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domingo, 16 de noviembre de 2014

Política y dialogo en el contexto de la reelección de Filma Roussef. Leonado Bof, teólogo y escritor

Enviado a la página web de Redes Cristianas La reelección de Dilma Rousseff propicia reflexiones sobre varias formas de hacer política de partido. Hacer política es buscar o ejercer concretamente el poder. Que quede claro lo que Max Weber escribió en su famoso texto La Política como vocación: «Quien hace política busca el poder. Poder como medio al servicio de otros fines o el poder por sí mismo, para disfrutar del prestigio que él confiere». Este último modo de poder político ha sido ejercido durante casi todo el tiempo de nuestra historia por las élites a fin de beneficiarse de él, olvidando que el sujeto de todo poder es el pueblo. Se trata del famoso patrimonialismo tan bien denunciado por Raimundo Faoro en su clásico Los dueños del poder. Veo cinco formas de ejercicio del poder. Primero, la política del puño. Se trata del poder ejercido de arriba abajo y de forma autoritaria. Hay un solo proyecto político, aquel del detentador del poder que puede ser un dictador o una clase dominante. Ellos simplemente imponen el proyecto y aplastan los alternativos. Fue lo que más ha habido en la historia brasilera, especialmente bajo la dictadura militar. Segundo, la política de la palmadita en la espalda. Es una forma disimulada de poder autoritario. Pero se diferencia de la anterior porque esta se abre a los que están fuera del poder pero para engancharlos al proyecto dominante. Obtienen algunas ventajas mientras no constituyan otro proyecto alternativo. Es la conocida política paternalista y asistencialista que desfibró la resistencia de la clase obrera y corrompió a tantos artistas e intelectuales. Funcionó entre nosotros, especialmente desde Vargas en adelante. Tercero, la política de manos tendidas. El poder es distribuido entre varios portadores que hacen alianzas entre sí bajo la hegemonía del más fuerte. Hay alianzas entre el partido vencedor con los demás partidos aliados para garantizar la gobernabilidad. Es el presidencialismo de coalición parlamentaria. Ese tipo crea favoritismos, disputas de puestos importantes en el Estado e incluso corrupción. Fue lo que ocurrió en los últimos años. Cuarto, la política de manos entrelazadas. Parte del hecho básico de que el poder está repartido en los movimientos e instituciones de la sociedad civil y no solo en la sociedad política, en los partidos y en el Estado. Ese poder social y político puede convergir en algo benéfico para todos. Se trata de la gran discusión actual que prevé la participación de los movimientos sociales y de los consejos para, junto con el Parlamento y el Ejecutivo, definir políticas públicas. Se busca una democracia participativa que enriquezca la representativa. Negar esta forma es no querer democratizar la democracia y permanecer en la actual, que es de baja intensidad. Especificando: la política de las manos entrelazadas sucede cuando el jefe del Estado se propone un amplio diálogo con todos en torno a un proyecto común mínimo. El presupuesto es: por encima de las diferencias y de los intereses en conflicto, existe en la sociedad la idea de qué país queremos, la solidaridad mínima, la búsqueda del bien común, la observación de reglas consensuadas y el respeto a valores de sociabilidad sin los cuales nos volveríamos una jauría de lobos. Las manos extendidas pueden entrelazarse colectivamente. Pero para eso, se necesita ejercitar el diálogo que implica oír a todos y buscar convergencias en la línea del gana-gana y no del gana-pierde. Es la ética en la política y de la buena política verdaderamente democrática. Finalmente tenemos la política como seducción, en el mejor sentido de la palabra, subyacente a la propuesta de la presidenta Dilma. Ella propone un diálogo abierto con todos los actores políticos, también del área popular. Urge seducir al 48% que no votó por ella para que secunden un proyecto de Brasil que beneficie a todos a partir de la inclusión de los más castigados, de la creación de un desarrollo ecológica y socialmente sostenible que genere empleos, mejores salarios, redistribución del ingreso, cree un transporte decente y más seguridad para los ciudadanos, además de cuidado hacia la naturaleza y la potenciación de un horizonte de esperanza para que el pueblo pueda reencantarse con la política. Se necesita ser enemigo de sí mismo para estar contra tales propósitos. El arte de ese diálogo es reencantar la política de las cosas y seducir a las personas para ese sueño bienaventurado. Para eso es obligatorio mirar hacia delante. Quien ganó las elecciones debe mostrar magnanimidad y quien las perdió, humildad y disposición de colaborar con vistas al bien común. ¿Es idealismo? Sí, pero en su sentido profundo. Una sociedad no puede vivir sólo de estructuras, burocracia y disputas ideológicas en torno del poder. Tiene que suscitar la cooperación de todos y alimentar sueños de mejoría permanente que incluyan y beneficien lo más posible a todos, para superar nuestra espantosa desigualdad social. Razón tienen las comunidades eclesiales de base cuando cantan: «Sueño que se sueña solo es pura ilusión. Soñar que se sueña juntos es señal de solución. Entonces, vamos a soñar juntos, soñar en colaboración». Esta es la convocación supra-partidaria que la presidenta Dilma está haciendo al Parlamento, a los movimientos populares y a toda la nación. Sólo así se vacía el discurso de las divisiones, de los prejuicios contra ciertas regiones y se sanan las llagas producidas en el ardor de la campaña electoral con todos sus excesos de una parte y otra. Leonardo Boff es autor de Qué Brasil queremos, Vozes, Petrópolis 2000. Traducción de MJ Gavito Milano

