FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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martes, 19 de febrero de 2013

“¿A dónde vas, Pedro?” José Ignacio González Faus, teólogo

Honesto, íntegro y encantador en el trato personal; tímido, huidizo y con dificultades para dirigir. Capaz también de una encantadora ironía sutil, que debió reprimir cuando comenzó a ponerse capisayos. La timidez le hizo actuar demasiado duramente cuando tuvo que hacer de “inquisidor”; su sensibilidad le volvió más afable cuando pasó a ser pastor. De su historia personal habría que indagar más sobre su evolución hacia posturas conservadoras. De su pontificado temo que el punto más ambiguo no sea el “Vatikileaks” ni la pederastia, sino la sombra de Marcial Maciel que ha resultado ser más alargada que la del ciprés.
He contado en otra ocasión lo que le escuché en una clase en Tübingen hacia fines de 1966: hablando de dos grandes escuelas teológicas antiguas (Alejandría más espiritualista y más conservadora, Antioquía más humanista y más abierta), continúa preguntando: ”¿y en Roma?”. Se detiene un momento, se abotona la chaqueta y se queda mirándonos: “en Roma, ya saben Uds, no se hace buena teología”. La sonora ovación del alumnado todavía retumba en mis oídos. Dicen que Wojtila lo nombró para la congregación de la fe, tras leer su “Introducción al cristianismo”, porque vio en él un teólogo “abierto y seguro”.
¿Por qué posteriormente fue sacrificando la apertura a la seguridad? Se habla de susto ante los excesos del 68 (que en Alemania fue peor que en Francia y evocó a muchos intelectuales los momentos previos a Hitler). También de la prepotencia de Hans Küng su compañero de cátedra en Tübingen; y del influjo de su hermano mayor. No sé. Es tarea para los historiadores.
En Roma quizá comenzó una evolución inversa, como si, tras la decepción del progresismo, tropezara ahora con la decepción del conservadurismo; pero ya era demasiado tarde para acabarla. Cuando el viernes santo del 2005, siendo aún cardenal, pronunció aquellas palabras: “cuánta suciedad en la iglesia… la traición de los discípulos hiere más a Jesús”, muchos creyeron que se refería a los casos de pederastia. Sin excluir esto, creen otros que aludía indirectamente a cosas que estaban pasando en la Curia.
Las intrigas, empujones y afanes de hacer carrera; los sobres con dinero que repartía Maciel y que él se negó siempre a aceptar; la obsesión del Vaticano por encubrir los escándalos de pederastia… le fueron abriendo los ojos. Por eso, al ser elegido papa, pudo parecer que, por su honestidad y porque conocía el paño, quizás conseguiría reformar la Curia (conviene recordar cómo había exigido esa reforma el Vaticano II, y cómo la Curia se negó siempre a ella).
Quizás ésta ha sido la desilusión de su pontificado y una de las razones que han debilitado sus fuerzas. Dio pasos significativos: ordenó a Maciel que desapareciera de la vida pública. Hizo sonoras y sentidas peticiones de perdón por los casos de pederastia: que aún parecen insuficientes a algunos, pero que resultaban de una valentía inaudita ante el modo de proceder encubridor, típico del Vaticano. Desaparecieron otros nombres que prefiero no citar y que parecen ser los que están detrás de los famosos papeles del mayordomo (pues en todos aquellos correos no hay nada sensacional ni de interés, fuera de críticas constantes a Bertone: como si fuesen una venganza o maniobra de aquellos a quienes Bertone había sustituido).
Cuando su viaje a Valencia decepcionó al episcopado español que anhelaba una condena sonora del gobierno socialista. En su primera encíclica quiso decirnos que Dios es Amor antes que cualquier otra cosa. Tuvo el episodio desafortunado de Regensburg pero luego lo arregló relativamente bien.
De todo este panorama saldría un balance de empate. Pero hay otra espina que puede no haberle dejado en paz: y se llama Marcial Maciel. La historia de este pequeño monstruo o enfermo es de las más increíbles y escandalosas de los veinte siglos de cristianismo. Y el problema es que Ratzinger sabía: cuando estaba en la congregación de la fe le hicieron llegar, por procedimientos complicados, pruebas irrebatibles. Y cuando luego los remitentes acudieron a él, cuentan que les dijo: “lo siento mucho pero no puedo hacer nada porque Juan Pablo II tiene gran aprecio a este hombre”.
Así lo narran los autores en un libro titulado “La voluntad de no saber”, editado por Mondadori con la condición de que sólo circulara en México. ¿Le faltó valor a Ratzinger para encararse con Wojtila, o tuvo miedo de escandalizar al mundo? Déjeseme decir que son cosas que tocan sólo al juicio de Dios. Pero esto explica la rápida decisión con que apartó de en medio a Maciel nada más llegar a la sede de Pedro. Aunque haga más difícil entender la tibia política que parece estar llevando el Vaticano con los legionarios.
Por mi parte, prefiero quedarme con la recomendación hecha por Benedicto XVI de que todos los papas deberían leer y meditar la célebre carta que escribió san Bernardo al papa Eugenio III, donde está aquella frase: “no pareces sucesor de Pedro, sino de Constantino”. Agradezco este consejo al dimitido papa y me permito recomendar efusivamente esa carta a su sucesor. Aunque debo reconocer que, por lo que hace a un futuro inmediato de la Iglesia, no soy precisamente optimista.

La elección de un nuevo papa y el Espíritu Santo Ivone Gebara, Escritora, filósofa y teóloga

Después de la encomiable actitud del anciano Benedicto XVI renunciando al gobierno de la Iglesia Católica Romana se sucedieron entrevistas con algunos obispos y sacerdotes en estaciones de radio y televisión en todo el país. Sin duda un evento de tanta importancia para la Iglesia Católica Romana es noticia y conduce a predicciones, elucubraciones de variados tipos, sobre todo de sospechas, intrigas y conflictos entre los muros del Vaticano que habrían acelerado la decisión del Papa.
En el contexto de las primeras noticias, lo que me llamó la atención fue algo a primera vista pequeño e insignificante para los analistas que tratan asuntos del Vaticano. Se trata de la forma cómo algunos padres entrevistados o sacerdotes conductores de programas de televisión respondieron cuando se les preguntó sobre quién sería el nuevo Papa, saliendo por la tangente.
