FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

viernes, 2 de enero de 2015

Santos inocentes Jose Arregi

Jose Arregi 


ArregiDe la infancia de Jesús no sabemos casi nada: no nació en el año 0, sino hacia el año 5/6 antes de nuestra era, probablemente en Nazaret; era hijo de María y de José el carpintero, y tuvo al menos cuatro hermanos y dos hermanas; era de una familia pobre como tantas otras de una pobre aldea rural. Eso es casi todo, mucho o poco según se mire.

Pero 80 ó 90 años más tarde, los evangelistas Mateo y Lucas elaboraron unos relatos que se conocen como “evangelios de la infancia” y que han inspirado a infinidad de pintores y escultores, poetas y músicos, y que siguen inspirándonos a los creyentes: ángeles que anuncian el nacimiento de Jesús a José y María, y a unos pastores de las afueras de Belén, pastores y “magos” del Oriente –sacerdotes persas, iraníes, de la religión de Zoroastro– que visitan al recién nacido, estrellas que guían y coros de ángeles que cantan…“Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a todos los seres humanos, amados de Dios”. Paz en la tierra entre todos los seres nacidos del Amor, llamados a amar.
Son escenas infinitamente bellas, y nos siguen inspirando hoy tanto como ayer Sí, pueden seguir inspirándonos lo mismo que hace 50, 200 ó 2000 años, a condición de que sepamos leer. Que nadie nos estropee, en nombre del Evangelio, la belleza sublime de esos relatos, obligándonos a leerlos como documentos históricos o como revelación de dogmas a creer. Leámoslos como lo que quisieron ser y son en realidad: profecías y poemas. Leámoslos con nueva inocencia, con segunda ingenuidad, con alma de niño. Leámoslos como revelación del Misterio que mueve el corazón más allá de la palabra, más allá de las creencias. Tú eres José, tú eres María, tú eres Jesús. Tú eres ángel y estrella. Tú eres el pastorcillo de Belén, tú eres mago del Oriente, sabio y buscador.
Pues bien, en el “evangelio de la infancia” propio de Mateo –que, por cierto, no se parece en nada al de Lucas– encontramos el relato de una matanza horrible: Herodes el Grande, al oír a los magos que vienen a adorar a un “rey” recién nacido, se alarma de solo pensar que este niño acabe arrebatándole el trono, y manda matar a todos los niños de la región de Belén de menos de dos años. Son los “santos inocentes”. Nada sucedió así a la letra, pero sigue sucediendo cada día. El poder es presa del miedo, y el miedo lleva a matar. A más ambición, más miedo. A más miedo, más muertes. Por ejemplo, sabemos que aquel rey Herodes era muy cruel porque era muy miedoso; por miedo a perder el trono, mató a su yerno y a sus hijos Alejandro, Aristóbulo y Antípater, a su esposa Marianne y a muchísimos más, y ordenó que en cuanto él muriera se matara a numerosos personajes judíos, para que hubiese muchas lágrimas y sollozos en los funerales del rey. La historia está llena de santos inocentes, víctimas del poder.
La historia está llena también de otros santos inocentes, los que vencen al poder y salvan a las víctimas con la fuerza del bien. Así, cuando el faraón de Egipto quiso exterminar a los hijos de los hebreos, Moisés fue salvado por su madre, su hermana, la hija del faraón y dos parteras egipcias. Cinco santas inocentes que defienden la vida y liberan al que luego será liberador. Esta historia del faraón y de Moisés sirve justamente de modelo al relato de Mateo, invirtiendo la geografía, eso sí: Moisés y los hebreos huyeron de Egipto para ser libres; María y José, por el contrario, huyen de Palestina a Egipto para poner a salvo a Jesús, Mesías salvador de la vida. La geografía de la crueldad y de la inocencia se invierten, al igual que sus nombres propios –mirad lo que pasa hoy–, pero son siempre los inocentes quienes salvan la vida y recomponen la historia.
Es nuestra historia. Solo la inocencia la podrá salvar. No la inocencia entendida como candidez ni como pureza moral o legal. In-nocens significa en latín quien no hace daño. Inocente es quien tiene el corazón indemne, entero y sano, a pesar del daño sufrido y del daño infligido, pues todos hemos hecho daño y nos lo han hecho. Inocente es quien reconoce y siente el daño infligido, y está dispuesto a excusar el recibido. Inocente es quien sigue creyendo en la bondad ajena y propia como la verdad más profunda, a pesar de todo. Inocente es la persona buena que no mide méritos ni controla resultados.
Así fue Jesús. Así encarnó a “Dios”, bondad feliz, Plenitud de la vida sin miedo y sin daño. Esa inocencia divina es nuestra verdad primera. Esa es también tu vocación. Eso eres también tú.
(Publicado el 28-12-2014 en DEIA y los Diarios del Grupo Noticias)

