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ATALAYA

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sábado, 30 de junio de 2012

Juan José Tamayo dice que el cese del obispo que tuvo un romance con una mujer demuestra la misoginia de la Iglesia

El teólogo critica la decisión del Papa y opina que este hecho muestra que la Iglesia “está gobernada por célibes que no saben lo que es el amor”
Santander, 27 de junio de 2012.- El profesor de Teología de la Universidad Carlos III de Madrid Juan José Tamayo ha opinado hoy que el cese del obispo argentino Fernando María Margalló tras ser fotografiado con una mujer en una playa mexicana es fruto de “una Iglesia misógina” que está “gobernada por célibes que no saben lo que es el amor”.
El teólogo dirige esta semana un seminario ‘El Vaticano II: Concilio del diálogo, cincuenta años después’ en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) donde se analiza la religión desde el punto de vista de la “teoría crítica”, no desde el “ángulo eclesiástico” y tiene carácter internacional, intercultural e interreligioso, según explicó Tamayo.
El teólogo criticó la decisión del cese del Papa Benedicto XVI diciendo que le parece “extraordinario” que el obispo argentino “haya encontrado la felicidad con una mujer”. “No se le puede reprochar”, agregó, “porque la única incompatibilidad que ven los Evangelios con el amor a Dios es el amor al dinero. No se puede servir a ambos”, pero las Sagradas Escrituras nada dicen de que “el amor a los seres humanos y a Dios sean incompatibles”.
Tamayo hizo estas declaraciones tras una rueda de prensa en la que consideró que las reformas que quiso introducir el Concilio Vaticano II fueron “una primavera corta dentro de la Iglesia católica” que pronto “se vio truncada” para dar paso a “una larga invernada”. En su opinión, “se mantiene la separación entre la Iglesia y el pueblo de Dios”, desde el momento en que el Concilio Vaticano II usa un lenguaje “hirientemente patriarcal”, no cita siquiera la posibilidad de matrimonio para los sacerdotes ni aborda la cuestión de los anticonceptivos.
Junto al profesor de Ciencias de la Religión compareció la teóloga argentina Coca Trillini, miembro de la red latinoamericana de católicas por el derecho a decidir, que apuntó que el Concilio Vaticano II “promovió la libertad de conciencia, pero no la igualdad entre hombres y mujeres”. “Es imposible pensar que la Iglesia católica va a escuchar a los movimientos feministas”, apuntó.
También la teóloga india Kochurani Abraham se refirió al hecho de que ninguna de las grandes religiones –el cristianismo, el budismo y el islamismo- “se dan cuenta de cómo tratan a las mujeres”. El gran desafío para las religiones, “masculinas y jerarquizadas”, es “que la vida es plural”, afirmó.

La belleza que salva

“La belleza salvará al mundo”, escribió Dostoievski en “El Idiota”, y hace poco volvimos a vivirlo y a convencernos de ello en las II Jornadas de Espiritualidad y Cultura organizadas en San Sebastián por la Asociación GUNE. El tema de este año: “Arte y Espiritualidad”, de la mano de filósofos, poetas, pintores, músicos, escultores y cineastas.
Habría que decir más bien “la belleza salvará a la Tierra”, pues el mundo es infinitamente más grande que esta pequeña y maravillosa Tierra. Existía miles de millones de años antes que ella y seguirá existiendo miles de millones de años después de que ella desaparezca (aunque, en realidad, nada de lo que existe desaparece, solo se transforma).
Y habría que decir más propiamente “la belleza salvará al ser humano”, pues la Tierra existía miles de millones de años antes que esta especie tan reciente e inacabada que somos, y seguirá existiendo miles de millones de años después de que nosotros desaparezcamos y demos lugar a otras especies, que esperemos puedan gozar tanto como nosotros, pero sin sufrir ni hacer sufrir tanto como nosotros. Esperemos.
Mientras tanto, en esta existencia pasajera, en esta vida fugaz, la belleza nos puede salvar. ¿Salvarnos de qué? Salvarnos de ser infelices y de hacer daño por serlo, salvarnos de ser la mayor amenaza de esta Tierra que somos, salvarnos de nuestras heridas, salvarnos de herir.
¿Salvarnos para qué? Salvarnos para poder gozar más haciendo el bien, para poder ser más buenos gozando más. No hay más salvación, ni más verdad y esperanza. No hay más Dios que esa Salvación, que esa Bondad feliz, que esa Bienaventuranza del amor. Y la Belleza nos dice que esa Salvación es, que puede ser y será, y debemos hacer que sea.
La Belleza nos puede salvar. Así lo expresa, por ejemplo, con enorme fuerza el poema “Eurídice” de Clara Janés, que nos conmovió en San Sebastián con su extraordinariamente bella conferencia. “Pero Orfeo, el poeta y músico enamorado, no pudo salvar a su amada esposa Eurídice del Hades, la muerte o el infierno. A ella, la belleza no la pudo salvar”, le objetamos. “Pues a mí me salvó del infierno”, respondió Clara Janés bajando la voz. “¿Del infierno?”. “Sí, me salvó del infierno”. Le creímos. La música salvó también a muchos en los campos de concentración de Theresienstadt y Auschwitz.
La Belleza. No la belleza convencional de una época, impuesta por la moda. No el canon griego de Policleto, el cuerpo “perfecto” de 7 cabezas, ni el canon de las modelos con sus proporciones “perfectas” de 90-60-90, tortura de tantas mujeres.
La Belleza que no solamente encanta, sino que además conmueve. La Belleza como Bondad que aparece en todas las formas, espíritu y carne a la vez, más allá de la forma y la palabra, pues “nos enamoramos solo de lo que no vemos, oímos ni entendemos”, como escribió hace 800 años Rumi, poeta sufí iraní. La Belleza que nos despoja y nos protege, nos vacía y nos llena: el círculo negro (el cielo) sobre fondo blanco de Malevich, o el cuadrado negro (la tierra) sobre fondo blanco. El simple punto negro o el total Vacío, pues “el vacío está lleno de vibraciones”, como escribe el físico cuántico Nicolescu. Una única nota o el silencio sonoro de Mompou y de Arvo Pärt.
No sabemos qué es la Belleza, pero cuando abrimos los ojos y miramos la realidad, sin mirar al reloj ni a la Bolsa, ni mirarnos al ombligo, cuando enteramente nos volvemos “antena” como decía Chillida, entonces la captamos: la Belleza inasible, invisible e indecible, la Plenitud que ES, nos atrae y nos salva.
La Realidad es sagrada y cuando la contemplamos con respeto y respiramos y caminamos de forma sagrada, entonces percibimos que todo, a pesar de todo, está lleno de gracia, de belleza. Que la Realidad es bella y que la Belleza nos salva.