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domingo, 30 de marzo de 2014

Las castas en España Jaime Richart



Enviado a la página web de Redes Cristianas

La sociedad que está dominada por una parte de ella, sea una casta sea una clase, no es democracia.

Con las excepciones que todo razonador que se precie ha de contar siempre ¿cuántos políticos, magistrados, banqueros, policías, obispos, empresarios, ricos y en general acomodados son hijos, nietos o descendientes de los perdedores de la guerra civil? Muy pocos. Pues bien, los que lo son de los ganadores, esos son los que constituyen una casta social muy definida en España.

Por eso, mientras en España las clases populares, sin apellidos sonoros cuyos privilegios pasan de una generación a otra no ocupen indistintamente en la sociedad puestos como los otros; mientras la inteligencia y méritos que alegan los que ahora los ocupan estén valorados al final de un proceso de estimación por “jueces sociales” situados estratégicamente por esa casta en las grandes empresas y en las instituciones; mientras tales ojeadores tengan la misión sectaria de asegurarse que el aspirante a un puesto de trabajo de relieve o el opositor está o no con el pp o el psoe, con el madrid o el barca, con el centralismo o la autonomía, con la ambición o la indiferencia, con dios o sin dios… no puede haber verdadera democracia.
Son ya siglos de real o falsa religiosidad, siglos de absolutismo, siglos de prepotencia y predominio, siglos de control social ejercido por los mismos individuos en la justicia superior y en las instituciones clave, siglos de dogmatismo y monopolización de la “verdad” de acuerdo con ese infame pasaje evangélico “o estás conmigo o estás contra mí”.
España no coordina bien ni puede coordinar con la Europa que ha pasado por dos guerras mundiales pero ninguna civil en siglos; con esa Europa cuyo cristianismo queda ya muy lejos del catolicismo político que la embarga todavía con todos los trucos y marrullerías propios de ese catolicismo religioso del “una vela a Dios y otra al diablo” que prepondera; ese catolicismo de concepción piramidal que contamina todo lo que tiene que ver con la política, con la vida económica, con la vida pública y con las grandes empresas. El hecho de que entre la casta haya Martínez o Suárez no significa nada, pues me refiero primordialmente a los que tienen dinero o poder porque ya sus antepasados lo tenían o lo detentaban.
El fallecido Suárez no deja de ser un ejemplo de lo que quiero decir. Su apellido es popular, pero fue falangista, y el falangismo fue pieza clave del franquismo. Lo que significa que si de alguna manera fue él artífice de la transición, la tuvo que hacer con los tics de un franquista. La prueba es que la “proeza” de conseguir de los procuradores franquistas la legalización del partido comunista fue una concesión con condiciones: que el partido se desnaturalizase renunciando a la República y a la bandera tricolor. Y el que concede es por definición el que tiene el poder y al que hay que agradecer… ¡Bonita manera de empezar una democracia! Así fue cómo la mano larga del Poder eterno en España fue decisiva para la suerte de aquella transición y para las consecuencias hasta hoy. Fraga Iribarne es el otro ejemplo llegado del “frío”: espécimen mimético que con toda comodidad se fue transfigurando desde el franquismo y los dos ministerios franquistas cuyas carteras ostentó, hasta decidir el infame arranque de este país con una constitución y una monarquía aprobadas por el pueblo deprisa y corriendo presionado por el terror fundado al golpe de Estado o a la continuidad de otro gobierno militar.

Fraga, el franquista civil por antonomasia, fue el verdadero autor intelectual de la transición y del proyecto de texto de la Constitución…

Así es cómo se trucó el nacimiento de este remedo de democracia. Así es cómo se vició de miedo el consentimiento inconsciente de las clases populares para darle su aprobación. Si España, si el pueblo español no pone en marcha cuanto ante el espíritu republicano que desplace al vigente monárquico del privilegio, no entroniza inmediatamente el imperio de la III República en una España estará siempre sojuzgada por la misma casta, y la mayoría vivirá en más o en menos una suerte de indigna servidumbre.

