FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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viernes, 4 de noviembre de 2011

Mujeres por la paz


Jose Arregi, 03-Noviembre-2011

El Premio Nobel de la paz 2011 ha sido concedido a tres mujeres africanas: dos liberianas y una yemení. Lo han recibido las tres juntas, pero lo merecía entero cada una de las tres y muchísimas más de las que nadie se acuerda. A ellas nuestra gratitud y nuestro homenaje, no por haber recibido el premio, sino por haberlo merecido.
El Premio Nobel, como todos los premios, llega siempre después de complejos laberintos, secretas negociaciones, sopesados intereses. Y no digamos en el caso de un Nobel de la Paz cuya concesión, también en este caso, habrá puesto a prueba la cordura y la imparcialidad sueca. No sé si la plena objetividad es posible en química, pero no lo es ciertamente en cuestiones de paz, porque la paz es en primer lugar cuestión de justicia, y sucede a menudo que la justicia la dicta el poder. De otro modo, difícilmente se podría comprender que en el año 1973 se le hubiera otorgado el Nobel de la paz a Alfred Kissinger que, mientras negociaba –por evitar la derrota más que por conseguir la paz– con Vietnam del Norte, sostenía dictaduras, derrocaba democracias y ordenaba asesinatos en América Latina y allí donde podía. Y costaría comprender que hace dos años, sin ir más lejos, se le diera el galardón a Barack Obama, que tal vez quiere y no puede o, más seguramente, no quiere cuanto puede a favor de la paz justa, la única verdadera. Le honra, al menos, que  en esa ocasión reconociera: “No me lo merezco”.
Estas mujeres de este año sí se lo merecen: Leymah Gbowee, una sencilla trabajadora social liberiana, madre de seis hijos, infatigable soñadora y luchadora por la paz; Ellen Johnson Sirleaf, madre de cuatro hijos, liberadora y presidente de Liberia; Tawakul Kerman, yemení, madre de tres hijos, principal protagonista de la revuelta pacífica contra la dictadura de su país. Las tres son madres. ¿Y por qué lo digo, si en el caso de Kissinger y de Obama he eludido señalar su condición de padres? No lo sé muy bien, pero algo debe de tener que ver el ser madre con merecer el Nobel de la Paz. Luego volveré.
Leymah Gbowee empezó con un sueño. Primero soñó despierta que la paz en su país, Liberia, era posible. Nada es posible si primero no se sueña despierto. Pero Leymah, además, un día soñó dormida que ella lideraba un movimiento de paz. Y al despertar se dijo: “Hágase. Yo lo haré”. Y a ello se entregó y sigue entregada en alma y cuerpo, con todos sus hijos, hasta convertir el sueño en realidad. Luchó con sus armas: a veces ocupando el mercado para impedir que reclutaran niños para la guerra, a veces poniendo barricadas para impedir que los hombres allí encerrados pudieran salir mientras no acordaran la paz; otra vez, aliándose –ella, cristiana– con una musulmana para formar un movimiento interreligioso de paz; un día, proclamando: “Nos merecemos tener un futuro. Yo quiero un futuro, porque tengo hijos”. Y otro día, decidiendo: “Nuestros maridos no tocarán nuestros cuerpos hasta que logren un acuerdo de paz. No habrá sexo sin paz”. La última estrategia fue tal vez la más eficaz, pues ya se sabe por dónde flojean los varones.
