FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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viernes, 19 de octubre de 2012

Los jóvenes españoles y Dios - José M. Castillo, teólogo

El obispo Munilla ha dicho que más de la mitad de los jóvenes españoles ni creen en Dios ni conocen a Jesucristo. Yo no sé qué fuente de información posee este obispo para hacer semejante afirmación. Y menos aún puedo saber lo que Munilla quiere decir cuando habla de la fe y de las creencias. Porque, a poco que se piense en este asunto, uno no tiene más remedio que concluir que una de las cosas más difíciles, que hay en esta vida, es hablar con precisión y exactitud sobre la fe en Dios y sobre el conocimiento de Jesús.
Basta leer los evangelios, con un poco de atención, para caer en la cuenta de la gran verdad que entraña lo que estoy diciendo. Por ejemplo, es notable que, mientras el evangelio de Juan afirma, casi desde el comienzo, que los discípulos de Jesús “creían” en él (Jn 2, 11), los evangelios sinópticos, cuando hablan de la fe en relación a los discípulos, es para recalcar (de forma sorprendente) que aquellos hombres no tenían fe (Mc 4, 40) o que “no eran creyentes” (Mt 17, 17). Porque tenían una fe tan escasa que no llegaba a ser ni como un grano de mostaza (Mt 17, 20), o sea prácticamente nada. Un juicio fuerte y duro, contra los apóstoles, que se repite de forma insistente en los evangelios (Mt 8, 26; 14, 31; 16, 8; Lc 12, 28; cf. 12, 22).
Pues bien, si de los apóstoles se dice, en los evangelios, lo mismo que creían (Juan) como que no creían (sinópticos), ¿se puede afirmar tranquilamente de cientos de miles de personas que no creen en Dios? Hay que ser atrevido para hacer semejante afirmación. Porque, vamos a ver, como bien ha escrito la profesora Chantal Maillard (Universidad de Málaga), si a uno le preguntan: “¿Cree Usted en Dios?”, la respuesta más razonable es devolver la demanda con otra pregunta: “¿Qué entiende usted por ?”. Generalmente, entonces, el que pregunta se queda mudo u ofendido. Y es que, por lo general, el que se ve a sí mismo de tal forma, que piensa estar en el centro exacto de la verdad, considera evidentes sus propios conceptos.
Yo me sospecho que esto es lo que le pasa a Munilla. Y por eso dice muchas de las cosas que dice. Da la impresión de que él se ve a sí mismo en el centro exacto de la verdad. Y como él, no pocos de sus colegas mitrados, que, desde el centro que ocupan (o creen ocupar), denuncian la falta de fe de los jóvenes, al tiempo que se callan como muertos ante los recortes de los gobernantes, que dejan en paro, sin casa, sin la debida atención médica, sin esperanza ni futuro a millones de familias.
Y es que – si no me equivoco – en el fondo del problema, no es Dios, sino la política la que está en juego. Me sospecho que a Munilla y sus colegas, la religión se les tambalea. Por eso se agarran a la seguridad que les da la política como el que se agarra a un clavo ardiendo. No le falta razón a la ya mencionada Chantal Maillard cuando dice: “Los poderes políticos conocen los miedos de sus gentes.
Nada mejor que una religión bien asentada para facilitar la labor de gobierno, pues ¿qué puede unirles mejor que un credo que aplaque la angustia de perderse, que responda al deseo de permanencia, y acorde al cual puedan dictarse normas de convivencia?. Unidos en un credo, los individuos son manejables”. ¿Comprenden por qué Munilla fustiga a los jóvenes, al tiempo que no dice ni pio ante las atrocidades que comete con ellos, por ejemplo, el ministro José Ignacio Wert? Y conste que, al decir estas cosas, no defiendo ni ataco una determinada postura política. Me limito a tomar una postura firma y clara en un intento de coherencia con mi propia responsabilidad.