No esclavos, sino hermanos

MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

NO ESCLAVOS, SINO HERMANOS

1. Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.
En el mensaje para el 1 de enero pasado, señalé que del «deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer».[1] Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía. Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad.Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión, de modo que, a la luz de la Palabra de Dios, consideremos a todos los hombres «no esclavos, sino hermanos».
A la escucha del proyecto de Dios sobre la humanidad
2. El tema que he elegido para este mensaje recuerda la carta de san Pablo a Filemón, en la que le pide que reciba a Onésimo, antiguo esclavo de Filemón y que después se hizo cristiano, mereciendo por eso, según Pablo, que sea considerado como unhermano. Así escribe el Apóstol de las gentes: «Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido» (Flm 15-16). Onésimo se convirtió en hermanode Filemón al hacerse cristiano. Así, la conversión a Cristo, el comienzo de una vida dediscipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento (cf. 2 Co 5,17; 1 P 1,3) que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social.
En el libro del Génesis, leemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, y los bendijo, para que crecieran y se multiplicaran (cf. 1,27-28): Hizo que Adán y Eva fueran padres, los cuales, cumpliendo la bendición de Dios de ser fecundos y multiplicarse, concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios.
Pero la fraternidad expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad. Comohermanos y hermanas, todas las personas están por naturaleza relacionadas con las demás, de las que se diferencian pero con las que comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad. Gracias a ello la fraternidad crea la red de relaciones fundamentales para la construcción de la familia humana creada por Dios.
Por desgracia, entre la primera creación que narra el libro del Génesis y el nuevo nacimiento en Cristo, que hace de los creyentes hermanos y hermanas del «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29), se encuentra la realidad negativa del pecado, que muchas veces interrumpe la fraternidad creatural y deforma continuamente la belleza y nobleza del ser hermanos y hermanas de la misma familia humana. Caín, además de no soportar a su hermano Abel, lo mata por envidia cometiendo el primer fratricidio. «El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros».[2]
También en la historia de la familia de Noé y sus hijos (cf. Gn 9,18-27), la maldad de Cam contra su padre es lo que empuja a Noé a maldecir al hijo irreverente y bendecir a los demás, que sí lo honraban, dando lugar a una desigualdad entre hermanos nacidos del mismo vientre.
En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud (cf. Gn 9,25-27), con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad. De ahí la necesidad de convertirse continuamente a la Alianza, consumada por la oblación de Cristo en la cruz, seguros de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… por Jesucristo» (Rm5,20.21). Él, el Hijo amado (cf. Mt 3,17), vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12,50) y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre (cf. Ef 1,5).
No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirselibremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch 2,38). Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana (cf. 1 P 2,17; Hch 1,15.16; 6,3; 15,23): judíos y griegos, esclavos y hombres libres (cf. 1 Co 12,13; Ga 3,28), cuya diversidad de origen y condición social no disminuye la dignidad de cada uno, ni excluye a nadie de la pertenencia al Pueblo de Dios. Por ello, la comunidad cristiana es el lugar de la comunión vivida en el amor entre los hermanos (cf. Rm 12,10; 1 Ts 4,9; Hb 13,1; 1 P1,22; 2 P 1,7).
Todo esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo, por la que Dios hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5),[3] también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo. El mismo Jesús dijo a sus discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15).
  • Múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora
3. Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho. Éste establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, y en qué condiciones la persona nacida libre podía perder su libertad u obtenerla de nuevo. En otras palabras, el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una mercancía.
Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad,[4] está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.
Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.
Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores.
Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo… Sí, pienso en el «trabajo esclavo».
Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.
No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o paraformas encubiertas de adopción internacional.
Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.
  • Algunas causas profundas de la esclavitud
4. Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.
Junto a esta causa ontológica –rechazo de la humanidad del otro­– hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a lapobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con lafalta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo. Con frecuencia, las víctimas de la trata y de la esclavitud son personas que han buscado una manera de salir de un estado de pobreza extrema, creyendo a menudo en falsas promesas de trabajo, para caer después en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos. Estas redes utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo.
Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares. «Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, en el centro de todo sistema social o económico, tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores».[5]
Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y elterrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia. Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia, con el riesgo de entrar de ese modo en ese círculo vicioso que las convierte en víctimas de la miseria, la corrupción y sus consecuencias perniciosas.
  • Compromiso común para derrotar la esclavitud
5. Con frecuencia, cuando observamos el fenómeno de la trata de personas, del tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud, tenemos la impresión de que todo esto tiene lugar bajo la indiferencia general.
Aunque por desgracia esto es cierto en gran parte, quisiera mencionar el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor de las víctimas. Estos Institutos trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia, tratando de romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus traficantes y explotadores; cadenas cuyos eslabones están hechos de sutiles mecanismos psicológicos, que convierten a las víctimas en dependientes de sus verdugos, a través del chantaje y la amenaza, a ellos y a sus seres queridos, pero también a través de medios materiales, como la confiscación de documentos de identidad y la violencia física. La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.
Este inmenso trabajo, que requiere coraje, paciencia y perseverancia, merece el aprecio de toda la Iglesia y de la sociedad. Pero, naturalmente, por sí solo no es suficiente para poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.
  • Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener los resultados deseados.
  • Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Es necesaria una cooperación en diferentes niveles, que incluya a las instituciones nacionales e internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial.
  • Las empresas,[6] en efecto, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que «comprar es siempre un acto moral, además de económico».[7]
  • Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.
En los últimos años, la Santa Sede, acogiendo el grito de dolor de las víctimas de la trata de personas y la voz de las congregaciones religiosas que las acompañan hacia su liberación, ha multiplicado los llamamientos a la comunidad internacional para que los diversos actores unan sus esfuerzos y cooperen para poner fin a esta plaga.[8] Además, se han organizado algunos encuentros con el fin de dar visibilidad al fenómeno de la trata de personas y facilitar la colaboración entre los diferentes agentes, incluidos expertos del mundo académico y de las organizaciones internacionales, organismos policiales de los diferentes países de origen, tránsito y destino de los migrantes, así como representantes de grupos eclesiales que trabajan por las víctimas. Espero que estos esfuerzos continúen y se redoblen en los próximos años.
  • Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia
6. En su tarea de «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad»,[9] la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza[10] para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».[11]
En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.
Debemos reconocer que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno. Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo,[12] que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama «mis hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45).
Sabemos que Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.
Vaticano, 8 de diciembre de 2014

