FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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martes, 16 de julio de 2013

Lo que debes saber de: Carrefour, Alcampo, El Corte Inglés, Mercadona, Eroski etc…(Vídeo de 11´16´´)..”

Esther Vivas, licenciada en Periodismo y Máster en Sociología, forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) en la Universidad Pompeu Fabra y es autora de varios libros sobre soberanía alimentaria y consumo crítico. Nos da las claves del funcionamiento del actual sistema.
Para ver el vídeo, pùlsar en el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=fyGGWhkKKtk&feature=em-share_video_user

Amor a Dios = Amor al prójimo Carlos Escudero Freire

Enviado a la página web de Redes Cristianas
” La primera carta de Juan fue muy importante para muchas comunidades cristianas, porque combatía falsos misticismos, es decir, rechazaba la falsa religiosidad desligada de las personas con quienes convivían y se relacionaban, y de los problemas concretos que les afectaban a esas personas.
Este planteamiento tiene plena actualidad en nuestros días. Los que creen que pueden amar directamente a Dios, con sus rezos, sacrificios y actos de culto, sin haber contrastado ese amor con el amor hecho realidad a la gente de su entorno, es decir teniendo en cuenta sus necesidades reales, y abiertos también a las necesidades sangrante de la humanidad, viven de espaldas a la manera de ser de Dios y de su proyecto sobre la humanidad. Nos dice Juan:
«Con esto queda claro quienes son hijos de Dios… Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios, porque el mensaje que oísteis desde el principio fue éste: que nos amemos unos a otros…» [1 Juan 3,10-11]
Y poco después leemos:
«Hemos comprendido lo que es el amor, porque Jesús se desprendió de su vida por nosotros. Ahora también nosotros debemos desprendernos de la vida por nuestros hermanos. Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos, no amemos con palabras y de boquilla, sino con obras y de verdad.» [1 Juan 3,16-18]
La misma carta más adelante afirma:
«Y su mandamiento es este: que demos fe al su Hijo Jesús, el Mesías, y nos amemos unos a otros como él nos amó» [1 Juan 3,23].
El creyente que no ayuda, ni se va entregando en el día a día a sus hermanos: “Ni conoce a Dios ni lo ama”. Se engaña a sí mismo. Ese amor que cree tener a Dios es pura falacia.
En la Última Cena Jesús pone el amor como distintivo de la nueva comunidad:
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros.
Igual que yo os he amado, amad también vosotros.
En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros» [Jn 13,34-35].
Nunca nos cansaremos de insistir en que esta cita del evangelio de Juan encierra lo más importante del Testamento de Jesús: la Ley antigua ya no tiene razón de ser, y da paso al mandamiento nuevo, que se centra en el amor de unos para con otros. No se nos dice que tenemos que amar a Dios, porque todo lo que es amor viene de él. Por el Espíritu, este amor se derrama en nuestros corazones, y sólo sube de nuevo hacia Dios, como verdadero culto, si se transforma en amor al prójimo, empezando por los más cercanos y necesitados. Aunque alguien esté negando el origen de ese amor, por desconocimiento o por una postura de agnosticismo ateo, su actitud de servicio y solidaridad, está siendo la mejor forma de reconocimiento de ese amor a Dios, entendido como Naturaleza, Derechos Humanos, Compromiso con la Vida, Lucha solidaria con los desheredados, etc…
Estas metas son el verdadero Dios y esta es la verdadera religión y el culto fundamental que nos pide Jesús, y no tiene nada de «sagrado». Tampoco se necesita mediadores sagrados para poder realizarlo. Se va llevando a cabo de mil maneras en el quehacer diario, que discurre como la vida misma, de forma normal, en el terreno de lo profano. [...] Si amamos como él nos ha amado, es decir con una entrega total, hasta estar dispuestos a entregar la vida por la persona amada, tendremos un signo inconfundible de que somos verdaderos discípulos de Jesús, aun sin saberlo, incluso rechazándolo, o viviendo la práctica de otra religión.
Cambia el punto de mira en el amor. Amar al Dios invisible puede ser una mera ilusión, o una escusa para eludir nuestra responsabilidad con los hermanos.
En la Parábola que propone Jesús se ve esta afirmación «¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?», y el Jurista no tiene más remedio que contestar, aun sin nombrarlo, porque lo consideraba un descreído y un hereje, a «El que tuvo compasión de él».
Ni el sacerdote, ni el clérigo, que seguramente evitaron acercarse, cumpliendo un precepto de la Ley que impedía acercarse a un cadáver, pensando que contraerían impureza legal, o porque llegarían tarde a los cultos del templo, donde “su dios” que era lo verdaderamente importante para ellos, así se lo exigía.
Creer que se ama a Dios desentendiéndose e incluso odiando al hermano, es pura ilusión y engaño: «El que diga “yo amo a Dios”, mientras odia a su hermano, es un embustero; porque quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo» [1 Juan 4,20].
El buen samaritano.
Podemos estar seguros de que amamos al prójimo, si lo socorremos en sus necesidades concretas, porque entregamos parte de nuestra vida a esta tarea. Esta entrega, como quehacer diario, es la mejor garantía de que también amamos a Dios de verdad y no sólo de palabra. Jesús recurre a esta afirmación para contestar al Jurista, pero sobre todo para instruir a sus discípulos sobre el reinado de Dios que se realiza en los hechos cotidianos que se nos pueden presentar en la vida. En esta parábola Jesús expone con nitidez en que consiste el amor a prójimo. No sólo es clara y transparente, sino que además está redactad por Lucas con una cruda ironía, que va dirigida directamente a aquellos que enseñan que el amor a Dios se identifica con actos de culto, rezos, ritos religiosos y con el estricto cumplimiento de las leyes, normas y preceptos, olvidando así que el amor al prójimo, única y verdadera señal de que también amamos a Dios, sólo se realiza con la ayuda, la entrega y la solidaridad con los más necesitados.
