FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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sábado, 24 de marzo de 2012

Teología y sociedad


Cándido Abril Merino, Director de la Universidad Popular de Palencia.

Este es el título de las Jornadas que organizó, aclaremos definitivamente, la Universidad Popular de Palencia, dentro de las cuales estaba la conferencia de Juan José Tamayo y que quizás ponga más en evidencia el comportamiento del obispo de Palencia, ya criticado certeramente en la sección El Acento de este periódico.
Parece que la primera Jornada, “Desde la teología al compromiso social”, impartida por dos sacerdotes católicos, no le importaba demasiado al obispo y sí, solamente, la segunda, porque aparecía un señor que él no consideraba “teólogo católico”, como si esta fuera la condición para haberle invitado a nuestras Jornadas, y no de la que partimos nosotros que es la de contar con “ponentes cuya trayectoria nos ilustre” en el análisis y la reflexión sobre este tema, la teología en relación con las problemáticas sociales.
Afortunadamente, la sociedad palentina no tiene la misma opinión que el obispo y acudió en gran número a participar —sí, participar— escuchando, preguntando y opinando, es decir, poniendo de manifiesto la necesidad de estos debates que organiza la Universidad Popular, también sobre teología; seguramente, porque piensan que como nos dirá Juan José Tamayo “otra teología es posible” y, como se deduce de ciertos comportamientos eclesiásticos, “no solo es posible… sino necesaria”.— Cándido Abril Merino.

El Salvador: La palabra de Monseñor Romero nos continúa estremeciendo


Iván Escobar

(COLATINO)
A 32 años del crimen de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, hecho que conmocionó a la sociedad salvadoreña y causó un impacto en la comunidad internacional, muchos siguen su ejemplo, desde humildes campesinos, mujeres viudas, jóvenes que nunca le conocieron físicamente, pero que lo han logrado sólo a través de sus textos, hasta funcionarios que aseguran hoy en día es un referente importante en la sociedad.
Un ejemplo de este seguimiento a su palabra y constante difusión, ha sido José Jorge Simán, un destacado empresario y quién asegura llegó a conocer al religioso en los momentos más oscuros que vivió esta sociedad.
“Su palabra continúa estremeciéndonos con ese tono pausado, profundo y vigente”, concluye Simán, durante una breve exposición, la tarde de este martes, en la iglesia El Rosario, como parte de las actividades organizadas por la Fundación Monseñor Romero.
Simán compartió con varias personas su testimonio, incluso, repartió un breve relato en el cual recapitula varias de las situaciones que vivió junto a Monseñor Romero.
El Arzobispo Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, por los Escuadrones de la Muerte. El informe de la Comisión de la Verdad, señaló al Mayor Roberto d’Aubuisson, fundador de ARENA, como la persona que ordenó el crimen.
“D’Aubuisson, junto al ex capitán Álvaro Saravia y Fernando Sagrera, habrían participado en la planificación del magnicidio”, relata el Informe de la Comisión de la Verdad.
Diario Co Latino informó en septiembre del año pasado que el autor material, es decir, la persona que disparó contra Monseñor Romero, fue un ex sargento de la extinta Guardia Nacional, que pertenecía al equipo de seguridad del Expresidente de la República, Arturo Armando Molina, identificado como Marino Samayoa Acosta.
Simán recordó que conoció al religioso a principios de los años 70, “cuando teníamos encuentros no muy agradables”, en ese momento Monseñor Romero era Obispo Auxiliar en San Salvador y él era presidente de la Oficina Católica de Cine.
Con el tiempo, las diferencias fueron superándose al grado que Simán le continuó dando seguimiento, “cada vez que enterraba a un sacerdote lo acompañaba”, dijo, una situación que se repitió varias ocasiones después del crimen del sacerdote Rutilio Grande.
“Muchos dicen que la muerte del padre Rutilio lo cambio… yo creo que no, porque él siempre tuvo sensibilidad hacia los pobres, hacia las necesidades las personas”, afirma Simán.
Además, lo recuerda como un hombre alegre y que nunca buscó ser protagonista, sino que se mantuvo en la humildad y desde allí escuchaba a los más pobres.
Simán compartió mucho tiempo con Monseñor Romero, quién acudía constantemente a su casa e intercambiaba con su familia, incluso el religioso se acercaba para tratar de persuadir a otros personas sobre la necesidad de ser solidarios, trabajar por el país y atender las necesidades de muchos, que otros ignoraban.
“Cuando asesinaron al padre Rutilio, fui a su entierre… ahí Monseñor me dijo: Don Pepe reunámonos por favor. Era un testigo de nuestras angustias y esperanzas, tenía como costumbre ante la complejidad de nuestros problemas, conversar con todos… ese amor al prójimo lo llevó a buscar la justicia”, reflexiona.
Monseñor Ricardo Urioste, Presidente de la Fundación Romero, durante la jornada de ayer, y la cual se está llevando a cabo en este año en El Rosario, destacó la participación de Simán “que nos ha recordado a Monseñor como el presente y futuro para El Salvador”.
Simán añadió que el gran problema en la tierra natal del Obispo mártir, ha sido el desconocimiento de su palabra, y afirmó que Mons. Romero fue testigo del sufrimiento de su pueblo.
Jornadas previas al 24 de marzo
La Fundación Romero desarrolla esta semana una serie de charlas en la iglesia de El Rosario, desde las 4 de la tarde. Para hoy está programada la ponencia: “Mons. Romero y la Esperanza Cristiana”, la cual estará a cargo de Carlos Ayala Ramírez, Director de Radio YSUCA.
La jornada incluye una exposición de murales y fotografías en el interior de este templo, el cual estará abierto hasta el próximo domingo.
El día central es el sábado 24 de marzo, iniciando a las tres de la tarde con la peregrinación desde el Salvador del Mundo hasta la Catedral; a las 7:30 p.m. se llevará a cabo la eucaristía que estará presidida por Monseñor Elías Samuel Bolaños Avelar, Obispo de la diócesis de Zacatecoluca; posteriormente se desarrollará la vigilia.
Este viernes también habrá jornadas, todas se desarrollan desde las cuatro de la tarde.
Monseñor Urioste expresó que Monseñor Romero “sigue adelante… él hizo vida el llamamiento del señor, que hoy recordamos y vivimos”.


