FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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viernes, 15 de junio de 2012

JOSÉ A. PAGOLA 11 T ORDINARIO 2012


Vivimos ahogados por las malas noticias. Emisoras de radio y televisión, noticiarios y reportajes descargan sobre nosotros una avalancha de noticias de odios, guerras, hambres y violencias, escándalos grandes y pequeños. Los «vendedores de sensacionalismo» no parecen encontrar otra cosa más notable en nuestro planeta.
La increíble velocidad con que se difunden las noticias nos deja aturdidos y desconcertados. ¿Qué puede hacer uno ante tanto sufrimiento? Cada vez estamos mejor informados del mal que asola a la humanidad entera, y cada vez nos sentimos más impotentes para afrontarlo.
La ciencia nos ha querido convencer de que los problemas se pueden resolver con más poder tecnológico, y nos ha lanzado a todos a una gigantesca organización y nacionalización de la vida. Pero este poder organizado no está ya en manos de las personas, sino en las estructuras. Se ha convertido en "un poder invisible" que se sitúa más allí del alcance de cada individuo.
Entonces la tentación de inhibirnos es grande. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta sociedad? No son los dirigentes políticos y religiosos quienes han de promover los cambios que se necesitan para avanzar hacia una convivencia más digna, más humana y dichosa? (LEER EL EVANGELIO)
No es así. Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos, y que consiste en sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Jesús no habla de cosas grandes. El reino de Dios es algo muy humilde y modesto en sus orígenes. Algo que puede pasar tan inadvertido Como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar de manera insospechada.
Quizás necesitamos aprender de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los pequeños gestos. No nos sentimos llamados a ser héroes ni mártires cada día, pero a todos se nos invita a vivir poniendo un poco de dignidad en cada rincón de nuestro pequeño mundo. Un gesto amigable al que vive desconcertado, una sonrisa acogedora a quien está solo, una señal de cercanía a quien comienza a desesperar, un rayo de pequeña alegría en un corazón agobiado... no son cosas grandes. Son pequeñas semillas del reino de Dios que todos podemos sembrar en una sociedad complicada y triste que ha olvidado el encanto de las cosas sencillas y buenas.

Llama la atención con qué fuerza destacan los estudios recientes el carácter individualista e insolidario del hombre contemporáneo. Según diferentes análisis, el europeo se va haciendo cada vez más narcisista. Vive pendiente de sus intereses y olvidado casi por completo de los vínculos que lo unen a los demás hombres.
C. B. Macpherson habla del «individualismo posesivo» que lo impregna casi todo. Cada uno busca su bienestar, seguridad o placer. Lo que no le afecta le tiene sin cuidado. L. Lies llega a afirmar que el "soltero", libre de obligaciones y dependencias, representa cada vez más el ideal de libertad y autonomía del hombre moderno.
Detrás de todos los datos y sondeos parece apuntar una realidad aterradora. El ser humano está perdiendo capacidad de sentir y de expresar amor. No acierta a sentir solicitud, cuidado y responsabilidad por otros seres humanos que no caigan dentro de sus intereses. Vive "enemistado" en sus cosas, en una actitud narcisista que ya Sigmund Freud consideró como un estado inferior en el desarrollo de la persona.
Sin embargo, dentro de esta sociedad individualista hay un colectivo admirable que nos recuerda también, hoy la grandeza que se encierra en el ser humano. Son los voluntarios. Esos hombres y mujeres que saben acercarse a los que sufren, movidos solamente por su voluntad de servir. En medio de nuestro mundo competitivo y pragmático, ellos son portadores de una "cultura de la gratuidad".
No trabajan por ganar dinero. Su vocación es hacer el bien gratuitamente. Los podréis encontrar acompañando a jóvenes toxicómanos, cuidando a ancianos solos, atendiendo a vagabundos, escuchando a gentes desesperanzadas, protegiendo a niños semiabandonados o trabajando en diferentes servicios sociales.
No son seres vulgares, pues su trabajo está movido solo por el amor. Por eso no cualquiera puede ser un verdadero voluntario. Lo recordaba bellamente León Tolstoi con estas palabras: "Se puede talar árboles, fabricar ladrillos y forjar hierro sin amor. Pero es preciso tratar con amor a los seres humanos... Si no sientes afecto por los hombres, ocúpate en lo que sea, pero no de ellos».
Al final no se nos va a juzgar por nuestras bellas teorías, sino por el amor concreto a los necesitados. Estas son las palabras de Jesús: "Venid, benditos de mi Padre... porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber". Ahí esta la verdad ultima de nuestra vida. Sembrando humanidad estamos abriendo caminos al Reino de Dios.

