FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

martes, 19 de abril de 2016

El Campesino ~ Enseñanza Zen


La esclavitud en Mauritania Françis Serra

 


Madaniya
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Tres militantes históricos de la lucha contra la esclavitud en Mauritania (1) están en la lista de los candidatos al Premio Nobel. La recién aprobada ley mauritana que criminaliza la esclavitud, reforzando la de 2007, puede que sea, de todo el mundo, la que mejor define la naturaleza de este fenómeno: se trata de cualquier situación en la que una persona está privada de todos o parte de sus derechos fundamentales, cuando pasa del estatuto de sujeto de derecho al de propiedad que se puede usar, disfrutar y disponer, según los términos jurídicos que caracterizan la noción de propiedad (2). ··· Ver noticia ···

Una guerra del siglo veintiuno Sergio Ramírez

Ninguna conversación pasa de tres minutos en San Salvador sin que vaya a dar al tema de las pandillas, y nadie, al final de las múltiples vueltas y revueltas que se le dan al tema, se atreve a decir que la paz llegará a corto plazo. Porque esta es una guerra, distinta en su naturaleza a la que el país vivió en los años ochenta, pero una guerra al fin y al cabo, con miles de muertos, y que si tiene por teatro los barrios de la capital, amenaza con extenderse a las áreas rurales: una guerra singular, porque los estados mayores de las bandas en conflicto dirigen las operaciones desde las cárceles, en guerra entre ellas, y en guerra con el Estado.

Pero, además, hay entre ambos conflictos un mismo escenario, el de la pobreza y la desigualdad, que la guerrilla del FMLN enarboló como bandera política para reclamar un orden social y económico distinto, y que nadie deja de reconocer ahora como el caldo de cultivo permanente en que las pandillas crecen y se reproducen. Los gobiernos de Arena ensayaron la mano dura contra ellas; el FMLN, fuera de la mano dura, no parece tener otras respuestas.
Las pandillas, tanto en El Salvador como en Guatemala y Honduras, sustituyen a la familia como clan extendido y poderoso. La delincuencia organizada envuelta en el hálito de una causa heroica y adornada de símbolos que proveen a sus integrantes de una identidad que otorga poder y prestigio. Sustituye a la familia, y busca también sustituir al Estado al asumir el control de territorios, al cobrar impuestos, al imponer su fuerza y al asumir un lenguaje que termina siendo político y que se acerca a la fraseología revolucionaria.
Los ritos de iniciación incluyen el asesinato. Matar a cualquiera. Y los tatuajes, que ahora los pandilleros se cuidan de no exhibir en el rostro ni en las cabezas rapadas, pero que llegan a cubrir todo el cuerpo, son la señal de identidad por excelencia. Como en el cuento El hombre ilustrado, de Ray Bradbury, cada una de las figuras tatuadas en la piel cuenta su propia historia, tiene su propia vida.
En Medellín, en los años más álgidos de la violencia, andando por las calles se podían escuchar las balaceras que estallaban en los cerros, donde se libraba la lucha por el control de los barrios marginales entre pandillas juveniles, narcotraficantes y la policía. En San Salvador, como si se tratara de dos mundos diferentes, o dos ciudades superpuestas, en las áreas urbanas seguras no se oyen sonar los tiros, como si ese otro mundo de la violencia sólo existiera en las crónicas policiales y en los noticieros de televisión; pero la guerra se libra a pocos centenares de metros, en ese otro mundo donde nadie en su sano juicio entra por su propia voluntad.
Quienes viven en el mundo normal son advertidos de la existencia del otro, donde el año 2015 se cerró con 6 mil 640 homicidios, cuando las pandillas deciden mostrar su poder, como ocurrió en julio de ese mismo año, al ser decretado por sus jefes un paro de transporte público en la capital, que se cumplió, sobre todo por miedo de los dueños de las unidades a ser asesinados o que sus vehículos fueran destruidos. Los transportistas pagaron en 2014 unos 30 millones de dólares a los pandilleros como compra de protección.
Cinco años atrás, en el municipio suburbano de Mejicanos, un microbús fue incendiado con todos sus pasajeros dentro y otro ametrallado. Las pandillas obtienen sus recursos económicos de la extorsión, de la que son víctimas, además de las unidades de transporte, los pequeños y medianos negocios de los barrios, que no excluyen ni a los colegios privados que enseñan computación, ni a las salas de billar, farmacias, cantinas y restaurantes de pupusas, el más popular de los platos salvadoreños.
Los cálculos sobre el número de integrantes de las pandillas varían entre 30 mil y 60 mil; un experto en asuntos de seguridad con el que converso antes de regresar a Managua me dice que se acerca a 40 mil. Pero hay cerca de medio millón de personas que forman parte de sus estructuras o viven bajo su influencia directa, empezando por las familias de los pandilleros. Y es con base en el dinero recolectado a través de las redes de extorsión que se auxilia a estos familiares cuando van a dar a la cárcel. Esas formas de solidaridad efectiva crean un entramado de lealtades y adhesiones.
Las pandillas surgieron en las calles de Los Ángeles; la más antigua de ellas es la Pandilla 18, cuyo origen se remonta a finales de los años cuarenta del siglo pasado, mientras la Mara Salvatrucha habría surgido a mediados de los setenta. Las deportaciones de salvadoreños ordenadas por el gobierno de Estados Unidos en los noventa hicieron que sus acciones se trasplantaran al territorio nacional.

