FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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miércoles, 5 de febrero de 2014

A dos años de su ausencia…cura vasco: Una vida elocuente Movimiento Cura Vasco


Enviado a la página web de Redes Cristianas

El “cura vasco” fue un sacerdote católico,de la Arquidiócesis de Córdoba, Argentina, que formó parte del Grupo de Curas del Tercer Mundo y murió en Villa Angelelli, asentamiento precario de la misma ciudad. Toda su vida encarnó un fuerte compromiso con los mas pobres,la justicia social y la renovación de la Iglesia.
Se extrañan los liderazgos testimoniales, aquellos que parlotean poco y hacen mucho. La devaluación moral de las dirigencias, tanto políticas, sociales, religiosas, gremiales, económicas, que se pusieron en evidencia en la crisis del 4 de Diciembre del 2013, acuartelamiento más saqueos, nos deja impávidos, en la intemperie social.

Una iglesia cordobesa que se hace visible para sostener a un gobierno decadente, como fuera la presencia del obispo auxiliar Pedro Torres, interventor en la Cripta, es por demás elocuente.
El cura Vasco no dejó textos escritos, al menos que nosotros conozcamos, sólo un par de reportajes que obvio, no alcanzan a revelar toda su manera de sentir y pensar. Pero el Vasco nos dejó el texto de su vida. Sus gestos son un relato elocuente de cuánto vale la pena sostener la esperanza de los vulnerables y luchar aguerridos contra los prepotentes impiadosos del sistema.
Sus últimas fuerzas gastadas en Villa Angelelli, acompañando a los pobres, nos exime de mayores comentarios. Testimonio, evidencia, demostración de sus profundas convicciones siguen siendo una palabra profética cargada de horizontes.
Vivió la fe desde abajo, señalando por donde debiera caminar el pueblo de Dios. Vivió su militancia desde abajo, señalando por donde debiera caminar una sociedad toda.
Estos hombres no mueren, solo toman distancia de nosotros para ser más libres aún y dejarnos la convocatoria y el estimulo a vivir como vale la pena vivir. Un ser para los demás.
En tu memoria, Vasco, te recordamos, te celebramos, te hacemos presente.
Movimiento Cura Vasco, Enero 2014
Mes aniversario de su partida

Muere un referente de la Teología de la Liberación. Libanio: Teología desde la vida cotidiana



El jesuita brasileño, hombre de diálogo y respeto
Murió hoy en Curitiba, capital del estado de Paraná, en el sur de Brasil, el jesuita João Batista Libanio, uno de los referentes de la Teología de la Liberación en Brasil y en el mundo. Hombre de profunda cultura, aspecto heredado de su padre, de diálogo y respeto, que desempeñó diferentes funciones y realizó diversas misiones a lo largo de su vida: colegio, universidad, misiones populares, trabajo intelectual, director de estudios del Colegio de Seminaristas Brasileños en Roma, profesor de teología, párroco…

Siempre se sintió profundamente latinoamericano y muy unido a la Teología de la Liberación. De hecho decía que no había estudiado teología para ser profesor de una universidad europea. Para él hacer teología aquí era otra cosa, no es encerrarse estudiando en un despacho, es sumergirse en la realidad pastoral y a partir de ella pensar la teología, a partir de una visión crítica de la realidad, cuestión ésta muy marcada en su personalidad.
Por eso, después de diez años en Roma, a la vuelta se dedicó a moverse por Brasil y el continente latinoamericano, considerando esta etapa de su vida como años muy enriquecedores, que le llevaron a penetrar en la realidad latinoamericana. Es en esta época que entra a formar parte del grupo de teólogos ligados a la Teología de la Liberación, con su primo Frei Betto, Leonardo Boff, Carlos Mesters, Beozzo, entre otros.
Después de eso se asentó en Vespasiano, Minas Gerais, donde tuvo la felicidad de encontrar una parroquia viva y prestar su servicio a la comunidad, pues él decía que la pastoral se alimenta de la teología y me alimenta la teología, en una circularidad que enriquece.
Definía la vida jesuítica como excelente oportunidad para una buena formación espiritual e intelectual, para después salir al mundo a realizar la acción apostólica con amplia libertad, conjugando la misión recibida de los superiores con la creatividad y originalidad, ayudando así al crecimiento interior espiritual de las personas, lo que suponía para él la mayor fuente de felicidad para el ser humano. Esta tarea la llevaba a cabo en sus múltiples libros y artículos, homilías, charlas, retiros (murió de un infarto fulminante dando un retiro a profesores). Todo esto como instrumento de Dios, pues consideraba que el Señor Jesús, se aprovecha de nuestras pequeñas y simples palabras para hacer avanzar su Reino.

El poder para cambiar las cosas Pedro Serrano Martínez


Enviado a la página web de Redes Cristianas
Las movilizaciones de ciudadanos, trabajadores y médicos de la sanidad madrileña han conseguido parar el intento de privatización de seis hospitales públicos en la Comunidad de Madrid. Sin duda, un rotundo éxito ciudadano y democrático que, junto al conseguido por los vecinos del barrio de Gamonal, en la ciudad de Burgos, dejan un mensaje claro y contundente a los políticos de medio pelo: no se puede gobernar sin consenso y contra los intereses de los ciudadanos.
Si analizamos el comportamiento de la casta política actual y su vocación de servidores públicos, podríamos concluir que, salvo honrosas excepciones, no están en política por amor a la profesión, sino por intereses espurios. Hay políticos convencidos de que los votos de los ciudadanos son una carta en blanco para convertirse en señores feudales con derecho de pernada. Meterse en política para medrar y favorecerse a sí mismo o a terceros, a costa del erario y bienestar públicos, es una canallada inaceptable en un Estado democrático.
Confío en que estas dos significativas victorias ciudadanas nos devuelvan la confianza en nuestra capacidad y poder para cambiar las cosas. Confío en que este triunfo sobre el comportamiento despótico y prepotente de unos gobernantes interesados y mediocres, siente precedente y sea el acicate para salir del estado de sitio, resignación y miedo en el que nos hallamos sumidos los honrados y sufridos ciudadanos. Cuando se lucha por causas nobles y justas, siempre se gana, aunque solo sea en dignidad.

