FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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miércoles, 9 de mayo de 2012

SIN PAPELES - JOSEBA ARREGI







Siempre supimos que los enemigos más acérrimos del nacionalismo periférico eran acérrimos nacionalistas españoles, pero solían encubrirlo con pomposas apelaciones a la ciudadanía universal. “No somos un pueblo, sino ciudadanos”, enfatizaban con aire superior. Sospechábamos lo que querían decir, pero el otro día lo entendimos mucho mejor, cuando Antonio Basagoiti dijo aquello de “primero a los de casa, luego a los de fuera sin papeles”. Lo dijo sin complejo ni disfraz, apuntando con el dedo a los 17.000 inmigrantes ilegales de Euskadi, por unos míseros miles de euros. Se refería a la atención sanitaria, pero pronto se aplicará a todo lo demás.
Primero a los vascos, a los vascos-vascos, luego a los otros: los de fuera, los emigrantes, los sin papeles. Esos no son ciudadanos. De pronto se ha olvidado la “ciudadanía universal”, si alguna vez interesó. No quiero ni imaginarme la rechifla y la tormenta que hubieran sacudido a España entera si, en lugar de Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco, hubiera hablado así Juan José Ibarretxe cuando fue lehendakari nacionalista.
Cuando Basagoiti dice que la salud –o el pan y la casa, la cultura y el cuidado– “primero para los vascos”, no es que se haya vuelto de pronto nacionalista vasco. ¡Qué va! Es que para él son vascos aquellos que tienen papeles del Estado español. Y punto. Los demás no son vascos, ni son legales, ni son ciudadanos. La ciudadanía, la dignidad humana y el derecho lo da el Estado con un papel. Lo demás –ha dicho también Basagoiti con desdén–, es “buenismo” ilusorio, es irreal. Está bien que sepamos dónde está cada uno y a qué llama realidad.
Se acabó, pues, la ciudadanía universal. Lo de los derechos humanos universales era para quedar bien. Lo que cuenta es la ciudadanía del Estado, impuesta a muchos contra su voluntad y negada a otros muchos también contra su voluntad. Y ahí están las fronteras y las aduanas; ahí está el ejército para que nadie pueda salirse del Estado aunque quiera salirse, y la policía de las aduanas para que nadie pueda entrar aunque quiera entrar. ¿Esa es la realidad? Dura y triste realidad para los “otros”. Es la versión inicua del nacionalismo, por mucho que lo llamen “patriotismo constitucional”, citando a Jürgen Habermas los más cultos.
Nos denominamos especie Sapiens Sapiens, dos veces sabia. Creíamos que lo más humano era cuidar del “otro”, no solamente del propio. ¿Acaso no cuidan todas las especies animales a los propios miembros? ¿Acaso no cuidan todas las madres a sus criaturas: la leona a sus cachorros y el pájaro a sus polluelos? ¿Acaso no cuidamos instintivamente la pupila de nuestros ojos? Creíamos que lo más humano era cuidar del otro, hacerse prójimo del herido del camino, como nos enseñó Jesús, y que eso es lo divino.
¿Estábamos equivocados? ¿Tendremos que seguir a bendiciendo Estados y ejércitos, con la fuerza como último argumento? ¿Tendremos que aplicar en política el darwinismo más duro, con la lucha por la supervivencia propia como última razón? ¿Tendremos que suscribir ciegamente la moderna hipótesis biológica del “gen egoísta”?
No. Nos resistimos. En nombre del aire puro –tibio aire del sur– de esta mañana de mayo, y de las primeras golondrinas que sobrevuelan Arroa, sin pasar por aduanas. En nombre de la palabra bíblica: “Cuidarás del inmigrante sin papeles, pues tú también fuiste inmigrante sin papeles”. En nombre de Jesús que dice en el evangelio de Tomás: “Ama a tu hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tu ojo”. En nombre de Dios.



¿Qué es la fe para una mujer?