Si Jesús tuvo mujer- José Arregi, teólogo

A estas alturas de la historia, y con la que está cayendo, me avergüenza escribir sobre si Jesús fue célibe o estuvo casado (o si tuvo compañera o compañero). Pero todo lo que tiene que ver con la sexualidad sigue trayendo a mal traer a muchos católicos, y puede que no esté de más un comentario; puede incluso que sea oportuno.
Un trocito de papiro donde Jesús dice “mi esposa” ha provocado revuelo, aunque nunca tuvieron tal intención el inocente papiro, si es auténtico, ni la afortunada mujer de Jesús, si la tuvo.
Supongo que los lectores estarán al tanto de la noticia, pero resumo los datos. Todo empezó el 18 de septiembre, cuando la profesora Karen King, de la Universidad de Harvard (EEUU), en el curso de un Congreso en Roma, se refirió a un pequeño fragmento de papiro, de 4×8 centímetros, que un coleccionista privado le había confiado hace dos años para que lo analizara.
Está escrito por las dos caras, pero solamente se pueden leer las ocho líneas de una cara. Y está en copto, el antiguo egipcio con caracteres griegos, utilizado aún en la liturgia de los cristianos coptos, egipcios o no. A la espera de pruebas definitivas, la profesora King cree que el papiro data del s. IV y recoge la traducción copta del original griego escrito en la segundad mitad del s. II.
Pues bien, en la cuarta línea se lee: “Y Jesús les dijo: Mi esposa (…)”. Eso es todo. ¿Y qué hay ahí de novedoso o de escandaloso? De novedoso no mucho y de escandaloso nada, pero lo segundo depende de los prejuicios de quien lo lea. Si el papiro es realmente del s. IV, sería el único texto conocido en que se hace mención de una “esposa” de Jesús, si bien el Evangelio de Felipe (del s. III) llama a María de Magdala “compañera” (que puede significar “esposa”) de Jesús y afirma que éste “la amaba más que a los demás”. El “Evangelio de María” (s. II) dice también que Jesús amaba a María de Magdala más que a las demás mujeres.
Seamos cautos. Hace unos meses, algunos investigadores del Laboratorio Europeo de Física de Partículas de Ginebra anunciaron haber descubierto unas partículas atómicas (neutrinos) más veloces que la luz, lo que echaría por tierra toda la física de Einstein. Luego se descubrió que había sido un error de medición. Pero no pasa nada. Así avanza la ciencia.
Del precioso papiro, de momento no sabemos ni siquiera si es auténtico, aunque los primeros análisis apuntan que sí. Tampoco el término “esposa” del texto hay que entenderlo necesariamente de manera literal: los escritos gnósticos de la época utilizaban a menudo el lenguaje esponsal como metáfora de una relación espiritual profunda. Puede ser. Pero precisamente por eso, porque todavía no sabemos, no debiera haberse apresurado tanto el diario vaticano “L’Osservatore romano” a declarar, en su editorial del 27 de Septiembre, que el papiro es “en todo caso, un falso”. Serán los nervios o incluso la angustia.
Pero ¿por qué los nervios y la angustia en una cuestión tan interesante para la historia y tan irrelevante para la fe cristiana? Yo también pienso que lo más probable es que Jesús fuera célibe, al menos en los dos años que duró aproximadamente su actividad profética, antes de ser crucificado (de su vida anterior no sabemos nada). Es muy inverosímil que los escritos cristianos más antiguos que conocemos no nos dieran ninguna noticia de la mujer de Jesús, si la hubiera tenido.
Pero aunque Jesús hubiese sido célibe, ¿cómo puede alguien pensar todavía que eso sería un plus para su ser de profeta y de buen samaritano? ¿Cómo se puede creer todavía que es más santo el celibato que el matrimonio? ¿Cómo puede haber todavía gente que se pone nerviosa ante un trocito de papiro y dos palabras tan humanas y bellas en boca de Jesús: “Mi mujer”?