Carlos París: la filosofía como grito contra la injusticia Juan José Tamayo


Enviado a la página web de Redes Cristianas
Maestro, amigo y colega. Estas tres palabras resumen mi relación con Carlos París durante más de treinta años. Comenzó a finales de la década de los 70 del siglo pasado en que inicié mis estudios de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Allí seguí sus clases de Antropología Cultural en la licenciatura, sus lecciones sobre la Técnica en Ortega y Gasset y Heidegger en los cursos de doctorado y, bajo su dirección, hice la tesis doctoral sobre la filosofía utópica de la religión en el pensador alemán Ernst Bloch.
Recuerdo que cuando le propuse el tema de la tesis me comentó: “Perfecto. Coincide con mi actitud vital, ya que soy un creyente con esperanza pero sin fe”. Yo le recordé entonces la afirmación de Bloch: “La razón no puede florecer sin esperanza. La esperanza no puede hablar sin razón”. Desde entonces razón y esperanza han sido las claves intelectuales de nuestra sintonía.
Mi relación con Carlos París se ha mantenido viva y activa hasta el final. El año pasado me invitó a intervenir, junto con Jacob Muñoz, Pedro López Arriba y él mismo, en la presentación de la segunda edición de su libro Ética radical. Los abismos de la actual civilización, una de las más lúcidas y creativas contribuciones a la ética, que cuestiona los límites y ocultamientos de las morales tradicionales, dilata el horizonte de la filosofía moral y las responsabilidades humanas a otros campos que no son separables de lo humano, como la ciencia, la técnica, la naturaleza, etc., e incorpora la crítica del capitalismo y de la política liberal. El libro completa la trilogía iniciada con Crítica de la civilización nuclear y continuada con El animal cultural. Biología y cultura en la realidad humana (1994), tres obras mayores de la filosofía española y latinoamericana del siglo XX y principios del siglo XXI.
En un texto antológico de Ética radical describe así lo que es para él la reflexión filosófica: “La filosofía que profeso parte del grito, del lamento, de la encrespada protesta ante la injusticia del mundo que vivimos. Si Aristóteles afirmaba que la Filosofía nace de la admiración, yo diría que también mi filosofar parte de la admiración, pero no solo de la que suscita la contemplación de los cielos, sino de la que brota ante el heroísmo de tantos hombres y mujeres que, incansables, dieron su vida, luchando por el reino de la libertad y la hermandad universales. Y el pensamiento que se levanta, a partir del grito y de la admiración no quiere reducirse a contemplar el mundo, sino que aspiración a contribuir a su radical transformación”.
La vida de Carlos París fue el mejor ejemplo de esa manera de entender la filosofía que logró superar oda tendencia idealista. En su vida se dan cita la teoría y la práctica, la militancia política y la reflexión filosófica, la creación literaria y el pensamiento crítico, la interpretación y la transformación de la realidad histórica, conforme a la tesis 11 de Marx sobre Feuerbach: “Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”. Tomando prestada la segunda parte del título de uno de sus libros más emblemáticos, su vida bien puede definirse como “existencia auténtica”, bajo la guía del altruismo que él entiende como “el refuerzo mutuo entre el yo y el otro, en una sinergia en que ambos se potencian”.
Cuando seguía sus clases en la Autónoma, me venía a la mente la idea de Kant sobre el profesor de filosofía. El buen profesor de filosofía, decía el filósofo de Königsberg, no es el que enseña la historia de la filosofía, sino el que enseña a filosofar. Carlos París encarnó esta idea de Kant en su magisterio de manera ininterrumpida durante más de sesenta años.

Gracias, Carlos, por enseñarme a filosofar. ¡Adiós! Tu discípulo, amigo y colega.
Juan José Tamayo fue discípulo de Carlos París. Actualmente es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 1012) y de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013)


Intervención en el Ateneo de Madrid en la capilla ardiente. 3 de febrero de 2014
Publicada en el diario EL PAÍS, 4 de febrero de 2104

Domingo 9 de Febrero, 5º del tiempo ordinario: salir a las periferias José Antonio Pagola




Jesús da a conocer con dos imágenes audaces y sorprendentes lo que piensa y espera de sus seguidores. No han de vivir pensando siempre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Aunque son un grupo pequeño en medio del vasto Imperio de Roma, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.
“Vosotros sois la sal de la tierra”. Las gentes sencillas de Galilea captan espontáneamente el lenguaje de Jesús. Todo el mundo sabe que la sal sirve, sobre todo, para dar sabor a la comida y para preservar los alimentos de la corrupción. Del mismo modo, los discípulos de Jesús han de contribuir a que las gentes saboreen la vida sin caer en la corrupción.
“Vosotros sois la luz del mundo”. Sin la luz del sol, el mundo se queda a oscuras y no podemos orientarnos ni disfrutar de la vida en medio de las tinieblas. Los discípulos de Jesús pueden aportar la luz que necesitamos para orientarnos, ahondar en el sentido último de la existencia y caminar con esperanza.
Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.
El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio. Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.
El Papa insiste una y otra vez: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.
La llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.