Ellen Johnson Sirleaf es presidenta de Liberia desde 2005, primera mujer africana en acceder a la presidencia de un estado, otra forma de asistencia social. Liberia: un país con nombre de libertad, pero sumido en la opresión. Un pequeño y hermoso país creado para que los esclavos deportados de otro tiempo fueran libres, pero sometido luego a todas las modernas esclavitudes. Un país de solo cuatro millones de habitantes con 800.000 refugiados por la guerra. Un país con 20 médicos y sin maestros. Un país destrozado y hundido, trágica caricatura de quienes lo habían soñado y bautizado como “Liberia”, “Tierra de la libertad”. Vino ella y puso su corazón, su inteligencia, su fuerza de mujer y de madre. No en vano la llaman “Mamá Sirleaf” y “Dama de hierro”, por haber logrado también ella esa síntesis a la que las entrañas y las circunstancias han inducido a tantas mujeres. Las dificultades en su país siguen siendo inmensas. Las resistencias internas y externas perviven. Los fracasos no faltan, los errores tampoco. Pero ella sigue ahí, reengendrado a su país para la libertad y la paz.
Tawakul Kerman, primera mujer árabe en recibir el premio, es una de las protagonistas de la revuelta popular del Yemen contra el presidente Ali Abdalá Saleh y su régimen violento en el poder desde hace 33 años. Vive en una tienda de campaña en la Plaza del Cambio de Saná, convertida en un campamento en pie de paz. Y ahí, ella es la primera, por si alguien duda todavía del alcance de la primavera árabe. Fundadora deMujeres Periodistas Sin Cadenas, ha declarado: “Por el camino de la paz, se derriban las dictaduras”. Y ha dedicado el premio “a la juventud de todos los países árabes, en especial a los de Túnez, Egipto, Libia y Siria. A todos los jóvenes de la revolución. A todas las mujeres”.
Tres mujeres por la paz, más allá del Nobel. Madres de una nueva Liberia digna de su nombre, de un nuevo Yemen, de una nueva África, de nuevos continentes asentados en la paz de la justicia.
¿Y por qué resalto su condición de mujer y madre? Es un terreno resbaladizo, y sé de antemano que, diga lo que diga, me equivocaré. No pienso que la mujer, por serlo, esté mejor preparada que el varón para hacer la paz, aun teniendo como tiene el hemisferio cerebral izquierdo más desarrollado que el varón y siendo por ello, como salta a la vista, más hábil que el varón con la palabra. La palabra es fundamental para la paz, pero no creo que esa sea la razón fundamental que ha llevado a estas mujeres y tantas otras a merecer el Nobel. La razón fundamental es, me parece, que han sido excluidas de los engranajes del poder y del sistema, y eso, aun siendo injusto, de hecho las hace más libres para derribar el sistema violento y edificar la casa de la paz. Veo el mismo fenómeno en la Iglesia, en nuestra Iglesia tan masculina: el que vive de la institución se empeña en sostenerla y difícilmente la transformará.
Luchar por la paz siendo madre tiene un mérito añadido: ¿De dónde sacan tiempo estas madres? No quiero decir que la maternidad deba demandar a la mujer más tiempo y dedicación que la paternidad  al varón. Tampoco eso debiera ser así, pero, de hecho, las mujeres sostienen gran parte del peso del mundo, de la familia, de la maternidad e incluso de la paternidad. Y no digamos en África. Y las religiones son responsables de ello en buena medida. Pues he aquí que estas madres, como innumerables madres, han superado al parecer las condiciones vigentes del tiempo y del espacio. Verifican en sus vidas novedosas leyes físicas, biológicas, matemáticas y económicas, hasta hacer proezas. Y convierten la exclusión en impulso. Se merecen todos los Nobel a la vez.
(Publicado en el Diario DEIA)