Sabemos que el jurista es un hombre culto, versado en la Ley mosaica. El evangelista, además, nos hace ver su hostilidad hacia Jesús (“para ponerlo a prueba”). Además como todos los “santones” se desentiende de los problemas de la vida cotidiana de la gente, pensando sólo en el “más allá” (“… para heredar la vida eterna”). Ante la pregunta que le hizo Jesús y la facilidad de la respuesta, porque se trataba de la oración que la gente sabía de memoria y recitaba todos los días, el jurista no quiso quedar desairado y le propone que clarifique quién es el prójimo, que da lugar a que Jesús responda con esta parábola:
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos y lo asaltaron unos bandidos; lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto… bajaba un sacerdote por el camino. Al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un clérigo… Al verlo dio un rodeo y pasó de largo.”
Jesús pone de manifiesto que los que pasan por ser “profesionales” de la religión, es decir “de lo sagrado”, niegan la ayuda concreta que le podían prestar al que se está desangrando y se encuentra medio muerto. El sacerdote y el clérigo viven un tipo de religión que nada tiene que ver con la vida y sus avatares. Hay una clara ruptura entre religiosidad y vida, porque la practican quieren entenderse directamente con Dios, a través de ritos, actos de culto y rezos, pero se desentienden de la vida real, es decir, dejan fuera de sus vidas los problemas, vicisitudes y necesidades de sus semejantes. Recitan de memoria a diario lo que está escrito en la Ley, y esta forma de oración sirve para tranquilizar sus conciencias, pero “dan un rodeo y pasan de largo” desentendiéndose del que está malherido, y necesita su ayuda.
“Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre y, al verlo, le dio lástima. Se acercó a él, vendó sus heridas…”
En este punto la parábola encierra toda la fuerza de una ironía mordaz. En efecto, los hombres de religión se desentienden del que estaba medio muerto al borde del camino, mientras que un descreído, un samaritano, tachado de hereje por aquellos mismos hombres religiosos, al ver al herido, se conmovió. Se acerca a él (“a donde estaba el hombre” ¡esta es la clave!), y lo trata con mimo, a costa de trastocar sus planes (“iba de viaje”), pero aquel hombre necesitado reclama toda su atención. El hecho crudo e hiriente para los hombre de la religión es que un samaritano cuida y socorre con su propio dinero y con mimo a un desconocido, y lo trata como un hermano. Este contraste tuvo que ser profundamente hiriente para el jurista, porque los judíos despreciaban a los samaritanos, considerándolos paganos, descreídos y herejes. Y, aunque procedían de la misma raza, nunca le habían perdonado que hubieran edificado un templo, rival al de Jerusalén, en el monte Garizín. Era tal la enemistad y el odio entre judíos y samaritanos, que el mayor insulto que recibe Jesús, tiene este referente. En la discusión sobre el linaje de Abrahán, los dirigentes judíos le dicen a Jesús «¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano y estás loco(tienes un demonio)? » [Jn 8,48].
«¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?.»
Para el jurista habría sido demasiado bochornosos y sonrojante haber tenido que responder: «el samaritano». Lo hizo con un circunloquio: «El que tuvo compasión de él». Pero precisamente esta respuesta expresa la compasión y los cuidados que el samaritano había prodigado al malherido.
Jesús nos está enseñando que compadecernos del que sufre y ayudarlo es algo fundamental para el que quiere ser su discípulo. Sin este requisito, la religión es pura falacia, y se convierte en un gran fraude; un culto vacío de contenido, y Dios no se deja sobornar por los ritos, oraciones, procesiones, “jubileos”, ni por diversos acto de culto.
Comprobamos que los núcleos esenciales del Nuevo Testamento, sobre el amor al prójimo, son las claves esenciales que debemos entender y asimilar para vivir como discípulos de Jesús. Una religión profusa en actos de culto no sirve para nada, si al mismo tiempo nos desentendemos de las necesidades concretas de nuestro prójimo.
Una vez más constatamos que el verdadero culto a Dios no es el que se realiza en lugares sagrados y por medio de ministros sagrados. Ni en estos lugares sagrados, ni estos ministros sagrados, son necesarios; es más son rechazados en la parábola, por estar desvinculados de la vida concreta y de las necesidades reales de la gente. El mensaje del evangelio es claro y tajante: la verdadera religiosidad consiste en la ayuda y solidaridad con los más necesitados. Dicho de otra manera: la parábola del buen samaritano nos enseña que el verdadero culto a Dios tiene lugar en los escenarios de la vida real, donde viven, sufren y gozan los seres humanos; en el encuentro casual o buscado de aquellas personas que necesitan nuestra ayuda. En la vida secular y profana damos verdadero culto a Dios, al ponernos al servicio de quienes nos necesiten.
Este amor hacia nuestro prójimo, que nos necesita, para compartir su penas y también sus alegrías, sube hasta Dios como verdadero acto de culto, seamos o no conscientes de ello, y el Padre lo acepta como el verdadero amor a él mismo. ”
* Carlos Escudero Freire.
“El Evangelio es profano”
Ed. El Almendro (Córdoba 2011)

