FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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miércoles, 14 de octubre de 2015

La enseñanza fundamental de Francisco

 ATRIO

Castillo        El pontificado del papa Francisco todavía es corto. Y por tanto aún no ha tenido tiempo para decirle a la Iglesia y al mundo todo lo que este hombre singular tiene que enseñarnos a todos. Pero, tan cierto como eso, es que, en el breve tiempo que lleva al frente de la Iglesia, ya ha dicho lo más importante que tenía que decir.
        Hago caer en la cuenta de que este papa no ha tomado decisiones importantes en dos ámbitos fundamentales de un buen gobierno eclesiástico: la reforma de la Curia Vaticana y la reforma de la Liturgia. Por supuesto, sabemos que ha habido algunos cambios. Pero cambios sin especial importancia a largo plazo. Y por cuanto se refiere a la doctrina, es cierto que Francisco ha demostrado de sobra que es un hombre con una notable sensibilidad social y también con una patente preocupación por los grandes problemas que afectan a la humanidad. Pero también es cierto que, en este orden de cosas, todos sabemos que el papa Bergoglio es un jesuita que, en sus años de formación y estudio, da la impresión de que recibió una enseñanza más bien tradicional a la que se mantiene fiel. ¿Hará este papa cambios decisivos en la teología y en la gestión del gobierno de la Iglesia? Nadie lo sabe. Ni eso se puede predecir de antemano.
        Por supuesto, yo sé que a lo que acabo de decir se le pueden (y seguramente se le deben) poner no pocas matizaciones. Las acepto de antemano y con gusto. Pero hay una cosa incuestionable, que es a lo que yo quería venir. Y por lo que publico esta reflexión.
        ¿Qué es lo que ya nos ha enseñado el papa Francisco, que va a quedar como legado fundamental para la Iglesia y para el mundo? Sencillamente esto: lo primero y lo más determinante no es lo que sabemos, no es lo que decimos en nuestras enseñanzas, no es tampoco lo que decidimos o imponemos en relación a los demás. Lo primero y lo más determinante es nuestra propia forma de vivir, nuestra sensibilidad y nuestra humanidad ante la felicidad o el sufrimiento de quienes están a nuestro alcance.
        Se sabe que, en el ranking de personas más influyentes ahora mismo en el mundo, según el criterio del actual gobierno de China, el papa Francisco está entre los cuatro primeros. ¿Por qué? ¿Por su religiosidad? ¿por su ortodoxia doctrinal? ¿por su poderío económico? Ciertamente, por nada de eso. Entonces, ¿de dónde le viene al papa tanta importancia y tanta influencia mundial? De una sola cosa. Su poder simbólico. Francisco es un símbolo mundial. ¿Por su saber? ¿Por su poder? ¿Por su riqueza? Insisto: por nada de eso. Sólo en una cosa está su fuerza: es el símbolo más claro de la presencia y de la actualidad del Evangelio en el mundo. Con tal que entendamos y vivamos el Evangelio, no como una religión más (entre tantas otras), sino como un “proyecto de vida”. 

