FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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viernes, 9 de diciembre de 2011

El planeta está muriendo


Avaaz

Queridos amigos y amigas,
Nuestro planeta está muriendo, pero los grandes intereses petroleros siguen teniendo a gobiernos clave en sus bolsillos, bloqueando cualquier posibilidad de un acuerdo climático. Quedan tres días antes de que finalicen las negociaciones de la ONU en Durban — ¡hagamos un llamamiento a Europa, Brasil y China para que nos lideren hacia un acuerdo que salve el planeta! Haz clic abajo para firmar esta petición urgente:
Nuestros océanos están muriendo, nuestro aire está contaminándose, y nuestros bosques y campos se están convirtiendo en desiertos. A un ritmo veloz, estamos destruyendo el planeta que nos sustenta: su flora, su fauna y también la vida de millones de seres humanos. La mayor causa detrás de esta destrucción del mundo natural es el cambio climático, y en los próximos tres días tenemos la oportunidad de comenzar a detenerlo.
El tratado de la ONU sobre cambio climático representa nuestra mejor esperanza de acción inmediata, pero expira el próximo año. Ahora, liderada por EE.UU., una codiciosa coalición de países dominados por los intereses petrolíferos está intentando deshacerse del tratado para siempre. Resulta difícil de creer, pero siguen empeñados en obtener ganancias a corto plazo a expensas de la supervivencia de nuestro medio ambiente.
Los gobiernos de la Unión Europea, Brasil y China se están mostrando indecisos. Ciertamente no son tan esclavos de las empresas petroleras como lo es EE.UU., pero solo un enorme llamamiento a la acción por parte de los ciudadanos puede llevarles a adoptar una posición de liderazgo político y financiero para salvar el tratado de la ONU. Los gobiernos de todo el mundo están reunidos en la Cumbre del Clima de Durban, y durante los próximos tres días se pueden alcanzar decisiones importantes. Enviemos a nuestros dirigentes un llamamiento masivo para que resistan al gran lobby del petróleo y salven el planeta — un equipo de Avaaz entregará nuestra petición directamente durante la reunión:
Las cosas están alcanzando niveles de desesperación. En todo el planeta, las condiciones climáticas extremas están batiendo récords, dejando a millones de personas sin techo, sin alimentos, y sin agua. Estamos acercándonos rápidamente a un punto de no retorno en la lucha por frenar el cambio climático, y tendríamos que comenzar a reducir de manera drástica nuestras emisiones de carbono antes del año 2015.
Estamos ante una urgencia real, pero el mundo aún no ha logrado movilizarse contra el enorme poder del sector de los combustibles fósiles que domina la política de EE.UU.. No contentos con haber arruinado la Cumbre de Copenhague y el Protocolo de Kyoto, ahora están formando una coalición de enemigos de cualquier acuerdo climático para darle el golpe de gracia a las negociaciones internacionales que tienen lugar esta semana en África.
Nuestra única esperanza de cambio reside en Europa, Brasil y China. Ellos pueden lograr que se llegue a un acuerdo, pero necesitan hacerlo juntos, y es allí donde nosotros entramos a participar. Los negociadores de la UE están agotados, tras haber batallado largas y duras peleas por el clima, y ahora necesita un empujón de apoyo ciudadano. China ya ha aceptado la posibilidad de compromisos vinculantes, está preocupada por su reputación internacional, y podría liderar aún más si le damos un impulso de aliento. Por último, Brasil, país anfitrión de la Cumbre de la Tierra del próximo año (Río+20), está bajo presión para contribuir a que se logre un éxito en el ámbito climático. Lancemos un llamamiento global gigantesco para reunir a los campeones del clima y formar un “dream team” verde. Firma la petición ahora y reenvía este correo:
No podemos tolerar la delirante fiebre de lucro a corto plazo que motiva a los países a suspender y bloquear cualquier acción para combatir la crisis climática — y que literalmente está amenazando nuestra supervivencia. Afortunadamente, nuestro movimiento ciudadano tiene el poder de intervenir en este proceso y exigir un cambio. Mantengámonos unidos, e inspiremos a otros a que se nos unan por un mundo más seguro y más humano.
Con esperanza y determinación,
Luis, Emma, Ricken, Iain, Antonia, Morgan, Dalia, Pascal y el resto del equipo de Avaaz
Más Información:
Europa, frustrada por la lentitud de la negociación del clima (El Pais):
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Europa/frustrada/lentitud/negociacion/clima/elpepu/20111205elpepusoc_2/Tes
La Cumbre del Clima de Durban, ante su semana decisiva (El Mundo):
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/04/natura/1323024575.html
“El futuro del planeta en juego”, dice Ban Ki-moon a negociadores del clima (Univisión):
http://feeds.univision.com/feeds/article/2011-12-06/el-futuro-del-planeta-en-1
Brasil advierte de un “gran desastre”, si no se renueva el Protocolo de Kioto (EPA):
http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5hDgIvIL5IoD6eM-KD5zz-Kf9YM_A?docId=1666464
Canadá asegura que “no habrá sorpresas desagradables” en Durban (EFE):
http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5hnGJb4ZPxHFtQkiFq6HOOuAcnUrw?docId=1669789
El planeta se divide en dos respecto al cambio climático (BBC Mundo):
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2011/11/111127_durban_comienzo_sudafrica_cumbre_clima_fp.shtml
La crisis de la eurozona provoca un recorte drástico de las inversiones en sostenibilidad (El Mundo):
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/01/economia/1322742618.html
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José Miguel Barandiarán