Arcadi Oliveres: “Con tanta gente durmiendo en los cajeros, son la mejor obra social de las cajas” Leyre González Grande

“A nivel internacional, este mundo está gobernado por delincuentes”
Arcadi Oliveres, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, analiza los impactos sociales de la crisis actual.
“Me vergüenza ver como Cataluña o Madrid se arrodillaron ante un impresentable nazi y mafioso para rogarle que instale en España sus casinos”.
“Con tanta gente durmiendo en los cajeros, son la mejor obra social de las cajas.
Este reconocido activista de Justicia y Pau critica que en vez de potenciar “la inversión pública” se apueste por “una política de recortes, recortes y más recortes”.
El capitalismo es un sistema perverso que nos ha dejado caer en la crisis con cierta periodicidad. Al menos, esa es la opinión de Arcadi Oliveres, economista y reconocido activista de Justicia i Pau (organización catalana en defensa de los derechos humanos). Aunque existen precedentes históricos que permiten echar la vista atrás y encontrar una situación de miseria económica como la que atravesamos, buscar una solución en estos antecedentes sería una solución anacrónica, y es que “la economía ha cambiado, se ha mundializado”, dice Oliveres.
La solución que los estados han buscado para la actual crisis está “180º en contra de lo que debería haber sido”, insiste el economista. En lugar de potenciar “la inversión pública” se han limitado a defender “una política de recortes, recortes y más recortes”. Oliveres culpa de todo esto a un hecho que diferencia la actual situación de sus antecesoras, el fenómeno de capital especulativo. “Miles de pisos fueron comprados por gente que no los necesitaba” y ahora nos encontramos con “tres millones de viviendas vacías en España, y 350.000 familias desahuciadas”.
350.000 familias a razón de tres miembros por cada una, da como resultado un millón de personas en la calle, y para Oliveres la solución sería sencilla: “Que cojan un millón de esas casas y se las entreguen a esas personas”. Aunque reconoce que suena utópico ya que “por supuesto, los bancos no lo permiten”. Es cierto que se buscan alternativas, “intentan fomentar el alquiler social”, pero mientras llegan “cada vez es más habitual ver a familias viviendo en furgonetas, campings, o tiendas de campaña” y “con tanta gente durmiendo en ellos, los cajeros automáticos son, a día de hoy, la mejor obra social de las cajas”.
Erradicar el hambre en el mundo 92 veces
Mientras en la calle existe una crisis social, que afecta a todos los países europeos, “se han inyectado cuatro billones seiscientos mil dólares a las bancas a nivel mundial”, cifra Oliveres. Según Naciones Unidas, con ese dinero se hubiera erradicado el hambre en el mundo 92 veces. “Nadie intervino para frenar esta inversión especulativa” dice Oliveres, sobre todo, porque los propios mandatarios son, en muchos casos, los principales especuladores. Yo no sé qué sucede a nivel municipal, comarcal o regional, pero les aseguro que a nivel internacional este mundo está gobernado por delincuentes”, denuncia.
Con la primera inyección de dinero, los bancos aprendieron la lección y cerraron el grifo del crédito y la crisis “pasó de ser económico financiera, a meramente financiera”, explica Oliveres. “Si no hay crédito, el vendedor no vende y el comprador no compra”, entramos entonces en la llamada “crisis” y “las empresas responden con EREs” a veces “justificados” y en otras ocasiones “sin la menor necesidad, como en el caso de Telefónica o La Caixa, que con un gran margen de beneficios recortan sus plantillas y mandan a gente a la calle”, censura el activista.
El lado más humano y visible de la crisis es el desempleo, donde “se llega a casos que rozan los límites de la estupidez humana como Eurovegas”. A Oliveres le da “vergüenza ver como Cataluña o Madrid se arrodillaron ante un impresentable nazi y mafioso para rogarle que instale en España sus casinos”. El economista sostiene que la solución no pasa por ahí sino por “un reparto del trabajo existente” y reducciones de la jornada laboral para que “los que tienen trabajo trabajan un poco menos, de tal modo que los que no lo tienen puedan trabajar un poco más”.