Pero esos comienzos son parte ya de una mitología que sirve poco para explicar lo que ocurre hoy día, un fenómeno masivo cuya metástasis empezó tras los acuerdos de paz de Chapultepec, que pusieron fin al conflicto de los ochenta. Los fundadores son abuelos de los pandilleros que libran esta guerra del siglo veintiuno.
Tanto los cabecillas como la tropa pertenecen a generaciones nuevas que se suceden unas a otras; desde luego que la vida útil de un pandillero pertenece a sus años juveniles, y dura hasta una edad cercana a 40 años. Los reclutas son adolescentes, a veces niños, que ingresan atraídos por el mito o porque no tienen escapatoria. Negarse a ingresar es letal.

¿Y qué pasa con los veteranos?, le pregunto a mi amigo el experto en seguridad. ¿Se retiran, viven a salto de mata, se dedican a otros negocios, lícitos o ilícitos? ¿Se casan, tienen hijos? No existen veteranos, me responde. O están en la cárcel o están muertos.
Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

El papa Francisco viaja a Lesbos para denunciar la expulsión de refugiados, pero no quieren que vea el “campo de concentración” en que la han convertido Luís Ángel Aguilar

 

Papa Francisco7
No me cabe ninguna duda de la buena intención de Bergoglio, ni de que sus palabras contra esta masacre y falta de solidaridad internacional serán duras, ni de que el grueso de su denuncia irá en la línea de lo ya declarado la isla de Lampedusa Italia), cuando aquellos terribles naufragios ocasionados por el éxodo migratorio desde Libia hacia Italia, o de su sempiterna defensa de los inmigrantes, como la que hizo recientemente en Ciudad Juarez (Méjico): Inmigrantes y personas refugiadas siempre en el centro que es lo contrario de lo que hacemos y lo mismo que haría hoy el de Nazaret. ··· Ver noticia ···