La “sangría silenciosa” de los Legionarios de Cristo Andrés Beltramo Álvarez


Un grupo de jóvenes Legionarios
La crisis por los escándalos del fundador, Marcial Maciel, ha provocado que decenas de integrantes de la congregación hayan decidido abandonarla
Una lenta pero inexorable sangría en los Legionarios de Cristo. El abandono de integrantes en todos los niveles de la congregación parece ser la consecuencia más significativa de la crisis por los escándalos del fundador, Marcial Maciel Degollado. Un fenómeno que quedó al descubierto gracias a un documento interno, cuyo contenido ofrece ahora el Vatican Insider. SEGUIR LEYENDO

Expansión de libertades José Carlos García Fajardo Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)

Enviado a la página web de Redes Cristianas


La auténtica solidaridad consiste en hacer propias las necesidades ajenas. Es la clave de nuestra concepción de la vida y de la actitud que debe informar nuestra conducta.
El concepto de desarrollo ha sido manipulado al servicio de intereses que muchas veces han hecho de la cooperación para el desarrollo un nuevo colonialismo, asimilable a la esclavitud o a la guerra. Peor que el de los estados del Norte sobre el Sur porque aquellos aún se ocupaban de algunas actividades sociales pero los intereses de los grandes capitales son ciegos, ocultos e insaciables, llegando a actuar como auténticos terroristas, inhumanos por despiadados.

El auténtico desarrollo humano consiste en expandir las libertades reales de las personas para que puedan desarrollar su potencial y poner en práctica sus capacidades. Frente a las concepciones utilitaristas y economicistas que asimilan el desarrollo con el crecimiento económico, el desarrollo humano sostenible (DHS) pone el acento en otras dimensiones que suelen olvidarse. Ese disparate de tratarnos como recursos humanos y naturales para ser explotados con el fin de obtener los mayores beneficios. Esta es la lógica del mercado: cuanto más, mejor; en lugar de cuanto mejor, más.
El concepto de desarrollo humano sostenible debería incluir un componente económico que trate la creación de una riqueza auténtica y mejores condiciones de vida material, equitativamente distribuidas; un ingrediente social medido en términos de salud, educación, vivienda y empleo; una dimensión política que abarque valores como los derechos humanos, la libertad política, la emancipación legal de la persona y la democracia representativa; un elemento cultural que reconozca el hecho de que las culturas confieren identidad y autoestima a las personas; un medio ambiente sano y el paradigma de la vida plena, referido a los sistemas y creencias simbólicas en cuanto al significado último de la vida, la historia, la realidad cósmica y las posibilidades de trascendencia.
Con esta dimensión social del desarrollo estamos de acuerdo siempre que se atenga a las cuatro normas también básicas para nosotros: que sea endógeno, sostenible, equilibrado y global.
De ahí que la actividad de una organización social humanitaria sea inconcebible sin una ética como saber que nos orienta para tomar decisiones justas y equitativas. La ética del desarrollo se pregunta ¿qué entendemos por desarrollo? Si es crecimiento económico es un modelo de desarrollo economicista y corre el peligro de confundir medios con los fines del desarrollo. Este tiene unos bienes internos que se manifiestan en reconocer que no se pueden imponer a otros formas de vida que consideremos buenas para nosotros.

No es legítimo porque el desarrollo es una actividad que tiene que satisfacer exigencias básicas de justicia para desarrollar planes de vida dignos. Hay que humanizar el trabajo, reconocer el valor de cada persona para aumentar su autoestima, su esperanza y los medios de vida necesarios.
No podemos considerar mejores nuestros valores en lugar de dialogar y de aprender de las tradiciones de otras culturas que nos pueden enriquecer y mejorar nuestra relación interpersonal.

No podemos olvidar que cada uno nos hacemos personas porque otros nos reconocieron como tales. ¿Qué sería el uno si no fuera por el dos? ¿Qué sería de mí sino fuera por tú? Algunas personas parecen temer a las obligaciones que confunden con los deberes, que son impuestos. Obligación proviene de ob-ligatio, cuando uno descubre que tiene un vínculo con otra persona. Cuando reconocemos el vínculo con otras personas nos sentimos obligados porque ese sentimiento brota del corazón, no hay que forzarlo. La auténtica felicidad y no el bienestar efímero de la epidermis, no se logra sino por el descubrimiento de la obligación que tenemos con otras personas.
Nuestra responsabilidad no surge de firmar contratos sino de responder por otro porque uno ha descubierto el vínculo que nos une y que origina una obligación solidaria. La clave de la vida social y de los derechos humanos es el reconocimiento de que los otros también tienen esos derechos morales que anteceden a cualquier legitimación jurídica. Si tenemos un vínculo entre los humanos, tenemos que recuperar el mutuo reconocimiento y no temer a las obligaciones que, en su ámbito, también tenemos con los animales y con el medio ambiente pues al fin y al cabo, formamos parte del universo.