FRANCISCO

¿Fin de una era, una nueva civilización o fin del mundo? Leonardo Boff

 


BoffHay voces de personalidades muy respetadas que advierten que estamos ya dentro de una Tercera Guerra Mundial. La más autorizada es la del Papa Francisco.  El 13 de septiembre de este año, al visitar un cementerio de soldados italianos muertos en Radipuglia cerca de Eslovenia, dijo: “La Tercera Guerra Mundial puede haber comenzado, combatida por partes, con crímenes, masacres y destrucciones”. El ex-canciller alemán Helmut Schmidt, de 93 años, advertía el 12 de diciembre de este año sobre una posible Tercera Guerra Mundial (Boletim Carta Maior del 22/12/2014). Y otras voces autorizadas se hacen oír aquí y allí.

A mí me convence más el análisis, diría profético pues se está realizando como lo previó, de Jacques Attali en su conocido libro Breve historia del futuro (Paidós 1999). Fue asesor de François Mitterand y actualmente preside la Comisión de los «frenos al crecimiento». Trabaja con un equipo multidisciplinar altamente cualificado. Él prevé tres escenarios:
  • (1) el superimperio compuesto por Estados Unidos y sus aliados. Su fuerza reside en poder destruir toda la humanidad. Pero está en decadencia debido a la crisis sistémica del orden capitalista. Se rige por la ideología del Pentágono del «full spectrum dominance» (dominación de espectro completo) en todos los campos, militar, ideológico, político, económico y cultural. Pero ha sido superado económicamente por China y tiene dificultades para someter a todos a la lógica imperial.
  • (2) El superconflicto: con la decadencia lenta del imperio se da una balcanización del mundo, como  constatan actualmente los conflictos regionales en el norte de África, en Oriente Medio, en África y en Ucrania. Esos conflictos pueden conocer un crescendo con la utilización de armas de destrucción masiva (veáse Síria, Iraq), después de pequeñas armas nucleares (existen hoy miles con el formato de un maletín de ejecutivo) que destruyen poco pero dejan regiones enteras inhabitables durante muchos años debido a la alta radioactividad. Con el uso generalizado de armas nucleares, químicas y biológicas se puede llegar a un punto en el que la humanidad se da cuenta de que puede autodestruirse. Y entonces surge
  • (3) el escenario final: la superdemocracia. Para no destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera, la humanidad elabora un contrato social mundial, con instancias plurales de gobernabilidad planetaria. Con los bienes y servicios naturales escasos debemos garantizar la supervivencia de la especie humana y de toda la comunidad de vida que también está creada y mantenida por la Tierra-Gaia.
Si esa fase no llegara a surgir, podría ocurrir el fin de la especie humana y de gran parte de la biosfera. Por culpa de nuestro paradigma civilizatorio racionalista. Lo expresó bien el economista y humanista Luiz Gonzaga Belluzzo, recientemente: «El sueño occidental de construir el hábitat humano solamente a base de la razón, repudiando la tradición y rechazando toda trascendencia, ha llegado a un callejón sin salida. La razón occidental no consigue realizar concomitantemente los valores de los derechos humanos universales, las ambiciones del progreso de la técnica y las promesas de bienestar para todos y para cada uno» (Carta Capital 21/12/2014). En su irracionalidad, este tipo de razón, construye los medios de darse fin a sí misma.
El proceso de evolución deberá posiblemente esperar algunos miles o millones de años hasta que surja un ser suficientemente complejo, capaz de soportar el espíritu que, primero, está en el universo y solamente después en nosotros.
Pero puede también irrumpir una nueva era que conjugue la razón sensible (del amor y del cuidado) con la razón instrumental-analítica (la tecnociencia).  Emergerá, finalmente, lo que Teilhard de Chardin llamaba ya en 1933 en China la noosfera: las mentes y los corazones unidos en la solidaridad, en el amor y en el cuidado con la Casa Común, la Tierra. Attali escribió: «quiero creer, en fin, que el horror del futuro predicho arriba contribuirá a hacerlo imposible. Entonces se diseñará la promesa de una Tierra hospitalaria para todos los viajantes de la vida (op.cit. p. 219).
Y al final nos deja a nosotros los brasileros este desafío: «Si hay un país que se parece a lo que podría convertirse el mundo, en lo bueno y en lo malo, ese país es Brasil» (p. 231).
Traducción de MJ Gavito Milano

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz

 


NO ESCLAVOS, SINO HERMANOS
1. Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.··· Ver noticia ···

El arzobispo de Madrid almuerza con un centenar de familias en el comedor de Mensajeros de Villaverde Jesús Bastante

 

Religión Digital
Osoro: “Que Dios cambie el corazón de los responsables para que consigáis cubrir vuestras necesidades”
Padre Ángel: “Un honor tener aquí al doble del papa Francisco. Y como a él, le gusta estar con los más desfavorecidos”
El profeta y el peregrino, juntos en Nochevieja. La noche más especial del año, seguramente también la que evidencia los mayores contrastes. Muchos no reparan en gastos, otros no tienen qué comer, ni nada que celebrar. Son los “descartados” de la sociedad, en ocasiones también de la Iglesia. Este mediodía, casi un centenar de ellos almorzaron en el Comedor Social que gestiona Mensajeros de la Paz en Villaverde. Con un invitado especial: el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.··· Ver noticia ···

El Papa pide acabar con “las formas modernas de esclavitud”


Público
El pontífice menciona como causas de la “esclavitud moderna” la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, combinadas con la falta de acceso a la educación o “con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo”
 
El Papa Francisco renovó hoy su llamamiento para acabar con lo que denominó "formas modernas de esclavitud" en la misa que celebró en el Vaticano y en el rezo del primer Ángelus del año ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro.

El pontífice se hizo ya presente en las redes sociales antes incluso de comparecer en la basílica vaticana, puesto que envió un mensaje de Twitter en el que pidió la paz para "las personas inocentes" y "niños".