La experiencia de Dios

ATRIO

 Carlos F. Barberá, 


Carlos BarberáEl año 1967 Karl Rahner escribió un pequeño texto con el título “¿Hay una experiencia de Dios?”. En la intención del teólogo alemán no estaba referirse a las vivencias tan personales de los grandes místicos. Quería aludir más bien a la experiencia de Dios en la vida cotidiana pero esos signos de interrogación ponían de relieve que tal experiencia no era hasta entonces evidente. Y en efecto, parece que durante siglos se había mantenido con fuerza una objeción aparentemente obvia: ¿cómo va a haber una experiencia del incognoscible, del misterio absoluto, de aquél que está por encima de todo lo que podamos imaginar o sentir? De Dios podemos forjarnos una imagen, tener una idea, pero ¿una experiencia?
Si, con todo, afirmamos que esa experiencia es posible, no podemos poner entre paréntesis el conocido sarcasmo de Voltaire “Dios ha hecho al hombre a su imagen y semejanza, pero el hombre también ha procedido así con él”. La agudeza volteriana –nunca mejor dicho– nos obliga a actuar con la máxima cautela y a mantener la sospecha de si no nos estaremos reflejando a nosotros mismos o buscando experiencias a medida de nuestras necesidades.
De entrada hay que recordar que la gran teología ha recalcado siempre que la experiencia de Dios no puede ser semejante a la que tenemos de un objeto o una persona. Dios no es un ser más al lado de los otros seres, ni una persona al lado de tantas tras personas.
Y sin embargo el cristianismo se aparta de todas las religiones por su afirmación de que en Jesús hemos visto a Dios, de que “en él habita la plenitud de la divinidad”, y ha oído de su boca esa afirmación tajante: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”.
Han tenido que pasar veinte siglos para que la teología cayera en la cuenta de que esas afirmaciones no encerraban únicamente una sentencia sobre Jesús sino que decían a la vez mucho sobre el ser humano. Si un hombre ha sido Dios, hay algo en el hombre que le permite serlo, tiene que haber en el ser humano un espíritu escondido en lo más hondo, una semilla de Dios. Ese convencimiento le da pie a san Pablo para afirmar que un día “lo veremos tal cual es porque seremos semejantes a El”. Como se dice en la repetida frase de San Agustín, Dios está dentro de mí, “más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío”.
Hoy es un tópico hablar del fin del teísmo. Para los creyentes de nuestro siglo Dios no puede ser ya ese viviente todopoderoso que debería estar a nuestro servicio para concedernos cosas, para ayudarnos en nuestras dificultades y carencias. En cambio resuena llena de verdad la mentada concepción de san Agustín. Dios es a la vez la infinita trascendencia y la más profunda intimidad. “A Dios nadie le ha visto nunca” pero “en El nos movemos, existimos y somos”. Así pues, “El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios”.
La persona humana hace permanentemente experiencias. La historia personal de cada uno es la suma de todas ellas. Cada persona, cada acontecimiento es experimentable. De acuerdo con la imagen que de Dios hemos trazado, la experiencia que podemos hacer de Él es distinta de las experiencias humanas pero no puede estar desgajada de ellas. El reino de Dios, decía Jesús, está en medio de nosotros y ahí y no en otro sitio debemos experimentarlo.
En varias ocasiones he mantenido mi convencimiento de que el ser humano es por naturaleza egoísta. Su indefensión, su vulnerabilidad, la lucha en que la vida consiste lo empujan a la vanidad, a la desconfianza, a la mirada centrada en sí mismo. Por esta razón no es el atesoramiento, la violencia, la corrupción lo que debe sorprendernos. Puesto a decidir entre mi comodidad y la del prójimo ¿por qué elegiría la segunda?; si poseo bienes ganados con mi esfuerzo ¿por qué tendría que compartirlos con quien no ha sabido hacerlo?; si otro brega con un problema o una angustia ¿en virtud de qué debería hacerlos también míos? Por más que el mal, la violencia o la explotación nos asusten y hasta nos sobrecojan, no deberían asombrarnos. Sí en cambio son asombrosas la bondad, la generosidad, la entrega de la vida. Son ellas las que mantienen el mundo.
No faltará quien arguya que muchas de esas acciones son únicamente consecuencia de la debilidad o de la educación o de la mala conciencia o en ocasiones del fanatismo. No negaremos que así puede ser en muchas ocasiones. Pero sin duda existen gestos gratuitos, actos fundamentalmente generosas, entregas que no buscan nada a cambio. Algunas grandes y heroicas, otras sencillas y cotidianas. Para un creyente cada una de ellas está sustentada por la fuerza del Espíritu. No sólo eso: cada una de ellas es una señal de una gran promesa de salvación.
Pues bien, no es por casualidad que la meditación y el silencio ganen cada día adeptos y parezcan ser también un signo de nuestro tiempo. Si admitimos que la bondad, la ternura, la generosidad, la entrega son reflejo y obra del Espíritu –y al mismo tiempo la propia persona- lo son únicamente para una mirada contemplativa, capaz de ir articulando en cada momento una lectura creyente. Al igual que Jacob al despertar de su sueño, el creyente irá diciendo, asombrado: “ésta es la casa de Dios y la puerta del cielo”.
Mounier formuló muchas reflexiones sobre la espiritualidad de la acción. Afirmaba: “Nuestra acción no está dirigida esencialmente al éxito, sino al testimonio. Y Aunque estuviéramos seguros del fracaso, partiríamos de todas formas: porque el silencio ha llegado a ser intolerable”. Nuestras acciones –a las que no podemos negarnos- y las de tantos otros se convierten, como él decía, en “nuestro maestro interior” cuando las leemos desde la fe

