FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 7 de julio de 2016

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EL TEÓLOGO LISTILLO Y EL BUEN SAMARITANO

col sicre
  

¿Cuántas normas hay que cumplir para salvarse?
Hace años se hizo famoso un libro escrito por el jesuita Jorge Loring, Para salvarte,primera obra en lengua española que alcanzó un millón de ejemplares en vida de su autor. Todo empezó con unos breves apuntes para sus catequesis, pero terminaron convirtiéndose en un enorme volumen de 1084 páginas. Ante tal cúmulo de páginas, el lector puede sentirse como el antiguo israelita, retratado en el Deuteronomio, que considera imposible conocer la voluntad de Dios; o como el legista del evangelio que le pregunta a Jesús qué debe hacer para conseguir la vida eterna.
La respuesta del Deuteronomio es clara: no hay que subir al Himalaya ni atravesar el Atlántico para saber lo que Dios quiere de nosotros. Lo que Dios quiere del israelita está escrito “en el código de esta ley”, que se limita a los capítulos 12-26 del Deuteronomio. No se trata de estudiar mucho sino de convertirse con todo el corazón y toda el alma, y de poner en práctica lo que allí se dice.
Pero al Deuteronomio le ocurrió algo parecido al Para salvarte. Aunque el texto era intocable, y nadie estaba autorizado a quitar ni añadir nada, la interpretación de sus normas fue creciendo de forma incontrolable. En tiempos de Jesús, el judaísmo contaba 613 mandamientos (365 prohibiciones y 248 preceptos) capaces de volver loco a cualquier persona.
Los intentos de sintetizar
Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante. A propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús, se cuenta la siguiente anécdota. Una vez llegó un pagano a Shammay, famoso por su intolerancia, y le dijo: “Me haré prosélito con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja”. Él lo echó, amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces fue a Hillel, famoso por su tolerancia, que le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpretación”. También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuer­zo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo; este es un gran principio general en la Torá”.
En los evangelios hay diversos intentos de simplificar la cuestión con una respuesta breve y drástica. El más famoso es la Regla de oro, con la que cierra el evangelio de Mateo el Sermón del Monte: “Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros. En esto consiste la ley y los profetas” (Mt 7,12). El tema reaparece en el episodio de hoy, cuando le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento principal. El relato de Lucas introduce cambios muy significativos en el de Marcos.
El escriba bueno de Marcos
Los escribas, equivalentes a los doctores de teología actuales, pero con mucho más poder, autoridad y prestigio, no quedan bien en los evangelios. Generalmente aparecen junto a los fariseos, como adversarios de Jesús. Menos en este caso de Marcos, donde un escriba pregunta a Jesús cuál es el mandamiento principal, y él le responde: amar a Dios y amar al prójimo. La reacción del escriba es alabar a Jesús, que le devuelve la alabanza.
El legista malintencionado de Lucas
El protagonista del relato de Lucas no viene con buena intención, pretende poner en un aprieto a Jesús; y no plantea una cuestión teórica (“¿cuál es el mandamiento principal?”) sino muy personal: “¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”.
Jesús no cae en la trampa. En vez de responder, pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Y el legista se ve obligado a reconocer que sabe perfectamente lo que debe hacer: amar a Dios y al prójimo. Jesús, con cierta ironía, le indica que su problema no consiste en saber lo que tiene que hacer, sino en hacerlo.
Aquí podría haber terminado todo. Pero el legista, que tiene la sensación de haber quedado en ridículo, para justificarse plantea una cuestión filosófico-teológica: “¿Y quién es mi prójimo?” Afortunadamente, Jesús no era alemán. No le da una conferencia de Antropología ni le escribe un Manual de quinientas páginas intentando aclarar esa intrincada cuestión. Se limita a contar la parábola del buen samaritano, que ofrece dos modelos de conducta: la del sacerdote y el levita, que ante el pobre hombre asaltado y malherido por los bandidos dan un rodeo y pasan de largo, y la del samaritano que siente lástima, se acerca, echa aceite y vino en las heridas, las venda, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a una posada, lo cuida y paga su estancia. Son siete acciones, basadas todas ellas en el sentimiento inicial de lástima.
Al legista podría resultarle ofensivo que le cuenten un cuento. Pero Jesús no le da tiempo a protestar, pasa directamente al ataque, obligándole a reconocer que lo importante es comportarse como prójimo. Para terminar diciéndole: “Anda, haz tú lo mismo”.Lo importante no es discutir sino actuar.
La mala idea de la parábola
A muchos les gustaría limitar la parábola al ejemplo del samaritano y dejarnos con buen sabor de boca. Pero Lucas, del que siempre alabamos su bondad, resulta en este caso muy hiriente. No le basta un protagonista, necesita tres. Y los elige con toda la intención: un sacerdote, un levita, un samaritano.
El sacerdote y el levita, los personajes especialmente consagrados a Dios, hacen exactamente lo mismo: dan un rodeo y siguen su camino. ¿Por qué actúan de este modo? ¿Porque son malos y egoístas? No. Porque si el herido no está herido, sino muerto, basta tocarlo para quedar impuro.
La ley es tajante: “El sacerdote no se contaminará con el cadáver de un pariente, a no ser de pariente próximo: madre, padre, hijo, hija, hermano o de su propia hermana soltera, no dada en matrimonio. Queda profanado” (Levítico 21,2-4). Si no pueden contaminarse con un pariente, mucho menos con un desconocido al borde de la carretera.
Y lo que se deduce es trágico: es la ley de Dios la que impide practicar la misericordia y comportarse como prójimo del herido.
Lucas podría haber buscado como tercer protagonista a un cura progre o a un diácono permanente sin obsesión por la ley. Elige al menos indicado: un samaritano. El personaje más odioso y despreciable para un judío, miembro de un pueblo que, según el libro de los Reyes, “no veneran al Señor ni proceden según sus mandatos y preceptos”. Irónicamente, un representante de este pueblo que no venera al Señor ni procede según sus mandatos y preceptos es quien actúa con misericordia y se comporta como prójimo.