JOSÉ ANTONIO PAGOLA QUINTO 2012


Si el grano de trigo no cae en tierra...
 

No están habituados nuestros oídos a escuchar palabras como éstas de Jesús: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». Nosotros pensamos que lo único realmente positivo que puede construir nuestra vida es la salud, el éxito, lo agradable, lo que nos sale bien. ¿Qué pueden aportar de bueno y positivo a nuestra existencia la enfermedad, el sufrimiento, la desgracia o el fracaso? (LEER EL EVANGELIO)
Pensemos, por ejemplo, en esa experiencia dolorosa de la enfermedad que todos podemos sufrir, tarde o temprano, en nuestra propia carne. La enfermedad se nos presenta como algo totalmente malo y negativo. Una fatalidad absurda e injusta que nos ataca de pronto echando por tierra todos nuestros proyectos.
Sin embargo, los mismos científicos nos advierten que la enfermedad no es siempre algo dañoso. Puede ser también la reacción sabia del organismo que emite una señal de alarma para que la persona se cure de heridas y conflictos profundos, y reoriente su vida de manera más sana.
En cualquier caso, la enfermedad puede ser una experiencia de crecimiento y renovación si el enfermo acierta a vivirla de manera positiva. He aquí algunas sugerencias.
La enfermedad grave rompe nuestra seguridad. Vivíamos tranquilos y sin problemas, y de pronto nos vemos obligados a dejar el trabajo, detener nuestra vida y permanecer en el lecho. Entonces llegan las preguntas: ¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Me curaré? ¿Podré hacer de nuevo mi vida de siempre? Al enfermar, comprobamos que nuestra vida es frágil y está siempre amenazada. Si estamos atentos, escucharemos cómo la enfermedad nos invita a apoyarnos en algo o alguien más fuerte y seguro que nosotros.
Al mismo tiempo, en esas largas horas de silencio y dolor, el enfermo comienza a revivir recuerdos gozosos y experiencias negativas, deseos insatisfechos, errores y pecados. Y sur gen de nuevo las preguntas: ¿Y esto ha sido todo? ¿Para qué he vivido hasta ahora? ¿Qué sentido tiene vivir así? Es el momento de reconciliarse con uno mismo y con Dios, confesar los errores del pasado y acoger en nosotros la paz y el perdón.
Pero la enfermedad nos ayuda, además, a abrir los ojos y ver con más lucidez el futuro. Al caer muchas falsas ilusiones, el enfermo empieza a descubrir lo que de verdad es importan te en la vida, lo que no quisiera perder nunca: el amor de las personas, la libertad, la paz del corazón, la esperanza. Es el momento de reorientar nuestra vida de manera más humana. Intuimos que nos irá mejor.
Pasarán los días y las noches. El organismo se curará o, tal vez, caerá en un proceso incurable. Pero siguiendo a Cristo, más de uno podrá descubrir que el grano que muere da fruto, el sufrimiento purifica y la enfermedad puede conducir a una vida más sana.


 
En la vida no todo es crecer, avanzar o ganar. Hay muchos momentos en que la persona puede conocer la crisis sicológica, la enfermedad física o el oscurecimiento de la luz. Algo se rompe entonces en nosotros. Comenzamos a experimentar la vida como pérdida, límite o disminución. Ya no estamos tan seguros de nada. Ya no hay alegría en nuestro corazón. No somos los mismos.
Podemos entonces rebelarnos y vivir ese momento como algo totalmente negativo que nos hace daño y mutila nuestro ser. Pero lo podemos vivir de otra manera, como un desprendimiento o una pérdida que nos llevará a asentar nuestra vida sobre bases más firmes. Jesús hablaría de una poda necesaria para dar más fruto.
Si sabemos recorrer un itinerario humilde y confiado, «perder» nos puede conducir a «ganar». Hemos de empezar por aceptar nuestra situación. No es bueno negar lo que nos está pasando, ni disimularlo ante nosotros mismos y ante los demás. Es mejor reconocer nuestra limitación y fragilidad. Ese ser frágil e inseguro, poco acostumbrado a sufrir, también soy yo.
La crisis nos obliga a preguntarnos por nuestras raíces: ¿cuál es la verdad última que nos motiva e inspira?, ¿dónde se apoya realmente nuestra vida? Hay una verdad rutinaria que nos mantiene en el día a día, pero hay una verdad más honda que, tal vez, sólo emerge en nosotros en momentos de crisis y debilidad.
El creyente vive este proceso como una experiencia de salvación. Ahí está Dios sanando nuestro ser. Y el mejor signo de su presencia salvadora es esa alegría interior humilde que poco a poco se puede ir despertando en nosotros. Una alegría que nace del centro de la persona cuando se abre a la luz de Dios.
Tal vez estas experiencias nos pueden ayudar a entender ese lenguaje difícil de Jesús que, en contra de toda lógica de apropiación y seguridad, propone la desapropiación y la pérdida como camino hacia una vida más plena: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece en este mundo, se guarda para la vida eterna». El que está dispuesto a perderlo todo por amor, se salva.
 

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