FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

miércoles, 7 de marzo de 2012

Almodovar x Garzón

Rouco en contra de los movimientos obreros cristianos


Redacción de Atrio, 05-Marzo-2012

A los obispos, entre ellos a Rouco, les gusta exhibir Caritas y los movimientos apostólicos obreroscomo prueba de la “alta conciencia social” que tienen. Algunos, entre ellos Rouco, tienen en el organigrama de su diócesis un “Delegado episcopal de Pastoral del Trabajo”. Pero cuando esos movimientos y ese delegado se toman en serio influir en las conciencias de los feligreses, no dudan en desautorizarles públicamente como acaba de hacer Rouco con este decreto:
«La Delegación Episcopal Diocesana de Pastoral del Trabajo ha enviado a todas las parroquias un comunicado elaborado por la HOAC y la JOC de ámbito nacional, ante la nueva Reforma Laboral.
»Nuestra Diócesis no se identifica con el contenido de dicho Documento, ni se hace responsable del mismo, considerando improcedente su difusión.
»Por indicación del Sr. Cardenal se envía esta nota para que cada Vicario Episcopal la haga llegar a los ámbitos de su responsabilidad. En las Vicarías territoriales debe enviarse a los Arciprestes a la mayor brevedad posible, a fin de que éstos lo envíen a las parroquias y lugares de culto de su respectivo arciprestazgo».
Madrid, 24 de Febrero de 2012.
Esta dura nota respondía a la comunicación que el día anterior había enviado el Delegado Diocesano de Pastoral del Trabajo a todos los párrocos de Madrid:
Delegación Pastoral Trabajo – Madrid depastra@gmail.com
23 feb
La dimensión social de la fe es elemento  nuclear de la evangelización  Por eso nos urge hacer  lectura  cristiana de la REFORMA LABORAL aprobada por el Gobierno español hace pocos días en un decreto ley.
Es importante que los criterios cristianos de la Doctrina Social de la Iglesia formen parte de nuestro juicio, por encima de las ideologías económicas  o políticas que todos tengamos .Esta responsabilidad le corresponde a toda la Iglesia,pastores consagrados y laicos, para poder llevar a cabo su tarea de fermento en el mundo. A cada uno según su vocación específica.
Por eso esta  Delegación Diocesana de Pastora del Trabajo os adjunta un documento: el “COMUNICADO ANTE LA NUEVA REFORMAL ABORAL” elaborado por la HOAC y la JOC, movimientos apostólicos de Acción Católica, porque puede ayudar analizar un hecho social que cae dentro de la dimensión social de la fe.
Con la intención de poder hacer un servicio pastoral un saludo en Cristo Jesús.
Juan Fernández de la Cueva.
Delegado de Pastoral Diocesana del Trabajo.
http: // dpt.archimadrid.es
Y este es el documento conjunto de la HOAC y la JOC que Rouco no quería que se difundiese en las parroquias de Madrid este domingo pasado:

COMUNICADO ANTE LA NUEVA REFORMA LABORAL

La Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), como parte de la Iglesia en el mundo obrero y del trabajo, ofrecemos esta reflexión ante la aprobación por el Consejo de Ministros de una nueva reforma laboral.
Nos encontramos con la 16ª reforma del mercado de trabajo en democracia. Hasta ahora las sucesivas reformas laborales llevadas a cabo por los gobiernos, de uno u otro signo político, bajo el pretexto de modernizar y flexibilizar dicho mercado laboral, han transformando la concepción y función del trabajo asalariado en nuestra sociedad y están socavando los derechos de las personas trabajadoras y de sus familias.
Estas reformas siempre se han presentado como una necesidad para combatir el desempleo, pero sólo han conseguido:
-        incrementar el empleo temporal, especialmente para los jóvenes;
-        diversificar las modalidades de contratación a la carta;
-        abaratar el coste del despido;
-        reducir el crecimiento de los salarios;
-        devaluar lo público (servicios sociales, educación y sanidad).
En definitiva, han profundizado en el trabajo precario y en el empobrecimiento de las familias trabajadoras. Un ejemplo lo tenemos en los años de crecimiento económico anteriores a la actual crisis: aún creándose riqueza y empleo, estos no sirvieron para disminuir la pobreza en nuestro país.
Ninguna reforma ha estado orientada hacia la expansión de un empleo decente como Benedicto XVI reclama en la encíclica Caritas in veritate. Los derechos que emanan de un trabajo a la altura del ser humano no pueden estar subordinados a las exigencias económicas. Es la economía la que debe orientarse a las necesidades de las personas y de sus familias; es el ser humano el centro de la actividad económica y laboral. El respeto a la dignidad del trabajo, vinculado a la dignidad de la persona, es y debe ser el criterio central de una economía orientada por “una ética amiga de la persona”. (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 45)
Esta nueva reforma es otra agresión al trabajo humano como principio de vida. Creemos que una reforma laboral que pretende ser completa y marcar un antes y un después en las relaciones laborales, no puede hacerse sin el suficiente consenso social entre las personas trabajadoras y el colectivo empresarial. Y tendría, además, que responder a las necesidades de las familias trabajadoras y no a las exigencias impuestas por los mercados financieros, las grandes empresas, las instituciones comunitarias y los organismos económicos internacionales.
Esta reforma laboral es una vuelta de tuerca más para flexibilizar el mercado de trabajo:
- Quiebra el derecho constitucional a la negociación colectiva y a la capacidad organizativa de los trabajadores –no existe negociación real de los trabajadores en el ámbito de la empresa cuando el 95% del tejido productivo español está compuesto por empresas de menos de 50 trabajadores. Este Real Decreto contempla la fractura de la cohesión social al habilitar la “caducidad” de los convenios colectivos desincentivando cualquier negociación entre las partes.
- Facilita y abarata la expulsión del mercado de trabajo: quita trabas al despido por causas económicas; rebaja la indemnización del improcedente (pasando a 33 días por año trabajado, con un máximo de 24 mensualidades) y elimina la autorización administrativa para poder llevar a cabo los expedientes de regulación de empleo. Los contratos indefinidos con esta nueva regulación tampoco tendrán, como los temporales, condición de estabilidad.
-   Abre el camino para ajustar los salarios a la productividad. Con esta reforma, los salarios de los trabajadores más débiles van a depender de la voluntad unilateral del empresario.