Francisco, un Papa inteligente José MARÍA Castillo teólogo

Enviado a la página web de Redes Cristianas Fuente: Teología sin censura Hace dos días, nos hemos enterado de que el cardenal Walter Kasper ha dicho en público que el papa Francisco es “un conservador inteligente”. El cardenal le ha aplicado al papa estos dos calificativos porque, sin duda, tiene sus motivos para decir de Francisco ambas cosas. Es “conservador” en sus ideas teológicas. Porque seguramente conservadora es la teología que estudió y aprendió. Y Francisco ha sido siempre un hombre fiel a sus principios y convicciones. Lo que ocurre es que, en este caso, las ideas conservadoras son manejadas por un hombre “inteligente”. Y, precisamente por eso, porque no es un zoquete, sino un hombre con talento, por eso se da cuenta perfectamente de que, a la velocidad que está cambiando el mundo, la sociedad, la cultura, la vida y las costumbres, la Iglesia, con la teología conservadora que se ha aprendido durante tanto tiempo en los seminarios y centros de estudios teológicos, no puede conectar con la gente de ahora, sobre todo con la gente joven. Y así, si la Iglesia no intenta actualizarse, se irá quedando cada día más y más atrasada. Pero un papa inteligente no puede permitir eso. Y si lo permite, será responsable, ante Dios, ante la humanidad y ante la historia, de la marginación casi total de la Iglesia en la cultura y en el mundo actual, sobre todo en el mundo que se avecina. ¿Qué hacer, en una situación como ésta? El problema es complicado. Porque un hombre, que se ve en la situación en que está Francisco, me figuro que se tendrá que ver forzado a mantener dos fidelidades, que no son fáciles de armonizar. Por una parte, la fidelidad a sus ideas teológicas tradicionales. Por otra, a la demanda apremiante de tantas gentes que, utilizando las palabras del Evangelio, “andan como ovejas descarriadas, que no tienen pastor”. Y aquí, es de suma importancia caer en la cuenta de que no se trata simplemente de un conflicto interior, que el obispo de Roma, tiene que vivir en su intimidad. Eso, por supuesto. Pero, además de eso, Francisco no está condicionado solamente por la teología de antaño (que eso es un asunto que se queda en el mundo interior de las creencias personales), sino que, sobre todo, el papa se ve condicionado por la Curia vaticana y por un número importante de obispos, además de los movimientos conservadores (cuyos nombres están en la cabeza de todos), que pueden tener la tentación de ser fieles al papa mientras el papa es fiel a los intereses que ellos posiblemente defienden. Y es que ahora nos damos cuenta de que, lo mismo en la Curia que en los movimientos integristas, abundan quienes son literalmente más papistas que el papa. Me refiero a los que están con el papa mientras el papa dice y hace lo que a ellos les conviene. Es verdad que, según las leyes de la Iglesia (canon 331), la potestad del papa es “suprema, plena, inmediata y universal”. Pero ¿quiere esto decir que el papa puede hacer, quitar y poner, lo que a él le parece o lo que ve más conveniente o necesario en cada momento? La respuesta aquí es más complicada de lo que imaginamos. Porque, según quedó definido en el concilio Vaticano I (1870), en la Constitución “Pastor aeternus” (cap. 3º. DH 3060), la razón de ser de por qué en la Iglesia tiene que haber una autoridad suprema, la del papa, es para mantener en la Iglesia universal “la comunión en la unidad de la misma fe”. Por tanto, Francisco se tiene que ver en la difícil y delicada situación de poner la Iglesia al día, pero haciendo eso de forma que no se rompa la unidad y la comunión de tantos católicos, que piensan en sus creencias desde criterios de interpretación, no sólo distintos, sino incluso contradictorios, en asuntos que son de enorme importancia para la vida y la convivencia de la gente. De ahí que la potestad del papa está condicionada por lo que es su razón de ser y su finalidad: mantener a la Iglesia unida en la comunión de la fe. Sabiendo que tiene que hacer eso en la Iglesia actual y para la Iglesia actual, tan fragmentada, tan dividida (a veces) y hasta tan enfrentada en determinados casos. Así las cosas, sabemos que, en el sínodo del pasado octubre, cinco cardenales intentaron plantarle cara a Francisco. Y hasta intentaron ganarse como aliado al ex-papa Benedicto XVI. Menos mal que Ratzinger se negó a colaborar en semejante estratagema. Por eso – según yo veo las cosas – Francisco, ha echado por el camino que, de momento al menos, se tendría que ver como algo indiscutible. Se trata del camino que consiste en humanizar el papado y acercalo, en cuanto eso es posible, a los problemas que más preocupan a la gente en este momento. Actuando así, Francisco no atenta contra la unidad y la comunión en la fe de la Iglesia. Por eso, lo que hay que preguntarse es que quienes no están dispuestos a que el papa siga por este camino, entonces, ¿qué pretenden? Y sobre todo, ¿qué es lo que los opositores “curiales” del papa quieren defender? ¿Lo que les preocupa es la comunión en la fe? ¿o lo que les quita el sueño es el protagonismo y el poder que temen perder? Que se aclaren, de una vez. Que es muy grave lo que nos estamos jugando.

El padre Ángel propone poner duchas en las iglesias

El Padre Ángel propone poner duchas en las iglesias Religión Digital “¿Que es populismo? Que sea, pero la gente, además de comer, se quiere lavar” El padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, ha propuesto que se instalen duchas en las iglesias para que los indigentes las puedan usar, aunque lo califiquen de “populismo”, ya que considera que los pobres tienen derecho también a estar limpios. Este sacerdote diocesano, que ha estado recientemente con el Papa Francisco en Roma, ha asegurado en una entrevista a Efe que el Pontífice ha autorizado este jueves la instalación de duchas en el Vaticano, para las personas sin techo. ··· Ver noticia ···