José Arregi, teólogo

Sería raro que este nombre evocara algo a los lectores fuera de nuestro pequeño País Vasco. Pero ahí está el nombre, y él decía, en una de sus muchas sentencias lapidarias, que “todo lo que tiene nombre existe”. ¿Será verdad? ¿Existen, pues, Mari, la diosa suprema de los primitivos vascos, y su consorte Sugaar? ¿Existe Urtzi, el Júpiter vasco? ¿Existen las sirenas, ninfas o hadas llamadas aquí lamiak? ¿Existen los fornidos gigantes llamados jentilak o mairuak, constructores de numerosos dólmenes y cromlechs en nuestras pequeños montes? ¿Y todos los seres que pueblan los mitos de todos los pueblos?
Si son nombrados, es que existen de alguna manera, aunque fuera solamente en la imaginación de quien habla. Ningún nombre está vacío en la intención del que lo pronuncia. Primero es la realidad, luego el nombre. Primero es algo, y luego la conciencia, o la palabra que pretende decir algo sobre algo, aunque nunca llega a decirlo del todo.
¿Por qué dice, pues, el evangelio de Juan que “en el principio existía la palabra”? Juan no habla del principio del tiempo, sino del principio y fundamento del ser, que es a la vez realidad y palabra, existencia y relación, invocación y gracia: “DIOS”. La palabra primera es la palabra hecha carne desde siempre, palabra y a la vez: materia, matriz y carne del mundo. Pero nosotros nos sentimos escindidos entre la palabra y la carne, lo que decimos y lo que somos. Somos humildes nombres en busca del ser, humilde carne en busca de la palabra.
Perdóneme el lector este enredado arranque, si ha tenido el ánimo de seguirlo hasta aquí. Venía a propósito de una sentencia llamativa de un hombre discreto que nunca quiso llamar la atención y que sigue siendo desconocido de la gran mayoría: José Miguel de Barandiarán. Un hombre poco común, nacido en un humilde caserío de Ataun, que vivió ciento dos años (de 1889 a 1991) y aún sigue vivo entre nosotros al igual que su nombre. Con ocasión del vigésimo aniversario de su muerte, acaba de celebrarse un ciclo de conferencias en torno a su figura, y quiero sumarme a su memoria y homenaje.
Fue un hombre sabio y, como todos los sabios, humilde, muy humilde. Nunca olvidó lo que una tarde de otoño, ante un manzano con las ramas inclinadas por el peso, le dijo su madre (de ella le vendría el arte de las sentencias): “Cuanto más fruto, más bajo”. Ella murió dos meses después. Él era muy austero, pero feliz, porque, como le he oído estos días a Jesús Altuna –sabio y humilde también él, y el discípulo más aventajado de José Miguel Barandiarán–, “es feliz no el que tiene mucho, sino el que se conforma con lo que tiene, y él se conformaba del todo”.
Fue un investigador eminente de la cultura vasca antigua, paleolítica y neolítica. Recorrió a pie toda la geografía vasca, al norte y al sur de los Pirineos, excavando dólmenes y túmulos, explorando cuevas con maravillosos bisontes y caballos pintados, recogiendo mitos y dichos, indagando costumbres, examinando con rigor científico y veneración espiritual cráneos y huesos de gentes que vivieron en esta tierra hace miles de años.
