FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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domingo, 27 de mayo de 2012

Cuento con amor y final feliz

La historia que sigue, aviso desde ya, es un cuento con final increíble, pero feliz. ¡Qué quieren que les diga! Será que en este tiempo pascual y primaveral los signos de vida aparecen donde menos se les espera, incluso entre los cardenales! ¿Le suena a alguien por aquí el nombre de Florian Stangl? ¿Y Stützenhofen? ¿Tampoco? La última es una pequeña comuna de la Baja Austria, de apenas 111 habitantes. Y aquel es uno de estos habitantes. Un hombre de 26 años de edad, con pinta de monaguillo al decir de quienes le conocen, que ha pasado casi toda su –todavía corta- vida en la sacristía de la iglesia de su pueblo.
¿Y por qué viene aquí? Pues porque el señor Stangl merece ser citado por su coraje en la defensa de su fe y de su derecho a vivir como católico aunque algunos se empeñen en que no puede ni debe. Su compromiso eclesial es tan indiscutible que, a finales de marzo, fue elegido “consejero parroquial” –una institución particular de Austria, Alemania y Suiza que permite que los laicos escogidos por la asamblea asuman responsabilidades parroquiales- por una amplia mayoría de los miembros de su comunidad.
Pero Stangl está casado. O casi: vive en unión civil homosexual. Y el párroco –cuyo nombre también vamos a citar, pero por las razones contrarias: Gerhard Swierzek-, haciendo gala de ortodoxia y “pureza de corazón”, que diría monseñor Reig, juzgó que la elección y el subsiguiente nombramiento eran inaceptables. Sus “fieles”, a su vez, no aceptaron el rechazo del sacerdote. Y así.
Conclusión: el párroco buscó el lógico respaldo jerárquico de su arzobispo, nada más y nada menos que el cardenal de Viena, Christoph Schönborn, presidente de la conferencia episcopal austriaca y amigo personal del papa. Schönborn convocó a Florian Stangl y a su pareja a una entrevista “a corazón abierto . Y dicen las buenas lenguas que acabó impresionado por su sinceridad y la firmeza de su fe. Tanto que Stangl salió de la entrevista como consejero parroquial confirmado.Sigue leyendo en alandar

Rouco y Cáritas

Con la crisis, el suelo tiembla para muchos. Hasta ahora la Iglesia ha sido una excepción. Pero se multiplican las voces que reclaman acabar con el oasis fiscal y la financiación privilegiada de que goza y hasta Ayuntamientos conservadores ven en la extensión del recién acrecentado IBI una fuente con la que llenar sus arcas.
La jerarquía ha tenido por costumbre tapar su boato con la manta de la obra social. Y una institución con prestigio reconocido como es Cáritas ha sido usada para ese fin con el mensaje de que financiar a la Iglesia es financiar a Cáritas.
Debemos decir educadamente que lo anterior no es cierto. Basta leer los transparentes informes de Cáritas para comprobar que, al menos, en lo que respecta a financiación explícita, la aportación de la Iglesia no alcanza el 2% de su presupuesto, correspondiendo el resto a aportaciones públicas y particulares de la más diversa índole.
Por eso resulta chocante que el cardenal Rouco advierta que si la Iglesia se ve obligada a pagar el IBI la actividad de Cáritas se resentiría. De ser así estaría indicando que la jerarquía, aún sin aportar recursos, tiene capacidad de detraerlos, con lo que habría que pensar que quien aporta fondos a Cáritas pensando en su obra social estaría financiando, sin pretenderlo, a la Conferencia Episcopal. Esto pondría en riesgo una parte de los fondos privados que nutren a la benéfica institución.
Estos embrollos tienen, en el fondo, fácil solución, aunque haya quien vea sinecuras en riesgo. Que la separación entre lo público y lo privado sea nítida y que ninguna institución privada goce de privilegio alguno, de modo que cada palo aguante su vela. Laicismo, sin más.— Pedro García Castrillo.