FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

martes, 12 de febrero de 2013

BIZKAIKO ABADEEN FOROA

 BIZKAIKO ABADEEN FOROA

Renuncia del Papa Aita Santuaren ukoa

Reunidos en Asamblea ordinaria, recibimos con sorpresa y agradecimiento la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI “al ministerio de Obispo de Roma…”.
  La renuncia de Benedicto XVI es de una importancia histórica trascendental; esta serena, libre y valiente decisión del Papa marca definitivamente su pontificado; y se convierte en una referencia nítida para un antes y un después en la secular historia de nuestra Iglesia.

Nuestra calurosa alabanza a la decisión de Benedicto XVI no es óbice para que al mismo tiempo percibamos el problema grave de fondo: no existe en el vigente derecho canónico ninguna limitación objetiva de carácter jurídico que haga obligatoria la finalización del gobierno de un Papa, fuera de su propia y exclusiva voluntad, o que se le declarase hereje. Y algo habrá que aprender también en este orden de la sociedad civil.

Reiteramos nuestra unanimidad en la más alta valoración de este acto de coraje de Benedicto XVI, le manifestamos nuestro agradecimiento y le acompañamos con nuestras plegarias.

Foro de Curas de Bizkaia
11 de febrero de 2013.

Hacía casi 600 años que no dimitía un papa

Benedicto XVI es el cuarto pontífice que renuncia a su cargo. El último en hacerlo fue Gregorio XII, en 1415
El Papa Benedicto XVI será el cuarto pontífice en renunciar al ministerio papal en la historia de la Iglesia católica, después de anunciar que dejará el Ministerio el próximo 28 de febrero.
El último Pontífice en renunciar fue Gregorio XII, el veneciano Angelo Correr, que dimitió en 1415, dos años de morir, según catholic.net.
Los otros casos de renuncia al pontificado han sido los de Benedicto IX, elegido en el 1032 y Celestino V, que renunció en 1294 al declararse carente de experiencia en el manejo de los asuntos de la Iglesia.
Benedicto XVI ya explicó en ‘Luz del mundo’ en 2010 que un Papa puede dimitir “en un momento de serenidad, no en el momento del peligro”. En el mismo documento, ya señalaba que notaba cómo sus fuerzas iban disminuyendo y temía que el trabajo que conllevaba su misión “sea excesivo para un hombre de 83 años”.

Arrancan las quinielas sobre quién será el sucesor de Ratzinger

Según los medios italianos, los mejor colocados para su sucesión serían el arzobispo de Milán, Angelo Scola y el canadiense Marc Oullet. Las casas de apuestas británicas, sin embargo, ven al ganés Peter Tukson en cabeza
La noticia de la dimisión del papa Benedicto XVI pilló a todos por sorpresa, aseguró esta mañana en rueda de prensa el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, quien especificó que el hecho de que Joseph Ratzinger hiciera su declaración en latín, ayudó a que cundiera la incertidumbre.
“El anuncio lo hizo al final del Consistorio, en torno a las 11.30 horas o las 11.40 horas. Ese acto termina con una oración. El papa se ha sentado después y le han dado el micrófono y leyó la declaración en latín lo que ha hecho que no todos hayan entendido el sentido estricto de sus palabras. Por eso tuvimos que difundir lo más rápidamente posible la traducción en todas las lenguas”, dijo Lombardi.
Para las casas de apuesta británicas, sin embargo, no hay acontecimiento que les pille por sorpresa. Las dos más importantes, Paddy Power y Ladbrokes, ya han abierto sus listas a las quinielas del público y en ellas aparece el cardenal Peter Turkson en cabeza. Turkson es de Ghana y se convertiría en el primer papa africano si se cumplieran esas previsiones. Tras él aparecen el canadiense Marc Ouellet, uno de los favoritos de Ratzinger, y Francis Arinze, cardenal nigeriano.
Los medios italianos, por su parte, coinciden en que Ouellet es uno de los posibles candidatos, aunque ponen al arzobispo de Milán, Angelo Scola, muy ligado a Benedicto XVI, como el preferido. Scola, de 71 años, es uno de los cardenales más reconocidos a nivel internacional por su actividad literaria, como conferenciante y por haber patrocinado el centro Oasis para el diálogo interreligioso. Su edad -es mucho más joven y por tanto podría durar más años en el cargo- es otro de sus puntos favorables. Desde Italia se apunta además al cardenal Gianfranco Ravasi, como otro de los hipotéticos sucesores.
En cualquier caso, las apuestas no decidirán al nuevo papa. Lombardi explicó que el nombramiento será un proceso relativamente rápido, se debería cerrar en unos 15 días antes de la Pascua y en su designación, a día de hoy, pueden participar hasta 118 cardenales. Según informa el diario Il Messagero, el número definitivo de ‘electores’ en el Cónclave, dependerá, sin embargo, del día concreto en que se celebre ya que hay cuatro de ellos que cumplen 80 años a finales del mes de marzo y, llegados a esa edad, pierden el derecho a votar.
Se trata del ucraniano Lubomyr Husar, el alemán Walter Kasper, el italiano Severino Poletto y el mexicano Juan Sandoval Íñiguez.

