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ATALAYA

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sábado, 25 de febrero de 2012

Pastoral Obrera en Sevilla califica la situación actual de inmoralidad radical



“Un sistema laboral, a todas luces inhumano e injusto”
Muestra su indignación por la precariedad y la “cosificación” de los trabajadores
Hace un llamamiento a “realizar cuántas acciones sean necesarias para visibilizar las injusticias y manifestar nuestra oposición a las mismas”
Comunicado de la delegación de pastoral obrera de Sevilla
La Delegación Diocesana de Pastoral Obrera ha emitido un comunicado al término de la jornada diocesana celebrada el pasado fin de semana, en el que muestra su indignación por la precariedad, la “cosificación” de los trabajadores, la desmesurada ambición de los más ricos, la conversión del trabajo en “ocasión de explotación”, y la sumisión de los gobernantes “a los intereses egoístas de una racionalidad económica que acaba por hacer inviable la existencia humana”.
“No pasar de largo ante el sufrimiento ajeno”
En este comunicado se lamenta también “la miseria creciente a la que se condena a tantas familias, por medio de un sistema económico y laboral, a todas luces inhumano e injusto”. La Delegación deja patente su intención de “no pasar de largo ante el sufrimiento ajeno. Lo hacemos -se añade en el comunicado- como Iglesia samaritana en medio del mundo obrero y del trabajo”.
En esta situación, la Delegación convoca a toda la comunidad cristiana a “sanar al hombre y mujer heridos por este sistema económico y cultural en lo más hondo de su ser: levantando al caído, acompañando al que ha perdido su horizonte de vida, compartiendo con los empobrecidos nuestros bienes, ayudando a reincorporarse al camino a cuantos quedan en las cunetas, y generando espacios de comunión y humanización”.
Seguidamente, hace un llamamiento a “anunciar la vida nueva revelada por Jesucristo que tiene como clave fundamental el Amor de Dios que exige la comunión y se realiza en la justicia, poniendo de manifiesto cómo el plan de Dios coincide con el bien del hombre, a través del testimonio de vida cotidiano de nuestras comunidades cristianas”.
En el comunicado se propone una denuncia, “con la claridad y la contundencia de la Doctrina Social de la Iglesia y del Evangelio de Jesucristo”, de lo que califican como “inmoralidad radical de la situación actual”, y se hace un llamamiento a “realizar cuántas acciones sean necesarias para visibilizar las injusticias y manifestar nuestra oposición a las mismas”.

Job y Jesús de Nazaret, indignado


Juan José Tamayo, teólogo

Éste es el primero de una serie de artículos que sobre el mismo tema escribe Juan José Tamayo. Los próximos artículos llevarán estos titulos:1. Jesús indignado “con el poder político”. 2. “con el poder económico”. 3 “Con el poder religioso”. 4. “Con el poder patriarcal. 5 “Con Dios”. (Redacción de R. C.)
El movimiento de los Indignados ha logrado implicar a jóvenes pertenecientes a diferentes movimientos cristianos comprometidos con la justicia y la liberación: Jóvenes Obreros Cristianos (JOC), Jóvenes Estudiantes Cristianos (JEC), Jóvenes de acción Católica (JAC), Comunidades de Base, Cristianos por el Socialismo, Movimiento de Apostolado Seglar (MAS), Comités de Solidaridad, etc.
Todos ellos se encuentran entre los participantes y convocantes de las movilizaciones contra la tiranía de los mercados, los déficits democráticos y en defensa de una democracia participativa, económica, intercultural e interétnica, sin exclusiones por razones de género, clase social, procedencia geográfica, religión, cultura, etc.
Tienen poderosas razones éticas, políticas, económicas y sociales para movilizarse y solidarizarse con los Indignados, ya que están viviendo las consecuencias de la crisis y de las políticas represivas, el cierre de todo horizonte laboral y la negación de
los más elementales derechos y libertades.

Pero, hay otra razón, que no niega las anteriores, sino que las refuerza y radicaliza para participar en las acciones populares de protesta: Jesús de Nazaret, crucifi cado por las autoridades religiosas y políticas por comportarse indignadamente
Durante las últimas décadas viene produciéndose un cambio verdaderamente revolucionario en torno a la persona de Jesús, el que se refiere a la manera de entender la actitud de Jesús ante el conflicto en sus diferentes niveles: religioso,
político, social, teológico, etc.

El cambio es muy similar al que se ha producido en torno a otra figura de la Biblia judía: Job. La imagen del jeque idumeo que se nos transmitió, resultaba de la lectura del prólogo y del epílogo del libro que lleva su nombre y que lo presentaban como una persona resignada ante los diferentes reveses de fortuna.
Esa imagen se resumía en la reacción sumisa de Job cuando pierde todos sus bienes: “¡Yahvé me lo ha dado, Yahvé me lo ha quitado. Bendito sea el nombre de Yahvé” (Job 1, 21), y en el comentario del autor del libro: “A pesar de todo, Job no pecó ni imputó nada indigno
a Dios” (Job 1, 22).