Debió su primer hallazgo a la labor previa de un topo, incomparable excavador, aunque anónimo. Un día, caminando por la sierra de Aralar al paraje donde, según le había asegurado un casero de Ataun, se hallaban enterrados “los últimos paganos” vascos, se sentó a descansar sobre unas piedras y, mientras comía el bocadillo, con su bastón removió un montículo de tierra de una topera, y de pronto vio un molar humano, y fue como una revelación: adivinó que se encontraba sentado sobre un dolmen neolítico que guardaba vivos a sus muertos. Así era, y así empezó. Dice Jesús Altuna que su maestro y amigo Barandiarán “robó muchas cosas a la muerte”: no en vano, más del 90% de lo que sabemos acerca de los antiguos vascos –muertos, pero vivos– se lo debemos a él. ¿No consiste en eso la vida: en robar vida a la muerte del olvido, de la indiferencia, de la inmisericordia?
Esa fue su vocación. Amó la tierra, su tierra, la Madre Tierra de todos. Pasó su larga vida palpando con sus manos desnudas la tierra desnuda, rastreando en la tierra las huellas de la vida, caminando a pie en montes y bosques, pues –como dijo también– “hay que discurrir primero con los pies y después con la cabeza”. ¡Cuánto razón tenía el gran sabio que nunca dejó de ser un casero de Ataun! ¡Cómo lo hemos olvidado en nuestras ciudades, en nuestras universidades y también en nuestros templos! Cada fósil, cada piedra, cada puñado de tierra contiene entera la memoria de todos los seres vivos en este u otros planetas, y la ciencia primera debiera consistir en saber tocar y mirar con inmensa admiración, y que el pensamiento se inspire en los pies, las manos, los ojos, la tierra.
José Miguel de Barandiarán fue sacerdote católico, un sacerdote que hizo de la investigación científica vocación sagrada, como el agustino Gregor Mendel (precursor de la genética), el jesuita Angelo Secchi (fundador de la astrofísica), el sacerdote Georges Lamaître (inspirador de la teoría del Big Bang) o el jesuita Teilhard de Chardin (paleoantropólogo visionario de una nueva teología en clave evolutiva, hoy todavía pendiente), a quien llegó a saludar en París en 1936.
Sacerdote católico: eso es lo que él se sentía ante todo y por encima de todo. Y, sin embargo, de sacerdotes católicos (y de su propio obispo Zacarías Martínez) le llegaron sus mayores sinsabores. Por amar a su tierra y su cultura, o por investigarla, fue acusado de ser nacionalista, e incluso judeo-masón, él que nunca quiso saber nada de política, hasta el punto de no haber votado nunca a ningún partido, según dicen. El rector del Seminario de Vitoria tachó de “mamarrachadas” los anuarios etnográficos que iba componiendo y que llegaron a constituir una grandiosa obra reconocida por los grandes especialistas del mundo. Nunca se le permitió ubicar su museo etnográfico dentro del Seminario. Y en 1936, de noche y por mar, tuvo que huir al exilio, hasta el año 1953.
Digamos también que fue un sacerdote de teología preconciliar, incluso después del concilio. Conservó casi intactas las ideas teológicas que le enseñaron en el Seminario entre 1910 y 1915, época de cerrado antimodernismo católico. Nos hubiera gustado que también su teología hubiera evolucionado como evolucionan la vida y la ciencia. Pero es que a él no le importaba la teología, sino la vida misma, y la ciencia de la vida, la memoria viva de la tierra y de su pueblo.
Muy al final de su vida, una vez declaró: “Yo desearía que me recordaran como una persona que ha amado. El amor entre las personas es lo más importante”. El amor que es Dios y en el que es el prójimo. El amor primero en el que somos. Pues primero, antes de hablar, hemos sido creados y amados. De boca de un casero oyó una vez Don José Miguel una frase que tantas veces repetía luego y que no tiene fácil traducción: “Ez gara geure baitan”. Algo así como “no somos creadores y dueños de nosotros mismos”. Eso es.