Todos los escándalos del Vaticano

A lo largo de la historia, el Vaticano se ha visto envuelto en diversos escándalos, algunos de ellos han tenido notable repercusión en los medios de comunicación.
FILTRACIÓN DOCUMENTOS A LOS MEDIOS
El más reciente es el ya conocido como caso VatiLeaks, la filtración a la prensa de documentos reservados de la Santa Sede, en el que hay dos imputados, y de ellos un detenido, el mayordomo o ayuda de cámara del papa.No es la primera vez que los medios de comunicación publican documentos confidenciales vaticanos.
Ya en el siglo XIX, durante la celebración del I Concilio Vaticano (1869-1870), que definió la infalibilidad del papa, ciertos documentos acabaron, no sin polémica, en los periódicos alemanes.
PAPAS
Asimismo, las fotos de un Pío XII moribundo fueron publicadas en 1958 en diversas revistas después de que Riccardo Galaezzi-Lisi, el que fuera médico del papa hasta dos años antes de su muerte, accediera al apartamento pontificio e hiciera las fotos que vendió a los medios. No de la misma manera, pero también en circunstancias no exentas de teorías conspirativas, tuvo lugar la muerte de Juan Pablo I, cuyo pontificado duró 33 días. El sucesor de Pablo VI apareció muerto el 28 de septiembre de 1978 y, aunque fue de un ataque al corazón, según el comunicado oficial, se publicaron libros e informaciones sobre posibles envenenamientos y oscuras tramas vaticanas.
BANCO AMBROSIANO
Ya durante el pontificado de Juan Pablo II (1978-2005), la quiebra del Banco Ambrosiano, cuyo principal accionista era el Vaticano a través del Instituto para las Obras de la Religión (IOR), fue otro escándalo, que en los años ochenta, sacudió los cimientos de la Iglesia católica, llenó páginas de periódicos e incluso se rodó la película Los banqueros de Dios, del cineasta italiano Giuseppe Ferrara. La quiebra del Banco Ambrosiano, cuyo presidente, Roberto Calvi, fue encontrado ahorcado bajo un puente de Londres en 1982, dio origen a una turbia historia que vio conectadas mafia, finanzas, masonería y religión con operaciones financieras ilícitas que salpicaron al cardenal Paul Marcinkus, máximo responsable entonces del IOR, la banca de la Santa Sede.Aunque en este caso el Vaticano siempre rechazó cualquier responsabilidad, sí admitió su “implicación moral” y pagó 241 millones de dólares a los acreedores de la entidad.
CASO ESTERMANN (GUARDIA SUIZA)
Otro escándalo, que durante el papado de Juan Pablo II dio paso a múltiples conjeturas, tuvo lugar en 1998 y estuvo relacionado con la Guardia Suiza, el único cuerpo militar existente en el Vaticano, que protege al papa. En este caso, plasmado en el libro del periodista británico John Follain City of secrets (La ciudad de los secretos), fueron asesinados el comandante de la Guardia Suiza, Alois Estermann, y su mujer por el cabo Cedrid Tornay, que luego se suicidó con su propia arma y quien, según el Vaticano, actuó por rencor personal. Esta fue la explicación oficial, después de que la Santa Sede diera por terminada la investigación en 2002. Sin embargo, la madre de Tornay se opuso a esta versión y, aunque sus abogados intentaron reabrir el caso, la petición fue siempre rechazada por el Tribunal de Apelación vaticano.

CASO ORLANDI
En 2012, durante el pontificado de Benedicto XVI, la prensa se hizo eco del caso de la joven Emmanuela Orlandi, desaparecida en 1983 y que salió a los medios cuando la Fiscalía de Roma decidió incluir en la lista de investigados al exrector de la basílica romana de San Apolinar, donde estuvo sepultado el mafioso Enrico de Pedis, jefe de la banda de la Magliana y supuestamente vinculado con el caso. La desaparición de Orlandi, hija de un funcionario del Vaticano, fue relacionada, aunque nunca se probó, con el atentado contra Juan Pablo II en 1981 a manos del turco Alí Agca y sobre el que, en ocasiones, ha aparecido la pista de la citada banda de la Magliana.

PEDERASTIA
Sin embargo, uno de los escándalos que más fuertemente han golpeado a la Iglesia católica ha sido el de los curas pederastas que en 2010 puso en entredicho a las iglesias de Irlanda, EEUU, Alemania, Austria y Bélgica, e incluso, salpicó al Papa, que llegó a ser acusado de haber “encubierto” a sacerdotes pederastas durante su etapa al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Papa Ratzinger se vio obligado a cesar a varios obispos por esta causa, la misma por la que ordenó la limpieza de los Legionarios de Cristo, tras comprobar que su fundador, el cura mexicano Marcial Maciel, fallecido en 2008, abusó sexualmente de seminaristas y tuvo hijos con varias mujeres. Precisamente el pontífice reconoce en el libro-entrevista Luz del mundo, del escritor alemán Peter Seewald, que el caso de Maciel fue afrontado con “lentitud y retraso”, ello debido a que “estaba muy bien cubierto”.

Lo que puede cambiar en la Iglesia con la renuncia de Benedicto XVI Juan Arias

La renuncia de Benedicto XVI Sigue la última hora y las reacciones a la histórica decisión del Papa »
El Derecho Canónico sólo prevé que un Papa dimita en caso de imposibilidad mental
Que un Papa renuncie a su cargo, después de 717 años sin que un Pontífice lo hiciera, no solo es un gesto sorprendente sino que puede acarrear consecuencias impensables para la Iglesia y el Vaticano. A pesar de que el motivo por el que Benedicto XVI renuncia a su cargo ha sido el de su salud precaria, no cabe duda de que detrás de ello existen otros motivos que aún desconocemos.
Papas mucho más enfermos que él han fallecido sin renunciar a lo que, por ejemplo, Juan Pablo II consideraba que era un deber ineludible de un sucesor de San Pedro: continuar en sus funciones hasta la muerte.
En la historia de la Iglesia, se podría decir que el Papa Ratzinger ha sido el primero -entre uno y cuatro, según diferentes historiadores- en una veintena de siglos que ha renunciado a su cargo, ya que la renuncia de Celestino V, en 1296, fue del todo especial ya que era un monje al que prácticamente le obligaron a aceptar el papado contra su voluntad y reconoció enseguida que no estaba preparado para aquel oficio.
Desde entonces, Benedicto XVI ha sido el único papa “normal” que ha decidido abandonar sus funciones a pesar de que hasta teológicamente siempre se ha discutido si un Papa puede renunciar a su cargo.
El Derecho Canónico prevé que un Papa deje sus funciones en caso de que esté en pleno uso de sus facultades mentales y haga la renuncia expresamente pública. Solo cuando el progresista Juan XXIII anunció de sorpresa la convocatoria de un Concilio Ecuménico hace ahora 50 años, algunos cardenales conservadores, entre ellos el entonces cardenal de Génova, Giuseppe Siri, habían tentado deponer al Papa Roncalli alegando que había perdido el juicio.
Cuando en la Iglesia se da un gesto de ruptura histórica como el que acaba de anunciar Benedicto XVI, no cabe duda que ello puede desencadenar por efecto dominó una serie de imprevistos empezando por el problema de su sucesión que podrá ser totalmente diferente de los anteriores, dado, además, que a ese cónclave va a asistir seguramente por la primera vez en la Historia, la persona a la que un cardenal deberá suceder. Y no es impensable que Benedicto XVI, aunque ya no Papa, pueda tener un influjo especial en el nombramiento de su sucesor. Para bien o para mal.