El Vaticano advierte a las monjas “feministas” de EEUU

Afirma que las religiosas están “en situación pastoral grave”
Por disentir a cerca de ordenaciones femeninas y homosexualidad
El Vaticano recordó hoy a la Leadership Conference of Women Religious (LCWR), la organización que agrupa a la mayoría de las órdenes religiosas femeninas de EEUU y que depende de la Santa Sede, y le advirtió de que debe atenerse a las enseñanzas de la Iglesia, según informó en un comunicado.
Superiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe se reunieron hoy en el Vaticano con la presidenta y la directora general de la LCWR, cita a la que asistió el arzobispo de Seattle (EEUU), Peter Sartain, para analizar la situación creada tras los problemas doctrinales surgidos, que llevaron al Vaticano a dar un toque de atención a las religiosas.
‘El encuentro ha permitido a la congregación y a la LCWR discutir los argumentos y las preocupaciones surgidas en un ambiente de apertura y cordialidad’, señaló el Vaticano, que precisó que el Código de Derecho Canónico establece que una conferencia de superiores mayores como la LCWR ‘está constituida y permanece bajo la dirección suprema de la Santa Sede’.
En el comunicado, el Vaticano subrayó que la LCWR debe promover la unidad eclesial ‘basada en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia, como fielmente han sido enseñados a lo largo de los siglos’.
El pasado 19 de abril el Vaticano llamó al orden a las monjas de EEUU y pidió una profunda reforma de la LCWR al considerar que su ‘situación doctrinal y pastoral es grave’.
Un día antes, el prefecto de la Congregación, el cardenal William Levada, y representantes de esa organización analizaron un informe sobre la LCWR, realizado según los medios italianos por el obispo de Toledo (Ohio, EEUU), Leonard Blaire.
El informe -según dijo ese día la congregación- recoge posiciones no aceptables manifestadas en las asambleas anuales de la LCWR y posiciones de disenso sobre ordenaciones sacerdotales de mujeres, acercamiento pastoral a los homosexuales y afirmaciones de feminismo radical incompatibles con la enseñanza católica.
Para lograr esa renovación, el Vaticano nombró al arzobispo de Seattle, Peter Sartain, ‘delegado’ para supervisar esa reforma.
El pasado día 4, el Vaticano criticó el libro ‘Just Love. A Framework for Christian Sexual Ethics’, de la monja estadounidense Margaret A. Farley, por sus opiniones acerca de la masturbación, los actos homosexuales, las uniones homosexuales, la indisolubilidad del matrimonio y el divorcio.
La Congregación para la Doctrina de la Fe aseguró que el libro contiene ‘proposiciones erróneas cuya divulgación puede causar grave daño a los fieles’, por lo que invitó a la autora a ‘corregir las tesis inaceptables presentes en su libro’. (RD/EFE)

Goce el cuerpo

Todo ser viviente busca placer. Las vacas que pacen plácidamente en esta mañana de junio bajo un cielo encapotado, las ranas que croan en el remanso del Narrondo junto al puente, la mujer con velo que lleva a sus pequeños juguetones a la escuela de Arroa, la pareja que pasea con dos perros mientras él a ella le acaricia el pelo… llevan secretos que yo desconozco, pero sé que todos quieren gozar. Y deseo profundamente que gocen cuanto buenamente puedan, cada uno a su manera.
Tal vez no sea el mero placer inmediato, sino el instinto de supervivencia el impulso decisivo que rige la evolución de la vida, pero ¿cómo podría sobrevivir el instinto de la vida sin el estímulo del placer? El placer es tan santo como la vida misma.
No se subleven algunos monseñores recelosos del placer, salvo que fuera puramente espiritual. Pero desengáñense los monseñores: no hay dos clases de placeres, espirituales unos y corporales otros. Cuando escucho a Bach o cuando oro ante el icono del Salvador de Rublev, lleno de bondad y dulzura, es el cuerpo el que goza. Y ¿qué es este cuerpo que goza sino una maravillosa partícula de la energía divina que mueve el universo?
Por eso me extraña tanto que el cardenal Rouco, con ocasión de la fiesta del Corpus Christi, la fiesta del cuerpo, denuncie en una carta que hoy “se idolatra el confort, el bienestar, el placer”. Se refiere a los demás, por supuesto, y precisamente hoy, y precisamente él desde el suntuoso palacio episcopal de Madrid.
Y por eso me resulta patético que el Vaticano acabe de condenar la obra Nada más que el amor. Un marco para una ética sexual cristiana, de la monja teóloga Margaret A. Farley. La condenan. ¿Y por qué? Por sostener que la masturbación como tal no plantea ningún problema moral, que las relaciones homosexuales –al igual que las heterosexuales– son buenas si hay amor, que el matrimonio homosexual tiene la misma dignidad del heterosexual, que el matrimonio se disuelve cuando por lo que sea ya no hay amor, y que los divorciados hacen bien si vuelven a casarse…
La condenan por lo de siempre: esa obsesión represiva del placer sexual. Nunca –estoy seguro– habrían declarado “pecado” la masturbación ni las relaciones prematrimoniales ni las relaciones homosexuales, si no hubiera placer físico de por medio. Ni condenarían el divorcio si ellos estuvieran casados. Y no nos vengan con que la Biblia manda esto o prohíbe lo otro o que la tradición enseña lo de más allá, pues la Biblia manda también que los obispos se casen y prohíbe comer embutidos, y así se hizo en la tradición primera. El placer les atrae y les asusta, y por eso lo condenan. Pero la condena del placer es una blasfemia contra el cuerpo sagrado, la santa creación. Pues ¿qué celebran estos obispos y el Vaticano en la fiesta del Corpus, si son tan enemigos del cuerpo y sus placeres? ¿Es que nunca han amado? ¿O es que ni siquiera han leído el Cantar de los Cantares?
Sé bien que el placer es ambiguo, como la vida, y que para hacer feliz ha de ser compartido, como la vida. Sé que debo evitar aquello que me pueda producir, a mí o a los demás, más sufrimiento que placer. Pero el placer es bueno, es santo y divino, siempre que no impida un placer mayor para mí mismo o los demás. Hay que aprender a disfrutarlo como un gran cuerpo común. ¿Por qué celebramos si no el Corpus Christi, el cuerpo de Jesús, sacramento del cuerpo universal, sacramento de Dios?
Amiga, amigo, cuerpo como eres, con todos tus placeres y dolores, tú también eres sacramento de Dios. Que tengas gracia, paz y placer.
(Publicado en el Diario DEIA)
Para orar. Cuerpo de Cristo