•Decepción y esperanza José Arregui, teólogo

Me refiero a la Exhortación postsinodal del papa Francisco sobre la Familia: Amoris laetitia (la alegría del amor). Admiro el espíritu y el arte que exhibe el papa en este documento: se ha bandeado con mucha sutileza entre el sector episcopal más aperturista y el más conservador; ha traspasado furtivamente los límites estrechos que el documento final del Sínodo le había marcado; ha driblado hábilmente a defensas y delanteros sin perder el balón; ha apuntado al horizonte, más lejos, sin salirse del terreno acotado. Dice “no, pero sí”. Eso explica que el texto sea tan largo y prolijo, mucho menos cálido y fresco de lo que Francisco nos tiene habituados. Ha hecho lo que ha podido, y no es poco.
Pero me ha decepcionado. Y me ha hecho perder la cena que hace un año aposté a Itziar, mi mujer: a que, después del Sínodo, el papa abriría la puerta para que los divorciados vueltos a casar pudieran comulgar en la misa, aunque fuera tras el humillante “proceso penitencial” previsto. Pues bien, el papa no ha abierto esa puerta, por mucho que algunos pretendan que sí. Deja la decisión en manos del obispo, tras un proceso de discernimiento y conversión. Abre la puerta a que el obispo la abra, pero no es seguro que éste lo haga. Es como si dijera “sí, pero no”. He perdido, pues, la apuesta. Y el papa Francisco ha perdido una gran ocasión para dar un paso adelante mucho mayor, necesario. Es una pena.
Lo malo no es perder una apuesta con la pareja, pues las apuestas perdidas entre marido y mujer son ganancia para los dos. Y si alguien quería de verdad que yo ganara era ella, mi mujer. Pero en este caso hemos perdido los dos, no la esperanza, pero sí las expectativas puestas. Después de tantas semanas de Sínodo en Roma de tantos obispos venidos de todo el mundo, después de tanta palabra, de tanto tiempo y tanto gasto, seguimos estando donde estamos. Y hay tanto que cambiar, y es tan tarde… Solo queda la esperanza, que consiste en seguir caminando día a día. A eso sí nos anima el papa, ¡gracias! Pero ¿eran necesarios dos años de Sínodo episcopal para eso, para dejarlo todo en manos de unos obispos que no hemos elegido, de un episcopado que más que de este papa depende de los dos anteriores y del siguiente que no sabemos cómo será?
Por ahí van justamente mis preguntas decisivas. Ningún paso será determinante, ningún cambio será irreversible mientras no cambie de raíz el sistema de nombramiento de los obispos y, más fundamentalmente, el modelo clerical y predemocrático de Iglesia, con un papa plenipotenciario a su frente, elegido por unos cardenales elegidos por el papa elegido por los cardenales.
Mirad la sociología clerical: del clero joven de hoy saldrán los obispos de mañana, y los cardenales y el papa. Si no creyera en el Espíritu de la vida, perdería el aliento. No es la familia la que está en crisis, querido Francisco: simplemente ha cambiado y sigue cambiando, como todo lo que vive, aunque a veces los cambios nos puedan parecer demasiado acelerados. Es la institución eclesial la que está en crisis, en buena parte porque no cambia o cambia demasiado lentamente y pierde el ritmo de los caminantes de la vida.
He leído que esta Exhortación “marcará un antes y un después en pastoral familiar”. Bendita esperanza o bendito optimismo. ¡Ojalá sea así! En cualquier caso, esperábamos mucho más cuando todo esto empezó. Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo, declaró: “El magisterio no está enyesado; es la doctrina acompañando al pueblo”. Constatamos con pesar que la doctrina sigue siendo de yeso y alejada del pueblo. El cardenal Kasper, refiriéndose a la futura Exhortación postsinodal, afirmó tajantemente: “El documento señalará el inicio de la mayor revolución en la Iglesia de los 1500 últimos años”. También él, quizás, ha perdido su apuesta.
La Exhortación apela a la misericordia más de 30 veces. Y relativiza la doctrina. ¡Gracias de nuevo, hermano papa Francisco! Pero el poder y la decisión siguen en manos de los “pastores”. Y la doctrina sigue siendo igual de rigurosa e insólita que antes: el matrimonio es indisoluble aunque el amor se haya disuelto. En cuanto a los homosexuales, llama a que sean acogidos y respetados en su dignidad, pero deja bien claro que no hay analogía, “ni siquiera remota”, entre el matrimonio homosexual y el heterosexual (y el Vaticano acaba de rechazar al diplomático homosexual propuesto por el Gobierno francés). ¿Basta una misericordia que no cambia la doctrina ni el Derecho Canónico? No, no basta.
A pesar de todo, seguiremos caminando, cuidando cada día la esperanza y la alegría del amor. Iremos a cenar y disfrutaremos. Partiremos el pan y comulgaremos con la Vida y con Jesús el Viviente.
Amigas, amigos, nos hallemos en situación “regular” o “irregular”, celebremos en paz la alegría del amor. Y comulguemos en paz, con la bendición de Jesús y seguro que también con la del papa Francisco.