FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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viernes, 3 de enero de 2014

Papa: Las violencias y las injusticias no pueden dejarnos indiferentes e inmóviles

“Les deseo un año de paz en la gracia del Señor y con la protección materna de María”
Francisco clama que “ya es hora de detener” las guerras
Tras la misa solemne en la Basílica de San Pedro, el Papa salió a la ventana para rezar el ángelus. Ante una Plaza de San Pedro de nuevo a rebosar, Francisco clamó por la paz y dijo que estamos llamados a darnos cuenta de la violencia y de la injusticia presente en tantas partes del mundo, que no nos pueden “dejar indiferentes e inmóviles” porque “es necesario un compromiso de todos para construir una sociedad más justa y solidaria”.
El papa habló así antes del rezo del Ángelus a los participantes en la Marcha de la Paz, promovida por la comunidad católica de San Egidio, con motivo hoy de la 47 Jornada Mundial de la Paz, con el lema “Fraternidad, fundamento y camino para la paz”, basada en el mensaje papal publicado el pasado 12 de diciembre.
Un mensaje que, según dijo el pontífice asomado a la ventana del apartamento papal del Palacio Apostólico, tiene como base la convicción de que todos somos hijos del único Padre del cielo, “formamos parte de la misma familia y compartimos un destino común”.
Ante miles de peregrinos y fieles, que abarrotaban la Plaza de San pedro en un soleado primer día de 2014, el papa insistió en “la responsabilidad de obrar con el fin de que el mundo se convierta en un comunidad de hermanos que se respetan, se aceptan en su diversidad y se cuidan unos a los otros”.
Francisco relató que había recibido una carta de un señor que hablando sobre las guerras le preguntaba qué estaba sucediendo en el corazón del hombre, una pregunta que hacía suya y repitió dos veces: “Ya es hora de parar” (la guerra).
Agregó el papa argentino que de cada ángulo de la tierra hoy los creyentes elevan “una oración para pedir al Señor el don de la paz y la capacidad de llevarla a cada rincón”.
En este primer día del año, -añadió- el Señor “nos ayuda a encaminarnos todos con más decisión en el camino de la justicia y de la paz”.
Para el Obispo de Roma, la paz requiere la fuerza de la docilidad, la fuerza no violenta de la verdad y del amor.
En la Madre del Redentor -sostuvo el papa Francisco- confiamos “el grito de paz de la población oprimida por la guerra y por la violencia para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalezca sobre la tentación de la venganza, de la prepotencia, de la corrupción”, asintió.
A ella le pedimos que el Evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, “pueda hablar a cada conciencia y abatir los muros que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos”, señaló el obispo de Roma.
Poco antes, el papa presidió la primera solemne misa de 2014 en la Basílica de San Pedro por Santa María Madre de Dios y al mismo tiempo con motivo de la 47 Jornada Mundial de la Paz.
El oficio litúrgico fue concelebrado por el papa Francisco, por cardenales, obispos y sacerdotes, entre ellos, su nuevo secretario de Estado, Pietro Parolin en la imponente Basílica, abarrotada de fieles y peregrinos, además de autoridades y religiosos.
Después del ángelus
Da las gracias al presidente de Italia y pide la bendición de Dios sobre el pueblo italiano, para que “pueda mirar al futuro con fonfianza y esperanza”
Saluda a las iniciativas de paz promovidas por la Comunidad de San Egidio.
“A todos les deseo un año de paz en la gracia del Señor y con la protección materna de María”
Digamos tres veces: “Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios”
Y se despidió: “Buen domingo, buen comienzo del año, buen apetito y arrivederci”

