FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 23 de julio de 2015

Las nuevas izquierdas y el régimen del 78

 


el país
En la competición por el voto, los recién llegados han hecho exactamente lo mismo que los tradicionales —socialistas y comunistas— en los años setenta: girar al centro. Nos queda aún mucho que oír y no poco que ver en esta partida de ajedrez
SANTOS JULIÁ 22 JUL 2015
La incapacidad de las izquierdas realmente existentes de dar una respuesta propia, identificable como de izquierda, a la crisis económica que se precipitó sobre España en 2008, sumada a la crisis de representación que sacude a las democracias en toda Europa y fuera de ella, acabaron por desplazar, desde mayo de 2011, del Parlamento y de los partidos a la calle el escenario primordial de la política. Nada original, por lo demás: todas las revueltas y revoluciones que han subvertido el orden impuesto en los Estados de nuestro tiempo han germinado en las calles, lugar de la barricada desde la que se defendían las posiciones conquistadas en la ciudad y se emprendía la marcha hacia la conquista de los palacios emblemas del poder.

Pero, en relación con el echarse a la calle tradicional, la salida a la calle en la España de 2011, y después, ofreció una notoria originalidad: quienes salieron a ella no era para dirigirse a los centros de poder con el propósito de tomarlos, sino que se quedaban allí, a la intemperie, convirtiendo la calle, espacio de tránsito, en plaza, lugar de encuentro: habían salido a la calle para permanecer en ella. Y así, el pueblo, que solo existía en el momento de la elecciones como sujeto instantáneo y evanescente de la política, según escribió Pierre Rosanvallon, se volvió de pronto visible en las plazas, anunciando con su presencia en el espacio público una promesa de emancipación frente a un sistema político herido de corrupción y un sistema económico causante de la devastación de los bienes públicos y de exclusión y miseria en las capas medias de la sociedad. Fue la versión española de la colour revolution que se extendió en esos años por todo el mundo como anuncio de primavera.
Convertir aquel pueblo en la calle —mayormente: jóvenes profesionales de clase media en paro o con empleos precarios, empleados públicos despedidos o “recortados”, trabajadores víctimas de ERE— en un nuevo sujeto capaz de alcanzar el poder para, una vez con el poder firmemente en mano, poner en marcha un proceso constituyente que subvirtiera el orden bloqueado del régimen del 78, fue el propósito de un grupo de universitarios procedentes de la vieja izquierda y con experiencias en movimientos populares de América Latina. Comprobaron enseguida que para llevar a su destino, la conquista del poder, todo el potencial acumulado por el movimiento 15-M, las mareas, las batas blancas, las camisas amarillas, las plataformas, no bastaba el clásico relato dicotómico —abajo/arriba; gente/casta— del que exprimieron hasta la última gota, sino que era necesario articular un nueva fuerza política capaz de triunfar en elecciones.
Es imposible ser al mismo tiempo un movimiento contrapoder y un partido que lucha por el poder
Y así fue, en un primer momento: aborreciendo la voz partido, y despreciando todo lo que se cubría bajo el nombre de izquierda, rechazaron la posibilidad de etiquetar como de izquierdas su invento. Maestros en lo que Paul Piccone llamó populismo posmoderno, lo bautizaron con un desnudo acto de habla situado entre lo constatitivo y lo performativo: Podemos, Sí que podemos, Claro que podemos. Enseguida surgieron los Ahora, los Ganemos, las mareas, los En común. Nada de izquierda, nada de partidos. No se reconocen como partidos y sienten una profunda repugnancia, que no se cansan de manifestar con insultante jactancia, ante la posibilidad de ser identificados como una nueva izquierda.
Ocurre, sin embargo, que las movilizaciones en la calle se transforman cuando sus líderes franquean las puertas de los despachos institucionales: los lenguajes de revolución cambian a la misma velocidad que los revolucionarios alcanzan el poder. Desde ese momento, ya no se trata de crear aquí y allá contrapoderes ni de alimentar iniciativas contra/régimen, sino de administrar poder —que es dinero— público. Los más críticos de estas derivas de la movilización desde la calle al gobierno desde el despacho comienzan a cantar la palinodia, como aquí mismo la cantó hace unos días Pablo Echenique; las cúpulas llaman a la moderación y donde antes prometían romper el candado del régimen del 78, ahora recuerdan la “Transición exitosa” y dicen y escriben, como Iglesias y Errejón, que, en fin, también ese régimen tiene sus cosas buenas. Y es que, situados retóricamente más allá de la izquierda y la derecha, el primer desembarco en las instituciones les ha permitido comprobar que la Constitución de 1978 y el sistema electoral consolidado desde los años ochenta permite alcanzar el poder en Ayuntamientos y comunidades autónomas, y siempre que logren entenderse, a partidos que no han llegado en cabeza y ni siquiera con el 20% de los votos.
La gran paradoja es que el denostado sistema electoral no resulte tan negativo como se decía
Tal es la gran paradoja a la que se enfrentan las nuevas izquierdas que no quieren reconocerse como tales en su relación con las viejas izquierdas a las que desprecian soberanamente: que, al final, el vilipendiado régimen del 78 y su tan denostado sistema electoral les obligue a encontrarse en algún momento del camino. Porque es solo una parte de la verdad que ese sistema electoral esté aquejado de un sesgo mayoritario, culpable del bipartidismo. Lo está, sin duda, cuando los escaños a repartir son pocos, pero lo está, sobre todo —y esto tiende a olvidarse—, cuando la distancia de votos entre el primer llegado y el tercero es sideral, como ocurría con el PCE y con IU en relación con el PSOE. Si no es así, si la distancia entre el primero y el tercero no pasa de 30/16, el beneficiario será el partido minoritario que, con poco más de la mitad de los votos obtenidos por el mayoritario, alcanzaría, también en los distritos de solo tres diputados, idéntico botín: un escaño. El método D’Hont de distribución de escaños no favorece necesariamente y por siempre a los que llegan en cabeza; todo depende de cuántos compiten y de cuán largo sea el trecho que separa a unos de otros.
De modo que ha sonado la hora de atrapar votos, o sea, de convertir un movimiento contrapoder en un partido listo para el ejercicio del poder. En democracia, las dos cosas a la vez no puede ser y, además, es imposible. Por eso, en esta competición por el voto, las nuevas izquierdas han hecho exactamente lo mismo que las izquierdas tradicionales —socialistas y comunistas— en los años setenta: girar al centro, que en su lenguaje posmoderno se expresa como ocupación de la centralidad del tablero. Desde esa posición, ya consolidada en el lenguaje recién estrenado (curiosamente: en EL PAÍS y en domingo), aún nos queda mucho que oír y no poco que ver en la partida de ajedrez entre nuevas y viejas izquierdas, pero todo apunta a que el sistema electoral del régimen del 78, obligando a alguna forma de confluencia, acabará por convertirse en el mejor aliado para que las izquierdas alcancen un porcentaje de votos que les permita administrar amplias parcelas de poder. ¿Qué izquierdas, con qué lenguaje y bajo qué marbete? Bueno, esto es parte de las sorpresas que nunca deja de darnos la vida.
Santos Juliá es historiador.