Se referían a la inspiración del Espíritu Santo, o a su voluntad, como siendo el elemento del que dependía la elección del nuevo romano pontífice. Nada de pensar en personas específicas para responder a las situaciones mundiales desafiantes, nada para despertar una reflexión en la comunidad, nada de hablar de los problemas actuales de la iglesia que la han llevado a un significativo marasmo, nada que escuchar los clamores de la comunidad católica por la democratización de las estructuras anacrónicas que sostienen a la iglesia institucional.
La formación teológica de estos padres comunicadores no les permite salir de un discurso trivial y abstracto ya bien conocido, discurso que continúa recurriendo, como explicación, a fuerzas ocultas, y así, de cierta forma, confirmar su propio poder.
La continua referencia al Espíritu Santo a partir de un misterioso modelo jerárquico es una forma de camuflar los verdaderos problemas de la Iglesia y una forma de retórica religiosa para no revelar conflictos internos que ha vivido la institución.
La teología del Espíritu Santo continúa siendo para ellos mágica y expresando explicaciones que ya no pueden hablar a los corazones y a las conciencias de muchas personas que tienen aprecio por el legado del Movimiento de Jesús de Nazaret. Es una teología que sigue provocando la pasividad del pueblo creyente ante las múltiples dominaciones, inclusive la religiosa. Continúan repitiendo fórmulas como si éstas satisficiesen a la mayoría de la gente.
Me entristece el hecho de verificar una vez más que los religiosos y algunos laicos trabajando en los medios de comunicación no perciban que estamos en un mundo donde los discursos tienen que ser más asertivos y caracterizados por referencias filosóficas consistentes, además de la tradicional escolástica.
Un referencial humanista les haría mucho más comprensibles para el común de las personas, incluidos los no católicos y no religiosos. La responsabilidad de los medios de comunicación religiosos es enorme e incluye la importancia de mostrar cómo la historia de la iglesia depende de las relaciones e interferencias de todas las historias de los países y de las personas individuales. Ya es tiempo de abandonar ese lenguaje metafísico y abstracto, como si un Dios fuese a ocuparse especialmente de elegir al nuevo Papa, independientemente de los conflictos, desafíos, iniquidades y cualidades humanas.
Ya es hora de enfrentar un cristianismo que admita el conflicto de las voluntades humanas y reconocer que al final de un proceso electivo, no siempre la elección realizada puede ser considerada la mejor para el conjunto. De enfrentar la historia de la iglesia como una historia construida por nosotros todos y todas y de testimoniar respeto para nosotros mismos/as mostrando la responsabilidad que tenemos todas/os los que nos consideramos miembros de la comunidad católica romana.
La elección de un nuevo Papa es algo que tiene que ver con el conjunto de las comunidades católicas esparcidas alrededor del mundo y no sólo con una élite de edad avanzada, minoritaria y masculina. Por lo tanto, es necesario ir más allá de un discurso justificativo del poder papal y enfrentarse a los problemas y desafíos reales que estamos viviendo.
Sin duda, para esto las dificultades son muchas y abordarlas requiere de nuevas convicciones y del deseo real de promover cambios que favorezcan la convivencia humana.
Me preocupa una vez más, que no se discuta más abiertamente el hecho que el gobierno Iglesia institucional sea entregado a personas ancianas que a pesar de sus cualidades y sabiduría, ya no son capaces de hacer frente con vigor y desenvoltura los desafíos que estas funciones demandan. ¿Hasta cuando la gerontocracia masculina papal será como un doble de la imagen de un Dios, blanco, anciano y de barbas blancas?
¿Habría alguna posibilidad de salir de este esquema o al menos de iniciar una discusión de cara a una futura organización diferente? ¿Habría alguna posibilidad de abrir esta discusión en las comunidades cristianas populares que tienen derecho a la información y a una formación cristiana más ajustada a nuestros tiempos?
Sabemos en qué medida la fuerza de la religión depende de desafíos y comportamientos fruto de convicciones capaces de sostener la vida de muchos grupos. Sin embargo, las convicciones religiosas no pueden reducirse a una visión estática de las tradiciones y tampoco a una visión deliberadamente ingenua de las relaciones humanas. Las convicciones religiosas igualmente no pueden reducirse a la ola de las más variadas devociones que se propagan a través de los medios de comunicación. Es más, no podemos seguir tratando al pueblo como ignorante e incapaz de formular preguntas inteligentes y astutas en relación con la iglesia. Sin embargo, los padres comunicadores creen estar tratando con personas pasivas y entre ellas muchos los jóvenes que desarrollan un culto romántico alrededor de la figura del papa.
Los religiosos mantienen esta situación a menudo cómoda por ignorancia o avidez de poder. Probar la interferencia divina en decisiones que la Iglesia Católica Jerárquica, prescindiendo de la voluntad de las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo es un ejemplo flagrante de esta situación. Es como si quisieran reafirmar erróneamente que la Iglesia es en primer lugar el clero y las autoridades cardenalicias a las cuales es conferido el poder de elegir un nuevo papa y que ésta es la voluntad de Dios. A los miles de fieles corresponde solo orar para que el Espíritu Santo escoja al mejor y esperar a que el humo blanco anuncie una vez más el “habemus papam”.
De manera hábil siempre están tratando de hacer a los fieles, escapar de la verdadera historia, de su responsabilidad colectiva por el recurso a fuerzas superiores que dirijan la historia y a la Iglesia.
Es una lástima que estos formadores de opinión pública estén viviendo todavía en un mundo que es teológicamente y tal vez incluso históricamente, pre-moderno, donde lo sagrado parece separarse del mundo real y situarse en una esfera superior de poderes a la que sólo unos pocos tienen acceso directo. Es desolador ver cómo la conciencia crítica en relación a sus propias creencias infantiles no haya sido despertada, para su bien personal y en beneficio de la comunidad cristiana. Parece que hasta destacamos los muchos obscurantismos religiosos presentes en todas las épocas, mientras el Evangelio de Jesús continuamente convoca a la responsabilidad común de unos con los otros.
Conociendo las muchas dificultades enfrentadas por el Papa Benedicto XVI durante su corto ministerio papal, las empresas de comunicación católica sólo destacan sus cualidades, su entrega a la iglesia, su inteligencia teológica, su pensamiento vigoroso como si quisieran una vez más ocultar los límites de su personalidad y de su postura política no sólo como Pontífice, sino también, como presidente, por muchos años, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio.
