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miércoles, 12 de febrero de 2025

¿REDUCCIÓN DE JORNADA?


col martell

 

No me atrae especialmente la tan polémica propuesta de Yolanda Díaz. No estoy entusiasmado por la reducción de la jornada. No me convence ese eterno regateo; no veo, con todos los respetos, en los sindicatos un factor emancipador de la persona en el sentido más integral y holístico. 

Sé que es una mirada a largo plazo, pero conviene empezarla a esbozar. Quizás no nos sobren tanto las horas, sino que adolezcamos de una tarea que nos colme y apasione, de un trabajo en el que las horas vuelen y nunca las miremos, ni siquiera de reojo. Postulamos un trabajo en el que podamos volcar todos nuestros dones, nuestro potencial creativo y por lo tanto de servicio. El trabajo no nos proporciona únicamente un sueldo, sobre todo conlleva una posibilidad de servir al mundo. Conviene por su puesto contemplar la conciliación familiar, conviene también que las fronteras entre el trabajo y el ocio vayan poco a poco desapareciendo. Entonces nadie polemizará por las horas. 

No sé si hay que pelearse por rascar horas al empresariado. Quizás convenga aplicarse en el diseño de una sociedad que contemple un lugar laboral adecuado para cada quien, en el que todos encontremos nuestro puesto feliz, la labor que nos confiere plenitud. 

Muchos amigos cuentan con ilusión los días para la jubilación. Deberíamos contar con pena los días que nos restan para servir a la humanidad. Quisiéramos teclear hasta que la vista no atine a ver los trazos de nuestro presente, hasta que los dedos no tengan fuerza para hundir el signo o la letra, hasta que estas palabras carezcan de significado. 

Estamos porque las tareas más ingratas, aún sin automatizar, ésas que nadie quiere, ésas que piden mirar al reloj, las hagamos entre todos los que físicamente podemos. En el País Vasco algo de eso representa el "auzolan". Hay entrañables tradiciones que merecen su "2.0".

Podemos recuperar el trabajo comunitario para aquellas tareas más desagradables. Podemos recuperar el espíritu ghandiano de asumir, en la medida de lo posible, el mayor número de cuidados propios y de quienes nos rodean. A voluntad propia, Ghandi era de los que trajinaban con la basura en los primeros "asrhams" que el apóstol de la no-violencia creó en India. Un " Mahatma", es decir uno de los humanos más grandes y nobles de nuestros días, fue durante mucho tiempo el encargado de los desperdicios de su propia comunidad. Algo de este idealismo adolece nuestro presente tan cronometrado en todos los ámbitos. Ghandi oraba, hilaba, departía, escribía, llevaba a su pueblo a la libertad... y de paso también sacaba la basura suya y de sus hermanos. 

¿Cuánta nostalgia de aquel "mequetrefe en pañales", así refería al propio Ghandi Winston Churchil, en la hora en que tanto rehuimos aquello de volcarnos en el prójimo sin tiempo, ni medida? No queremos que nos reduzcan la jornada, queremos que Dios nos proporcione salud, para acabar todos los días felizmente cansados al culminar las horas comprometidas. 

 

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