Hoy la Palabra nos describe dos clases de creyentes a doble banda:
· “Los que rezan mucho y dicen muchas veces: “Señor, Señor” y apenas hacen nada para los demás,
· “Los que sin rezar tanto – o rezando menos o de otra manera- se desvelan por los demás que les necesitan
Y otros dos tipos de vivir la fe:
· El que cree con fundamento y es crítico con su fe.
· El que cree y no se hace ninguna crítica.
El primero, no cree todo lo que le dicen y necesita cimentar, analizar, y hasta criticar todo eso que le dicen. Eso es edificar sobre roca.
El segundo, el incoherente, se cree todo sin analizar, sin reflexionar y sin criticar todo eso que le dicen. Esto es edificar sobre arena
El mensaje de Jesús en el Evangelio es el mismo y, sin embargo, es visto y vivido de maneras y formas distintas.
Yo creo que la gran tentación de hoy es fundamentar la fe en la seguridad de que estamos en lo cierto, en la verdad y eso no sólo nos da seguridad, sino poder, prepotencia y nos hace fácil el condenar a los demás. Así imponemos la fe y no convencemos a nadie.
Hoy, alguna parte de la jerarquía de la Iglesia , se ha instituido como juez y así la Iglesia Institución, en lugar de ser abierta, cercana y servicial, se ha vuelto autoritaria y resulta poco creíble, poco atractiva…
El Señor no vino ni a imponer, ni a condenar, sino a convencer y a salvar.
Una Iglesia autoritaria no resulta ni creíble ni atractiva.
Parecía que, después del Concilio Vaticano II, nos venía una Iglesia abierta a los alejados, al pueblo y al mundo.
Y la hemos convertido, muchas veces, en una Iglesia donde se dice mucho: ¡Señor, Señor! y donde se reza y se celebra mucho pero se hace poco…
No me vale que unos pocos se dediquen a los pobres y a los enfermos, ya que esa es su misión específica:
”No he venido a los sanos sino a los enfermos”
Los hombres de hoy, necesitamos , más que nunca, una “esperanza”, un “ánimo”, un “aliento” que nos acerquen a la fuente de la vida, que nos den un poco de ilusión porque de penas y miserias ya estamos hartos y bien servidos todos los días con esta bendita crisis.
Necesitamos un “Padre” y una “Madre”, que nos acojan y animen, y no tantos maestros y teólogos en los púlpitos y cátedras aburriéndonos con discursos… siempre condenando y amenazando, como la “Espada de Damocles”, siempre encima del cuello.
¡Cuántos miedos y complejos todavía en muchas conciencias sensibles y delicadas, yo diría enfermas y acomplejadas!
¡Nada más lejos de la buena noticia !
Nuestros sermones tienen que ser más esperanzadores y atrevidos.
“También entre los pucheros está el Señor”… No se cansaba de repetir Santa Teresa.
El otro día, sin ir más lejos, tuvimos una buena alubiada en “pucheras”, por libre, en los locales de la Parroquia, y allí también estaba el Señor, como en vuestras casas, amándonos entre “las pucheras” y nosotros animados, unidos familiarmente, dando alegría a todos con los cantos: mayores, adultos, jóvenes y pequeños también. ¿Por qué no?
Quizás ha llegado el momento de formar grupos en los que podamos hablar de todo, animarnos en la fe y en la vida…
· Eso haría crecer la fe sobre la roca, con afecto y desde la amistad y la libertad.
· Donde todos, piedras vivas con Jesús, la Piedra Angular, formaríamos ese edificio de la Iglesia, casa para los pobres, los enfermos y los que buscan el Reino de Dios que nos enseñó el Maestro.