No permiten que las contradicciones humanas del hombre Joseph Ratzinger aparezcan y que su intransigencia legalista o el trato punitivo que caracterizaron parcialmente su persona sean recordadas. Hablan desde su elección, principalmente como un papado de transición. No hay duda que es así. Pero ¿transición hacia dónde?
Me gustaría que la encomiable actitud de renuncia de Benedicto XVI pudiese ser vivida como un momento privilegiado para convidar a las comunidades católicas a repensar sus estructuras de gobierno y los privilegios medievales que esta estructura conlleva.
Estos privilegios tanto del punto de vista económico, como político y socio-cultural, mantiene al papado y al Vaticano como un Estado masculino aparte. Pero un Estado masculino con representación diplomática influyente y servido por miles de mujeres en todo el mundo, en las diferentes instancias de su organización. Este hecho nos invita también a reflexionar sobre el tipo de relaciones sociales de género que este Estado continua manteniendo en la historia social y política actual.
Las estructuras pre-modernas que todavía conserva este poder religioso necesitan ser confrontadas con los anhelos democráticos de nuestros pueblos en la búsqueda de nuevas formas de organización que se correspondan mejor con los tiempos y grupos plurales de hoy. Deben ser confrontadas con las luchas de las mujeres, de las minorías y mayorías raciales, de personas de diversas orientaciones sexuales y opciones, de pensadores, científicos y trabajadores de las más variadas profesiones.
Necesitan ser reelaboradas en la perspectiva de un mayor y más fructífero diálogo con otros credos religiosos y con las sabidurías esparcidas por todo el mundo.
Y para terminar, quiero volver al Espíritu Santo, a este viento que sopla en cada una/o de nosotros, este aliento en nosotros es más grande que nosotros, que nos aproxima y nos hace interdependientes con todos los vivientes.
Un soplo de muchas formas, colores, sabores e intensidades. Soplo de compasión y de ternura, soplo de igualdad y de diferencia. Este aliento o soplo no puede ser utilizado para justificar y mantener estructuras privilegiadas de poder y tradiciones antiguas o medievales, como si se tratara de una ley o una norma indiscutible e inmutable.
El viento, el aire, el espíritu sopla donde quiere y nadie debe atreverse a querer ser ni por una sola vez su dueño. El espíritu es la fuerza que nos acerca a unos con otros, es la atracción que permite nos reconozcamos cómo semejantes y diferentes, como amigas y amigos, y que juntos/as busquemos caminos de convivencia, la paz y la justicia.
Estos caminos del espíritu son los que nos permiten reaccionar ante las fuerzas opresivas que nacen de nuestra propia humanidad, los que nos llevan a denunciar a las fuerzas que impiden la circulación de la savia de la vida, quienes nos llevan a des-cubrir los secretos ocultos de los poderosos. Por lo tanto, el espíritu se muestra en las acciones de misericordia, en el pan compartido, en el poder compartido, en la cura de las heridas, en la reforma agraria, en el comercio justo, en las armas transformadas en arados, en fin, en la vida en abundancia para todas/os. Este parece ser el poder del espíritu en nosotros, poder que necesita ser despertado en cada nuevo momento de nuestra historia y ser despertado en nosotros/as, entre nosotros/as y para nosotros/as.
Febrero de 2013.
[Traducción para ADITAL: Ricardo Zúniga García – ricardozunigagarcia@gmail.com

Organizaciones de todo el país lanzan la campaña Salvemos la hospitalidad contra la criminalización de la solidaridad

Enviado a la página web de Redes Cristianas
El artículo 318 bis del Código Penal intenta garantizar los derechos fundamentales de los inmigrantes que se ven mezclados en situaciones de inmigración. Sin embargo, el Gobierno tiene previsto modificar este artículo, de tal manera que la acogida solidaria puede llegar a acarrear penas de prisión para el que aloje a inmigrantes. Pueden ponerse así al mismo nivel a las personas que acogen a inmigrantes de forma solidaria, con aquellos que buscan beneficio propio con actividades derivadas de la inmigración.
Ante esta situación hemos puesto en marcha varias acciones para mostrar otras opciones que permitan castigar las conductas reprobables y salvar de toda duda las acciones que nos caracterizan como sociedad: el altruismo, la solidaridad y la hospitalidad.
Por ello hemos abierto la iniciativa www.salvemoslahospitalidad.org con la que queremos promover en todo el Estado mociones institucionales en Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos Regionales que muestren la necesidad de modificar la redacción de este artículo. Algo que Ayuntamientos, como los de Málaga o Vélez-Málaga, a instancia de diferentes entidades sociales, ya han aprobado por unanimidad.
El documento de la moción se encuentra disposición de todas las personas y organizaciones que quieran impulsar su aprobación en municipios de toda España para crear el mapa y la galería de la hospitalidad, donde se irá añadiendo aquellos municipios en los que se presente y/o apruebe el texto. Si quieres colaborar, sólo tienes que pinchar aquí, y te decimos cómo hacerlo.
Otros materiales disponibles en la web van desde documentos que se van desprendiendo de la campaña a una colección de imágenes que se han diseñado para la campaña, como banners para páginas web, carteles e imágenes para redes sociales.
Animamos a todos a sumarse a esta campaña para tratar de promover un modelo de convivencia basado en la diversidad y la interculturalidad y que ponga en valor de forma clara los valores de la convivencia y solidaridad con todos nuestros vecinos.
El grupo promotor de la campaña está formado por las siguientes entidades: Andalucía Acoge, Asociación por la convivencia intercultural en Almería, APDH-A, CEAR, Asociación Apoyo, Pueblos Unidos, Campaña por el cierre de los centros de internamiento de extranjeros (CIEs NO), Convivir sin Racismo, Federación de mujeres Progresistas, Foro Galego de Inmigración, Grupo Inmigración y Sistema Penal, Médicos del Mundo, Mesa d´Entitats de Solidaritat amb els Inmigrants, Mugak, Plataforma ‘Salvemos la hospitalidad’, Red Acoge, OSPDH, SOS Racismo

¿Qué Papa podemos esperar que no sea un Benedicto XVII? Leonardo Boff, teólogo

¿Cómo recibió usted la renuncia de Benedicto XVI?