Pero nuestras lecturas creyentes desembocan en el silencio. Finalmente se hace en él la definitiva experiencia del misterio silencioso pero presente, de la compañía silente, de “la música callada, la soledad sonora”. El silencio es experiencia de Dios porque, como lo formuló Panikar, “es la conciencia de que se está como envuelto, como sumido en el conocimiento y el amor, en la belleza, en la que se ha penetrado con gozo”.

La guerra de los relatos: desde el 15M José Segovia Martín

 


Una de las lecciones sociológicas que podemos extraer desde el nacimiento del 15M es que la voluntad popular donde residen los imaginarios heterogéneos de democracia, libertad o igualdad puede ser secuestrada en cualquier instante. Solo hace falta un relato y un gran altavoz.
Quienes controlan los altavoces ya lo sabían. A saber, que la Historia, siempre a nuestra espalda, se desgañita por hacernos llegar sus infinitos relatos, mientras un viento supersónico nos empuja a bordo de una actualidad eterna, cuyo destino pareciera único, absoluto, inequívoco. Que apenas hay tiempo de echar la mirada atrás para entender un presente que ya es cosa del pasado. ··· Ver noticia ···

El sistema injusto que protege al señor Trump, y ablanda la conciencia de tanto juez Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

He leído un día de éstos, en RD, que el bruto, prepotente y orgulloso magnate Donald Trump, arremete contra Francisco, y afirma que el Papa “se tendría que asustar”, si se encontrase con él. Y todo porque el Pontífice ha condenado rigurosamente el capitalismo, al que ha calificado no solo de injusto, sino de asesino. El ricachón norteamericano debería saber, pero es probable que esta idea exceda su capacidad de comprensión, que su estilo de vida, su opulencia, no se debe solo a su trabajo, por el que no tenemos inconveniente en felicitar, sino es producto, sobre todo, de un sistema injusto, que no tiene en cuenta las necesidades humanas primordiales, por encima del dinero, las riquezas y las propiedades, y que propicia una desigualdad social que con todos los adelantos modernos, no solo no cede, sino va a más dramáticamente.


Al impúdico, en su riqueza, e ingenuo americano, tal vez no le interese nada que mucha gente pase hambre, o no tenga casa, o se desespere para poder dar algo a sus hijos que se puedan llevar a la boca.
Posiblemente, Donald Trump se considere cristiano, pero, evidentemente, no lo es. Tal vez eso tampoco le interese demasiado, pero estaría bien que su pastor, o asesor religioso, se lo recordase, y la prensa se encargara de transmitir esa realidad a todos sus seguidores. El problema es que, muy probablemente, tampoco a éstos les interese un rábano la opinión de sus pastores o clérigos. Pero por si acaso tienen alguna superstición, que también es probable que tengan, que alguien se ocupe de decirles que la prepotencia es mala para el sistema nervioso, y, desde luego, no es ningún antídoto para el cáncer, el infarto, o el ictus cerebral. ¡Ah!, y que si al magnate, o a sus seguidores, les pasa algo de eso desagradable, los inmigrantes, latinos, negros o moros, no tendrían culpa. Se lo pueden garantizar los médicos.