-  Dificulta, cuando no impide o precariza, el empleo juvenil. Más del 80% del empleo destruido por la crisis corresponde a empleo juvenil. El nuevo contrato de trabajo indefinido, especialmente para jóvenes (también para desempleados de larga duración), dirigido a las empresas de menos de 50 trabajadores, se puede convertir, más que indefinido, en un contrato temporal sin causa justificada. Estas nuevas modalidades de contratación y regulación ponen en serio peligro, aún más, la estabilidad presente y futura de la mayor parte de la juventud.
No compartimos la individualización de las relaciones laborales que propone esta reforma.Recordamos a nuestros gobernantes que el trabajo es una experiencia comunitaria y que una de las funciones de la empresa, según la Doctrina Social de la Iglesia, es favorecer la comunitariedad. Todo lo que suponga la individualización, dar prioridad a los intereses personales frente a los colectivos, significa romper la vocación a la comunión del ser humano
No es lícito eliminar derechos y protección de las personas trabajadoras con el argumento de combatir el desempleo y de reducir la temporalidad, cuando han sido las políticas económicas de los últimos gobiernos las que han provocado que haya un tejido productivo tan débil y un empleo tan precario.
No podemos seguir flexibilizando  las relaciones laborales sin garantizar la seguridad de una vida digna para las personas trabajadoras y sus familias. Y esta reforma se lleva a cabo en un contexto de quiebra del Estado de Bienestar, de reducción del Sector Público y de recortes de los servicios y prestaciones sociales sin precedentes.
Esta reforma rompe el débil equilibrio conquistado históricamente entre capital-trabajo, alejándose del principio siempre defendido por la Iglesia de la prioridad del trabajo frente al capital. Además, supone un nuevo golpe al Derecho Laboral limitando su capacidad de frenar la creciente mercantilización y “cosificación” del trabajo humano. Consideramos que este gobierno ha aprovechado el estado de quietud y miedo de la mayor parte de la ciudadanía, para eliminar viejas conquistas laborales y aspiraciones conseguidas tras muchas luchas de tantas personas a lo largo de la historia.
Los retos actuales que atraviesa la economía española requieren medidas políticas concertadas en el ámbito internacional que subordinen la economía financiera a la economía productiva. Es preciso, como ha pedido insistentemente Benedicto XVI y el Pontificio Consejo Justicia y Paz, una reforma del sistema financiero internacional. Esta reforma supondría avanzar en justicia social y comunión de bienes, redistribuyendo efectivamente la riqueza existente; controlar la economía especulativa y frenar el desmedido afán de lucro, en lugar de eliminar derechos. Este es el camino que puede generar riqueza orientada a la creación de empleo decente y con derechos, y a disminuir la pobreza.
Como Iglesia en el mundo obrero, en las actuales circunstancias, pedimos a las autoridades políticas, a los agentes sociales y económicos, al conjunto de los trabajadores y de la sociedad, y especialmente a los cristianos y cristianas, que caminemos juntos, con la intención de eliminar las causas que han generado esta crisis económica y, al mismo tiempo, superemos las estructuras económicas y sociales injustas que tanto sufrimiento, deshumanización y pobreza están provocando a las personas.
También instamos a los partidos políticos a corregir y reorientar, en el proceso parlamentrario, esta reforma laboral poniendo en el centro de la misma el trabajo decente y con derechos y, al mismo tiempo, animamos a participar en las iniciativas y movilizaciones que se convoquen por parte de las organizaciones eclesiales, sociales y sindicales que ayuden a tomar conciencia y revertir esta situación tan lesiva para las personas trabajadoras y sus familias.
Madrid, 16 de febrero de 2012