R/ Yo desde el principio sentía mucha pena por él, pues por lo que conocía, especialmente de su timidez, imaginaba el esfuerzo que debería hacer para saludar al pueblo, abrazar a las personas, besar a los niños. Estaba convencido de que un día él aprovecharía alguna ocasión sensata, como los límites físicos de su salud y el menor vigor mental, para renunciar. Aunque se mostró como un papa autoritario, no estaba apegado al cargo de papa. Me sentí aliviado porque la Iglesia está sin un líder espiritual que suscite esperanza y ánimo. Necesitamos otro perfil de papa más pastor que profesor, no un hombre de la Iglesia-institución sino un representante de Jesús que dijo: “si alguien viene a mí, no le echaré fuera” (Evangelio de Juan 6,37), podía ser un homoafectivo, una prostituta, un transexual.
2. ¿Cómo es la personalidad de Benedicto XVI ya que usted mantuvo cierta amistad con él?
R/ Conocí a Benedicto XVI en mis años de doctorado en Alemania entre 1965-1970. Oí muchas conferencias de él pero no fui alumno suyo. Él leyó mi tesis doctoral: “El lugar de la Iglesia en el mundo secularizado” y le gustó mucho hasta el punto de buscar una editorial para publicarla, un tocho de 500 páginas. Después trabajamos juntos en la revista internacional Concilium, cuyos directores se reunían todos los años en la semana de Pentecostés en algún lugar de Europa. Yo la editaba en portugués. Esto fue entre 1975-1980. Mientras los demás hacían la siesta, él y yo paseábamos y conversábamos sobre temas de teología, sobre la fe en América Latina, especialmente sobre San Buenaventura y San Agustín, de los cuales él es especialista y a los que yo hasta hoy frecuento a menudo.
Después en 1984 nos encontramos en un momento conflictivo: él como juez mío en el proceso del ex-Santo Oficio movido contra mi libro Iglesia: carisma y poder(Vozes 1981. Sal Terrae 1982). Ahí tuve que sentarme en la silla donde, entre otros, se sentaron Galileo y Giordano Bruno. Me sometió a un tiempo de “silencio obsequioso”, tuve que dejar la cátedra y me fue prohibido publicar cualquier cosa. Después de esto nunca más nos volvimos a encontrar. Como persona es finísimo, tímido y extremadamente inteligente.
3. Como cardenal fue su Inquisidor después de haber sido su amigo: ¿cómo vio usted esta situación?
R/ Cuando fue nombrado Presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Inquisición) me sentí sumamente feliz. Pensaba: finalmente tendremos un teólogo al frente de una institución con la peor fama que se pueda imaginar. Quince días después me respondió agradeciendo y decía: creo que hay aquí en la Congregación varios asuntos suyos pendientes y tenemos que resolverlos. Y es que prácticamente cada vez que publicaba un libro llegaban de Roma preguntas de aclaración que yo me demoraba en responder.
Pero de Roma no viene nada que no haya sido enviado antes a Roma. Aquí en Brasil había obispos conservadores y perseguidores de teólogos de la liberación que enviaban las quejas de su ignorancia teológica a Roma con el pretexto de que mi teología podría hacer daño a los fieles. Ahí me di cuenta de que él ya había sido contaminado por el bacilo romano que hace que todos los que trabajan en el Vaticano rápidamente encuentren mil razones para ser moderados y hasta conservadores. Y entonces más que sorprendido quedé verdaderamente decepcionado.
4. ¿Cómo recibió el castigo del “silencio obsequioso”?
R/ Tras el interrogatorio y la lectura de mi defensa escrita que está como anexo en la nueva edición de Iglesia; carisma y poder (Record 2008) son 13 los cardenales que opinan y deciden. Ratzinger es solo uno de ellos. Después someten la decisión al papa. Creo que el suyo fue un voto discrepante del de la mayoría, porque conocía otros libros míos de teología, traducidos al alemán, y me había dicho que le habían gustado e incluso una vez, delante del papa en una audiencia en Roma, hizo una referencia elogiosa.
Yo recibí el “silencio obsequioso” como lo haría un cristiano ligado a la Iglesia: lo acogí con calma. Recuerdo que dije: “es mejor caminar con la Iglesia que solo con mi teología”. Para mí fue relativamente fácil aceptar la imposición porque la Presidencia de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, en portugués) siempre me había apoyado y dos de sus cardenales, don Aloysio Lorscheider y don Paulo Evaristo Arns, me acompañaron a Roma y participaron, en una segunda parte, del diálogo con el cardenal Ratzinger y conmigo.
Ahí éramos tres contra uno. Algunas veces pusimos al cardenal Ratzinger en aprietos pues los cardenales brasileros le aseguraban que las críticas contra la teología de la liberación que él había hecho en un documento recientemente publicado eran eco de los detractores y no un análisis objetivo. Y pidieron un nuevo documento positivo. Él acogió la idea y realmente lo hizo dos años más tarde. Y nos pidieron también, a mí y a mi hermano Clodovis que estaba en Roma, que escribiésemos un esquema y lo entregásemos en la Sagrada Congregación. En un día y una noche lo hicimos y lo entregamos.
5. Usted dejó la Iglesia en 1992. ¿Le quedó alguna amargura de todo el affaire del Vaticano?
R/ Yo nunca dejé la Iglesia. Dejé una función dentro de ella, que es la de sacerdote. Seguí como teólogo y profesor de teología en varias cátedras, aquí y fuera del país. Quien entiende la lógica de un sistema cerrado y autoritario, poco abierto al mundo, que no cultiva el diálogo y el intercambio (los sistemas vivos viven en la medida en que se abren e intercambian) sabe que si alguien como yo no se alínea plenamente a tal sistema será vigilado, controlado y eventualmente castigado. Es similar al sistema de la seguridad nacional que hemos conocido en América Latina bajo los regímenes militares de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay.
Dentro de esta lógica, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio, ex-Inquisición), el card. J. Ratzinger condenó, silenció, depuso de la cátedra o transfirió a más de cien teólogos. De Brasil fuimos dos: la teóloga Ivone Gebara y yo. Por entender la referida lógica, y lamentarla, sé que están condenados a hacer lo que hacen con la mayor buena voluntad. Pero como Blaise Pascal dijo: “Nunca se hace el mal tan perfectamente como cuando se hace con buena voluntad”. Sólo que esta buena voluntad no es buena, pues crea víctimas. No guardo ningún rencor o resentimiento pues tuve compasión y misericordia de aquellos que se mueven dentro de esta lógica que, a mi modo de ver, está a años-luz de la práctica de Jesús. Además, es cosa del siglo pasado, ya pasado. Y evito volver a ello.
6. ¿Cómo evalúa usted el pontificado de Benedicto XVI? ¿Ha sabido manejar las crisis internas y externas de la Iglesia?
