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viernes, 22 de junio de 2012

Leonardo Boff: Carta de la Tierra es indigesta para el mundo capitalista y exige cambios que nos muestran la realidad que queremos

En la tarde de este viernes (15), las miradas de la Cumbre de los Pueblos se orientaron hacia el Lanzamiento de la Red Brasilera de la Carta de la Tierra. La actividad contó con la participación del teólogo y escritor Leonardo Boff, de Miriam Vilela, integrante de la Carta de la Tierra Internacional, de María Alice Setubal, del Instituto Democracia y Sustentabilidad (IDS) y de Ana Rubia, de la Asociación Brasilera de Miembros del Ministerio Público de Medio Ambiente (Abrampa).
La Red hasta el momento está formada por 30 organizaciones que intentan llamar la atención sobre la importancia de la Carta de la Tierra para alcanzar la sustentabilidad. La iniciativa tiene como principal propósito organizar a la sociedad civil para demandar que los principios presentes en la Carta sean incluidos en la legislación brasilera y en las políticas públicas.
Ana Rubia conversó con los/las participantes sobre temas como las dificultades para implementar esos principios en las legislaciones internacionales, y como prueba citó a la Agenda 21, que por ser vinculante ya debería haber sido implementada por los Estados, lo que no ocurrió. Rubia también enfocó la atención sobre la necesidad de proponer una agenda positiva.
María Alice convocó a los presentes a que piensen a sí mismos como ciudadanos planetarios, “que necesitan superar juntos los problemas, y aprender a respetar y a cuidar de sí y del planeta”, para que algo comience a cambiar verdaderamente en el mundo.
Las palabras más esperadas de la tarde fueron las de Leonardo Boff, que arrancó aplausos desde el comienzo hasta el final de su intervención sobre la importancia de la Carta de la Tierra. En sus primeras palabras el teólogo dejó en claro por qué motivo este importante documento, con más de diez años, no es divulgado ampliamente.
“La Carta de la Tierra no es divulgada porque no es digerible, es indigesta para el mundo capitalista y exige cambios que nos muestran la realidad que queremos. Y nosotros tenemos que ir a la búsqueda de ese cambio, pues el futuro que nos preparan en la Río+20 es colocarnos a la vera del abismo”, manifestó.
El teólogo considera que la Carta de la Tierra es el documento que verdaderamente marca el comienzo del siglo XXI; ya se extiende por diez años y continúa siendo importante para el momento que la humanidad vive hoy.
Boff también invocó a defender la Carta, pues es fruto de una gran consulta, y “nació del grito de la Tierra, de abajo, de los quilombolas, negros, indígenas, universitarios, del pueblo, y parece que tiene algo del Espíritu Santo también en ella”.
Recordó además que el 22 de abril de 2009, la Organización de las Naciones Unidas aprobó las reivindicaciones de que la Tierra fuese llamada Madre Tierra, “pues la tierra se vende, se troca, se usa, pero a la madre no, a la madre la cuidamos y la respetamos”.
Para tomar como ejemplo, Boff citó a Itaipú como empresa que respeta, reconoce y defiende la Carta de la Tierra, cuida la naturaleza, respeta la sustentabilidad y propone un nuevo tipo de relación con la naturaleza.
Terminando su intervención, el teólogo defendió la Carta de la Tierra como una nueva forma de reencantamiento del mundo –donde se está viviendo tamaña desolación – y como una herramienta poderosa que muestra que todavía vale la pena vivir.
La actividad fue realizada, entre otros, por la Asociación Civil Terrazul.
La Carta de la Tierra: http://www.cartadelatierra.es/index.php?lang=pt
Periodista de Adital
Traducción: Daniel Barrantes – barrantes.daniel@gmail.com


El Vaticano II, Concilio del Diálogo. El Posconcilio, ¿tiempo de anatemas?


 


Se celebra este año el Cincuenta Aniversario del Concilio Vaticano II, que tendió puentes de diálogo con la cultura moderna, de la que tantos siglos estuvo alejada la Iglesia católica
Se celebra este año el Cincuenta Aniversario del Concilio Vaticano II, que reunió en Roma a todos los obispos católicos del mundo, a teólogos, auditores y auditoras, y a observadores de otras religiones.
 