"Muchos niños y personas inocentes sufren en el mundo. Señor, concédenos tu paz", escribió el pontífice en su perfil de la red social, en la que tiene más de 17 millones de seguidores.

"La paz es posible y en la raíz de ella siempre está la oración", proclamó ante los miles de personas que se congregaron para escucharle en la plaza de San Pedro.

Antes, en su homilía en la misa dedicada a la Virgen María y en la cuadragésimo octava Jornada Mundial de la Paz, el papa pidió "luchar contra las formas modernas de esclavitud", un resumen del mensaje más amplio cuyo contenido el Vaticano ya adelantó hace unas semanas.

El papa denuncia en ese mensaje que la corrupción "sucede cuando en el centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona"

"Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud", dijo el pontífice argentino en la Basílica de San Pedro.

El papa Bergoglio, en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, consideró que las "escasas" oportunidades de trabajo contribuyen a la aparición de formas de esclavitud moderna.

El papa dice en ese mensaje que las empresas deben ofrecer a sus empleados "condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados" y critica como forma de opresión moderna "la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse".

Jorge Mario Bergoglio menciona como causas de la "esclavitud moderna" la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, combinadas con la falta de acceso a la educación o "con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo".

El papa denuncia en ese mensaje que la corrupción "sucede cuando en el centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona".

Como formas de esclavitud moderna señala a la prostitución o el tráfico de órganos y destaca que "el derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre" debe ser "reconocido en el derecho internacional como norma inderogable".

El papa Francisco se refiere en su mensaje a los "muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente".

Inmigrantes que "después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas" y se "ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos" o, "con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles".

"Muchos emigrantes sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente"

Por último, Bergoglio se refiere a "los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo" para decir que son "otras causas de la esclavitud".

E insiste en que "muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen".

En la parte de contenido doctrinal de su homilía, el papa dijo que no es posible escuchar a Cristo sin escuchar a la Iglesia.

"No se puede amar a Cristo sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia", dijo el papa Bergoglio, que usó una cita del papa Pablo VI.

"Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros", agregó el papa.

"Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento", defendió el pontífice argentino.

El papa agregó que "la misión del Pueblo de Dios" es la siguiente: "irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo".

Después de la misa en San Pedro el papa salió a la ventana del palacio apostólico, desde el cual se dirigió a los fieles con el rezo del Ángelus y a quienes agradeció su presencia en un día soleado pero "frío", como señaló Bergoglio.

•Domingo 4 de Enero, 2º después de Navidad – B (Juan 1,1-18): Acoger a Dios José Antonio Pagola

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban «cerrados». Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.
Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: «Ojalá rasgaras el cielo y bajases».
Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.
Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.
Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.
Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.
Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.
No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual, tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

Pederastia y masculinidad sagrada Juan José Tamayo, teólogo


Mi artículo “El perverso juego de la pederastia” (EL PERIODICO DE CATALUÑA, 14 de diciembre; REDES CRISTIANAS, 15 de diciembre; ATRIO, 16 de diciembre; AMERINDIA, 27 de diciembre), ha tenido numerosas reacciones, muchas de ellas favorables y con valiosas aportaciones, sobre todo de colectivos feministas, especialistas en estudios de género, algunos colegas teólogos y lectoras y lectores no identificados. Me han llegado también algunos denuestos, muy gruesos, por cierto, y, por ello, irreproducibles. Agradezco los primeros y lamento los segundos, no por las críticas, que siempre hay que acoger con respeto, sino por el tono insultante, que no facilita el debate. Respondo a unos y otros profundizando en los argumentos expuestos y aportando otros nuevos.

Ante tamaños e indignos delitos contra la dignidad de personas indefensas como los cometidos por los pederastas hay que indignarse, denunciar, tomar medidas, pedir justicia, exigir sanciones para que no reine la impunidad. Ojalá se hubieran producido estas reacciones desde el principio, cuando comenzaron a conocerse los casos de pederastia, y no se hubiera esperado a actuar cuando se habían dado ya miles y miles de agresiones y cuando muchos de los delitos habían prescrito.
Yo creo que las actitudes condenatorias, muy necesarias, no son suficientes, si se quedan en la mera denuncia. Pueden ser incluso un acto de cinismo si no se llega hasta el fondo del problema. Hay que ir a las raíces del fenómeno de la pederastia, mucho más extendido en la Iglesia católica que los casos que aparecen. Muchísimo más. Y en España también. Hasta ahora solo ha aparecido la punta del iceberg.