•Francisco es para los conservadores de EEUU “el hombre más peligroso del planeta”.


Papa Francisco 14Los “neocons” norteamericanos no perdonan las declaraciones del papa Francisco. Les molestó la encíclica ecológica Laudato SI, pero sobre todo les ha molestado y mucho las explosivas declaraciones que hizo en el II Encuentro Mundial de Movimientos Populares celebrado en Bolivia recientemente y que se puede leer íntegramente en el siguiente enlace: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=85723.
Se comprende. Francisco denuncia abiertamente el sistema económico que se basa en la supremacía del dinero por el de las personas. Se siente muy unido a los movimientos populares que luchan por ese cambio de sistema. Merece la pena leer la alocución íntegra de Francisco, donde también hay un espacio para la autocrítica por los pecados de la Iglesia, especialmente en la conquista de América.··· Ver noticia ···

•Domingo 26 de Julio, 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15): Nuestro gran pecado José Antonio Pagola

NUESTRO GRAN PECADO

El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.
Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.
Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?
Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.
Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

Francisco visitó Bolivia Victor Codina

 

Papa Francisco 14
No es fácil resumir en pocas líneas este viaje maratoniano de Francisco a Bolivia, donde la población se desvivió y lo recibió con gran calidez. El pueblo esperó durante horas para ver pasar el papamóvil por La Paz en un ambiente frío o para poder participar en la gran eucaristía de Santa Cruz. Había gran expectación, hubo emoción y lágrimas.
El pueblo boliviano demostró una vez más su ser sencillo y profundamente religioso, con una fe arraigada en siglos de tradición, que en algunos momentos incluso podía derivar en papalatría o en magia.··· Ver noticia ···

Francisco, azote del capitalismo Juan José Tamayo



Papa Francisco 14(El Periódico de Cataluña, 22 de julio de 2015)
El reciente viaje del papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay ha terminado por disipar las dudas de los escépticos de dentro y de fuera sobre el cambio radical que está llevando a cabo día tras día desde su elección en marzo de 2013. Todo en el recorrido por tierras latinoamericanas ha sido histórico, rupturista, radical, alternativo: los escenarios, los gestos, los protagonistas e interlocutores, los mensajes. Histórico dentro de la normalidad y de la espontaneidad, sin que nada desentonara ni nadie se sorprendiera o escandalizara, salvo los que vienen haciéndolo desde que saliera al balcón del Vaticano cuando fue elegido papa.