El hermano de Benedicto XVI reconoce que el motivo de la renuncia son los problemas de salud

“La edad pesa y yo estaba al tanto”
“Esto es un hecho natural. Mi hermano quiere más tranquilidad a su edad”
El hermano del Papa relató que el médico de Benedicto le había recomendado dejar de emprender viajes transatláticos
El hermano del papa Benedicto XVI sostuvo que la quebrantada salud del pontífice es el motivo de su renuncia. «La edad pesa», dijo el sacerdote Georg Ratzinger. El papa Benedicto XVI, de 85 años, comunicó hoy de forma inesperada la renuncia al pontificado el 28 de febrero.
El anuncio se produjo durante una misa pública en el Vaticano en el marco del consistorio que se celebra estos días. El hermano del Papa relató que el médico de Benedicto le había recomendado dejar de emprender viajes transatláticos y agregó que también tenía problemas para caminar. «Esto es un hecho natural. Mi hermano quiere más tranquilidad a su edad», comentó Georg Ratzinger, quien es cuatro años mayor que el Pontífice.
El sacerdote alemán sabía de los planes de renuncia de Benedicto desde hace meses. «Yo estaba al tanto».

Los fariseos del catolicismo volverían a crucificar a Jesús, si resucitara Enric Sopena

Benedicto XVI ha hecho su primera y, por cierto, última reforma en la cúpula de la Iglesia católica. Ha anunciado que el 28 de febrero abandonará su Pontificado. Este gesto es encomiable y debería convertirse en el inicio de todos los cambios profundos que necesita -con enorme urgencia- la religión católica y, sobre todo, sus jerarcas.

El látigo de los herejes

Quien, como Joseph Ratzinger, fuera durante más de dos décadas el látigo de los herejes desde su responsabilidad de inquisidor y guardián de las esencias más reaccionarias, muchas de ellas orientadas contra los teólogos de la Liberación -que han sido siempre maldecidos por la ortodoxia vigente-, ha dado por fin un golpe de timón impecable.

El amigo de Hans Küng

Ratzinger estuvo en las filas -más o menos progresistas- a lo largo del Concilio Vaticano II. Amigo entonces de Hans Küng, un reformista de la Iglesia en profundidad que fue y sigue acosado por la derecha eclesiástica, Ratzinger se pasó a los conservadores hasta ser encumbrado por Juan Pablo II a gran jefe de la policía ideológica. Desde el Vaticano II y la muerte de Juan XXIII, los mandatos de Pablo VI y del fallecido Juan Pablo I -muerto de forma, como mínimo, extraña-, otro Papa que estaba dispuesto a modificar la deriva ultramontana, muy frecuente en la historia del catolicismo.
La barca de Jesús se hunde
El tiempo de Benedicto XVI ha sido tormentoso. Los encontronazos internos han estallado con gran tremendismo y han sucedido episodios que han contribuido a hundir más y más a la barca de Jesús de Nazaret. He aquí la situación de la Iglesia católica: obsesionada por el sexo, los homosexuales, las familias no tradicionales, la renuncia a la doctrina social de algunos pocos papas, el odio a los condones y, de manera permanente, el desprecio a los partidos de la izquierda.
El Estado Vaticano
Mientras tanto, la jerarquía aceptaba los pactos del Estado Vaticano -el único no democrático en Europa- con los nazis, los fascistas y los franquistas. Y en la actualidad, salvo honorables excepciones, los católicos que continúan buscando los orígenes de su religión acaban siendo expulsados o apartados de obispos y cardenales. ¿Puede decirse que Rouco Varela crea de verdad en Jesús de Nazaret?
Plagia, arzobispo progresista
Hace unos días Vizencio Paglia, arzobispo progresista, aunque moderado, apoyó públicamente la legalización de las parejas gais. Conmocionó al Vaticano y la Santa Sede empezó a temblar. Ahora el Papa ha dimitido. ¿Qué va suceder? Es un oportunidad de volver a lo que dicen los evangelios y no, sin embargo, a lo que hacen los clérigos y los jerarcas. Deberían los monseñores ver de inmediato la película Las sandalias del pescador.
El Papa Kiril Lakota
El Papa Kiril Lakota (Anthony Quinn) es el que falta en esta Iglesia de mercenarios y de magos sin fe ni caridad. Nos tememos, no obstante, que el continuismo se imponga. Los fariseos del catolicismo, si resucitara Jesús de Nazaret, lo volverían a crucificar. Lo han hecho durante siglos y no amaina el temor. Escrito en El Quijote: “Con la Iglesia hemos topado”. Que Dios nos perdone.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM

¿El final de una etapa? Una dimisión inesperada Juan Antonio Estrada

La Iglesia católica está regida por ancianos y hay que dejar paso para que sean las necesidades del cargo las que se impongan a las carreras personales
Dimitir de un cargo tan importante como el de Papa de la Iglesia católica y justificarlo alegando razones de salud y porque ya no hay capacidad para atender a las necesidades de la Iglesia universal, es una decisión ejemplar. Se pronuncia con una orientación diferente a la de la elección Papal a los setenta y ocho años, cuando se exigía a los obispos presentar la dimisión a los setenta y cinco. La Iglesia católica está regida por ancianos y hay que dejar paso para que sean las necesidades del cargo las que se impongan a las carreras personales. ¡Ojalá que esto también influya al elegirle sucesor!
¿Y qué ha ocurrido desde 2005 hasta ahora? Es difícil encontrar acontecimientos relevantes en un Pontificado que se puede denominar de transición, como se pretendía que fuera el de Juan XXIII, hasta que la convocatoria del Vaticano II lo hizo decisivo. Durante el de Benedicto XVI se han mantenido las mismas líneas que marcaron el de su antecesor, con la diferencia de ocupar el cargo una persona con menos liderazgo personal y vitalidad que Woitila, pero con mucho más bagaje intelectual y mayor conocimiento de la curia romana, además de asumir el Papado desde una experiencia muy diferente de la del Papa polaco.
Pero la Iglesia que deja es básicamente la que heredó, agudizada porque la crisis ha aumentado desde el 2005 y los grandes problemas que ya existían se han agravado: una curia romana dividida, pero con autonomía respecto del mismo papa; pederastia del clero; escasez de vocaciones; estancamiento en lo referente al papel de la mujer en la Iglesia; frenos al ecumenismo y un creciente anti modernismo, basado en una reinterpretación reductiva del Vaticano II, que retrotrae a la Iglesia a la lucha contra la sociedad moderna, secularizada y democrática. Juan XXIII y el mismo Pablo VI quedan lejos y con ellos la primavera conciliar, a la que ha seguido la retirada a los cuarteles de invierno, como afirmaba Karl Rahner, durante los dos últimos pontificados.
Más que un balance lo que interesa es el futuro. Desde hace años se habla de enfrentamientos curiales que llevaron a L’Osservatore Romano, a hablar de “un pastor rodeado por lobos”. (18/2/2012), que ahora se preparan para el momento decisivo de la elección. Los problemas se amontonan porque el problema mayor no es la persona del Papa, con todo lo que implica éste, sino la estructura monárquica que conserva el Papado desde Trento, refrendada por el Vaticano I, en contra de los intentos frustrados de sinodalidad y colegialidad, que dieran paso a otra manera de organizar la autoridad. Se necesita un Papa que reforme estructuras eclesiales que tienen sus raíces en el medievo, en contraposición al primer milenio, y que hacen del Papado uno de los mayores representantes en el mundo de una monarquía absoluta, sin contrapesos. A esto se añade la nueva situación de un mundo globalizado, de una sociedad occidental postmoderna, laica y no sólo secularizada, y democrática, que cuestiona las grandes instituciones, como la eclesiástica, y rechaza un modelo impositivo de autoridad.
En buena parte, el Concilio Vaticano II ha sido una oportunidad histórica fallida y resulta difícil la perspectiva de un Vaticano III, que piden algunos, dado que sus protagonistas serían obispos que, en su casi totalidad, han sido elegidos por los dos Papas últimos. Por eso, la situación eclesial se ha agravado y dos Pontificados conservadores en lo doctrinal y en lo institucional no han podido resolver la crisis ya detectada en los años sesenta. Ahora viene una elección que puede marcar los próximos decenios y la esperanza no está en Roma, ni siquiera en Europa, sino en las iglesias americanas, africanas y asiáticas que son las que han mostrado una mayor vitalidad, creatividad y apertura en los últimos treinta años. Ellos son los que decidirán al nuevo Papa y con él el futuro próximo del catolicismo.
Juan Antonio Estrada es catedrático de Filosofía en la Universidad de Granada.

¿Quién será el sucesor de Benedicto XVI? Juan Arias

Un sin fin de imponderables actúan en una de las elecciones más anacrónicas y misteriosas
Si cada cónclave de la Iglesia para suceder a un Papa es un enigma, esta vez, tras la renuncia voluntaria de Benedicto XVI, lo es doblemente. En circunstancias normales, generalmente hasta los mayores analistas de cuestiones romanas, conocidos como vaticanistas, se han equivocado siempre en sus pronósticos y profecías. Hasta el punto que se pensó en hacer un trabajo de investigación histórica sobre la dificultad de acertar en la elección de un Papa.
Un sin fin de imponderables entran en juego en una de las elecciones más anacrónicas y revestida de silencios y misterios. El mismo Benedicto XVI, que acaba de renunciar a su cargo, impidió en el cónclave en el que saldría elegido, que los cardenales que deberían elegir al sucesor de Pedro, diesen entrevistas a los periodistas. Ahora, en el cónclave que tendrá lugar en marzo próximo y que ha pillado por sorpresa a la Iglesia y a los cardenales que deberán elegir el sucesor del Papa Ratzinger, la dificultad será aún mayor si cabe. Va a tener lugar, además, esta elección, no sólo con el antecesor vivo, algo inédito en la historia de los cónclaves, sino en el momento en el que el Vaticano y los hombres más cercanos al Papa se han visto últimamente envueltos en escándalos de varios tipos.
La Iglesia se encuentra además en un momento en el que el islamismo avanza en Asia y África, como los evangélicos en América Latina, considerada la reserva espiritual del catolicismo, mientras la cristiana Europa se seculariza. A ello hay que añadir que el nuevo Papa se encontrará teniendo que lidiar con un mundo en profunda crisis económica y política, con una Europa desorientada y frustrada, con Asia en ebullición y con desafíos enormes que la ciencia y la tecnología imponen a nuestra civilización, empezando por la reciente creación del hombre biónico con todas las consecuencias que ello y la manipulación genética van a comportar.

