FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 20 de julio de 2016

UN RÍO DE COLOR

col lamet

Caminamos por el mundo con tal aplomo, con tal seguridad, que estamos convencidos de que la realidad es tal cual la vemos. Cielos, valles, montes, ciudades, acontecimientos. Sin embargo, la filosofía de todos los tiempos se ha preguntado una y otra vez sobre la objetividad de nuestra percepción.
Desde la cueva de Platón al a priori de Kant, no está claro si esto que vemos es una interpretación nuestra. Ni si responde a algo absolutamente real. Como el maratón de la foto se convierte en un río de manchas de color en cuanto cambiamos la velocidad de obturación de la cámara, o como cada uno ve la vida según su lente, sus circunstancias. Un día de sol radiante de primavera es un salto de júbilo para una persona enamorada, y un bofetón para quien acaba de perder un hijo.
La gran pregunta es por tanto: ¿A qué me agarro en la vida? Mi entorno cambia, mi cuerpo envejece, lo que llamo realidad es una apariencia que depende de mil factores. Si pasa la película de este mundo, si paso yo, todo parece mentira, ¿qué me queda?
San Pablo era consciente de esto, y por eso dice en su primera carta a los Corintios: “Los que lloran como si no lloraran, los que se alegran como si no se alegraran, los que compran como si no poseyeran, los que aprovechan las cosas del mundo como si no las aprovecharan. Pues pasa la apariencia de este mundo” (7,30-31).
¿Qué significa esto? ¿Que no hay que disfrutar de la vida y hay que marcharse al desierto?
No; que hay que entornar los ojos, como el que mira a lo lejos para ver más. Si tu mirada está en contacto con lo profundo de tu ser, te vuelves capaz de distinguir la peli de este mundo de la luz que hay detrás.
La película acaba, es apariencia, pero no la luz que habita detrás de cada cosa, que es una, y a la que todos pertenecemos como reflejos y chispas. Pero para ver así, es indispensable cerrar de vez en cuando los ojos. Entonces el mundo entero se convierte en un fanal, “vestido lo dejó de su hermosura”. Gozas de lo que pasa, pero sin quedarte ni apropiarte, como asomado a la ventanilla de un tren, porque en realidad lo tienes ya todo: la luz de dentro.

Pedro Miguel Lamet
Un río de color, en Revista 21, junio 2016, p.55.

SOLO LE PIDO A DIOS


col Dolores L Guzman

FE ADULTA

Lc 11,1-13. Comentario al evangelio del 24 de julio de 2016.
Pedir o no pedir… Seguro que todo creyente se ha planteado esa disyuntiva en algún momento. Por un lado, ¿para qué pedir a Dios si Él sabe con certeza lo que precisamos? San Pablo ya nos advirtió que nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene (Rm 8,26) ¿No es mejor dejarle actuar sin más? Pero, por otro lado, nos asalta la duda. ¿Cómo no pedir a quien es Todopoderoso? ¿No es todo posible para Dios (Mc 10,27)? ¿A quién acudir en caso de necesidad sino a Él? Y sobre todo, ¿qué pedir?
Jesús nos ofrece varias claves para aprender a hacer peticiones. Porque igual que desde niños nos enseñan a dar las gracias, debemos estar igualmente dispuestos a que nos instruyan en el arte de “la demanda”. ¿Y quién mejor que el Maestro?
En esta primera parte del capítulo 11 de Lucas que leemos el domingo 24 de julio, el Señor nos da algunas pistas:
- Jesús vincula la petición a un contexto de oración y amistad. Por tanto, a un lugar de diálogo y encuentro con el Padre. Cuando hay confianza es más fácil pedir, porque si las dos partes se entienden y se conocen, todo fluye con naturalidad. Con el ejemplo del amigo importuno lo deja claro. A un desconocido difícilmente se le abre la puerta a medianoche.
- La petición es insistente. Un modo de mostrar el valor de lo que se pide. Por cosas pequeñas no merece la pena molestar a los demás, pero cuando nos va la vida en ello se hace lo que sea: gritar, golpear la puerta, suplicar, volver una y otra vez… La obstinación da la medida de nuestra convicción sobre la importancia de lo que queremos.
- El Señor, para no perdernos, nos ofrece una oración plagada de peticiones. Nos deja claro, desde la perspectiva de Dios, lo que es realmente vital para el hombre: la llegada del Reino, donde los cojos andan y los ciegos recobran la vista; el alimento de cada día; el perdón de nuestro pecado que causa heridas irreparables; que todos estemos unidos en el Padre, el Único que ordena todas las cosas; que nos fortalezca para no caer en las tentaciones que nos conducen a alejarnos de Él y de los demás. Y que entendamos que cada petición conlleva implícitamente un compromiso: ¿Cómo pedir el perdón si luego no perdonamos? ¿Cómo reclamar alimento, sanación, fortaleza… solo para mí, si todos somos sus hijos y el bien de cada uno repercute en el de todos? Por eso, como decía el cantautor argentino León Gieco en su canción: “solo le pido a Dios…, que el dolor no me sea indiferente; que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”. 
Ahora bien, si alguna vez queremos pedir una sola cosa o resumir en una todas las demás, lo mejor es decir: “solo le pido a Dios que se haga su voluntad”, pues nunca encontraremos ninguna mejor que la suya.