R / Benedicto XVI fue un eminente teólogo, pero un papa frustrado. No tenía el carisma de dirección y animación de la comunidad, como lo tenía Juan Pablo II. Desgraciadamente, será estigmatizado de manera reduccionista como el papado donde aumentaron los pedófilos, los homoafectivos no fueron reconocidos y las mujeres fueron humilladas, como en EE.UU.donde se negó el derecho de ciudadanía a una teóloga por cuestión de género. Y también pasará a la historia como el Papa que criticó fuertemente la teología de la liberación, interpretada a la luz de sus detractores, y no a través de las prácticas pastorales y libertadoras de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que hicieron una opción seria por los pobres contra la pobreza y a favor de la vida y de la libertad.
Por esta causa justa y noble fueron mal interpretados por sus hermanos en la fe y muchos de ellos detenidos, torturados y asesinados por los órganos de seguridad del estado militar. Entre ellos se encontraban obispos como el obispo Angelelli de Argentina y el Arzobispo Oscar Romero de El Salvador. Dom Helder fue el mártir que no mataron. Pero la Iglesia es más grande que sus papas y continuará, entre sombras y luces, prestando un servicio a la humanidad, a fin de mantener viva la memoria de Jesús y ofrecer una posible fuente de sentido en la vida más allá de esta vida.
Hoy sabemos por los Vatileaks que dentro de la Curia romana están enfrascados en una feroz lucha por el poder, especialmente entre la corriente Bertone, actual Secretario de Estado, y el ex-secretario Sodano, ya emérito. Ambos tienen sus aliados. Bertone, aprovechándose de las limitaciones del papa, construyó prácticamente un gobierno paralelo. Los escándalos de filtración de documentos secretos de la mesa del Papa y del Banco del Vaticano, usado por los millonarios italianos, algunos de la mafia, para lavar dinero y enviarlo fuera, afectaron mucho al Papa. Y se fue aislando cada vez más. Su renuncia se debe a los límites de la edad y de las enfermedades, pero agravadas por estas crisis internas que lo debilitaron y que él no supo o no pudo atajar a tiempo.
7. El Papa Juan XXIII dijo que la Iglesia no puede ser un museo, sino una casa con puertas y ventanas abiertas. ¿Cree usted que Benedicto XVI intentó transfomar la Iglesia de nuevo en algo así como un museo?
R / Benedicto XVI es un nostálgico de la síntesis medieval. Reintrodujo la misa en latín, escogió vestimentas de los papas renacentistas y de otros tiempos pasados, mantuvo los hábitos y ceremoniales palaciegos, a quien iba a comulgar le ofrecía primero el anillo papal para que lo besase y luego le daba la hostia, cosa que ya no se hacía. Su visión era restauracionista y es un nostálgico de una síntesis entre cultura y fe que existe muy visible en su Baviera natal, cosa que él comentaba explícitamente. Cuando en la Universidad donde él estudió, y yo también, en Munich, vió un cartel anunciándome como profesor invitado para dar una conferencia sobre las nuevas fronteras de la teología de la liberación pidió al decano posponerla sine die.
Sus ídolos teológicos son san Agustín y san Buenaventura, que mantuvieron siempre gran desconfianza de todo lo que venía del mundo, contaminado por el pecado y necesitado de ser rescatado por la Iglesia. Es una de las razones que explican su oposición a la modernidad a la que ve bajo la óptica del secularismo y el relativismo y fuera del ámbito de influencia del cristianismo, que ayudó a formar Europa.
8. ¿La Iglesia, a su juicio, va a cambiar la doctrina sobre el uso del condón y la moral sexual en general?
R/ La Iglesia debe mantener sus convicciones, aquellas que estima irrenunciables como el tema del aborto y la no manipulación de la vida. Pero debería renunciar al estatus de exclusividad, como si fuera la única portadora de la verdad. Debe entenderse dentro del espacio democrático, en el cual su voz se hace oír junto a otras voces. Y las respeta e incluso está dispuesta a aprender de ellas. Y cuando sea derrotada en sus puntos de vista, debería ofrecer su experiencia y tradición para mejorar donde pueda mejorar y aligerar el peso de la existencia.
En el fondo, ella tiene que ser más humana, más humilde y tener más fe, en el sentido de no tener miedo. Lo que se opone a la fe no es el ateísmo, sino el miedo. El miedo paraliza y aísla a las personas de los demás. La Iglesia debe caminar junto a la humanidad, porque la humanidad es el verdadero Pueblo de Dios. Ella lo muestra más conscientemente, pero no se apropia exclusivamente de esta realidad.
9. ¿Qué debe hacer el futuro Papa para evitar la emigración de tantos fieles a otras Iglesias, especialmente a las pentecostales?
R / Benedicto frenó la renovación de la Iglesia incentivada por el Concilio Vaticano II. No acepta que haya rupturas en la Iglesia, así que prefirió un punto de vista lineal, reforzando la tradición. Sucede que la tradición del siglo XVIII y XIX se opuso a todos los logros modernos, de la democracia, de la libertad religiosa y otros derechos. Él ha tratado de reducir la Iglesia a una fortaleza para defenderse de estas modernidades y veía el Vaticano como un caballo de Troya a través del cual podían entrar. No negó el Vaticano II, pero lo interpretó a la luz del Concilio Vaticano I, que está centrado en la figura del Papa con poder monárquico, absoluto e infalible.
Así que se produjo una gran centralización de todo en Roma, bajo la dirección del Papa que, ¡pobre!, tiene que conducir una población católica del tamaño de la de China. Tal opción ha traído un gran conflicto en la Iglesia e incluso en episcopados enteros, como el alemán y el francés, y ha contaminado la atmósfera interna de la Iglesia con sospechas, creación de grupos, emigración de muchos católicos de la comunidad y acusaciones de relativismo y de magisterio paralelo. En otras palabras, en la Iglesia ya no se vivía una fraternidad franca y abierta, un hogar espiritual común a todos.
El perfil del nuevo Papa, en mi opinión, no debe ser la de un hombre de poder y ni un hombre de la institución. Donde hay poder no existe amor y la misericordia desaparece. Debería ser un pastor, cercano a los fieles y a todos los seres humanos, independientemente de su situación moral, política y étnica. Debería tener como lema las palabras de Jesús, que ya he citado: “Si alguno viene a mí, yo no le echaré fuera”, pues Jesús acogía a todos, desde a una prostituta como Magdalena hasta un teólogo como Nicodemo. No debería ser un hombre de Occidente que ahora se ve como un accidente de la historia, sino un hombre del vasto mundo globalizado que sienta pasión por los pobres y el grito de sufrimiento de la Tierra devastada por la avaricia consumista.