¿Llenos de qué?

JOSÉ ANTONIO PAGOLA: SE NOS APAGAN LAS LÁMPARAS


Se nos apagan las lámparas
Mt 25, 1-13

POCO SENSATOS 

Son bastantes las parábolas en que Jesús repite de una manera o de otra el mismo mensaje«Lo mejor que tenéis es la esperanza. No la estropeéis. Mantenedla viva. No apaguéis vuestro anhelo de vida eterna. Esperad con el corazón ardiendo. Sed lúcidos. No hay nada más triste que una persona «acabada» que ha perdido la esperanza en Dios».
Jesús no utiliza un lenguaje moral. Para él, dejar que se apague en nosotros la esperanza no es un pecado, es una insensatez. Las jóvenes de la parábola que dejan que se apague su lámpara antes de que llegue el esposo son «necias» pues no han sabido mantener viva su espera. No se han ocupado de lo más importante que ha de hacer el ser humano: esperar a Dios hasta el final.
No es fácil escuchar hoy este mensaje. Hemos perdido capacidad para vivir algo intensamente de manera duradera. El paso del tiempo lo desgasta todo. Al hombre de nuestros días sólo parece fascinarle lo nuevo, lo actual, el momento presente. No acertamos a vivir algo de manera viva y permanente sin dejarlo languidecer. ¿Cómo mantener viva la esperanza hasta el final?
Nosotros hemos encontrado otra manera más razonable y sensata para vivir con tranquilidad. Somos maestros en hacer toda clase de cálculos y previsiones para no correr riesgos y alejar de nuestra vida la inseguridad. Nos preocupamos de asegurar nuestra salud y garantizar nuestro nivel de vida; planificamos nuestra jubilación y nos organizamos una vejez serena y tranquila. Todo ello está muy bien, pero, no dejamos de ser insensatos si no reconocemos algo que es claro y evidente: todas estas seguridades fabricadas por nosotros son inseguras.
La advertencia evangélica no es irracional o absurda. Jesús invita sencillamente a vivir en el horizonte de la vida eterna, sin engañarnos ingenuamente sobre la caducidad y los límites de esta vida: «¿Qué previsiones hacéis más allá de lo visible y perecedero?, ¿dónde pensáis encontrar seguridad cuando se desmoronen vuestras seguridades?»
Mantener despierta la esperanza significa no contentarse con cualquier cosa, no desesperar del ser humano, no perder nunca el anhelo de «vida eterna» para todos, no dejar de buscar, de creer y de confiar. Aunque no lo sepan, quienes viven así están esperando la venida de Dios.

Envejecer no es una desgracia. Nuestra vida tiene su ritmo y no lo podemos alterar. La verdadera sabiduría consiste en saber aceptarlo sin amargura ni enojos inútiles, tal como Dios lo ha querido para cada uno de nosotros.
Saber caminar en paz, al ritmo de cada edad, disfrutando del encanto y las posibilidades que nos ofrece cada día que vivimos.
En una sencilla parábola, Jesús nos pone en guardia ante un peligro que acecha siempre al ser humano pero que puede acentuarse en los últimos años. El peligro de gastarnos, "quedarnos sin aceite", dejar que el espíritu se apague en nosotros.
Sin duda, la vejez trae consigo limitaciones inevitables. Nuestro cuerpo no nos responde como quisiéramos. Nuestra mente no es tan lúcida como en otros tiempos. El contacto con el mundo que nos rodea puede hacerse más difícil.
Pero nuestro mundo interior puede crecer y ensancharse. Cuando han terminado ya otras preocupaciones y trabajos que nos han tenido tantos años lejos de nosotros mismos, puede ser el momento de encontrarnos por fin con nosotros y con Dios.
Es el momento de dedicarnos a lo realmente importante. Tenemos tiempo para disfrutar de cada cosa por pequeña que nos parezca. Podemos vivir más despacio. Descansar. Hacer balance de las experiencias acumuladas a lo largo de los años.
Tal vez, sólo el anciano puede vivir con verdadera sabiduría, con sensatez y hasta con humor. Él sabe mejor que nadie como funciona la vida, cuánta importancia le damos a cosas que apenas la tienen. Sus años le permiten mirarlo todo con más realismo, con más comprensión y ternura.
Lo importante es no perder la energía interior. Cuando nos quedamos vacíos por dentro, es fácil caer en la amargura, el aburrimiento, el desequilibrio emocional y mental.
Por eso, cuánto bien puede hacerle a la persona avanzada en años el pararse a rezar despacio y sin prisas, con una confianza total en ese Dios que mira nuestra vida y nuestras debilidades con amor y comprensión infinitas. Ese Dios que comprende nuestra soledad y nuestras penas. El Dios que nos espera con los brazos abiertos.
Jesús tenía razón. Hemos de cuidar que no se nos apague por dentro la vida. Si no encontramos la paz y la felicidad dentro de nosotros, no las encontraremos en ninguna parte. Como ha dicho alguien con ingenio, lo importante no es añadir años a nuestra vida sino añadir vida a nuestros años.