El nuevo Papa tendrá que lidiar con un mundo en profunda crisis económica y política
El mundo está en profunda transformación, en pleno metabolismo, mientras que la Iglesia hasta ayer, hasta el gesto de ruptura de Benedicto XVI, continúa anclada en el pasado como si la modernidad no hubiese aterrizado ya hace tiempo en nuestro planeta. A todo esto la Iglesia deberá pensar a la hora de elegir al sucesor de Pedro en momentos tan cruciales para la fe como para la laicidad. Es pronto para nombrar posibles papables. Como ya he escrito en varios de los cónclaves anteriores sobre los que me tocó informar en este mismo diario, la discusión sobre si sería mejor un Papa latinoamericano o africano o asiático o de nuevo europeo y más concretamente, italiano, tiene poco sentido. Ello, porque lo importante es que el sucesor de Benedicto XVI sea un Papa capaz de entender y afrontar que el mundo está cambiando rápidamente y que de nada le servirá a la Iglesia continuar levantado muros para impedir que le lleguen los gritos de cambio llegados desde buena parte de la misma cristianidad.
De poco serviría que el Papa fuera brasileño o argentino o mexicano si fuera elegido algunos de los cardenales de esos países muchas veces más retrógrados e intransigentes con el paso de los tiempos que cualquier europeo. O que sea elegido un cardenal africano si es en realidad más europeo que los mismos europeos. He conocido cardenales africanos que casi se avergonzaban de serlo. Lo importante no es ni el color de la piel, ni la nacionalidad, ni lo exótico del nuevo Papa. Lo que debería contar es que sea un Papa capaz de comprender el mundo en que vivimos. Se plantean en este sentido dos posibilidades. La primera es que pueda realizarse la teoría del libro El poder del hábito, de Charles Duhigg, un best seller en los Estados Unidos. Es decir, que pueda darse al igual que ocurre cuando cambiamos un hábito arraigado en nuestra vida que puede acabar cambiándola radicalmente, también ese hecho nuevo de la renuncia del Papa pueda llevar a la Iglesia a una revisión a fondo de su comportamiento actual. Podría, ese gesto innovador y para la propia sorpresa del Papa, producir un movimiento sísmico que remueva varias fichas hasta conducir a una verdadera novedad en el próximo cónclave.
La otra posibilidad, menos halagueña y quizás más real es que, al revés, este gesto acabe convenciendo a los cardenales, de que la Iglesia debe cerrar sus filas frente a lo que considera una cruzada de agnosticismo y ateísmo en el mundo y acabe buscando, como cuando fue elegido Benedicto XVI, un candidato a la sede de Pedro, que se enfrente de nuevo con el mundo moderno y levante la bandera de la reconquista de la fe, según los cánones perdedores del pasado. Pronto lo sabremos.

El Papa que dio alas al fundamentalismo Francisco Delgado, Presidente de Europa Laica

No ha sido habitual en los últimos siglos un abandono de esta naturaleza. Aduce “motivos de salud” y de “falta de fuerzas para seguir adelante”. Las ciudadanas y ciudadanos del mundo católico y no católico, de creyentes y no creyentes, no tenemos, en principio, por qué no creer sus razones. Aunque podamos suponer, o no, que haya otras cuestiones graves y ocultas, relacionadas con el poder, dentro de la propia curia vaticana, aunque por el momento sería sólo pura especulación.
El papado de octogenario Ratzinger, ha sido intenso y breve, a diferencia del anterior Juan Pablo II que duró más de un cuarto de siglo. Pero ambos han estado unidos por una similar ideología: procedían del centro de Europa, con un pasado presuntamente ligado, en mayor o menor grado, a las corrientes fascistas y nazis de la época. Pensamiento que posiblemente ha imprimido carácter a una iglesia oficial autocrática, opaca, sexista… que, además, ha tapado y, lo que es más grave, tratado de justificar a quienes, dentro de la iglesia, han cometido “crímenes” sexuales contra miles de menores en todo el mundo. Ya no digamos la forma de regir, opacamente, las cuentas vaticanas, las de sus Conferencias Episcopales y las de sus más de 2.800 diócesis, en todo el mundo, procedente de limosnas y donativos privados, pero en una parte importante de dinero público, con la complicidad de banqueros y de casi todos los Estados confesionales y menos confesionales.
Además, tanto el anterior Papa, como Ratzinger han “enterrado” los propósitos de cientos de miles de católicos que en los años sesenta soñaban con una iglesia abierta y actualizada, producto de algunos de los debates del Concilio Vaticano II. Sin embargo, han potenciado a los grupos más integristas y fundamentalistas de la iglesia, como los Neocatecumenos (o Kikos), Comunión y Liberación, legionarios, Opus, el Yunque… y otros grupos menores que operan, incluso como lobbys ante medios de comunicación, políticos, entidades financieras, etc.
La Jefatura del Estado y una amplia mayoría de políticos españoles rindieron pleitesía a Ratzinger en sus visitas a diversas ciudades españolas y al hacerlo se convirtieron, en parte, en cómplices de sus desatinos e ideología, marcada por un extremado fundamentalismo.
En muy pocos días, cuando pasen los análisis periodísticos de esta renuncia, se especulará sobre en qué clérigo recaerá el futuro jefe de los católicos. Es evidente que habrá una fuerte lucha por el Poder. Pero posiblemente sea otro fundamentalista, aunque algo curtido en tareas diplomáticas. Previsiblemente será designado para no “mover casi nada” y seguir la misma trayectoria que sus antepasados: es decir tratar de imponer a todas las ciudadanas y ciudadanos del mundo, a través de gobiernos y parlamentos cómplices, sus ancestrales posiciones dogmáticas, además de “saquear” todo el dinero público que puedan para el Vaticano.
En España, entre otras medidas para avanzar hacia el Estado laico, ha llegado el momento de que el Parlamento en un ejercicio de “decoro político”, mandate al Gobierno para que se anulen los “Acuerdos con la Santa Sede” de 1979, que, en mi opinión y en la de otros muchos ciudadanos y ciudadanas, atentan contra principios democráticos básicos.