El gesto más provocativo, que el papa acogió con naturalidad, fue el regalo que le hizo Evo Morales de un Cristo crucificado en una hoz y un martillo, reproducción del crucifijo tallado por el jesuita español Luis Espinal, asesinado por los paramilitares en marzo de 1980 por su compromiso con las luchas populares en Bolivia. Era un regalo en plena sintonía con el proyecto plurinacional e inter-étnico de la nueva Bolivia y con el tono provocador de los discursos de Francisco. Sintonía que se dejó sentir en el trato de Evo al papa, a quien llamaba “hermano papa Francisco” y al que este respondía con la misma familiaridad.
En contra de lo que suele ser costumbre en este tipo de viajes papales, las personas que acompañaron al hermano Francisco no fueron clérigos ensotanados, ni personalidades encorbatadas, sino enfermos terminales, comunidades indígenas, líderes obreros y campesinos, personas mayores, presos a quienes visitó en la cárcel de Palmasola (la más peligrosa del país), activistas de los Movimientos Populares de todo el mundo reunidos en el II Encuentro –el primero fue en Roma en octubre de 2014-, a quienes calificó de “sembradores del cambio”. Fue en ese Encuentro donde pronunció el discurso más crítico de todo su pontificado contra el capitalismo, el colonialismo y el expolio de la tierra.
Todo ello era la mejor demostración de la identificación del papa con las reivindicaciones de las comunidades indígenas, de los presos, de los excluidos del sistema y de la llamada “izquierda radical”, representada por los movimientos populares. Con estas actitudes estaba dando su apoyo directamente a los Gobiernos latinoamericanos que aplican políticas anti-neoliberales, anti-coloniales y ecologistas .
Sus discursos no fueron estrictamente religiosos, menos aún espiritualistas, sino abiertamente políticos. No fueron reformistas, sino revolucionarios, desestabilizadores del statu quo, política, económica y socialmente incorrectos tanto en sus términos como en su contenido. Discursos que no acostumbramos a escuchar a líderes políticos nacionales o internacionales, ni siquiera a los que se consideran de izquierdas, y menos aún a los eclesiásticos, a quienes recordó que su misión no es instalarse cómodamente en el sistema esperando recibir pingües beneficios, sino que “nuestra fe es siempre revolucionaria. Ese es nuestro más profundo y constante grito”. Ese fue el mensaje dirigido a un millón de asistentes congregados en Quito el 7 de julio.
Criticó “la dictadura del dinero”, a la que llamó “estiércol del diablo”. Denunció el sistema económico actual que no solo degrada a las personas y a los pueblos, sino que los mata. Visibilizó las graves situaciones de injusticia sufridas por los excluidos en todo el mundo y mostró cómo todas las exclusiones están entrelazadas por un hilo invisible y provocadas por un sistema que impone la ganancia como objetivo único, sin pensar en la exclusión social que genera ni en la destrucción de la naturaleza que provoca. Este sistema ya no se aguanta, dijo. No lo aguantan los campesinos, los trabajadores, las comunidades, los pueblos, y tampoco “la hermana Madre Tierra”.
Mostró su sintonía con el grito de independencia de dos siglos atrás de los pueblos latinoamericanos , pidió perdón por las masacres de los conquistadores “en nombre de Dios” y denunció la opresión que sufren actualmente dichos pueblos por mor del nuevo colonialismo, generador de violencia contra las culturas indígenas, su organización, su cosmovisión, sus tradiciones, sus ritos…
Pero Francisco no se quedó en tan demoledor diagnóstico. Ante él no vale resignarse, cruzarse de brazos o remitir la respuesta al más allá. Todo lo contrario, defendió un cambio de sistema, “un cambio real, un cambio de estructuras”, cuyos sujetos no son los poderosos, sino “ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres, los excluidos”, en cuyas manos está, en gran medida, el futuro de la humanidad. Y clamó: “Ninguna familia sin vivienda, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano si una venerable ancianidad”. Es un programa pegado a la realidad, responde a la más elemental aplicación de la Declaración de los Derechos Humanos, pero, hoy, suena a revolucionario. ¿Tanto hemos retrocedido? ¿Tanto se ha extendido la pobreza en el mundo? La respuesta no puede ser más que afirmativa.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y director y coautor de San Romero de América, Mártir de la Justicia, Tirant lo Blanch, València 2015)

Domingo 26 de julio de 2015, 17º de tiempo ordinario

 

17 del tiempo ordinarioB
Joaquín, Ana
2Re 4, 42-44
La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.··· Ver noticia ···