Se trata de uno de los acontecimientos religiosos más importante del siglo XX y de uno de los fenómenos más significativos de la historia reciente por las repercusiones que tuvo en los campos de la religión, la cultura, la política y la sociedad.
Pablo VI lo definió como “el concilio del diálogo”. Y eso fue, ciertamente: una asamblea episcopal de primera magnitud que renunció a los anatemas y condenas de los concilios anteriores (Trento y Vaticano I) e inició un proceso de diálogo multilateral. Primero dentro de la iglesia católica, propiciando el encuentro entre diferentes tendencias que lograron ponerse de acuerdo para aprobar las constituciones, las declaraciones y los decretos conciliares. No fue fácil, pero se consiguió, dentro del respeto al pluralismo. El diálogo se produjo también entre las iglesias cristianas con la presencia de observadores y con la potenciación del ecumenismo a partir de la afirmación de Juan XXIII: “Son más las cosas que nos unen que las que nos separan”.
El diálogo se hizo extensivo a las religiones monoteístas hermanas, judaísmo e islam, tantos siglos enfrentadas, recuperando las raíces comunes, y a las religiones orientales, con el reconocimiento de los valores presentes en todas las tradiciones religiosas que conforman un valioso patrimonio ético. Las religiones no cristianas dejaron de ser anatematizadas y fueron reconocidas como caminos de salvación. Se producía así un cambio de paradigma.
El Vaticano II tendió puentes de diálogo con la cultura moderna, de la que tantos siglos estuvo alejada la Iglesia católica. A dicho diálogo dedicó el concilio la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, hecho inédito en la historia de los concilios. Se hacía realidad el sueño de Juan XXIII al convocar la asamblea ecuménica: entrar en diálogo con la modernidad, que ya no era vista como enemiga del cristianismo, sino como espacio privilegiado en el que vivir la experiencia religiosa liberadora. El nuevo clima de diálogo requería, por parte de la Iglesia, renunciar a la arrogancia y al complejo de superioridad del pasado, ser solidaria con las alegrías y las tristezas de la gente, sobre todo con la gente que sufre, adoptar una actitud de servicio y trabajar por la paz y la justicia con los hombres y mujeres de buena voluntad, más allá de las creencias e increencias.
El nuevo clima de diálogo requería renunciar a la arrogancia y al complejo de superioridad del pasado
El concilio marcó el final de la Cristiandad y de todo intento de restaurarla. Puso las bases para la Reforma interna de la Iglesia. Reconoció la autonomía de las realidades temporales, incorporó a la doctrina social de la Iglesia la teoría de los derechos humanos y defendió la libertad religiosa como derecho inalienable de la persona. Afirmó el compromiso por la paz. La intención del concilio no era condenar el mundo moderno, sino abrirse a él en actitud de colaboración. Tampoco quiso definir nuevos dogmas, sino proponer el cristianismo como oferta de sentido a los hombres y mujeres de su tiempo y presentarlo en el lenguaje adecuado para su mejor comprensión.
El Vaticano II hizo el camino del anatema al diálogo, del enfrentamiento al encuentro, del choque a la convivencia, de la actitud anti a la inter. Pero, pasado no mucho tiempo, hubo jerarquías eclesiásticas y organizaciones católicas que se desviaron de ese camino y eligieron el del anatema y de la condena, incluso del propio Vaticano II, de sus promotores y de sus más fieles seguidores, a quienes no tardaron en acusar de herejes y cismáticos, y de negarles, dentro de la Iglesia, los derechos y libertades inherentes a todo ser humano. Pasamos de la “corta primavera eclesial” a la “larga invernada, en certera expresión de Karl Rahner, que dura hasta hoy.
Pero no es oro todo lo que reluce. En el Vaticano II hubo olvidos importantes. Me vienen a la memoria tres: el no reconocimiento de las mujeres como sujetos religiosos, eclesiales, morales y teológicos y su alejamiento de los ministerios ordenados, el mantenimiento de la obligatoriedad del celibato para los sacerdotes y la falta de la centralidad de los pobres como horizonte global del concilio.
Hay que volver al camino del diálogo y del respeto al pluralismo señalado por el concilio y seguido durante los primeros años del posconcilio. La celebración del cincuentenario es una buena oportunidad para ello y puede ayudar a emprender de nuevo aquella senda que nunca debió abandonarse. En esa dirección va el Curso de Verano “El Vaticano II, “concilio del diálogo” que tendrá lugar del 25 al 29 de junio del presenta año en el Palacio de la Magdalena, Santander, sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo” Es un Curso internacional, interdisciplinar, intercultural, interreligioso e interétnico. En él intervienen personalidades relevantes del mundo de la cultura, de las religiones, de la Iglesia cristianas y de las diferentes tendencias del catolicismo actual, líderes religiosos, teólogos, teólogas, historiadores, historiadoras, etc.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones. Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, 2012)