Por favor no insulten a la clase trabajadora

ene032014

Este artículo denuncia la constante discriminación en contra de la clase trabajadora al definírsela como clase media-baja o clase baja.
El movimiento antirracista ha señalado y denunciado el continuo insulto que se reproduce en el lenguaje cotidiano utilizado por la población hacia ciertas razas y grupos étnicos minoritarios. El término “negritos” para definir a personas de raza negra es un ejemplo de ello. Bajo este término se intenta ridiculizar a un colectivo, presentándolo como inmaduro e infantil.
Un tanto semejante ocurre con los términos utilizados en nuestras sociedades, dominadas por los hombres, para referirse a las mujeres de forma estereotipada, tal como han documentado autoras de sensibilidad feminista. Las denuncias de las prácticas racistas y machistas que aparecen en el lenguaje han concienciado a la sociedad de la necesidad de que se eviten las palabras ofensivas a esos colectivos sociales, sujetos de abundante discriminación.
Ahora bien, hay una enorme discriminación –promovida por las élites políticas, mediáticas y culturales del país- contra un grupo social que es incluso mayoritario en nuestros países –la clase trabajadora–, que constantemente aparece definida en el lenguaje mediático como clase baja, lo que apenas ha despertado protesta.
Incluso una periodista tan sensible al lenguaje “políticamente correcto” (en cuanto a raza y género) como Soledad Gallego-Díaz, columnista de El País, continúa utilizando el término clase baja para definir lo que es clase trabajadora. En su artículo en la nueva revista económica, Alternativas Económicas, esta autora divide a los españoles en españoles de clase alta, de clase media y de clase baja (“Frenazo al ascensor social”, 12.12.13, nº 9). Su tesis es que el ciudadano medio español (que resulta ser –según ella- una mujer de unos 43 años) está descubriendo que está pasando “de la clase media a la clase baja”. Los datos que utiliza proceden en su mayoría de los estudios del analista, también de El País, José Juan Toharia, que ha presentado datos de la evolución de las clases sociales en España, dividiéndolas en clase alta, clase media-alta, clase media-baja y clase baja. Supongo que pronto van a añadir otra categoría, que van a llamar clase baja-baja o clase bajísima. Esta narrativa aparece también en círculos políticos e intelectuales de izquierdas. Uno de los intelectuales de izquierda más conocidos en España hacía referencia a las clases populares catalanas, compuestas de clases medias y bajas (le tengo demasiada estima para citar su nombre).
España (incluyendo Catalunya) no es un país de castas
Esta transformación de la estructura de clases, definiéndola de esta manera, transforma España en un país de castas, como ocurre en ciertos Estados de la India. Y así queda redefinida la clase trabajadora como clase media-baja, clase baja y, pronto, clase bajísima.
Yo no sé como usted, lector o lectora de este artículo, le respondería a un encuestador que le parara por la calle y le preguntara: ¿Es usted de clase baja? Yo tengo que admitirle que probablemente le miraría a la cara y le contestaría “Y su madre también”. No creo que a nadie le agrade ser definido como clase baja y, por lo tanto, se debería protestar porque dicho término se utilice constantemente. Cuando se utilizan tales términos, ¿no se dan cuenta de que están insultando a la clase trabajadora?
Pero es que, además de ofensiva, esta categorización no es científica y no permite analizar las causas del deterioro de las personas estudiadas (para expansión del tema de este artículo ver mi artículo “Ni Estados Unidos ni España son ‘países de clases medias’”). Analizar a las personas por el nivel de renta y/o estatus es dramáticamente insuficiente, cuando no erróneo. Tiene mucho más valor definir a María –la supuesta ciudadana promedio española– como una trabajadora de servicios, ayudante de enfermería en un hospital concertado, que está viendo cómo su salario y seguridad laboral se deterioran, que definirla como una persona de clase media yendo a la baja. Definir a la persona por su relación con el mercado de trabajo (por el trabajo que realiza) tiene mucho más valor explicativo analítico que definirla por su nivel de renta o estatus.
De ahí que, dentro de la cultura popular, depositaria de gran conocimiento y realismo, cuando una persona quiere conocer a otra, no le pregunta si pertenece a la clase alta, media o baja. Se le pregunta de qué trabaja, y cuando se lo dice, usted ya sabe mucho sobre aquella persona. Si le dicen que es una ayudante de enfermería, ya puede saber aproximadamente cuánto dinero gana, donde vive, en qué tipo de vivienda, qué coche utiliza, a qué escuela envía a sus hijos, y un largo etcétera. Si usted conoce lo que la persona hace, puede ya imaginarse lo que la persona tiene. Pero no al revés. El nivel de renta de una persona no dice nada o muy poco del origen de tal renta.
En definitiva, la clase trabajadora, que es la que construye este país diariamente, está constantemente discriminada, ofendiendo su dignidad, refiriéndose a ella como clase media, baja o pronto, bajísima. Por favor, ¡no la insulten! Una última observación. Ruego al lector que cuando lea algún artículo utilizando este término para definir a la clase trabajadora, haga algo. Le sugeriría que, al menos, envíe al autor o autora copia de este artículo, aconsejando que lo lea.
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 26 de diciembre de 2013, y en el diario digital EL PLURAL, 30 de diciembre de 2013

