FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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viernes, 3 de agosto de 2012

Asesinos a distancia

Atrio     Antonio Duato

Los drones son una mezcla de aviones de reconocimiento tripulados a distancia y de mísiles tele dirigidos con gran precisión. Ambas técnicas, desarrolladas con mucho secreto por la CIA y el Pentágono, parece que están haciendo surgir el nuevo terrible artefacto y un tipo de guerra con el que Obama pretende sustituir los sistemas de Bush. Con él se evitan las costosas invasiones, la multitud de víctimas americanas y el problema de los prisioneros y de los diversos Guantánamos.
Ahora un ejército de pilotos, sin dejar su casa, a través de pantallas que parecen de video juegos, no sólo vigilan muy de cerca la población potencialmente hostil sino que pueden asesinar a los que aparentan ser terroristas o potenciales terroristas. Se saltan por el forro todas las leyes internacionales y los pilotos asesinos, sin ningún peligro, realizan su trabajo desde un barrio de Washington, con la tranquilidad de conciencia de que cada objetivo es una persona expresamente condenada a muerte por el Presidente de los Estados Unidos.
No hay demasiada información sobre la guerra de drones. Pero nos parece importante abrir un debate ético, jurídico y estratégico a partir de un reportaje publicado hace dos días en El País. Este reportaje, que a continuación reproducimos, había sido ya señalado ayer en en Atrio de Facebook, que es buen complemento de este pertal para quien busque última novedades o le guste ese estilo de red social. Anteriormente Javier Valenzuela ya había publicado otro reportaje con el título La Guerra de los Drones. Y hoy mismo, Javier nos indica con un tweet este artículo (en francés) de Le Monde: Jugar a Dios con los drones.
¿Hasta dónde pueden llegar estas técnicas de espionaje y supresión del potencial enemigo cuando el fascismo social que nos invade estsblezca el principio de que quienquiera que proteste contra el gobierno es un terrorista antisema del que hay que defenderse? Ríete de la Brigada Social o de las SS…
Matar a 11.200 kilómetros de distancia de nueve a dos
Más de 1.300 pilotos en al menos 13 bases en Estados Unidos controlan el vuelo de los ‘drones’ que ejecutan los ataques contra la insurgencia en Afganistán
ELISABETH BUMILLER (NYT) Base militar de Hancock 30 JUL 2012 – 21:03 CET309
Un piloto controla desde la base militar de Hancock, en EE UU, un ‘drone’. / HEATHER AINSWORTH (THE NEW YORK TIMES)
Desde una base militar en Siracusa, a 380 kilómetros al norte de Nueva York, el coronel D. Scott Brenton controla el vuelo de un drone sobre Afganistán. La aeronave transmite en directo la vida de insurgentes talibanes, su objetivo a 11.200 kilómetros de distancia. Él y su equipo pueden observar a una familia durante semanas. “Madres con niños. Padres con niños. Padres con madres. Niños jugando al fútbol”, cuenta. Cuando llega la orden, y dispara y mata a un miliciano —lo que solamente hace, comenta, cuando las mujeres y los niños no están cerca— un escalofrío recorre su nuca, como le ocurría cuando disparaba a un objetivo desde los F-16 que solía tripular.
Los drones han revolucionado el modo en que Estados Unidos hace la guerra. Y también han cambiado profundamente la vida de quienes las libran.
El coronel Brenton reconoce la singularidad de atacar, sin más equipo que un mando, unas pantallas y un pedal, en un frente a miles de kilómetros de su silla acolchada en un suburbio en Estados Unidos. Cuenta que en Irak, donde estuvo destinado, “aterrizabas y quienes te rodeaban sabían qué había pasado”. Ahora sale de este cuarto lleno de pantallas, aún con la adrenalina tras haber apretado el gatillo, y conduce rumbo a su casa, para ayudar a sus hijos con los deberes. Pero siempre solo.“Nadie en mi círculo más cercano es consciente de lo que ha pasado”, dice.