Joseph Ratzinger: el último Papa Rey Gennaro Carotenuto

El gran conservador Joseph Ratzinger cumple el gesto que mejor encarna nuestra modernidad y se convierte, renunciando, en el último Papa Rey.
Es la primera vez que un papa dimite desde el episodio distante de Celestino V, el “que hizo por cobardía el gran rechazo” (Dante, Infierno, III, 60).Dimitiendo, Papa Benedicto XVI, reconoce la complejidad de la relación de la Iglesia de Roma con el Siglo.
El papa monarca absoluto,dimitiendo, baja en la tierra y admite que la primacía romana llega al atardecer y la iglesia deberá volver a buscar colectivamente una respuesta a los desafíos del nuevo siglo. Es la colegialidad que ya había sido dibujada por los padres del Concilio Vaticano II, y que la titanicidad de la figura de Karol Wojtyla había alejado con la grandeza de su pontificado. Ahora, ocho años después de la muerte de Juan Pablo II, la renuncia de su sucesor, pone a la Iglesia de Roma frente a la historia.
Hoy en día la mente agudísima del Papa alemán, la batalla en muchos sentidos anti-moderna conducida por él y su predecesor, levanta la bandera blanca y relanza al mismo tiempo. ¿Quién, con Benedicto XVI vivo, podrá evitar que el nuevo papa no salga del mismo côté conservador? Joseph Ratzinger, aunque no participará directamente en el cónclave, estará más presente que nunca, mucho más presente que muerto. Ratzinger vivo dirige un colegio de cardenales seleccionados durante décadas entre los más conservadores de las jerarquías de la iglesia católica. Mientras tanto los progresistas, tras la muerte del cardenal Martini, han perdido incluso el líder del partido conciliar.
Sin embargo un nuevo Wojtyla con veinte años menos no logrará evitar enfrentarse con los grandes problemas de una iglesia que en los últimos 34 años se ha alejado cada vez más del espíritu conciliar. El desafío de las iglesias protestantes, sobre todo en el hemisferio sur, fortalecidas después de la guerra sin cuartel conducida por Ratzinger y Wojtyla en contra de la teología de la liberación, la continua secularización de la sociedad, la caída de las vocaciones ya sin límites -la última década ha afectado también a las órdenes femeninas de manera irreversible- la cuestión misma de la ordenación de mujeres, no se resolverá simplemente buscando hombros más jóvenes sobre los cuales apoyar la cruz. La proximidad del wojtylismo con los órdenes seculares más reaccionarios, empezando por el Opus Dei, seguirá siendo la brújula que orientará el próximo pontificado. Y los nudos no se disuelven en la continuidad ritual de una monarquía absoluta que cae para siempre hoy, 11 de febrero de 2013.
Gennaro Carotenuto su http://www.gennarocarotenuto.it

“Yo ya soy un Papa viejo” Pablo Ordaz

Benedicto XVI se ha visto incapaz de gobernar la Iglesia en medio de numerosos escándalos
Durante meses, en plena vorágine del caso Vatileaks, algunos sectores de la curia –los diplomáticos vaticanos— pidieron a Benedicto XVI que destituyera a su viejo amigo y teórico hombre de confianza, el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado del Vaticano. Algunos lo consideraban un advenedizo, sin el mundo suficiente para desempeñar un cargo de tanta prestancia, y otros un obstáculo para los deseos de Joseph Ratzinger de poner orden en la moral y las cuentas vaticanas. A unos y otros, el Papa alemán despachaba con la misma frase: “Yo ya soy un papa viejo…”.
Joseph Aloisius Ratzinger, nacido el 16 de abril de 1927 en Baviera, llegó a la silla de Pedro con fama de duro, de inquisidor, de guardián de la ortodoxia, sin duda porque durante 23 años, coincidiendo con el pontificado de Juan Pablo II, dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio. Pero aquella fama, de ser fundada, naufragó enseguida en las revueltas aguas de la otra orilla del Tíber. “Yo soy”, decía el Papa y nadie le creía porque la humildad no cotiza intramuros, “un simple y humilde trabajador en la viña del Señor”.
Sin embargo, a medida que pasaban los años, Benedicto XVI se fue encerrando en el apartamento papal, enclaustrado en el silencio, la escritura y la oración, escoltado por la llamada familia pontificia, la familia del Papa, compuesta por sus dos secretarios —el padre Georg Gänswein y el sacerdote maltés Alfred Xuereb—, las cuatro laicas consagradas —Carmela, Loredana, Cristina y Rosella—, una monja que le ayuda en los trabajos de estudio y escritura, sor Birgit Wansing, y su asistente de cámara, el ya famoso Paolo Gabriele. El día que la Gendarmería del Vaticano se llevó detenido a Paoletto —el que sabía cuántas pastillas había de tomar el Santo Padre y con qué infusión tenía que despedir el día—, el mundo de Ratzinger se tambaleó. Con las cajas llenas de documentos afanados por el mayordomo también afloraron las sospechas. ¿Era Paoletto el único traidor? ¿Tal vez el padre Georg? ¿Tal vez la monja…?
Los papeles secretos pusieron además en evidencia que, tal vez por falta de carácter o por evitar una guerra abierta con el cardenal Bertone, Ratzinger se había traicionado a sí mismo a la hora de limpiar el aire del Vaticano. El primer caso más claro es el que atañe al arzobispo Carlo Maria Viganò. Durante el verano de 2011, un programa de televisión italiano desveló un documento secreto en el que el actual nuncio en Estados Unidos advertía al Papa de una serie de irregularidades en el Governatorato, el departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos. Viganò pedía a Ratzinger que lo mantuviese en Roma para seguir investigando, pero el cardenal Bertone decidió enviarlo al otro lado del océano. Dicen que el Papa llegó a llorar con aquella decisión, pero no se atrevió a contradecir a Bertone. El último caso, que se conozca, fue el del último banquero de Dios. Ratzinger tampoco fue capaz de librar al banquero Ettore Gotti Tedeschi de la persecución a la que fue sometido por algunos sectores de la Curia.
Durante su pontificado, el Papa ha tenido que vivir con la luminosa sombra de su antecesor, el carismático Wojtyla
Durante los casi ocho años de su pontificado, el papa Ratzinger ha tenido que vivir con la luminosa sombra de su antecesor, el carismático papa Wojtyla. Luminosa porque los turistas siguen encontrando —y comprando— su fotografía en todos los puestos de recuerdo de Roma, en los viejos almanaques que continúan colgados en las tiendas de ultramarinos. Y sombra porque detrás de su espíritu viajero, de su sonrisa y de su mediático beso en el suelo de los aeropuertos de medio mundo, Juan Pablo II escondió el más sucio de los crímenes de la Iglesia, aquel que comete un adulto, protegido por una sotana, sobre un menor indefenso. Es verdad que Ratzinger permaneció durante 23 años —23— junto a Wojtyla y al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero también es verdad que, ya vestido de blanco, pidió perdón. Lo pidió y mandó a los suyos a enviar un mensaje para navegantes. Hace un año, con motivo del simposio organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, el arzobispo maltés Charles Scicluna, promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, declaró ante los superiores de una treintena de órdenes religiosas y representantes de 110 conferencias episcopales: “Los abusos a menores no solo son un pecado, sino también un delito. Y además de colaborar con las autoridades, tenemos que asegurar la mejor protección a los menores. Lo primero que hay que hacer es comprender bien el problema, el triste fenómeno de esos abusos sexuales contra los más pequeños, para actuar con determinación”. Esto, que parece una verdad de Perogrullo, no lo ha sido para la Iglesia durante 20 siglos, y empieza a serlo ahora, cuando el peso del dolor y de la infamia es tan grande que arruina la esperanza.
Con su voz débil y su figura enjuta, el entonces cardenal Joseph Ratzinger se atrevió a lanzar en 2005 —antes del último cónclave— la voz de alarma ante la situación de la Iglesia, “una barca que hace aguas”. Una advertencia que ha venido manteniendo en los últimos años. Pero cualquier gesto de valentía queda ahora suspendido por su última decisión, la de bajarse de la cruz y pasar a otro el amargo cáliz de la situación actual de los católicos. Hay quien dice que Ratzinger hizo campaña para ser elegido sucesor de Wojtyla, y quien por el contrario asegura que intentó disuadir a sus votantes diciéndoles que la Iglesia necesitaba un hombre con más juventud y carácter. Ahora todo eso no tiene demasiada importancia.