No debería ser un hombre de certezas sino alguien que animase a todos a buscar los mejores caminos. Lógicamente se orientaría por el Evangelio pero sin espíritu proselitista, con la conciencia de que el Espíritu siempre llega antes que el misionero y el Verbo ilumina a todo hombre que viene a este mundo, como dice el evangelista san Juan.
Debería ser un hombre profundamente espiritual y abierto a todos caminos religiosos para juntos mantener viva la llama sagrada que existe en cada persona: la presencia misteriosa de Dios. Y, por último, un hombre de profunda bondad, al estilo del Papa Juan XXIII, con ternura por los humildes y con firmeza profética para denunciar a aquellos que promueven la explotación y hacen de la violencia y de la guerra instrumentos de dominación de los demás y del mundo. Que en las negociaciones que los cardenales hacen en el cónclave y en las tensiones de las tendencias, prevalezca un hombre con este tipo de perfil. Cómo el Espíritu Santo obra ahí es misterio. Él no tiene otra voz ni otra cabeza que las de los cardenales. Que el Espíritu no les falte.

Las verdaderas razones de la renuncia del papa Benedicto XVI

Equipo Atrio, 18-Febrero-2013
Ya lo hemos dicho. En ATRIO nos interesa el próximo Cónclave porque en él se decide el futuro de la mayor iglesia de nuestro mundo hoy aliada de hecho del capitalismo financiero. No esperéis de ATRIO ni llamadas a la oración y a confiar en el Espíritu. Es todo un asunto humano, demasiado humano. Tampoco acogeremos derrotismos o maximalismos extremos y simplistas. PAGINA 12Queremos aportar todos los buenos análisis que encontremos. Como estos dos que publicaba el sábado 16 Página 12 de Argentina. Coinciden analizar las causas por las que Ratzinger ha tirado la toalla. Pero varían. Uno, desde Alemania, cree que fue la contestación de la base eclesial. Otro desde, Francia, la invencible opacidad, sobre todo financiera, de la curia. ¿Podrá el futuro papa resolver ambos problemazos?
Volver a las raíces
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
El Papa. El gran tema de los últimos días. Se siguen discutiendo las causas de su renuncia. La única explicación es: no tenía otra salida. Los problemas de la Iglesia Católica son innumerables. Y para sanear toda esa antigua estructura de siglos, la única forma de seguir adelante era una sola: cambiar todo. Y para el papa Ratzinger, eso era imposible. El es un ultraconservador nato. La crisis del catolicismo en su propio país, Alemania, es tan grande en la actualidad que para buscar una solución debían aplicarse medidas que iban contra su pensamiento y filosofía de siempre. Repetimos, Ratzinger es un ultraconservador y no podía ahora ir contra esos principios de toda la vida. Y, justamente, los cardenales italianos conservadores lo eligieron Papa a él porque creían que, con sus pensamientos teóricos, el alemán iba a vencer todas las ofensivas de la izquierda católica.
Más, con la crisis que está viviendo el catolicismo alemán en estos momentos se hacen necesarias ya mismo medidas de cambio fundamentales. Pero no, el camino de Ratzinger era: ante los problemas, rezar, pedir al Señor su benevolencia, pero seguir el mismo camino. Aunque finalmente, no vio salidas. Tenía que jugarse. Tenía que tomar verdaderamente el poder y modernizar la Iglesia desde sus bases. Más, a su edad y con el cardenalato conservador que lo rodeaba, era imposible. E hizo lo impensado para un Papa; renunció. Y aquí no se equivocó. Deja el caos que no pudo ni quiso sanear desde la base. Y les deja el cadáver a los que vienen. La realidad lo dice: no hay otro camino para la Iglesia Católica actual que modernizarse. Avanzar, acompañar a los que luchan por un mundo sin violencias, injusticias ni guerras. Empezar, para ello, con su organización interna.
Terminar, por ejemplo, con la irracionalidad de la exigencia de la castidad para sus sacerdotes. El amor debe ser el sentimiento fundamental de la vida del ser humano. Acabar con el mito de que sólo los hombres pueden ser los representantes de Dios en la Tierra. Por ejemplo, antes, a las mujeres no se les permitía participar en la vida política. Ahora, sí. Y han demostrado que hasta pueden ser mejores que los hombres. Aquí, en Alemania, ha quedado demostrado que la actual primera ministra, Angela Merkel, es la mejor gobernante que ha tenido Alemania en ese cargo, desde los tiempos de Adenauer. Lástima que sea conservadora, opinan muchos. Y el tercer cambio –entre otros muchos– sería acabar con esas representaciones un tanto fuera de época, con esos disfraces y bonetes cada vez más grandes y esas sotanas que les cubren el cuerpo.
Y que sigan el ejemplo de esos curas obreros que vestían como trabajadores comunes, con total sencillez y ninguna pompa. Además, acabar con esos rezos y exclamaciones tan teatrales e irracionales como aquella de “Dios, ten piedad de nosotros” o “Dios, en su infinita bondad”. Porque entonces habría que preguntarse: ¿por qué Dios, en su infinita bondad, permite las guerras y la muerte por hambre de miles de niños en el mundo? No, la Iglesia Católica debe alejarse definitivamente del camino actual. El único futuro de progreso y triunfo sería que tome el camino de aquellos obispos como Angelelli y De Nevares (a quienes conocí mucho y conversé largo con ellos) que dedicaron sus vidas a un verdadero apostolado: luchar desde las bases contra las injusticias sociales.
Para que todos tengan trabajo y techo dignos y se acaben las injustas diferencias sociales, los conflictos, las guerras. Es decir, las verdaderas diferencias de total injusticia e irracionalismo que vive actualmente y ha vivido siempre el ser humano. Disminuir lo injusto de todos los días. Ir a las verdaderas enseñanzas de Cristo Jesús, que era un hombre cualquiera pero con los ideales justos y no el hijo de algún Dios y menos de una virgen. (Esto, lo de la virginidad de María, es un insulto al acto de procreación, una de las cosas más hermosas y apreciadas de la vida, siempre que se haga por amor y no por violencia.)
