tal vez de manera inconsciente piensan que su “impureza” contamina el ámbito sagrado… No creo poder hallar razones diferentes en estos momentos de la discusión y claridad teológico-bíblica. Y esto sin abordar en estas reflexiones el problema inmensísimo de la pedofilia y de los abusos sexuales por parte de los sacerdotes…
Percibo además, un miedo indiscriminado al futuro. Como si el porvenir sólo exigiera desviaciones y caminos errados. La vida en abundancia, que prometió el Maestro no se puede encontrar con los ojos cerrados al mañana. La vida no está atrás en el retrovisor… la vida está adelante.
El evangelio nos habla claramente:
“He venido para que tengan vida…
En esto conocerán que son mis discípulos…
Los que hagas a un pequeño de estos, me lo harás a mí…
Hay que perdonar al hermano setenta veces siente…
Poner la otra mejilla…
Sanar a los heridos y enfermos…”
No hay chance de perderse… entonces ¿por qué tantos temores de romper cadenas y ensayar pasos nuevos?
Ojalá la fuerza del Espíritu irrumpa, expulse los temores y haga abrir las ventanas. De lo contrario, un diálogo con mundos del mañana resultará imposible.