Juan José Tamayo: “Este Papa ha sido el gran Inquisidor” Marta Castro

El teólogo español valora el papado de Joseph Ratzinger como una época de conservadurismo y falta de reacción ante el problema de la pederastia
“Este Papa ha sido el gran Inquisidor de la fe cristiana, no ha sido abierto y tolerante, como un teólogo de formación debería haber sido”, explica Juan José Tamayo, uno de los teólogos más reputados de España. “La primera reacción ha sido de sorpresa, porque es algo totalmente atípico e infrecuente que un Papa dimita, pero hay que tener en cuenta que Benedicto XVI accedió al pontificado con 78, ha sido el Papa de más edad en acceder al trono de San Pedro y claro, la edad, la salud, la capacidad, su responsabilidad se han visto deterioradas en los últimos tiempos”.
Tamayo recuerda otra renuncia papal: “Quizá históricamente, una de las dimisiones más llamativas fue la de Celestino V, que abdicó para volver a su vida monacal. A este Papa le eligieron en la Edad de Hierro del Vaticano, en la Edad Media. Fue designado para luchar contra la corrupción y el autoritarismo de la época, pero se vio abrumado por el peso de la labor y lo dejó”.
Tamayo no cree que el caso de Benedicto XVI sea el mismo, pero este Papado ha tenido muchos problemas, según el teólogo. “El Papa no ha sabido dar respuesta a los más de 1.200 millones de católicos que hay en el planeta y que buscaban respuesta a cuestiones como la libertad de expresión y cátedra y ha limitado el pensamiento crítico de la iglesia”.
“El mayor problema ha sido la pederastia. Un asunto que ha sido el mayor escándalo de la historia del Cristianismo y que le estalló en las manos. Al principio impuso el silencio cuando era presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y luego tomó medidas tibias, sin aplicar las medidas que contempla el derecho canónico para estos casos y sin colaborar con los tribunales civiles”.
Al principio el Papa silenció la pederastia
Tamayo expone que Ratzinger fue el guionista del papado de Juan Pablo II y que en el momento en que le tocó ser actor principal no supo hacerlo bien. “A parte de ser recordado como ‘El Papa que dimitió’ pasará a la historia como el que reforzó los controles dogmáticos de los teólogos y la estructura jerárquica piramidal de la iglesia, dejando fuera a la mujer y la opinión de los fieles”.
En cuanto al futuro, el teólogo vaticina que el próximo Papa será continuista con la labor de Benedicto XVI , por dos motivos; primero porque el colegio cardenalicio ha sido elegido por él y segundo porque influirá directamente en la elección del sucesor.