El valor del artículo, a mi juicio, no radica en hacer ver la gravedad del problema, que ya es conocido y que ninguna persona con un mínimo de racionalidad niega, sino en poner el dedo en la llaga, en haber señalado las causas de fondo de tan diabólico comportamiento: la masculinidad dominante convertida en sagrada, el poder igualmente sagrado de los varones consagrados a Dios sobre las almas y las conciencias, el poder fálico-sagrado sobre los cuerpos y el sistema patriarcal imperante en la Iglesia católica.
Mientras la masculinidad hegemónica se eleve a la categoría de sagrada y siga siendo la base del ejercicio del poder, mientras el patriarcado sea la ideología sobre la que se sustenta el aparato eclesiástico y la forma organizativa del mismo, volverán a producirse dichos comportamientos criminales contra las personas indefensas: niños, niñas, adolescentes, jóvenes, seminaristas, novicios, mujeres, personas discapacitadas, alumnos, alumnas, etc. Se buscarán métodos más sibilinos, pero las cosas no habrán cambiado
Y no me parece que haya voluntad, ni deseo, ni compromiso de cambiar las cosas a nivel institucional. Es verdad que con el papa Francisco se empieza a notar un cambio de prioridades, que ya no son el dogma, la moral sexual o la defensa de un único modelo de matrimonio calificado de “cristiano”. Las prioridades del papa argentino son la creación de una Iglesia de los pobres, el mensaje social liberador del cristianismo, la denuncia radical del actual modelo económico neoliberal. Francisco está demostrando un mayor respeto hacia las diferentes identidades y opciones sexuales que sus predecesores.
Pero, aun así y todo, en el organigrama eclesiástico siguen imperando la masculinidad hegemónica y el patriarcado homofóbico. No hay más que ver la organización jerárquico-patriarcal de la Iglesia católica: el papa, los cardenales, los arzobispos y obispos, las conferencia episcopales, los sacerdotes, los diáconos, el gobierno de la Iglesia (la Curia romana), los presidentes de las Congregaciones romanas, los responsables de la las instituciones judiciales, los miembros de la Comisión de cardenales nombrada por Francisco para la reforma de la Iglesia, los miembros del Sínodo de obispos sobre la familia con voz y voto, los que presiden y administran los sacramentos: ¡Todos hombres!

¿Y las mujeres? No son consideradas sujetos eclesiales, ni morales, ni sacramentales, son excluidas de los espacios de responsabilidad eclesial, del ámbito de lo sagrado, de los ministerios eclesiales, de la reflexión teológica “magisterial”, de la elaboración de la moral, de la representación eclesial. Los homosexuales son también excluidos de dichos espacios.
La organización patriarcal homofóbica no es una excepción o una desviación de la norma. Responde al más estricto cumplimiento y es la más escrupulosa aplicación de la legislación y de la actual normativa en la Iglesia católica, tal como se fija en el vigente Código de Derecho Canónico (promulgado por el papa Juan Pablo II, 25 de enero de 1983), que ha suplantado al Evangelio.
Más todavía: esta organización se pretende justificar teológica y bíblicamente apelando a los orígenes de la Iglesia, a su fundación divina, al orden jerárquico-patriarcal establecido por Jesús de Nazaret, conforme a la elección solo de hombres y al principio de la sucesión apostólica a la que solo tienen acceso los hombres. Por ello, al ser de origen divino y al responder a la voluntad del fundador, tal organización se considera inmutable e irreformable.


¿Dónde está la trampa de este razonamiento? En que no responde a los orígenes del cristianismo, ni al movimiento que puso en marcha Jesús de Nazaret, sino que es una reconstrucción ideológica dictada por el deseo de perpetuación de la hegemonía patriarcal en todos los campos dentro de la Iglesia: el doctrinal, el moral y el organizativo.
Estoy de acuerdo con las denuncias, con las condenas, con las sanciones, con la tolerancia 0 ante los numerosos casos de pederastia que se han producido y siguen produciéndose en todos los grados de la clerecía y en las diferentes instituciones católicas. Pero no es suficiente. Es necesario cambiar la actual estructura mental, organizativa y legislativa autoritaria de la Iglesia, que es patriarcal, homófoba y hegemónico-masculina, por otra que sea realmente igualitaria e inclusiva.