Recuerdo todavía la reacción de mi madre ante mis travesuras que
con razón le sacaban de quicio: “Hijo, contigo hay que tener más paciencia que el santo Job.
Sin embargo, el conocimiento del conjunto el libro nos descubre otra imagen de Job, que poco o nada tiene que ver con la del prólogo y la del epílogo. Es el Job impaciente que descubrí ya en mi juventud leyendo el excelente libro de J. Mª Cabodebilla, La impaciencia de Job, y que estoy releyendo ahora con verdadera fruición.

Con quien nos encontramos es con un Job rebelde, que osa litigar con Dios y poner en cuestión la doctrina tradicional de la retribución y, por ende, la justicia divina. Es un Job crítico, indignado por igual con Dios y con quienes pretenden salvar el honor de Dios; un Job que se adelanta en casi veinte siglos a los críticos modernos de la teodicea y pone en aprietos a Dios cuando le interroga por las razones de su comportamiento tan arbitrario.

Bloch lo define muy certeramente como el “Prometeo hebreo”, que pone en cuestión el orden del mundo.
Tres amigos van a consolarle y a convencerle de que tiene merecido el castigo por sus pecados, al tiempo que pretenden demostrar la justicia y equidad de Dios, exculparle de toda responsabilidad en los males que padece y defenderlo con argumentos desmentidos por los hechos.

Sin embargo, en ningún momento muestran el más mínimo ápice de compasión ante su desgracia.
Hay un momento en que la indignación de Job sube de tono, cuando maldice el día que nació: “Muera el día en que nací, la noche en que anunció: ‘¡Ha sido concebido un varón!’.

Que ese día se vuelva tinieblas, que Dios, desde lo alto, no lo eche en falta, que la luz no brille sobre él… ¿Por qué no morí antes de nacer o salí del vientre ya cadáver? ¿Por qué me recogerían dos rodillas, dos pechos para amamantarme?…

Como aborto ignorando, no existiría, como niño que no llega a ver la luz” (Job, 3, 1ss).
De Jesús se predicó siempre, como de Job, la paciencia, la aceptación de la voluntad de Dios, el acatamiento de las leyes judías y la sumisión al orden religioso y político vigente. Esa es, en buena medida, la imagen de Jesús que Nietzsche ofrece en El Anticristo: “Él no opone resistencia, ni con palabras ni en el corazón, a quien es malvado con él… No se encoleriza con nadie, ni menosprecia a nadie. No se deja ver en los tribunales, ni se deja citar ante ellos (“no jurar”)…

Lo que él legó a la humanidad es la práctica: su comportamiento ante los jueces, ante los sayones, ante los acusadores, ante toda especie de calumnia y burla su comportamiento en la cruz… Él ora, sufre, ama con quienes, en quienes le hacen el mal. No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie…” (El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo, Alianza, Madrid, 1974, parágrafos 33 y 35, pp. 63. 65).

En esto no puedo estar de acuerdo con Nietzsche. Jesús fue un Indignado, que estuvo en permanente conflicto con el orden establecido.
Se comportó como un ciudadano en rebeldía, como un creyente insumiso. La indignación y el conflicto caracterizaron su personalidad, su modo de ser y de vivir. Ambas constituyen la opción fundamental de su vida, el principio ético que guía su práctica liberadora y la razón de su trágico final. Lo demostraremos en los artículos siguientes.
JUAN JOSÉ TAMAYO
Director de la Cátedra de Teología de la Universidad Carlos III de Madrid
23 de febrero de 2012 Núm. 3.934 (291) ESCUELA 3

JOSE ANTONIO PAGOLA PRIMERO CUARESMA 2012



Marcos presenta la escena de Jesús en el desierto como un resumen de su vida. Señalo algunas claves. Según el evangelista, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». No es una iniciativa suya. Es el Espíritu de Dios el que lo desplaza hasta colocarlo en el desierto: la vida de Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas, inseguridad y amenazas.
Pero el «desierto» es, al mismo tiempo, el mejor lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios. El lugar al que hay que volver en tiempos de crisis para abrirle caminos al Señor en el corazón del pueblo. Así se pensaba en la época de Jesús.
En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás».(LEER EL EVANGELIO) Nada se dice del contenido de las tentaciones. Sólo que provienen de «Satanás», el Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro.
El breve relato termina con dos imágenes en fuerte contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven». Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles», los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice, cuida y defiende a Jesús y su misión.
El cristianismo está viviendo momentos difíciles. Siguiendo los estudios sociológicos, nosotros hablamos de crisis, secularización, rechazo por parte del mundo moderno… Pero tal vez, desde una lectura de fe, hemos de decir algo más: ¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos? Nunca habríamos elegido nosotros estos caminos.
Esta experiencia de desierto, que irá creciendo en los próximos años, es un tiempo inesperado de gracia y purificación que hemos de agradecer a Dios. El seguirá cuidando su proyecto. Sólo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones que nos pueden desviar una vez más de la conversión a Jesucristo.

TENTACIONESNo le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus
discípulos, a lo largo de su vida.
Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.
Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.
Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas"(Lucas 22,28).
El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.
¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?
El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?
 


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