El ‘lobby gay’ de Benedicto XVI


La prensa italiana da noticia estos días de que el medio ex papa Ratzinger ha prestado su memoria para un libro/entrevista que saldrá en septiembre. Por fin nos enteramos de para qué queríamos dos papas (la discusión no es baladí: yo sigo sin enterarme de para qué queremos dos reyes). Y no lo digo con sorna (lo de los papas), pues al parecer no se trata de la previsible hagiografía en vida, sino de un testamento que volverá a poner de moda el veneno en la Ciudad del Vaticano.
Benedicto XVI hablará en su libro de corrupción en la iglesia, del blanqueo de capitales desde la Banca Vaticana, de intrigas, de “la plaga de la pedofilia” e, incluso, de un poderoso lobby gay trotando en falda bajo los arquitrabes de la Santa Sede, por si faltaba algo gracioso para rodar una comedia de situación. De ser mínimamente sincero, este libro se puede convertir en una obra magna de la teología, pues hace ya unos veinte siglos que venimos insistiendo a los católicos de que va siendo hora de repensar la iglesia.
Franciscus_in_2015
La curia libertariamente más rácana tiene que estar trinando con este dúo de papas. El pontífice activo les ha salido medio hippie y el cesante, letraherido volteriano. A Rouco Varela y Ana Botella no paran de brotarles llagas, como a Francisco de Asís.

Que un papa nos hable de corrupción, blanqueo de capitales y logias de pedófilos vaticanos organizados y poderosos es, al menos, un esperanzador principio regenerador dentro de una de las sectas más putrefacciosas y sanguinarias de la Historia. Con este libro, quizá sea Benedicto XVI el que deba considerarse el papa progre, pues Francisco no ha pasado de la sonrisidad podemítica de sus frases y de sus lamentos bienintencionados pero hueros.
Rouco_Varela_en_la_cátedra
Uno piensa que la iglesia acabará diluyéndose por puro, aunque tardío, sentido común. Es absurdo pensar que un ser omnipresente necesite templos: nunca se librará de la lluvia. Pero, mientras, está entretenido ver que un papa nos retrata el Vaticano con la misma paleta podrida con que se dibuja cualquier país corrupto, terrenal y en pantalones. Condenar al Vaticano para salvar la fe no me parece mal como primer paso para reconsiderar que una iglesia pueda poseer un estado, o viceversa. Si no eres gran poeta místico, siempre que mezclas lo terrenal con lo espiritual un palomo te preña a una Virgen, al ministro del interior le aparca en prohibido un ángel de la guarda, y a Maduro se le aparece un pajarito. Por no contar lo que sucede en Norteamérica.



La iglesia española, y nosotros, tardaremos en olisquear estos vertiginosos cambios, pues aquí los curas no han digerido la contrarreforma por consejo de la generosa oligarquía, a la que siempre han servido con piadosa humildad. Pero por el Este las cosas están cambiando. Hemos pasado en 25 años de ver al Vaticano intentando boicotear El Padrino III, a ocupar a un papa en la redacción de El Padrino IV.