Redes Cristianas, otra voz de Iglesia que consolida pluralidad y laicidad


Somos más de los que creemos…Redes Cristianas, otra voz de Iglesia que consolida pluralidad y laicidad
Luís Ángel Aguilar Montero

Pese a que empezamos un mes eminentemente electoral, no voy a comenzar hablando de encuestas, ni de política sensu stricto, sino que para ir desengrasando voy a compartir la experiencia que he tenido este puente en Jerez de la Frontera, donde 300 personas pertenecientes a los mas diversos grupos, movimientos, comunidades, organizaciones o revistas cristianas, lo que ya es conocido en muchas partes como REDES CRISTIANAS, hemos celebrado la III Asamblea General con la presencia de creyentes de casi toda España. El lema CRISTIAN♥S EN UNA SOCIEDAD PLURAL.
No hemos sido sordos ni ciegos ante las realidades mas brutales que golpean repetidamente a los más débiles de nuestra sociedad como las diversas manifestaciones de esta crisis y la ineficaz respuesta por parte de los gobiernos. Pero tampoco lo hemos sido ante las noticias mas recientes conocidas por los datos del incremento del paro de la ultima EPA, la vergonzosa cesión de la próxima base de Rota para implantar el escudo antimisiles de la OTAN, o el secuestro de las cooperantes españolas en Tinduf y Kenia. Por eso, terminamos la Asamblea con nuestro tradicional acto público que en esta ocasión no fue propio, sino que nos sumamos a la concentración de los amigos del Sahara, manifestándonos “Por la dignidad, libertad e independencia del pueblo saharaui”.
Desde el principio constatamos que somos mas de los que creemos, y que, intentando seguir a Jesús de Nazareth, y junto con otras muchas personas, “tenemos más fuerza de lo que parece”. Como así manifestamos a los medios “Esta crisis nos pone en evidencia la brutalidad de un sistema que, a quienes hemos sido creados iguales por Dios, nos hace injustamente diferentes en la igualdad de oportunidades. Un sistema que reinventa continuamente formas de marginación y exclusión social. Y a lo largo de la historia, el único Dios en el que creemos se ha manifestado de diferentes formas. Por ello, hemos de avanzar en el diálogo para recuperar los valores de bondad, justicia e igualdad tan cercanos a este Dios.
Por supuesto que como en todos nuestros encuentros, hemos reflexionado a través de 11 talleres sobre temas tan diversos como las redes alternativas frente a la crisis, el movimiento mundial de indignación manifestado en plazas y ciudades, la lucha de clases en una sociedad justa y alternativa, las diferentes formas de vivir lo transcendente, la afectividad y sus distintas expresiones, el trabajo por la paz y en contra del militarismo o la pluralidad eclesial y comunitaria en el compromiso con las víctimas de esta crisis.
En la Eucaristía varios gestos estuvieron muy presentes: desde la atención a la pluralidad de razas, enunciando algunos de los artículos de la declaración universal de los DDHH, hasta la pluralidad de religiones y de espiritualidades, pasando por la opción por los empobrecidos, que se concretó a través de la pluralidad de propuestas del 15-M, votando los 8 objetivos mas consensuados por las asambleas. No se quedó en el tintero la atención a la pluralidad de manifestaciones de la sexualidad, así como la pluralidad del genero, recordándose las grandes mujeres de la biblia Séfora, Fuá, Débora, Julda, María de Nazareth, Judit, Agar, Tamar y reivindicándose la reelaboración feminista de la historia desde los primeros siglos del cristianismo. Curiosamente la mujer no es reconocida en la iglesia actual hasta el punto de que su papel está mas que vilipendiado por la actual jerarquía eclesial.
Como dice mi amigo y compañero Juan Cejudo necesitamos un cambio muy profundo en la formulación de las palabras que hoy utiliza la Iglesia, puesto que ya no dicen nada a nadie. “Estamos en un momento de cambio muy acelerado. Es un cambio de época y las palabras que se formularon en la edad Media o en los siglos pasados ya no dicen nada” y por eso estamos de acuerdo en que “deben ser las mismas comunidades las que se conviertan en agentes activos de esa nueva espiritualidad, que desde nuestra práctica llevamos muchos años construyendo”.
Por eso termino esta amplia crónica con las palabras que consensuabamos en el manifiesto final, donde reconocíamos que “en este mundo adulto y plural tanto en sus criterios políticos, científicos, morales, o en relación con los derechos humanos, creemos que no son necesarias las muletas de la religión para trabajar por la transformación de este mundo; por eso estamos convencidos de que “somos muchos más de los que creemos” en la voluntad de avanzar por este camino y manifestamos nuestra voluntad de colaborar en la transformación de este sistema, junto a tantas personas, grupos y movimientos que lo hacen desde otras perspectivas”.