He juntado dos noticias que están muy cerca, y son dos caras de la misma moneda. Un juez canario no ha tenido en cuenta esta lógica cruel y dramática del sistema en que (mal) vivimos, y a una señora de 63 años, Josefa Hernández, que vive con su hija y varios nietos, algunos de ellos con cierta minusvalía, en una casa declarada ilegal, con solo 320 euros de ingresos mensuales, la ha enviado a la cárcel porque se niega a derribar la vivienda, la única que tiene, y donde reside hace varias décadas. Sé, porque estudié derecho en la UNED, aunque no pude terminar, pero sí me licencié en Derecho Canónico por la Pontificia de Salamanca, y por eso conozco, digo, la importancia del principio de legalidad, sobre todos para que los jueces se puedan lavar las manos, aunque dudo que ese principio se desinfecte también la conciencia..

Pero no la tiene tanta que ate de pies y manos la decisión de un juez, que sea, por presunción, justo. Hay leyes injustas y socialmente reprobables, y, en conciencia, un juez puede suspender la sentencia, y exigir a los poderes públicos que antes de dejar sin casa a una familia se le provea otra posibilidad de vivienda digna. Este es, además, un desideratum de la Constitución española, a la que tanto les gusta exaltar e invocar a nuestros gobernantes. Pues que la respeten, y no toleren la inaceptable, e injustísima, desigualdad social. (Que es, no lo olvidemos, ni lo olvide el señor Trump, la causa principal de su riqueza. Sin la existencia de millones de esclavos en el mundo no podría haber tanta opulencia obscena y podrida en la tierra).
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

La OTAN juega a la guerra en España con la vista puesta en Siria Luís Díez

 


Pedro Morenés, acompañado por el jefe de Estado Mayor de la Defensa, almirante general Fernando García Sánchez. durante la presentación a la prensa de las maniobras de la OTAN. / Efe
Primero los generales y después los efectivos humanos con sus máquinas de guerra. Los mandos de la OTAN han decidido jugar a la guerra en España con las mayores maniobras militares por tierra, mar y aire de los últimos veinte años. Los generales y sus estados mayores empiezan este 3 de octubre la fase de creación y desarrollo de la estructura de mando, que se prolongará hasta el día 16. Una semana después, el 24 de octubre, empezará el baile de combatientes y artefactos de guerra (incluidos los drones de reconocimiento) en el que participan más de 30.000 efectivos de 30 países. Las maniobras terminarán el 6 de noviembre. España aporta ocho escenarios bélicos y algo más de 8.000 militares. ··· Ver noticia ···

Sólo hombres y solteros Gloria H.

 

¡Cómo golpea el machismo de la Iglesia Católica, cómo lastima! Cómo entender con un mínimo de lógica que en pleno Siglo XXI se reúnan 400 hombres solteros para hablar de familia. Para decidir las políticas a seguir para hombres y mujeres respecto a sus relaciones de pareja, a su trato con hijos e hijas, cuando ninguno ni ha tenido esposa, ni ha tenido hijos. Y para rematar, ni siquiera escuchan a “la otra mitad” de lo que están hablando. Golpea, lastima, agrede. No existe ni una sola mujer presente en ese sínodo de familia. Por momentos lo siento como una burla a las mujeres. ¿Cómo pueden los sacerdotes explicar este absurdo? Aún más, ¿cómo nos pueden mirar a la cara con tranquilidad para transmitirnos las políticas que 400 hombres solos y solteros decidieron? ¿Tienen agallas para hacerlo? ¿Cómo aceptar la absurda explicación de que “siempre ha sido así”, o “Dios lo dispuso” en pleno Siglo XXI? ··· Ver noticia