Cuando el hambre llama a la puerta Esther Vivas

Llega el verano, acaba el curso escolar, y para cada vez más familias la preocupación ya no es “qué van hacer los niños en las vacaciones”, sino “qué van a comer”. En el Estado español, según indica UNICFEF, el 20% de la población infantil vive por debajo del umbral de la pobreza. El hambre ha dejado de ser patrimonio de los países del Sur, para llamar a nuestra puerta.
En Barcelona, el ayuntamiento detectó, a principios de año, 2.865 menores con deficiencias alimentarias. En Andalucía, el gobierno autonómico ha empezado a repartir desayunos y meriendas a más de 50 mil niños en riesgo de exclusión. En el 2010, un informe de la Fundación Foessa, señalaba que unas 29 mil familias con menores pasaban hambre en el Estado español. Dos años más tarde, ¿cuántos serán los afectados? Sin lugar a dudas, muchos más.
Pero no sólo los datos indican que el hambre infantil va en aumento, sino lo que se vive en numerosos colegios apunta en la misma dirección: pequeños que se desmayan en clase por no haber comido, otros que devoran hambrientos todo el plato en el comedor escolar, los que llevan pan con pan como desayuno. Las historias, tristemente, son interminables. Sólo hace falta preguntar, y escuchar, a quienes trabajan en escuelas de barrios y ciudades, especialmente, golpeadas por la crisis.
La malnutrición es la otra cara del hambre. Según indica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria: un 17% de los niños que viven bajo el umbral de la pobreza sufren obesidad, el doble de quienes no tiene dificultades económicas. La crisis convierte los alimentos frescos, fruta, verdura, pescado y carne, en inaccesibles. Y la dieta de quienes menos tienen se deteriora rápidamente. Se compra poco y barato y se come mal.
La espiral de paro, escasez, desahucios y hambre atrapa cada vez a más familias. Y las demandas de ayuda para poder comer, aumentan al mismo ritmo que descienden nuestros derechos y se aplican los recortes. El Gobierno mira para otro lado y las comunidades autónomas, con considerables competencias en la materia, siguen pasando las tijeras. La tan cacareada “marca España” es sinónimo, como recogen recientes artículos en The Times o Le Nouvel Observateur, de pobreza y hambruna infantil.
Las causas del hambre son políticas, ya sea en el Sur o en la puerta de nuestra casa. Los alimentos no pueden ser un negocio en manos de unas pocas empresas. Comer bien implica justicia y democracia en la producción, la distribución y el consumo de alimentos. Mientras la política siga secuestrada por los mercados, la banca, el agrobusiness y tantos otros señores del Capital, ni podremos vivir en paz ni comer bien.