Una reforma de la Iglesia todavía pendiente


Juan A. Estrada

EN octubre de este año se cumple el cincuenta aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II. No faltarán conmemoraciones y estudios que analicen el acontecimiento mas importante de la Iglesia católica en el siglo XX. Sin embargo, a la luz de la actual situación del catolicismo, ya se puede hablar de un fracaso y de una oportunidad histórica malograda.
La situación de la Iglesia hoy es tan crítica o más que hace 50 años y la evangelización que buscaba el Jubileo del 2000 pasa por una reforma de la Iglesia, que se quedó a mitad de camino. Ya se habla de un Concilio Vaticano III, cuando todavía no se ha realizado el programa del Vaticano II.
El Concilio fue una decisión del papa Juan XXIII y contó con la oposición mayoritaria de la curia romana. El Papa quería la Iglesia se pusiera al día, de ahí el eslogan del aggiornamento. Las estructuras institucionales, las formas de gobierno, las doctrinas, los sacramentos y la pastoral necesitaban una renovación en profundidad.
El Concilio no tuvo miedo de hablar de “reforma” (la Iglesia, llamada a una reforma permanente, que necesita continuamente como institución humana: UR 6), emprendida por la Iglesia misma y no como reacción a la protestante. Esa reforma pasaba por la de la curia romana y la del gobierno de la Iglesia. El Concilio fue la primera experiencia de globalización de cerca de tres mil obispos reunidos en Roma. Las llamadas a cambiar la estructura central de la Iglesia fueron abrumadoras, en contra del centralismo romano, de la escasa autonomía de sus iglesias, del aislamiento de cada obispo al tratar directamente con las congregaciones romanas y de la necesidad de adaptarlas al siglo XX.
Pablo VI recogió algunas demandas, procedió a internacionalizar la curia y a disminuir el peso de italianos y europeos; a poner un límite de edad a los obispos y a los cardenales electores; y a instaurar un sínodo episcopal que se reuniría regularmente y que sería autónomo de la curia romana. A estas iniciativas se opuso un sector importante de las congregaciones romanas, así como la minoría conciliar que se convirtió en mayoritaria durante el pontificado de Juan Pablo II. Las propuestas del Concilio quedaron a mitad de camino y se frustraron porque los encargados de llevarlas a cabo fueron muchos de los que se opusieron a las iniciativas conciliares.
Cincuenta años después, la necesidad de una reforma de la curia, de las congregaciones y del gobierno pontificio permanecen. Ha fallado la ansiada transformación de las estructuras y modo de gobierno, y se amontonan los escándalos, los problemas y el desconcierto de los católicos. Primero fue el escándalo de la pederastia: no sólo los miles de casos que aparecieron, sino el silencio continuado y la protección de los causantes, a costa de las víctimas.
Ahora el panorama se complica y se publican cartas de nuncios que hablan de corrupción y de abusos económicos, de los cuales ha habido otros casos en los últimos decenios. Y se añaden ataques contra el secretario de Estado; anuncios de un supuesto plan para acabar con el papa, que vuelve a recordar a Juan Pablo I; filtraciones de documentos secretos por prelados; enfrentamientos y luchas de poder. L’Osservatore Romano se refierió al papa como el pastor entre los lobos.
Algo huele a podrido en la cúpula de la Iglesia. El poder corrompe a las personas en las instituciones, y las religiosas no se escapan. La necesaria reforma de hace 50 años sigue pendiente y es más necesaria que nunca. Incluso la internacionalización parece frenada y el reciente cónclave de cardenales es marcadamente europeo e italiano (casi la mitad de los cardenales electores pertenecen a la curia romana y África e Hispanoamérica han sido omitidas). Demográficamente, el peso del catolicismo está en América, pero son europeos los que presiden el gobierno de la Iglesia. A esto se añade un proceso en marcha que busca minimalizar el Concilio, maximalizar la continuidad con el Vaticano I y silenciar lo que tuvo de ruptura y de discontinuidad.
El mismo Ratzinger habló del Vaticano II como un contra-Syllabus, es decir, como una corrección del rumbo antimodernista que tuvo el siglo XIX. Esto es lo que rechazaron los más conservadoresy lo que se impulsa hoy en algunos círculos eclesiales que ven a la sociedad como una amenaza y tienen nostalgia del modelo de Iglesia y de teología que existía antes. Juan XXIII los llamó “profetas de calamidades”, porque sólo ven errores y cosas negativas en la evolución histórica.
El fracaso se muestra en que el Vaticano II es un Concilio ignorado por los jóvenes y muy olvidado por los mayores. Sin embargo, la reforma de la Iglesia, de la curia romana y de la forma de gobierno papal es más necesaria que nunca, como ya advirtió Pablo VI, que buscaba otra forma de ejercer el primado. La involución del post-concilio paró el dinamismo reformador de éste y ahora es difícil dar otro impulso a la renovación. La figura estelar de Juan Pablo II tapó los problemas que se amontonaban, pero los papas pasan y la curia permanece.
El gobierno de la Iglesia necesita instituciones, pero las que hay pertenecen más a la época de la monarquía papal que al siglo XXI. La sociedad civil ha avanzado rápidamente los últimos decenios, pero la Iglesia católica se ha vuelto estática y alérgica a los cambios. Hay cada vez más distancia entre la sensibilidad mayoritaria de los ciudadanos y la que prevalece en la jerarquía eclesiástica. Los intentos de la colegialidad, de potenciar las conferencias episcopales nacionales, de otros procedimientos en el nombramiento de obispos y de la promover a los seglares en una iglesia clerical han fracasado en buena parte.
El problema es que si la Iglesia no se renueva en profundidad, puede surgir algo peor que en el siglo XVI, la deserción masiva de muchos católicos que encuentran en la Iglesia un obstáculo más que una ayuda para su fe y compromiso cristiano.