JOSÉ ANTONIO PAGOLA TERCERO ADVIENTO



Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura de Juan el Bautista. Es un «hombre», sin más calificativos ni precisiones. Nada se nos dice de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni siquiera es el Profeta que todos están esperando.
Sólo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: allanad el camino al Señor». Sin embargo se nos dice que Dios lo envía como «testigo de la luz» capaz de despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. ¿Qué es ser testigo de la luz?
El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de creer.
El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible. Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No enseña doctrina religiosa, pero invita a creer.
La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el Bautista, «allana el camino al Señor».
El testigo se siente débil y limitado. Muchas veces comprueba que su fe no encuentra apoyo ni eco social. Incluso se ve rodeado de indiferencia o rechazo. El testigo de Dios no juzga a nadie. No ve a los demás como adversarios que hay que combatir o convencer. Dios sabe cómo encontrarse con cada uno de sus hijos e hijas.
Se dice que el mundo actual se va convirtiendo en un «desierto», pero el testigo nos revela que algo sabe de Dios y del amor, algo sabe de la «fuente» y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en el ser humano.
La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos sólo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios.
 

La figura de Juan el Bautista, "testigo de la luz", nos recuerda una vez más que todo creyente, si lo es de verdad, está llamado a dar testimonio de su fe.
"A nuestra Iglesia le sobran papeles y le faltan testigos". Tal vez, con estas expresivas palabras se apuntaba uno de los problemas más cruciales del cristianismo actual.(LEER EL EVANGELIO)
Durante muchos años han seguido funcionando entre nosotros los mecanismos que tradicionalmente servían para "transmitir" la fe. Los padres hablaban a los hijos, los profesores de religión a sus alumnos, los catequistas a los catequizandos, los sacerdotes a los seglares.
No han faltado palabras. Pero, tal vez, ha faltado testimonio, comunicación de experiencia, contagio de algo vivido de manera honda y entrañable.
Durante estos años muchos se han preocupado del posible quebranto de la ortodoxia y del depósito de la fe. Y necesitamos, sin duda, cuidar con fidelidad el mensaje del Señor. Pero nuestro mayor problema no es probablemente el depósito de la fe sino la vivencia de esa fe depositada en nosotros.
Otros se han preocupado más bien de denunciar toda clase de opresiones e injusticias. Por un momento parecía que por todas partes surgían nuevos "profetas". Y cuánta necesidad seguimos teniendo de hombres de fuego que proclamen la justicia de Dios entre los hombres. Pero, con frecuencia, junto a las palabras, han faltado testigos cuya vida arrastrara a las gentes.
Tal vez, lo primero que nos falta para que surjan testigos vivos es "experiencia de Dios". Karl Rahner pedía hace unos años que "hemos de reconocer de una vez la pobreza de espiritualidad" en la Iglesia actual.
Nos sobran palabras y nos falta la Palabra. Nos desborda el activismo y no percibimos la acción del Espíritu entre nosotros.
Hablamos y escribimos de Dios pero no sabemos experimentar su poder liberador y su gracia viva en nosotros.
Pocas veces vivimos la acogida de Dios desde el fondo de nosotros mismos y, por tanto, pocas veces llegamos con nuestra palabra creyente al fondo de los demás.
Creyentes mudos que no confiesan su fe. Testigos cansados, desgastados por la rutina o quemados por la dureza de los tiempos actuales.
Comunidades que se reúnen, cantan y salen de las iglesias "sin conocer al que está en medio de ellos".
Sólo la acogida interior al Espíritu puede reanimar nuestras vidas y generar entre nosotros "testigos del Dios vivo".