María Dolores López Guzmán

El cura expulsado del Vaticano por gay ataca la homofobia eclesial José Manuel Vidal



En su libro ‘La prima pietra’
“Mi madre y mi familia han sufrido mucho con todo esto”
En el clero hay muchísimos homosexuales que sufren por su propia condición. Intentan matarla, olvidarla, pero no pueden y sienten odio
El cura expulsado del ejercicio sacerdotal y del Vaticano tras declararse gay y revelar que tenía pareja, el polaco Krzysztof Charamsa, ha publicado su primer libro, “La prima pietra” (La primera piedra), en el que vuelve a arremeter contra la “homofobia patológica” y la “misoginia” de la Iglesia. ··· Ver noticia 

La Seguridad Social avisa a Extranjería para expulsar a inmigrantes reagrupados sin tarjeta sanitaria Laura Olías


Su error fue pedir la tarjeta sanitaria. Los ascendientes, en su mayoría ancianos, reagrupados por sus familiares en España, se enfrentan a la siguiente situación: la Seguridad Social les niega la tarjeta sanitaria porque considera que deberían haberles exigido un seguro médico para obtener los papeles. Aunque la justicia ha fallado a favor de las familias en estos casos, la Seguridad Social no ha cambiado de criterio. Además, avisa de manera automática a Extranjería para que revise sus permisos tras denegarles el acceso a la sanidad pública. Es lo que le pasó al padre de Flor, de 82 años, al que han extinguido sus papeles. ··· Ver noticia ···

José María Castillo: “Jesús fue un profeta, que trasmitió a su posteridad un proyecto de vida en este mundo”


  


Se suele decir (y es verdad) que la Religión Cristiana tiene su origen en Jesús de Nazaret. Como también suele decir (y también es verdad) que la Iglesia tuvo sus comienzos en la vida y las enseñanzas de Jesús. Pero tan cierto, como lo que acabo de decir, es queni Jesús fundó (o instituyó) una Religión, ni fundó (o instituyó) una Iglesia. ¿Cómo iba a fundar una religión un hombre que provocó un conflicto mortal con los dirigentes de la religión, con el templo, con los sacerdotes, los rituales y normas que la religión imponía a la gente, de forma que todo aquello terminó en la condena de Jesús como un delincuente subversivo? Y por lo que se refiere a la Iglesia, ni siquiera el concilio Vaticano II se atrevió a decir que Jesús fue su “fundador”, sino que se limitó a indicar que la Iglesia tuvo su origen en la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios (LG 5, 1). Por supuesto, san Pablo les puso el nombre de “iglesias” a las “asambleas” que él fue organizando en sus viajes apostólicos. Pero sabemos que Pablo fue un judío de cultura griega, en la que el término “ekklesía” designaba la asamblea de los ciudadanos libres, que se reunían para votar democráticamente las decisiones importantes.

