Todo lo contrario. Durante casi veinte años ha jurado su cargo con la mirada fija en el Crucifijo y con la mano en la Biblia en la toma de posesión de los numerosos cargos gubernamentales que ha ocupado: ministro de Administraciones Públicas, de Educación y Cultura, de Interior, de la Presidencia, vicepresidente y presidente del Gobierno.
Hizo la citada afirmación en un momento en el que la corrupción está instalada en la cúpula del Partido Popular y le afecta a él directamente; con numerosos ex dirigentes de su partido en prisión e imputados judicialmente; con un espectacular incremento del paro durante su mandato presidencial, que alcanza al 25% de la población activa y más del 50% de los jóvenes desempleados; más de un millón y medio de familia donde todos los miembros están sin trabajo; un elevado número de desahucios de familias que viven en la indigencia, por parte de los bancos que nadan en la abundancia y de instituciones públicas cuya función es garantizar las necesidades básicas de todos los ciudadanos; un alarmante crecimiento de la desigualdad; una contrarreforma laboral que coloca a los trabajadores en un estado crónico de desamparo y deja sin efecto la negociación colectiva; la desatención médica a los enfermos de hepatitis C; la negativa de la hospitalidad a los inmigrantes ahogados en el mar y lesionados en las vallas con cuchillas, con la complicidad a veces de las propias Fuerzas de Seguridad del Estado
Con esta situación de fondo Rajoy ha expresado su distanciamiento del Sermón de la Montaña. Tal actitud contrasta con la de otro líder político no cristiano, sino hinduista, Mahatma Gandhi (1969-1948), que consideraba el Sermón de la Montaña un excelente programa para resolver los problemas de la humanidad. Preguntado por Lord Irwin, virrey británico de la India, cómo podrían resolverse los problemas existentes entre la India y Gran Bretaña, Gandhi le respondió, con el capítulo 5 del Evangelio de Mateo: “Cuando su país y el mío sigan las enseñanzas expuestas por Cristo en el Sermón de la Montaña se habrán solventado los problemas no solo de nuestros dos países, sino los de todo el mundo”.
Los valores que propone el Sermón de la Montaña son: opción por los empobrecidos y marginados; trabajo por la paz como tarea y objetivo a través de la no-violencia activa; lucha por la justicia en un clima de injusticia estructural; perdón y reconciliación frente al recurso a la venganza de la vieja ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”; com-pasión solidaria con las víctimas frente a la insensibilidad hacia el sufrimiento humano; actitud humilde frente a la humillación y a la arrogancia; autenticidad de vida frente a la doblez y el cinismo; compartir frente a competir; austeridad frente a acumulación; fe auténtica frente a idolatría.
Son valores trascienden el cristianismo, han entrado a formar parte de la herencia ética de la humanidad y deben convertirse en imperativos categóricos de la ética pública y de la moral privada. Pero no se cotizan en las operaciones bursátiles de la economía neoliberal.
Ahora se entenderá por qué Gandhi, sin ser cristiano, era un admirador de Jesús de Nazaret y un fiel seguidor del Sermón de la Montaña, y Rajoy, siendo cristiano, no quiere gobernar conforme a los valores de dicho Sermón: se encuentra más a gusto con los principios de la religión neoliberal del Mercado que con la narrativa alternativa de la ética liberadora de Jesús de Nazaret. Así se explica cómo ha podido jurar tantas veces sus cargos políticos ante el Crucificado de Nazaret y con la mano en la Biblia y negarse a seguir las orientaciones morales del memorable Sermón, que es patrimonio de la humanidad.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid y coeditor, con Luis Alvarenga, de Ignacio Ellacuría. Utopía y teoría crítica (Tirant Lo Blanch, 2014).
El Periódico de Catalunya, 18 de febrero de 2015
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