Dios, ese desconocido conocido- Leonardo Boff, teólogo

El 5 y 6 de octubre tuvo lugar en Asís una edición más del «Atrio de los Gentiles», iniciativa del Consejo Pontificio de la Cultura del Vaticano, enfocada a la cuestión de Dios. El presidente de Italia, Giorgio Napolitano y el cardenal Gianfranco Ravasi, al frente del Consejo y famoso exégeta bíblico, realizaron un incitante diálogo sobre «Dios, ese desconocido».
Con el «Atrio de los Gentiles» se está haciendo un esfuerzo para poner a dialogar a creyentes y no creyentes. El Atrio era el espacio alrededor del templo de Jerusalén accesible a los gentiles (paganos) que, de otra manera, jamás podrían entrar en el templo. Ahora se busca quitar las prohibiciones para que todos puedan acceder al templo.
A este propósito me permito una reflexión que me acompaña a largo de toda mi vida de teólogo: pensar a Dios más allá de las objetivaciones religiosas (metafísicas) y procurar interpretarlo como Misterio siempre desconocido y, al mismo tiempo, siempre conocido. ¿Por qué este camino? Einstein nos da una pista: «el hombre que no tiene los ojos abiertos al Misterio pasará por la vida sin ver nunca nada».
Efectivamente, a dondequiera que dirijamos la mirada, hacia lo grande y hacia lo pequeño, hacia fuera y hacia dentro, hacia lo alto y hacia lo bajo, hacia todos los lados, encontramos el Misterio. Misterio no es lo desconocido; es lo conocido que nos fascina y nos atrae para conocerlo más y más, y, al mismo tiempo, nos causa extrañeza y reverencia. Porque siempre está ahí, se ofrece permanentemente a nuestro conocimiento y al intentar conocerlo, percibimos que nuestra sed y hambre de conocerlo nunca se sacia. Pero, en el mismo momento en que lo captamos, se nos escapa en dirección a lo desconocido. Lo perseguimos sin cesar y aún así sigue siendo Misterio en todo conocimiento, creándonos una atracción invencible, un temor y una reverencia irresistibles. El Misterio es.
Mi tesis de base es esta: En el principio estaba el Misterio. El Misterio era Dios. Dios era el Misterio. Dios es Misterio para nosotros y para Sí mismo.
Es Misterio para nosotros en la medida en que nunca acabamos de aprehenderlo ni por la razón ni por la inteligencia. Cada encuentro deja una ausencia que lleva a otro encuentro. Cada conocimiento abre otra ventana a un nuevo conocimiento. El Misterio de Dios no es el límite del conocimiento sino lo ilimitado del conocimiento. Es el amor que no conoce reposo. El Misterio no cabe en ningún esquema ni es aprisionado en ninguna doctrina. Está siempre por conocer.
El Misterio es una Presencia ausente. Y también una Ausencia presente. Se manifiesta en nuestra absoluta insatisfacción que incansablemente y en vano busca satisfacción. En este transitar entre Presencia y Ausencia se realiza el ser humano, trágico y feliz, entero pero inacabado.
Dios es misterio en sí mismo y para sí mismo. Dios es misterio en sí mismo porque su naturaleza es Misterio. Por eso, Dios en cuanto Misterio se autoconoce y, sin embargo, su autoconocimiento nunca termina. Se revela a sí mismo y se retrae sobre sí mismo. El conocimiento de su naturaleza de Misterio es cada vez entero y pleno y, al mismo tiempo, abierto siempre a una nueva plenitud, permaneciendo siempre Misterio, eterno e infinito para Dios mismo. Si no fuese así no sería lo que es: Misterio. Por lo tanto, es un absoluto Dinamismo sin límites.
Dios es Misterio para sí mismo, es decir, por más que Él se autoconozca nunca agota su autoconocimiento. Está abierto a un futuro que es realmente futuro. Por lo tanto, a algo que todavía no se ha dado, pero que puede darse como nuevo para sí mismo. Con la encarnación Dios empezó a ser aquello que antes no era. Por lo tanto, en Dios hay un devenir, un hacerse.
Pero el Misterio, por un dinamismo intrínseco, se revela y se auto comunica permanentemente. Sale de sí y conoce y ama lo nuevo que se manifiesta de él. Lo que va a revelarse no es reproducción de lo mismo, sino siempre distinto y nuevo, también para Él. A diferencia del enigma, que una vez conocido desaparece, el Misterio cuanto más conocido más aparece como desconocido, es decir, como Misterio que invita a más conocimiento y a mayor amor.
Decir Dios-Misterio es expresar un dinamismo sin residuo, una vida sin entropía, una irrupción sin pérdida, un devenir sin interrupción, un eterno venir a ser siendo siempre, y una belleza siempre nueva y diferente que jamás se marchita. Misterio es Misterio, ahora y siempre, desde toda la eternidad y por toda la eternidad.
Delante del Misterio se ahogan las palabras, desfallecen las imágenes y mueren las referencias. Lo que nos cabe es el silencio, la reverencia, la adoración y la contemplación. Éstas son las actitudes adecuadas al Misterio.
Asumiendo tal comprensión se derriban todos los muros. Ya no habrá Atrio de los Gentiles y tampoco existirá más templo porque Dios no tiene religión. Él es simplemente el Misterio que liga y religa todo, cada persona y el universo entero. El Misterio nos penetra y estamos sumergidos en Él.