Es difícil, muy difícil, convencer a los obispos, de que estas ideas que voy desgranando, no van, ni en contra de la Doctrina de la Iglesia, ni, menos todavía, son contrarias al Evangelio. El poder magisterial de un obispo sólo llega, cuando enseña a título individual, a sus fieles. Recuerdo cómo en un curso de Filosofía que estaba haciendo en una universidad eclesiástica de Brasil, un obispo de otra diócesis de la que estábamos, que era, exactamente, Sâo Joâo del Rey, (he aquí una curiosa reminiscencia de cuando Brasil perteneció a España, porque ese “del Rey”, que ha quedado así para siempre, en portugués sería “do Rei”), en una conferencia que estaba dando, comenzó a exponer sus ideas, discutibles, sobre algún tema, con un aire ¿cómo puedo llamarlo?, pues eso, magisterial. Entonces, un joven cura holandés, pidió la palabra, y le dijo, (lo más exacto sería decir “le espetó”): “Señor obispo, Vd. no está en su diócesis, ni nosotros somos sus diocesanos. Así que le pido que exponga su opinión, pero no con ese estilo magisterial, como si fuera de obligada aceptación”. (Sic). Tengo la impresión de que muchos de nuestros obispos se extrañarían de una intervención de ese estilo. Reconozco que tuve muchas ganas de pedir la palabra en una conferencia de un cardenal en el círculo “Siglo XXI”, y no me atreví. Pero merecía un corte, educado, pero contundente, en su dura y pretenciosa plática.
EL obispo Munilla suele intervenir con frecuencia en la radio “Ave María”. Pues hay que recordarle, a él y a otros clérigos que actúan en la radio, que pueden exponer su opinión, e intentar convencer, que eso siempre es bueno, y se supone que la gente adulta sabe defenderse de los intentos de adoctrinamiento. Pero ni el tono puede ser dogmático, ni las aseveraciones tan apodícticas, que den la impresión, como muchas veces le sucede al obispo donostiarra, que en la Iglesia haya pensamiento único.
Sobre la “ideología de género”, como en otros temas de moral, mi opinión, que ya he expuesto en este blog, es que el Magisterio de la Iglesia, directamente, no tiene habilitación para exponer su doctrina “urbi et orbi” como de obligado cumplimiento, ni, mucho menos, de imponerla. Lo primero que hay que afirmar de la discusión sobre la prevalencia de la Naturaleza sobre la cultura es que se trata de un polémica falsa, incompleta, y desviada. Porque parece suponer que la inteligencia humana, que es la causante del proceso cultural, también forma parte de la naturaleza creada por Dios. Esta es una premisa que los creyentes no podemos dejarnos arrebatar. Así que los productos culturales, si son auténticos, pueden serlo tanto como los “naturales”, a nos ser que digamos que un amontonamiento natural de piedras es, “ipso facto”, mejor y más bello que una catedral, o que la “Pasión según San Mateo de Bach”, o que viajar en avión es antinatural, porque según el principio de la gravitación universal de Newton, un objeto tan pesado debía, naturalmente, ser atraído por la tierra, y estrellarse contra el suelo. Que la “ideología de género” sea un producto “cultural” es una de las mejores cosas que podríamos afirmar de ella. El quid de la cuestión es si es cultural, realmente como producto auténtico, no sólo como contraposición a lo natural, o si podría tratarse de una excrecencia. Porque no todo lo cultural, por serlo. es auténtico. Como no lo es, por poner un ejemplo, la confusión entre hipocresía social, y buenos modos. (O, se me ocurre, como no dejan de ser unos adefesios, las mitras y otros capisayos, por el hecho de ser productos culturales).
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