Entonces, ¿qué es lo que nos dejó Jesús a quienes creemos en él y, por tanto, pensamos que su legado es importante, incluso determinante y hasta decisivo? Leyendo y analizando a fondo los evangelios, lo que en ellos queda patente es que Jesús fue un profeta, que trasmitió a su posteridad un proyecto de vida, una forma de estar y de actuar en este mundo. Un proyecto de vida que se lleva a la práctica a partir de lo que fueron las tres preocupaciones fundamentales que vivió el propio Jesús: 1) La salud (relatos de “curaciones de enfermos”). 2) La alimentación (relatos de “comensalía”, la mesa compartida). 3) Las relaciones humanas (enseñanzas sobre la “felicidad, misericordia, justicia, perdón, amor…). Este “proyecto de vida”, en el lenguaje y en la teología del Evangelio, se resume y se condensa en el “seguimiento” de Jesús. De forma que la cristología se constituye primordialmente, no desde determinados dogmas y saberes, sino a partir del seguimiento de Jesús.
Pues bien, si lo que acabo de indicar fue constitutivo y determinante en los orígenes del cristianismo, en seguida se comprende – y se comprende sin dificultad – cómo y por qué la Iglesia encontró acogida en la Antigüedad o, por el contrario, cómo y por qué la Iglesia encuentra indiferencia y hasta rechazo en la Modernidad.
Quiero decir que, en los primeros siglos de su historia, cuando la Iglesia se fue organizando y se hizo presente en la sociedad de forma que lo central y determinante de su vida fue la lucha contra el sufrimiento y la acogida de toda clase de gentes marginadas, excluidas y despreciadas, fue entonces cuando la Iglesia se expandió por todo el Imperio, hasta llegar a ser la institución central y más valorada en aquellos tiempos. Como bien ha explicado el profesor E. R. Dodds, cuando el Imperio vivió una auténtica “época de angustia” (desde mediados del s. II hasta el s. IV), “la Iglesia ofrecía todo lo necesario para constituir una especie de seguridad social: cuidaba de huérfanos y viudas, atendía a los ancianos, a los incapacitados y a los que carecían de medios de vida…”. Y añade el mismo Dodds: “Debieron ser muchos los que se sintieron desamparados: los bárbaros urbanizados, los campesinos llegados a las ciudades en busca de trabajo, los soldados licenciados, los rentistas arruinados por la inflación y los esclavos manumitidos. Para todas estas gentes, el entrar a formar parte de la comunidad cristiana debía de ser el único medio de conservar el respeto hacia sí mismos y dar a la propia vida algún sentido. Dentro de la comunidad se experimentaba el calor humano y se tenía la prueba de que alguien se interesa por nosotros, en este mundo y en el otro”.
Con el paso de los tiempos, el centro de las preocupaciones de la Iglesia se fue desplazando: de la lucha contra el sufrimiento de los pobres y excluidos, al establecimiento y potenciación de la propia autoridad. Lo que desembocó en el desplazamiento del Evangelio de Jesús a la religión de los sacerdotes. Lo central en la Iglesia dejó de ser el “seguimiento” evangélico. Y lo fue, desde entonces, el “poder” eclesiástico, que antepone – en la práctica - la sumisión de los fieles a la solidaridad con los pobres, marginados y excluidos.
Así las cosas, mientras la religión fue un componente central de la cultura y la sociedad, la Iglesia se vio a sí misma como fiel a la misión que tenía que cumplir en este mundo. Hasta que, en el s. XVIII, la Ilustración puso en evidencia las contradicciones que la Modernidad encuentra en el hecho religioso. Contradicciones que, en los siglos XIX y XX, han tomado fuerza y presencia en la mentalidad de los ciudadanos de la moderna “cultura secular”. Lo que nos ha traído a la desconcertante situación que estamos viviendo. Si nos empeñamos en seguir intentando armonizar - y hasta identificar - “religión” y “Evangelio”, ni la mayoría de los ciudadanos pone en práctica la religión, ni la gente religiosa acaba de entender el Evangelio viviendo el seguimiento de Jesús. Como es lógico e inevitable, en estas condiciones, el presente y el futuro de la Iglesia se nos hace cada día más problemático. ¿Seguiremos afincados en nuestra tradicional religiosidad o nos decidiremos por la fidelidad definitiva al seguimiento de Jesús?