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viernes, 1 de agosto de 2014

EL PÁRROCO DE LOS JERÓNIMOS

PUBLICADO EN DEIA
POR JOSÉ MANUEL BUJANDA ARIZMENDI - Jueves, 31 de Julio de 2014 
EL antiguo monasterio de San Jerónimo el Real, conocido popularmente como Los Jerónimos, fue uno de los monasterios más importantes de Madrid, regido originariamente por la Orden de San Jerónimo. Junto a él existía el llamado Cuarto Real, luego ampliado como Palacio del Buen Retiro en tiempos de Felipe IV. Del convento subsisten actualmente la iglesia, convertida en parroquia de San Jerónimo, y un claustro renacentista. Iglesia y convento estuvieron estrechamente ligados a la vida de la Corte y la monarquía española. El templo fue escenario frecuente de funerales, juras de herederos, bodas y proclamaciones regias, siendo la última de estas la del rey Juan Carlos I. Pues bien, el párroco de la mencionada parroquia de los Jerónimos de Madrid, Don Julián Melero Guaza, celebró el pasado 18 de julio una misa conmemorativa del golpe militar fascista-franquista, con asistencia de familiares del dictador, pidiendo a los asistentes dar una respuesta igual de valerosa que la del 1936 en respuesta a la izquierda, el separatismo secesionista y la crisis espiritual. Consideró y calificó a Franco y a sus generales golpistas como “providenciales enviados de Dios que dieron respuesta adecuada a aquella situación”. La Conferencia Episcopal lo ha vuelto a permitir. A los hechos me remito.
Con motivo de la conmemoración del 18 de julio -fecha en la que se produjo el golpe de Estado contra la Segunda República-, la madrileña Iglesia de los Jerónimos ha homenajeado a Francisco Franco y a todos aquellos “valientes” que propiciaron la “salvación de España”. Este año, y ante “el auge de la extrema izquierda” y el “separatismo”, el párroco de la iglesia de los Jerónimos ha optado por endurecer su mensaje exigiendo a los católicos “estar preparados” ante la posibilidad de iniciar una nueva cruzada “por Dios y por España”. Y lo ha hecho en la celebración de la homilía y ante la atenta mirada de los descendientes de Francisco Franco. El párroco comenzó su intervención reconociendo que el motivo para celebrar “esta santa misa” no es otro que recordar “una fecha histórica y central en la historia de la salvación de España”. En su opinión, el 18 de julio de 1936 se produjo “un alzamiento nacional de liberación tras un periodo oscuro de hostilidad católica” en la que reinaba una “ideología diabólica” y se “incendiaban iglesias y símbolos religiosos”. Fueron, a su entender, unos “años terribles” que “la Iglesia y muchos católicos sufrieron con extremada paciencia”. Sin embargo, el párroco ha resaltado que “cuando las cosas se pusieron peor, surgieron hombres providenciales enviados por Dios que dieron una respuesta a aquella situación”. Fueron “cristianos ejemplares que supieron discernir los signos de los tiempos y alzarse el 18 de julio de 1936 para evitar aquella situación”.
Vergüenza para la iglesia oficial española, oprobio a la democracia, insulto a todas las víctimas, muertos, fusilados y represaliados por su condición de demócratas, nacionalistas vascos, catalanes o gallegos, socialistas, comunistas, republicanos o simplemente por pensar y actuar diferente, apología impune a la violencia, pasividad beligerante del gobierno y el estamento judicial, fiscalía incluida, ante la flagrante apología del golpe militar y de la violencia y represión desencadenada a continuación durante cuarenta años. En definitiva, un auténtico escupitajo purulento a la historia.
Pienso que una sociedad democrática del siglo XXI no puede tolerar comportamientos que llaman públicamente al ejercicio de la violencia por razones políticas contra aquellos que piensen, pensemos, de manera distinta. ¿Y dónde están los mecanismos del Estado de Derecho que deben velar por la convivencia y el pluralismo democrático, tan celosos y escrupulosos veladores en otros ámbitos y diferentes lides periféricas?
No es nada nuevo, llueve sobre mojado, en los Jerónimos se celebran numerosas conmemoraciones del franquismo.
Y ciertamente es difícil, muy difícil, por no decir imposible, reflejarse vitalmente en una estructura-iglesia que decide tolerar celebraciones de las características ignominiosas que se están dando y se siguen dando en los Jerónimos, como el mencionado del último 18 de julio.
Yo, humildemente, no quiero, ni puedo.
Sí, en cambio, creo reflejarme con todas mis contradicciones habidas y por haber, en una iglesia con muy diferente brújula, mensaje, compromiso yposo, una iglesia sin oropeles y boatos como la de Luther King, Oscar Romero, Casáldiga, Ellacuría, Setién y Uriarte, Leonardo Boff y Ernesto Cardenal, Aitzol y Martín Lecuona sacerdotes vascos fusilados por los golpistas del 18 de julio del 36. Creo reflejarme en aquella iglesia de aquel Jesús que hermanaba fe y justicia, evangelio y liberación, religión y emancipación al que no ubico en los Jerónimos. En la iglesia del poder constituido, en la jerarquía rica, la de oropeles rojigüaldos que se permite mentir sobre la historia, que avala procesos históricos sangrientos, que niega per se las legítimas ansias de autogobierno de muchas personas, fieles y pueblos, no puedo, ni quiero creer, ni reflejarme. Creo creer en la iglesia de aquel Jesús crucificado por escandalizar lo establecido y lo políticamente correcto, un Jesús confrontado y enfrentado radicalmente a sus mismos compatriotas judíos colaboracionistas e hipócritas. Reflejarme en aquella iglesia del que apostó por un mundo mejor, del que proclamó solidaridad, justicia, libertad, alegría, igualdad, fraternidad, optimismo y vida plena. En la iglesia de aquel que se decantó por los perseguidos, pobres, oprimidos y marginados. En la iglesia de un Jesús bueno, rebelde, inconformista, justo vital, alegre y de futuros compartidos. En una iglesia de un Jesús que iguala hombres y mujeres, mujeres y hombres.
Me es imposible reflejarme en una iglesia que, salvo rectificaciones de última hora por parte de la Conferencia Episcopal Española, que uno desconoce, se reafirma en la bondad de aquello que denominó de mutuo propio como “cruzada” a lo que realmente fue un golpe de Estado sangriento contra la legalidad republicana vigente y que se alargó represoramente durante largos años.
Señor párroco de los Jerónimos: ojalá el tiempo ponga a todos en el sitio que les corresponde, sepa usted, si es que no lo sabe todavía, que mientras unos fueron leales a la República y al Gobierno legalmente constituido, otros, cometieron traición a la legalidad, a la República, a la libertad y a la democracia. La Guerra Civil, señor párroco de los Jerónimos, fue un fracaso colectivo, sí, un fracaso de la política y de la capacidad de diálogo del ser humano, pero sepa Don Julián Melero que algunos fueron muchísimo más culpables y muchísimo más responsables que otros del desastre que fue la Guerra Civil. La iglesia de entonces calificó de “cruzada” lo que era un golpe de Estado fascista. Señor párroco de los Jerónimos: ojalá no lleguen a cortarse bastardamente los verídicos hilos de la historia. No olvidarlos, preservarlos y guardarlos en la memoria es un acto de humanidad, un acto de estricta y mínima justicia. Recordar es fundamental. Olvidar es canalla. Sépalo. Ya está bien