Tampoco se vaya a creer el atolondrado lector que está uno echando albricias como Galileo cuando el Vaticano casi lo rehabilita a finales del siglo XX. Al fin y al cabo, el propio Ratzinger dijo en 1990 al respecto que la “sentencia de la Iglesia contra Galileo en 1633 fue razonable y justa”. De gente tan escasamente heliocentrista no se pueden esperar demasiados amaneceres. Pero, después de tantos siglos de inmovilismo científico, ético y criminal, cualquier baratija intelectual que salga del Vaticano con cierto aire abrileño se paga en oro.
Otra cosa es que se confundan y emputezcan los términos. Porque Ratzinger habla de un lobby gay, criminalizando a los gays, en lugar de decir curas pederastas o/y violadores, criminalizando a sus curas (que son sus criminales). Es como si violador de mujeres se pudiera asimilar sinónimo de heterosexual. El lobby heterosexual de violadores y asesinos de mujeres: mola tanto que dan ganas de pasarlo a siglas. A Bertín Osborne le daría un marichalazo de felicidad.
También está el debate de por qué los curas no suelen sufrir las penas de cárcel y el odio social de cualquier otro violador. Pero no obliguemos a la iglesia a caminar al ritmo de la racionalidad, la justicia y esas cosas. Sería poco cortés hacia los primeros en la lista de espera, como Galileo o Miguel Servet. Desde Galileo, el tango tardó cuatro siglos en descubrirnos que veinte años no es nada. No le metamos prisa a Dios, no se vaya a creer que es Messi. Vale lobby gay como enemigo de compañía, revolucionario ex papa Ratzinger.

El indígena, aquel que debe morir Leonardo Boff



Leonardo Boff2La cuestión indígena es un problema nunca resuelto en las políticas públicas brasileras. Una gran parte fue exterminada desde el tiempo de la colonización y hoy componen solamente el 0,4% de la población, lo que equivale a 817 mil personas que conforman 300 pueblos. Viven muy concentrados en solo 200 municipios de los más de cinco mil que existen en Brasil.
Prácticamente ellos no cuentan. Sólo a partir de 1991 comenzaron a entrar en el censo poblacional efectuado por el IBGE.


La cuestión se ha agudizado este año, como lo ha estado siempre, con el asesinato de Clodiode Aquileu Rodrigues de Souza, un guarani-kaiowá, de 26 años, agente de salud, muerto a tiros en la hacienda Yvu, en Caarapó, a 273 km de Campo Grande en Mato Grosso del Sur. Otros cinco miembros de la comunidad fueron heridos, entre ellos un niño de 12 años. Cerca de 200 camionetas y automóviles rodearon las tiendas de los indígenas que habían hecho una “retomada”, como ellos dicen, de tierras que les pertenecían desde siempre. Llegaron y fueron disparando balas de goma y balas letales.
Los guarani-kaiowá vivían en esa región desde tiempos inmemoriales, pero a partir de 1882 empezaron a ser expulsados para dar lugar a la plantación de yerba-mate.
Posteriormente, el gobierno comenzó a vender las tierras con la intención de crear haciendas para plantaciones de soja y cría de ganado. Los indígenas quedaron recluidos en 8 pequeñas áreas, pero a medida que la población crecía se sentían forzados a salir. Entonces comenzó a ganar fuerza la idea de retomar las tierras que siempre fueron suyas.
Se creó un conflicto peligroso entre los nuevos propietarios que mostraban su documentación de compra y los indígenas que argumentaban ser los dueños originales de aquellas tierras.
Hubo varios enfrentamientos. Especialmente Mato Grosso del Sur fue escenario de varias muertes. A finales de agosto de 2015, Semião Fernandes Vilhalva, de 24 años, fue bárbaramente ejecutado con un tiro en la cabeza.
En 2013, Ambrósio Vilhalba, de 52 años fue asesinado a puñaladas cerca de Dourados.
En 2001 ocurrió algo más grave. El cacique Nísio Gomes de 59 años fue cercado y eliminado por hombres armados al mando de hacendados.
Lo que sucedió en Caarapó es la continuación de los enfrentamientos por tierras que el Gobierno tarda en delimitar. Apenas un tercio de las tierras están delimitadas, otro tercio se encuentran en estudio y el último tercio ni siquiera ha entrado en la agenda todavía.
Pero la decisión de los indígenas es clara: «Nuestro futuro depende de nuestro territorio, de nuestra tierra. Pretendemos hacer cada vez más “retomadas” porque estamos cansados de la demora del gobierno brasilero en delimitar nuestra tierra. Tomamos una posición y decidimos que esa era nuestra única salida», dice Gomes, el líder indígena del área donde está la hacienda Yvu.
Hay una cuestión mal planteada por parte del gobierno que hace compleja la delimitación y es fuente de conflictos permanentes. Por legislación, los indígenas no integrados son considerados como relativamente incapaces (artículo 8º del Estatuto del Indio). Ellos no tienen derecho de propiedad privada sobre las tierras delimitadas, consideradas colectivas y tuteladas por la FUNAI. Además la Constitución prohíbe la comercialización de estas tierras (art. 231, §4º), considerándolos menores de edad.
Si tuvieran ese derecho, podrían tener otra relación con los latifundistas que, sabiendo que los indígenas no son propietarios, invaden sus tierras para la plantación de soja o la cría de ganado. Más prudente sería considerarlos adultos y entregar títulos de propiedad privada de la tierra a la que los pueblos indígenas tienen derecho y dejarlos organizarse en las formas de producción que les son peculiares e incorporando las formas modernas.
Esta ausencia de una solución definitiva para esos pueblos originarios, genera en ellos inmenso sufrimiento, inseguridad y hasta desesperación. Hay un número significativo de suicidios. El organismo de la Iglesia católica que trabaja la cuestión indígena, el CIMI, computó en la última estadística de 2014 un suicidio cada tres días. La mortalidad infantil es altísima. En 2014, 785 niños menores de 5 años murieron por enfermedades evitables. Esto ocurre especialmente entre los xavantes de Mato Grosso.
Esto nos recuerda la denuncia hecha por algunos obispos misioneros que publicaron un impresionante documento: “y-juca-pirama. El indio: aquel que debe morir”.
Guarda permanente actualidad y traduce la situación actual de los pueblos originarios de nuestro país.