Basta a eso de arrodillarse y rezar, no. Hablar en voz alta y denunciar las injusticia de la sociedad. Todo queda demostrado con este hecho cierto e indiscutible: mientras un alemán fue Papa, dejaron de pertenecer a la religión católica miles de alemanes. Y esto se debe precisamente al haberse comprobado los miles de casos de abuso sexual de niños en las escuelas católicas por parte de sacerdotes y “hermanos”. No sólo aquí, sino también en Estados Unidos, Canadá y otros países con esa religión. Hechos que fueron reconocidos por las propias iglesias locales. Además, se sumó, en este país, la negativa de dos hospitales católicos de atender a una mujer violada que había solicitado “la píldora del día después” para impedir un posible embarazo.
El motivo de la negativa fue “que un hospital católico se niega a apoyar toda clase de abortos”. El escándalo fue tan grande que tuvo que salir al paso el cardenal de Colonia, Meissner, a declarar que “la negativa había sido un error” y que a partir de ahora se iba a atender a toda mujer violada y, en el caso de comprobarse la violación, se le suministraría la citada píldora. Pero igual, este paso atrás no alivió en nada la indignación de todos los sectores de la sociedad alemana. El cardenal Meissner y otros obispos alemanes salieron entonces a declarar que en Alemania se había preparado una campaña anticatólica que se igualaba al pogrom de la Alemania nazi contra los judíos.
Esto agravó más la situación. La reacción fue peor. No se trata de lo mismo. Se considera un deber para la sociedad terminar con los delitos contra la infancia y dar ayuda a la mujer violada. El mismo papa Ratzinger, durante su mandato, fue observando y censurando esos inexplicables casos de pederastia. Y en algunos de sus últimos sermones, insinuó que era necesario debatir el tema y buscar una solución: asumió que la Iglesia, en su futuro, debía adoptar reformas. Aquí se veía que estaba abandonando su posición ultraconservadora. El, que siendo obispo estuvo contra la Teología de la Liberación. Pero luego, en su pontificado, parece que fue aprendiendo la lección.
La Iglesia Católica necesita una total renovación, así no tiene futuro. Ojalá que el próximo Papa comprenda la nueva época que se abre y haga lo que dejó de hacer o no pudo hacer el papa Benedicto. Pero, claro, siguen estando en el poder inmediato los cardenales ultraconservadores. La masa mundial de católicos que quiera un verdadero cristianismo deberá moverse ya mismo y hacer conocer los cambios necesarios. No dar curso a la elección de un Papa elitista sino a la de uno de los tantos teólogos progresistas que fueron surgiendo en las últimas épocas. Sin ellos, no hay futuro para el catolicismo. Que Ratzinger sea la última experiencia del intento de conservar un sistema que se ha quedado en el tiempo. Acercarse a la Teología de la Liberación significaría un paso adelante, una actitud positiva para esa religión y para el progreso del mundo.
Volver a las raíces. Seguir el ejemplo de tantos mártires que dieron su vida por un sentimiento que proclamaba la solidaridad, la convivencia de los seres humanos y la mano abierta como única fórmula de llevar adelante el pensamiento de Jesús, para un mundo de paz y sin injusticias.
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Corrupción, lavado de dinero y las internas más feroces
Un informe elaborado por tres cardenales lo terminó de convencer de que era imposible limpiar el Vaticano, donde hasta la Cosa Nostra guarda sus fondos. La abdicación como manera de sacudir el tablero en la Iglesia.
Por Eduardo FebbroDesde París
Los expertos vaticanistas alegan que el papa Benedicto XVI decidió renunciar en marzo del año pasado, después de regresar de su viaje a México y a Cuba. En ese entonces, el Papa que encarna lo que el especialista y universitario francés Philippe Portier llama “una continuidad pesada” con su predecesor, Juan Pablo II, descubrió la primera parte de un informe elaborado por los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Allí estaban resumidos los abismos nada espirituales en los que había caído la Iglesia: corrupción, finanzas oscuras, guerras fratricidas por el poder, robo masivo de documentos secretos, pugna entre facciones y lavado de dinero. El resumen final era la “resistencia en la curia al cambio y muchos obstáculos a las acciones pedidas por el Papa para promover la transparencia”.
El Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones, zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del planeta. Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de los curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la página del legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II.
Ese primer informe de los tres cardenales desembocó, en agosto del año pasado, en el nombramiento del suizo René Brülhart, un especialista en lavado de dinero que dirigió durante ocho años la Financial Intelligence Unit (FIU) du Liechtenstein, o sea, la agencia nacional encargada de analizar las operaciones financieras sospechosas. Brülhart tenía como misión poner al Banco del Vaticano en sintonía con las normas europeas dictadas por el GAFI, el grupo de acción financiera. Desde luego, no pudo hacerlo. El pasado turbio le cerró el paso.
Benedicto XVI fue, como lo señala Philippe Portier, un continuador de la obra de Juan Pablo II: “Desde 1981 siguió el reino de su predecesor acompañando varios textos importantes que él mismo redactó a veces, como la Condena de las teologías de la liberación de los años 1984-1986, el Evangelium Vitae de 1995, a propósito de la doctrina de la Iglesia sobre temas de la vida, o Splendor Veritas, un texto fundamental redactado a cuatro manos con Wojtyla”. Estos dos textos citados por el experto francés son un compendio práctico de la visión reaccionaria de la Iglesia sobre las cuestiones políticas, sociales y científicas del mundo moderno.
La segunda parte del informe de los tres cardenales le fue presentada al Papa en diciembre. Desde entonces, la renuncia se planteó de forma irrevocable. En pleno marasmo y con un montón de pasillos que conducían al infierno, la curia romana actuó como lo haría cualquier Estado. Buscó imponer una verdad oficial con métodos modernos. Para ello contrató al periodista norteamericano Greg Burke, miembro del Opus Dei y ex miembro de la agencia Reuters, la revista Time y la cadena Fox. Burke tenía por misión mejorar la deteriorada imagen de la Iglesia. “Mi idea es aportar claridad”, dijo Burke al asumir el puesto. Demasiado tarde. Nada hay de claro en la cima de la Iglesia Católica.
La divulgación de los documentos secretos del Vaticano orquestada por el mayordomo del papa, Paolo Gabriele, y muchas otras manos invisibles fue una operación sabiamente montada cuyos resortes siguen siendo misteriosos: operación contra el poderoso secretario de Estado, Tarcisio Bertone, conspiración para empujar a Benedicto XVI a la renuncia y poner a un italiano en su lugar, o intento de frenar la purga interna en curso y la avalancha de secretos, los vatileaks sumergieron la tarea limpiadora de Burke. Un infierno de paredes pintadas con ángeles no es fácil de rediseñar.