Carmen Hernandez Rey, 06-Mayo-2012
¿Qué es la fe para una mujer como yo, del pueblo, pecadora? Eso me pregunto yo dialogando con José Arregi, tras leer su artículo del jueves pasado: ¿qué es la fe para mí,  para mis hij*s, para mis hermanas, compañeras, amigas conocidas…? Perdona que te hable en femenino, es mi mundo, en el cual siempre hay más mujeres que hombres.
En definitiva, en este mundo que dice ser religioso, que nos vende fatuos programas de marketing religiosos, ¿qué han hecho con la fe nuestra, de nuestras hermanas primeras, aquellas que han quedado sin memoria en este reloj de cuarzo, oro y platino de la religión santera?
La fe nace, innata a mi modo de entender y por la propia experiencia, porque, como tú bien apuntas, la creencia fue transmitida por mi madre, pobre y austera a un solo núcleo “Madre e hijo”.
Pero no quedó ahí, mi fe fue huyendo de esas creencias postizas de la mediocre enseñanza clerical, de las catequistas solteronas castradas desde sus más intimo deseos y secretos. Y de esas hijas de María que ni sabían qué era ser Hijas de sus madres primero y luego de otra mujer llamada María, la mujer María madre de un hombre llamado Jesús.
Al huir, cerré todas cuantas puertas hubo que cerrar, pero se conoce que no puse bien el cerrojo o la aldaba, y con el paso volví a meter mi cabeza en ese mundo de clérigos santos varones y del resto de piadosas criadas quita polvo de calvas de santos y santas, de vírgenes de mil nombres que tenían a mujeres de 70 y 80 años aún confundidas…
Aún recuerdo, en un grupo de catequesis de adulto, la pregunta de una mujer que se llevó toda su vida dentro de esos edificios mastodontes llenos de cirios y de ceras añejas, tanto como sus mandamases. La pregunta no fue otra que “¡Carmen! ¿Tú me puedes explicar el por qué si hay una sola madre de dios, hay tantas Marías?”. Esta pregunta a la salida y después de haber estado una hora y media en la reunión, me cogió por sorpresa. Pensé y de momento se me vino aquello que decía Jesús ¡Hay de aquellos que escandalicen a uno de mis pequeños! y como se trataba de quitar dudas y no crear más le dije:
– Josefina, virgen solo hay una; ¿tú cómo te llamas?
– Yo Josefa
– ¡Ah! ¿Ves? Yo te digo Josefina, ¿y no te dicen tus hijas “mamá”?, ¿no eres Josefina?
– Sí, y mis hermanos me dicen Pepa
– ¿Ves? Ahí tienes la respuesta… Cada cual la mentamos como nos es más familiar, Josefina, pero madre solo hay una, y madre de Jesús sola una, María, que puede ser familiarmente Carmen, Rosario, Almudena, etc…
Realmente la mujer se fue contenta, y me dio las gracias…
Yo me quedé perpleja porque esta mujer llevaba toda su vida metida en grupos en la iglesia…
Quizás la fe, más que tender la mano o dar un paso, sea no estar fuera del frente o frontera donde debemos estar y caminar en paralelo, ni por detrás pero menos por delante.
Es decir creernos que nuestras creencias religiosas son salvadoras de algo, de alguien, porque de ser así Di*s es innecesari* en nuestras vidas ¡Ya nos creemos o somos ese dios!
Y sobre todo, José, creo que la vida, realmente no es tan idílica como se vive dentro de un mundo cerrado de oración para ese mundo de allí arriba, te lo prometo, es más bien dura cuando pateas las calle, escribes a diestro y siniestros reivindicando los derechos propios y de más personas, porque ni estos te aplauden, ni los otros quieren escucharte y menos leerte…
Pero esa fue mi salida una vez que volví a entrar en ese mundo de clérigos, de beatas y de mantras o rezos.
Salir sin cerrar ya puerta alguna ¿Sabés por qué? Porque me importa menos que un comino todo o cualquier mundo que no sea este, el que vivo o padezco por culpa de unas personas muy pías, y de otras personas que dicen no creer y que después ves, que creen solo en ellas, sus bienestar y sus posiciones y estatus.
En definitiva son las mismas personas pero con distinto emblemas, estandartes, banderas, colores… Pero todas quieren el paraíso, unos fiscales, y otros fiscalizar tu vida, y otras veces ambas cosas unos y otros.
Esa es mi fe… Pobre caminante y desquiciada como yo misma como dicen aquellos que ahora ven otra Carmen, u otros nombres como decía Josefina con María…Carmen solo hay en mí una, la que parió mi madre y la misma que cree que Di*s es mi Madre, y la que desde mi útero me insta a enraizarme con todas las injusticias
¿No le pasó lo mismo a Jesús?
Esa es mi llama, mi llamada y mi templo, esa es mi Caridad ¡DARME! NO ESPERAR A DAR CUANDO ME PIDAN