*Leonardo Boff es articulista del Jornal do Brasil y escritor.
Traducción de Mª José Gavito Milano

Domingo 10 de julio, 15 Tiempo ordinario – C (Lucas 10,25-37): Haz tú lo mismo José Antonio Pagola

HAZ TÚ LO MISMO

Para no salir malparado de una conversación con Jesús, un maestro de la ley termina preguntándole: «Y ¿quién es mi prójimo?». Es la pregunta de quien solo se preocupa de cumplir la ley. Le interesa saber a quién debe amar y a quién puede excluir de su amor. No piensa en los sufrimientos de la gente.
Jesús, que vive aliviando el sufrimiento de quienes encuentra en su camino, rompiendo si hace falta la ley del sábado o las normas de pureza, le responde con un relato que denuncia de manera provocativa todo legalismo religioso que ignore el amor al necesitado.
En el camino que baja de Jerusalén a Jericó, un hombre ha sido asaltado por unos bandidos. Agredido y despojado de todo, queda en la cuneta medio muerto, abandonado a su suerte. No sabemos quién es, solo que es un «hombre». Podría ser cualquiera de nosotros. Cualquier ser humano abatido por la violencia, la enfermedad, la desgracia o la desesperanza.
«Por casualidad» aparece por el camino un sacerdote. El texto indica que es por azar, como si nada tuviera que ver allí un hombre dedicado al culto. Lo suyo no es bajar hasta los heridos que están en las cunetas. Su lugar es el templo. Su ocupación, las celebraciones sagradas. Cuando llega a la altura del herido, «lo ve, da un rodeo y pasa de largo».
Su falta de compasión no es solo una reacción personal, pues también un levita del templo que pasa junto al herido «hace lo mismo». Es más bien una actitud y un peligro que acecha a quienes se dedican al mundo de lo sagrado: vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre.
Cuando la religión no está centrada en un Dios, Amigo de la vida y Padre de los que sufren, el culto sagrado puede convertirse en una experiencia que distancia de la vida profana, preserva del contacto directo con el sufrimiento de las gentes y nos hace caminar sin reaccionar ante los heridos que vemos en las cunetas. Según Jesús, no son los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen corazón.
Por el camino llega un samaritano. No viene del templo. No pertenece siquiera al pueblo elegido de Israel. Vive dedicado a algo tan poco sagrado como su pequeño negocio de comerciante. Pero, cuando ve al herido, no se pregunta si es prójimo o no. Se conmueve y hace por él todo lo que puede. Es a este a quien hemos de imitar. Así dice Jesús al legista: «Vete y haz tú lo mismo». ¿A quién imitaremos al encontrarnos en nuestro camino con las víctimas más golpeadas por la crisis económica de nuestros días?

Domingo 10 de julio de 2016, 15º del tiempo Ordinario



15 del tiempo ordinarioCCristóbal, mártir (s. III)
Primera lectura. La época del destierro fue para Israel una situación que confrontó el modelo de Alianza entre Dios y su pueblo, como principio de cambio y conversión. Esta conversión incluye la vuelta personal a Dios y el cumplimiento de todos su mandatos, “con todo corazón” como pide Dt 6,4.
Aunque el capítulo 30 está redactado en segunda persona del singular, es de sentido plural en la época del exilio: “cuando te sucedan estas cosas” (v. 1) ya les han sucedido. Todo el capítulo presupone la destrucción de Judá y Jerusalén el año 587 a.e.c.. ··· Ver noticia ···