El Papa Francisco y la economía de la exclusión

ene032014

Quien escucha las distintas intervenciones del obispo de Roma y actual papa se siente en casa y en América Latina. El Papa no es eurocéntrico, ni romanocéntrico ni mucho menos vaticanocéntrico. Es un pastor “venido del fin del mundo”, de la periferia de la vieja cristiandad europea, decadente y agónica (sólo el 24% de los católicos son europeos); proviene de un cristianismo nuevo que se ha ido elaborando a lo largo de 500 años en América Latina con rostro propio y con su teología.
El Papa Francisco no ha conocido el capitalismo central y triunfante de Europa sino el capitalismo periférico, subalterno, agregado y socio menor del gran capitalismo mundial. El gran peligro nunca fue el marxismo sino el salvajismo del capitalismo no civilizado. Ese tipo de capitalismo ha generado en nuestro Continente latinoamericano una escandalosa acumulación de riqueza en unos pocos a costa de la exclusión y de la pobreza de las grandes mayorías del pueblo.
Su discurso es directo, explícito, sin metáforas encubridoras como suele ser el discurso oficial y equilibrista del Vaticano, que pone el acento más en la seguridad y en la equidistancia que en la verdad y en la claridad de la propia posición.
La posición del Papa Francisco a partir de los pobres excluidos es clarísima: «no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten» esta opción ya «que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres» (Exhortación nº 48). De forma contundente denuncia: «el sistema social y económico es injusto en su raíz» (nº 59); «debemos decir no a una economía de exclusión y de desigualdad social; esta economía mata… el ser humano es considerado, en sí mismo, como un bien de consumo que se puede usar y después tirar; los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”» (nº 53).
Además no se puede negar que este tipo formulaciones del Papa Francisco recuerdan el magisterio de los obispos latinoamericanos en Medellín (1968), Puebla (1979) y Aparecida (2005) así como el pensamiento común de la teología de la liberación. Ésta tiene como eje central la opción por los pobres, contra su pobreza y en favor de la vida y de la justicia social.
Hay una afinidad perceptible con el economista hungaro-norteamericano Karl Polanyi, que fue el primero en denunciar la “Gran Transformación” (título del libro de 1944) al hacer de la economía de mercado una sociedad de mercado. En esta todo pasa a ser una mercancía, las cosas más sagradas y las más vitales. Todo es objeto de lucro. Tal sociedad se rige estrictamente por la competición, por la prevalencia del individualismo y por la ausencia de cualquier límite. Por eso no respeta nada y crea un caldo de violencia, intrínseca a la forma como ella se construye y funciona, duramente criticada por el Papa Francisco (nº 53). Ella ha tenido un efecto atroz. En palabras del Papa: «ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos» (nº 54). En una palabra, vivimos tiempos de gran inhumanidad, impiedad y crueldad. ¿Podemos considerarnos todavía civilizados, si por civilización entendemos la humanización del ser humano? En verdad, estamos regresando a formas primitivas de barbarie.
Conclusión final que el Pontífice deriva de esta inversión: «ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado» (nº 204). De este modo ataca el corazón ideológico y falso del sistema imperante.
¿Y dónde va a buscar alternativas? No va a beber de la esperada Doctrina Social de la Iglesia. La respeta pero observa: «no podemos evitar ser concretos para que los grandes principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie» (nº 182). Va a buscar en la práctica humanitaria del Jesús histórico. No entiende su mensaje como una regla petrificada en el pasado sino como inspiración abierta para la historia siempre cambiante. Jesús es alguien que nos enseña a vivir y a convivir, a «reconocer al otro, a curar las heridas, a construir puentes, a estrechar lazos y a ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (nº 67). Personalizando su propósito dice: «a mi me interesa procurar que aquellos que están esclavizados por una mentalidad individualista, indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen un estilo de vida y de pensamiento más humano, más noble, más fecundo, que dignifique su paso por esta tierra» (nº 208). Esta intención se asemeja a la de la Carta de la Tierra que apunta valores y principios para una nueva humanidad que habita con cuidado y con amor el planeta Tierra.
El sueño del Papa Francisco actualiza el sueño del Jesús histórico, el del Reino de justicia, de amor y de paz. No estaba en la intención de Jesús crear una nueva religión ya que habia muchas en su tiempo, sino personas que aman, se solidarizan, muestran misericordia, sienten a todos como hermanos y hermanas porque todos son hijos e hijas en el Hijo.
Este tipo de cristianismo no tiene nada de proselitismo pero conquista por la atracción de su belleza y profunda humanidad. Tales valores son los que puden dar un otro rumbo a la sociedad mundial.
Traducción de Mª José Gavito Milano