Los drones tienen potentes cámaras que transmiten la guerra en directo a sus pilotos. Los militares que controlan los drones hablan con entusiasmo de los días buenos, como cuando pueden alertar a una patrulla terrestre en Afganistán de una emboscada. Para los días malos, la Fuerza Aérea envía médicos y capellanes a las bases para hablar con los pilotos y operadores cuando un niño muere en un ataque, o cuando las imágenes muestran un primer plano de un marine caído en combate.
La minuciosa vigilancia que precede a un ataque recuerda a la película La vida de los otros: la historia de un agente de la Stasi, la policía secreta de la RDA, que acaba absorto en la vida de las personas que espía. Un piloto de un drone y su compañero, un operador que controla la cámara de la nave, observan a un miliciano mientras juega con sus hijos, habla con su esposa y visita a sus vecinos. Ejecutan el ataque cuando, por ejemplo, su familia ha ido al mercado.
“Ven todos los detalles de la vida de este tipo”, comenta el coronel Hernando Ortega, el jefe de Medicina Aeronáutica en el Mando de Formación y Educación Aérea, que colaboró en un estudio sobre el estrés en las tripulaciones de los drones, realizado el año pasado. “Se pueden identificar hasta cierto punto”.
De una docena de pilotos, operadores y analistas aeronáuticos entrevistados, ninguno reconoció que el rastro de sangre causado por las bombas y los misiles les impidiera dormir. Pero todos hablaron de la intimidad que habían establecido con las familias afganas que habían observado durante semanas, cuyas vidas desconocen el piloto que vuela a 6.000 kilómetros de distancia o incluso el soldado que está en el terreno.
“Los ves levantarse por la mañana, trabajar y luego irse a dormir”, describe Dave, un mayor de la Fuerza Aérea que pilotó drones entre 2007 y 2009 desde la base de Creech (Nevada) y ahora entrena a nuevos pilotos en la base de Holloman, en Nuevo México. (Bajo el argumento de que han recibido “amenazas creíbles”, la Fuerza Aérea prohíbe a los pilotos de drones dar sus apellidos. Solo los comandantes de la base, como el coronel Brenton, usan sus nombres completos con la prensa). “Hay una muy buena razón para matar a estas personas. Me lo repito una y otra y otra vez”, afirma Will, otro oficial. “Pero nunca te olvidas de lo que ha ocurrido”.
La Fuerza Aérea cuenta con más de 1.300 pilotos de drones repartidos en 13 bases en Estados Unidos. Según fuentes militares necesita, por lo menos, unos 300 más. La mayoría de las misiones son en Afganistán. (Las cifras no incluyen las misiones clasificadas de la CIA en Pakistán, Somalia y Yemen). El Pentágono calcula que para 2015, la Fuerza Aérea deberá contar con 2.000. El Ejército entrena ya más pilotos para drones que tradicionales: 350 el año pasado. Anteriormente, las tripulaciones de drones superaban el entrenamiento para volar un avión de combate tradicional. A partir de este año, los pilotos solo pasan 40 horas a bordo de un Cessna antes de aprender a manejar un drone. El jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, el general Norton A. Schwartz, reconoció que es “posible” que los pilotos de drones superen a los tradicionales en los próximos años. Cada vez más bases dejan los aviones tradicionales para volar drones y satisfacer la demanda. Hancock retiró sus F-16 en 2010.
“Creo que hago el mismo trabajo de siempre. La única diferencia es que no me envían a otro país a hacerlo”, comenta el coronel Brenton. Todos los pilotos de la base rechazan que su trabajo sea un videojuego. “No tengo ningún videojuego que requiera que permanezca inmóvil durante seis horas observando solamente a un objetivo”, dice Joshua, un operador. “Las tripulaciones son conscientes de que las decisiones que toman, sean buenas o malas, tienen consecuencias reales”, añade. También evitan la palabra drone. Prefieren llamarlos “aviones pilotados a distancia”.
Todos los pilotos que han tripulado naves de combate afirman que echan de menos volar. El coronel Brenton participó en mayo pasado en un espectáculo aéreo en Siracusa. Cuenta que los fines de semana suele pilotar un pequeño avión de hélices, al que bautizó como “El Matamoscas”. “Es agradable estar en el aire”, afirma