Benedicto XVI se hizo aplastar por las contradicciones que él mismo suscitó. Estas son tales que, una vez que hizo pública su renuncia, los tradicionalistas de la Fraternidad de San Pío X fundada por monseñor Lefebvre saludaron la figura del Papa. No es para menos: una de las primeras misiones que emprendió Ratzinger consistió en suprimir las sanciones canónicas adoptadas contra los partidarios fascistoides y ultrarreaccionarios de monseñor Lefebvre y, por consiguiente, legitimizar en el seno de la Iglesia esa corriente retrógrada que, de Pinochet a Videla, supo apoyar a casi todas las dictaduras de ultraderecha del mundo.
Philippe Portier señala al respecto que el Papa “se dejó sobrepasar por la opacidad que se instaló bajo su reino”. Y la primera de ellas no es doctrinal, sino financiera. El Vaticano es un tenebroso gestor de dinero y muchas de las querellas que se destaparon en el último año tienen que ver con las finanzas, las cuentas maquilladas y las operaciones ilícitas. Esta es la herencia financiera que dejó Juan Pablo II y que para muchos especialistas explica la crisis actual. El Instituto para las Obras de Religión, es decir el banco del Vaticano, fundado en 1942 por Pío XII, funciona con una oscuridad tormentosa.
En enero, a pedido del organismo europeo de lucha contra el blanqueo de dinero, Moneyval, el Banco de Italia bloqueó el uso de las cartas de crédito dentro del Vaticano debido a la falta de transparencia y a las fallas manifiestas en el control de lavado de dinero. En 2011, los cinco millones de turistas que visitaron la Santa Sede dejaron 93,5 millones de euros en las cajas del Vaticano, ahora deberán pagar al contado. El IOR gestiona más de 33.000 cuentas por las que circulan más de seis mil millones de euros. Su opacidad es tal que no figura en la “lista blanca” de los Estados que participan en el combate contra las transacciones ilícitas.
En septiembre de 2009, Ratzinger nombró al banquero Ettore Gotti Tedeschi al frente del Banco del Vaticano. Cercano al Opus Dei, representante del Banco de Santander en Italia desde 1992, Gotti Tedeschi participó en la preparación de la encíclica social y económica Caritas in veritate, publicada por el Papa en julio. La encíclica exige más justicia social y plantea reglas más transparentes para el sistema financiero mundial. Tedeschi tuvo como objetivo ordenar las turbias aguas de las finanzas vaticanas. Las cuentas de la Santa Sede son un laberinto de corrupción y lavado de dinero cuyos orígenes más conocidos se remontan a finales de los años ’80, cuando la Justicia italiana emitió una orden de detención contra el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, presidente del Instituto para las Obras de la Religión y máximo responsable de las inversiones vaticanas de la época.
Marcinkus era un adepto a los paraísos fiscales y muy amigo de las mafias. Juan Pablo II usó el argumento de la soberanía territorial para evitar la detención y salvarlo de la cárcel. No extraña, le debía mucho, ya que en los años ’70 y ’80 Marcinkus había utilizado el Banco del Vaticano para financiar secretamente al hijo predilecto de Juan Pablo II, el sindicato polaco Solidaridad, algo que Wojtyla no olvidó jamás. Marcinkus terminó sus días jugando al golf en Arizona y en el medio quedó un gigantesco agujero negro de pérdidas (3,5 mil millones de dólares), inversiones mafiosas y también varios cadáveres.
El 18 de junio de 1982 apareció un cadáver ahorcado en el puente londinense de Blackfriars. El cuerpo pertenecía a Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y principal socio del IOR. Su aparente suicidio corrió el telón de una inmensa trama de corrupción que incluía, además del Banco Ambrosiano, la logia masónica Propaganda 2 (más conocida como P-2), dirigida por Licio Gelli, y el mismo Banco del Vaticano dirigido por Marcinkus. Gelli se refugió un tiempo en la Argentina, donde ya había operado en los tiempos del general Lanusse mediante un operativo llamado “Gianoglio” para facilitar el retorno de Perón.
A Gotti Tedeschi se le encomendó una misión casi imposible y sólo permaneció tres años al frente del Instituto para las Obras de Religión. Fue despedido de forma fulminante en 2012 por supuestas “irregularidades en su gestión”. Entre otras irregularidades, la fiscalía de Roma descubrió un giro sospechoso de 30 millones de dólares entre el Banco del Vaticano y el Credito Artigiano. La transferencia se hizo desde una cuenta abierta en el Credito Artigiano pero bloqueada por la Justicia a causa de su falta de transferencia. Tedeschi salió del banco pocas horas después de que se detuviera al mayordomo del Papa y justo cuando el Vaticano estaba siendo investigado por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. En realidad, su expulsión constituye otro episodio de la guerra entre facciones.
En cuanto se hizo cargo del puesto, Tedeschi empezó a elaborar un informe secreto donde consignó lo que fue descubriendo: cuentas cifradas donde se escondía dinero sucio de “políticos, intermediarios, constructores y altos funcionarios del Estado”. Hasta Matteo Messina Denaro, el nuevo jefe de la Cosa Nostra, tenía su dinero en el IOR. Allí empezó el infortunio de Tedeschi. Quienes conocen bien el Vaticano alegan que el banquero amigo del Papa fue víctima de un complot armado por consejeros del banco con el respaldo del secretario de Estado, monseñor Bertone, un enemigo personal de Tedeschi y responsable de la comisión cardenalicia que vigila el funcionamiento del banco. Su destitución vino acompañada por la difusión de un “documento” que lo vinculaba con la fuga de documentos robados al Papa.
Más que las querellas teológicas, es el dinero y las sucias cuentas del Banco del Vaticano lo que parecen componer la trama de la inédita renuncia del Papa. Un nido de cuervos pedófilos, complotistas reaccionarios y ladrones, sedientos de poder, impunes y capaces de todo con tal de defender su facción, la jerarquía católica ha dejado una imagen terrible de su proceso de descomposición moral. Nada muy distinto al mundo en el que vivimos: corrupción, capitalismo suicida, protección de los privilegiados, circuitos de poder que se autoalimentan y protegen, el Vaticano no es más que un reflejo puntual de la propia decadencia del sistema.
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