JOSE ANTONIO PAGOLA 12 T.O. 24062012

Marcos 4, 35-41
Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: "Vayamos a la otra orilla del lago".
_En seguida, dejando allí a la gente, le llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas iban detrás.
De pronto se levantó una gran tormenta de viento. Las olas, que cubrían la barca, comenzaron a llenarla de agua.
Jesús, entre tanto, estaba dormido en la popa, recostado sobre un cabezal.
Los discípulos le despertaron, diciendo: "¡Maestro! ¿no te importa que nos estemos hundiendo?".
Jesús se incorporó, increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento cesó y se hizo una gran calma.
Entonces les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¿Dónde está vuestra fe?".
Pero ellos seguían aterrados, preguntándose unos a otros: "¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?".
Zergatik beldur hori? Nolatan duzue oraindik hain sinesmen gutxi?


POR QUÉ TANTO MIEDO
La barca en la que van Jesús y sus discípulos se ve atrapada por una de aquellas tormentas imprevistas y furiosas que se levantan en el lago de Galilea al atardecer de algunos días de verano. Marcos describe el episodio para despertar la fe de las comunidades cristianas que viven momentos difíciles.
El relato no es una historia tranquilizante para consolarnos a los cristianos de hoy con la promesa de una protección divina que permita a la Iglesia pasear tranquila a través de la historia. Es la llamada decisiva de Jesús para hacer con él la travesía en tiempos difíciles: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”.
Marcos prepara la escena desde el principio. Nos dice que “era al atardecer”. Pronto caerán las tinieblas de la noche sobre el lago. Es Jesús quien toma la iniciativa de aquella extraña travesía: “Vamos a la otra orilla”. La expresión no es nada inocente. Les invita a pasar juntos, en la misma barca, hacia otro mundo, más allá de lo conocido: la región pagana de la Decápolis.
De pronto se levanta un fuerte huracán y las olas rompen contra la frágil embarcación inundándola de agua. La escena es patética: en la parte delantera, los discípulos luchando impotentes contra la tempestad; a popa, en un lugar algo más elevado, Jesús durmiendo tranquilamente sobre un cojín.
Aterrorizados, los discípulos despiertan a Jesús. No captan la confianza de Jesús en el Padre. Lo único que ven en él es una increíble falta de interés por ellos. Se les ve llenos de miedo y nerviosismo: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”.
Jesús no se justifica. Se pone de pie y pronuncia una especie de exorcismo: el viento cesa de rugir y se hace una gran calma. Jesús aprovecha esa paz y silencio grandes para hacerles dos preguntas que hoy llegan hasta nosotros: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”.
¿Qué nos está sucediendo a los cristianos? ¿Por qué son tantos nuestros miedos para afrontar estos tiempos cruciales, y tan poca nuestra confianza en Jesús? ¿No es el miedo a hundirnos el que nos está bloqueando? ¿No es la búsqueda ciega de seguridad la que nos impide hacer una lectura lúcida, responsable y confiada de estos tiempos? ¿Por qué nos resistimos a ver que Dios está conduciendo a la Iglesia hacia un futuro más fiel a Jesús y su Evangelio? ¿Por qué buscamos seguridad en lo conocido y establecido en el pasado, y no escuchamos la llamada de Jesús a “pasar a la otra orilla” para sembrar humildemente su Buena Noticia en un mundo indiferente a Dios, pero tan necesitado de esperanza.
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
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