Entrevista a Manuel Castells Oliván: 70% de los españoles apoyan las pro...

Formación de animadores en Polonia

Del 22 al 29 de julio de 2012 ha tenido lugar en Oswiecim (Polonia) una formación de la Don Bosco Youth Net en la que ha participado un animador de nuestra Inspectoría.
Iván Poza Maldonado
Cuando oímos hablar de Polonia nos resulta desconocida y lejana, pero si descubrimos que Oswiceim es el nombre en polaco de lo que los alemanes denominaron Auschwitz, nos damos cuenta de que tiene sentido hacer una formación sobre Derechos Humanos en este lugar.
Iván Poza, animador de la asociación Leba-Leba de Vitoria-Gasteiz participó, junto con otros 42 animadores y animadoras jóvenes de toda Europa, en este curso organizado por la DBYN, la asociación que engloba a las asociaciones juveniles estatales salesianas europeas.

Han sido siete días donde compartir experiencias y recursos, pero sobre todo de convivencia con gente de toda Europa que, mediante el carisma salesiano, se dedica a la educación no formal de la juventud.
“No sé con qué quedarme de la experiencia”, nos cuenta Iván “me ha encantado el ambiente, las reflexiones… y la visita al campo de exterminio te toca el corazón y te cambia la forma de pensar”.
Gracias a experiencias de formación como esta, que nuestros animadores están realizando en su tiempo libre de verano (títulos de tiempo libre, intercambios, cursillos…), la atención a nuestros destinatarios tiene cada vez más calidad. Gracias desde aquí, a todos los animadores de nuestras asociaciones que se preocupan por su formación en be

JOSE ANTONIO PAGOLA 05 AGOSTO 2012



La palabra «religión» suscita hoy en muchos una actitud defensiva. En bastantes ambientes, el hecho mismo de plantear la cuestión religiosa provoca malestar, silencios evasivos, un desvío hábil de la conversación.
Se entiende la religión como un estadio infantil de la humanidad que está siendo ya superado. Algo que pudo tener sentido en otros tiempos pero que, en una sociedad adulta y emancipada, carece ya de todo interés.
Creer en Dios, orar, alimentar una esperanza final son, para muchos, un modo de comportarse que puede ser tolerado, pero que es indigno de personas inteligentes y progresistas. Cualquier ocasión parece buena para trivializar o ridiculizar lo religioso, incluso, desde los medios públicos de comunicación.
Se diría que la religión es algo superfluo e inútil. Lo realmente importante y decisivo pertenece a otra esfera: la del desarrollo técnico y la productividad económica.
A lo largo de estos últimos años ha ido creciendo entre nosotros la opinión de que una sociedad industrial moderna no necesita ya de religión pues es capaz de resolver por sí misma sus problemas de manera racional y científica.
Sin embargo, este optimismo «a-religioso» no termina de ser confirmado por los hechos. Los hombres viven casi exclusivamente para el trabajo y para el consumismo durante su tiempo libre, pero «ese pan» no llena satisfactoriamente su vida.(LEER EL EVANGELIO)
El lugar que ocupaba anteriormente la fe religiosa ha dejado en muchos hombres y mujeres un vacío difícil de llenar y un hambre que debilita las raíces mismas de su vida. F. Heer habla de «ese gran vacío interior en el que los seres humanos no pueden a la larga vivir sin escoger nuevos dioses, jefes y caudillos carismáticos artificiales».
Quizás es el momento de redescubrir que creer en Dios significa ser libre para amar la vida hasta el final. Ser capaz de buscar la salvación total sin quedarse satisfecho con una vida fragmentada. Mantener la inquietud de la verdad absoluta sin contentarse con la apariencia superficial de las cosas. Buscar nuestra religación con el Trascendente dando un sentido último a nuestro vivir diario.
Cuando se viven días, semanas y años enteros, sin vivir de verdad, sólo con la preocupación de «seguir funcionando», no debería de pasar inadvertida la invitación interpeladora de Jesús: «Yo soy el pan de vida».
 
 

La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta analizar la trayectoria de su actividad. A Jesús se le ve siempre preocupado de suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.
Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida, amenazada e insegura, para despertar en ellos una vida más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio. Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Como ha subrayado J. Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es un carga pesada pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada. No es extraño que Jesús se presente como el gran defensor de la vida ni que la defienda y la exija sin vacilar, cuando la ley o la religión es vivida «contra la vida».
Ya han pasado los tiempos en que la teología contraponía «esta vida» (lo natural) y la otra vida (lo natural) como dos realidades opuestas. El punto de partida, básico y fundamental es «esta vida» y, de hecho, Jesús se preocupó de lo que aquellas gentes de Galilea más deseaban y necesitaban que era, por lo menos vivir, y vivir con dignidad. El punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «vida eterna» y, por eso, Jesús despertaba en el pueblo la confianza final en la salvación de Dios.
A veces los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el Reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana y digna para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en su vida eterna. Por eso se dice de Jesús que «da vida al mundo». (Jn 6, 33). http://sanvicentemartirdeabando.org/ordinario_b/18_2012/pagola.htm