Innovación y renuncia Editorial de El País

Benedicto XVI, que llegó con claras banderas conservadoras, chocó contra el inmovilismo
La renuncia de Benedicto XVI al pontificado es un innovador jalón en la historia del Vaticano. Ninguno de los más de 250 papas que se han sucedido en Roma renunció tan voluntaria y libremente como lo hará Joseph Ratzinger. Tampoco ninguno de ellos se ha retirado con un comunicado tan cargado de dignidad y verdad con el que pondrá fin a un papado corto —de transición, se dijo en su momento—, pero tan intenso, turbulento y, en cierta forma, innovador debido a la necesidad de afrontar uno de los mayores escándalos que ha salpicado a la Iglesia católica moderna: la pederastia.
Ratzinger accedió al papado con unas nítidas credenciales conservadoras. Fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) durante más de dos décadas y rechazó las innovaciones del Concilio Vaticano II. Como sucesor de Juan Pablo II se apresuró a proclamar innegociables la familia, la indisolubilidad del matrimonio, el celibato sacerdotal, el repudio al aborto, el divorcio y las uniones entre homosexuales. Durante sus casi ocho años como sumo pontífice ha cumplido con las expectativas de todos los que esperaban el inmovilismo de la ortodoxia. Ha criticado al islam, ha regresado a la liturgia de la misa en latín, ha levantado la excomunión que pesaba sobre los lefebvrianos (la extrema derecha católica francesa) y ha clamado de forma inoportuna contra el uso de los preservativos en su primer viaje a África, el continente más severamente castigado por el sida.
Pero Joseph Ratzinger es un teólogo, un intelectual riguroso difícil de etiquetar con simpleza. Procedente de una Conferencia Episcopal, la alemana, que es la que más claramente distingue entre poder terrenal y religioso, Benedicto XVI ha mantenido actitudes que han molestado a los sectores más radicales. Su primera visita a España fue un jarro de agua fría para las expectativas de la Conferencia Episcopal Española, que quiso instrumentalizarla para atacar el proyecto de matrimonio homosexual de Rodríguez Zapatero. A su regreso a Roma fue destituido sin contemplaciones el portavoz Joaquín Navarro-Valls.
Sin duda es la lacra de la pederastia de sacerdotes y jerarcas la que ha marcado su papado y ha llevado a Benedicto XVI a tomar las decisiones que menos esperaban los más ultraconservadores. Llegado al solio pontificio un año después de que estallara el primer escándalo en EE UU, esa bomba de efectos retardados le estalló desde el principio, tras décadas de abusos sistemáticamente ocultados por la curia y por Roma. Frente a los que clamaban por mantener el silencio, Benedicto XVI rompió con el ocultamiento impuesto por su predecesor, pidió perdón por los pecados cometidos y en una histórica visita a Malta prometió que los culpables serían entregados a la justicia secular.
Fue un giro copernicano que probablemente esté en consonancia con su rigor intelectual y doctrinal, y contra el que todavía se revuelven muchos estamentos de esta anquilosada institución. En ellos podría hallarse una parte de la razón de su creciente aislamiento en el Vaticano, lo que sería una paradoja de la historia, como lo es su propia renuncia (en latín) y su posterior retiro espiritual a un convento de monjas. Porque es una muestra del poder innovador que en ocasiones ofrece la más estricta ortodoxia y el regreso a los principios. La misma partida antes de tiempo es una señal inequívoca de responsabilidad hacia una curia envejecida.
Como él mismo dice en su despedida —una irrupción de modernidad en un espacio más que tradicional— es de esperar que los cardenales sepan elegir sabiamente al nuevo pontífice. En ello se juegan el futuro de una Iglesia en crisis y hoy en manos del inmovilismo.

De guionista a protagonista Juan José Tamayo

Su memorable discurso contra la dictadura del relativismo hizo perder las esperanzas de cambio
Cuando el teólogo Joseph Ratzinger fue nombrado arzobispo de Munich en 1977 tuvo que abandonar el ejercicio de la teología. Él mismo lo confiesa: “Me estaba enfrentando a dos grandes proyectos [teológicos], ninguno de los cuales sería después realizado a causa de mi nombramiento episcopal (…). No estaba llamado a terminar esta obra. En efecto, apenas estaba empezándola, fui llamado a otra misión”.
A comienzos de la década de los 80 se hacía cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, durante casi un cuarto de siglo, fue el guionista de la obra teatral que representó Juan Pablo II durante su largo pontificado con notable éxito en todos los escenarios: nacionales e internacionales, políticos y religiosos, sociales y culturales. El guión está escrito en el Informe sobre la fe, que recoge la entrevista del periodista Vittorio Messori al cardenal cuando era presidente del ex Santo Oficio, que se abre con dos citas periodísticas de perfiles contrapuestos del mismo personaje: “Un típico bávaro, de aspecto cordial, que vive modestamente en un pisito junto al Vaticano”. Otra: “Un Panzer-Kardinal que no ha dejado jamás los atuendos fastuosos ni el pectoral de oro de Príncipe de la Santa Iglesia de Roma”. ¿Cuál de las dos ha prevalecido durante su pontificado? Creo que la segunda.
En el libro-entrevista mostraba su desencanto ante “las exageraciones [posconciliares] de una apertura indiscriminada al mundo” y “las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico y ateo” y proponía como alternativa un programa de restauración que recuperara el equilibrio de los valores en el interior del catolicismo y excluyera la reforma: “La Iglesia de hoy —afirmaba citando a Juan Pablo II— no tiene necesidad de nuevos reformadores. La Iglesia tiene necesidad de santos”. Y entre tales colocó a su predecesor el 1 de mayo de 2001 elevándolo a los altares como beato.
Era un mensaje contrario al Concilio, que había defendido la reforma de la Iglesia. Ratzinger expresaba su confianza en los nuevos movimientos eclesiales de tendencia conservadora, y algunos integrista: Movimiento Carismático, Comunidades Neocatecumenales, Cursillos, Movimientos de los Focolaris, Comunión y Liberación. Se olvidaba de las comunidades eclesiales de base, los movimientos apostólicos de la Acción Católica, las Congregaciones religiosas fieles al Vaticano II y comprometidas con los empobrecidos, etc.
Tras la muerte de Juan Pablo II, los cardenales, interpretando la voluntad de Juan Pablo II, eligieron papa al cardenal Ratzinger, quien pasó de guionista a actor e intérprete de su propio texto. En la misa de apertura del Cónclave reescribió su programa en un memorable discurso contra la dictadura del relativismo, que hizo perder las esperanzas de cambio y apertura en el nuevo pontificado.
Durante los casi 8 años de gobierno, Benedicto XVI ha sido fiel al guión que escribiera años atrás, sin desviarse un ápice, y si lo ha hecho ha sido para virar hacia el integrismo. Efectivamente, todo lo que no se atenía a su programa restaurador era considerado relativismo y condenado: la teología de la liberación, la teología del pluralismo religioso, la teología feminista, la teología moral renovada, incluso la teología del Concilio Vaticano II, numerosas congregaciones religiosas, sobre todo femeninas, defensoras del sacerdocio de la mujer, etc. Ha seguido excluyendo a las mujeres de los ámbitos de responsabilidad.
Ha roto los puentes de diálogo con las religiones, con el islam en el discurso de Ratisbona y con las comunidades indígenas en sus viajes a América Latina y África. Cuando le estallaron en las manos los grandes escándalos, como la pederastia, las intrigas vaticanas, la corrupción instalada en la cúpula de san Pedro, no fue capaz de darles la respuesta adecuada. Lejos de estar abierto a los desafíos de nuestro tiempo, dio respuestas del pasado a preguntas del presente. Lejos de caminar por la senda del diálogo, optó por anatema. Se equivocó de siglo.
Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.